“...mezclaos con Stavisky van Don Bosco y La Mignon, Don Chicho y Napoleón, Carnera y San Martín, igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches...se ha mezclao la vida...y herida junto a un sable sin remache ves llorar la Biblia contra un calefón......” Enrique Santos Discépolo (1935) Escuchábamos atentamente la disertación, no se movía nadie, no sólo por la autoridad que infundía el mensajero, sino por la profundidad didáctica con que abordaba los temas. Discurría con verborragia acerca de la mundanalidad de la vida cristiana. Acerca de cómo tergiversamos los contenidos bíblicos y los aprovechamos para justificar nuestros fines. El tema era vasto, pero el disertante se las arreglaba para abarcarlos con maestría. No siempre uno tiene oportunidad de escuchar a un predicador tan lúcido y ser edificado con tanta sustancia. Debería ser más común, pero no lo es. En un momento de su alocución Salvador Delutri resumió: ..”No se crean hermanos que Estados Unidos se hizo grande por los principios bíblicos, sino por expoliar a tantos millones de negros”. La verdad, aunque muchas veces callada en nuestros púlpitos, brillaba con prístina fulgura. Me convertí de grande, y no hace tantos años como para olvidarlo. Me enseñaron lo que es algo muy común en las iglesias, en libros y películas, que el gran país del norte debía su grandeza a las bases bíblicas que sustentaban sus fundadores, (hombres de Dios, sin duda), como Abraham Lincoln, John Knox. O de la fe de la reina Victoria la que “movió la mano de Dios” para engrandecer aquel país insular, ignorando toda la flota de filibusteros oficial que saqueando barcos aumentaban las arcas imperiales, o el fruto de las colonias, en valiosas materias primas, de países como la India (tan cerrada hoy al evangelio por esta causa). Es increíble como el evangelio cristiano, el más revolucionario de los mensajes escuchados en la historia pueda teñirse de una subjetividad tal y terminar siendo un discurso imperial que sirva para docilitar o acallar cualquier disidencia. Siempre ha sido así, basta repasar los postulados teológicos históricos para ver que más de una vez respondían a la justificación de tal o cual imperio. Eusebio fue el primer apologista cristiano, a él debemos mucho de lo que sabemos de la primera iglesia…pero fue él quien deificó a Constantino. Su libro de “Historia Eclesiástica” es un edulcorado y pegajoso halago del emperador, quien, dicho sea de paso NUNCA SE CONVIRTIÓ y presidió el concilio de Nicea (325 A.D.), uno de los primeros y nefastos concilios que unirían en matrimonio para siempre al cristianismo con el imperio romano, como lo profetiza Mateo, en la parábola de la semilla de mostaza, o como descubrieron los hermanos de Plymouth que ya estaba escrito en la carta del Señor a Pérgamo (Apocalipsis
cap 2). El nombre de esta iglesia es muy sugestivo para indicar al tiempo histórico a que se refiere: PERGAMO: ETERNAMENTE CASADO. La doctrina del posmileniarismo, que hoy es repudiada por todos los centros académicos, pero muy común en el siglo 19, acompañó el gran auge del desarrollo capitalista, parecía que el hombre había vencido todos los problemas. Se inventaban vacunas, había medios de locomoción nunca vistos. Se popularizaban, gracias a la industrialización, objetos para el confort…ERA FÁCIL CREER QUE EL MILENIO HABÍA LLEGADO (Is. 65, y otros), que el cristianismo era una fuerza que resucitaba el paraíso original. El crack económico de los años 30 se encargará de echar por tierra muchas de esas quimeras. Otro ejemplo es la discusión que acompañó a la “evangelización” de América. Se discutía teológicamente si los indios tenían alma o no. Si la tenían, entraban entonces en la categorización de “primitivos”, se debía, entonces, traerlos al estadio superior de adelanto que gozaba Europa. Si eran “salvajes”, no sólo doctrinalmente no tenían alma, sino que no eran humanos, y no remordía la ya cauterizada conciencia, su sacrificio para llevar riquezas a Europa. El discurso del cacique Guaicaipuro Cuatemoc ante los jefes de estados europeos en 2002 trae mucha luz sobre esta realidad. Remito a mis lectores a su obligada lectura. También es muy significativo como contribuyó el “aparato evangélico”, con toda la difusión, por la publicidad y en las iglesias, a la consolidación y propagación de la “American Way of Life”, vista como un manual omnímodo para adoctrinar la vida de los pueblos en los tiempos de la “guerra fría” y como profilaxis a la supuesta invasión proselitista de izquierda. Canciones como aquella que reza, (por citar sólo un ejemplo),….”los chicos de Cuba quisieron venir…pero Fidel no los dejó salir” devela elocuentemente sus intenciones. Ver a Gog y Magog encarnados en Rusia, no sería tanto problema, pero tildar de satánicos sus movimientos en el ajedrez mundial, luego del tratado de Yalta, es para pensar de capciosas intenciones. Podríamos citar tantos casos de lo mismo, pero quisiera detenerme en un hecho bastante actual y es un claro ejemplo de cómo el mensaje cristiano sirve para validar oscuras intenciones imperiales. Me refiero a la “justificación” cristiana de la invasión a Irak. De la “demonización” de Saddham Hussein, publicada en revistas, libros y púlpitos cristianos. Estamos frente a un ejemplo más de “la eterna lucha del mal contra el mal”, una guerra, donde ninguno de los dos contrincantes es fiable, ambos, expansionistas, delirantes, megalómanos, ebrios de poder, a toda costa. Aún la teología de alta escuela es una canal para ello. Siempre se creyó que “la gran Ramera”, la “babilonia” de Apocalipsis 18 era la Iglesia Católica Romana, la que persiguió con su inquisición y sus cruzadas a los verdaderos cristianos. Pero claro, al imperio norteamericano no le conviene satanizar al catolicismo, que no tiene ninguna influencia para trastabillar su status quo, pero si resulta muy conveniente estigmatizar a Irak, y descargar, no sólo artillería verbal, sino lamentablemente misiles, tanques, con los consabidos “daños colaterales”, o sea la pérdida de miles y miles de vidas humanas. No estoy defendiendo de ninguna manera a Sadham Hussein, quiero remarcar, ya que estamos hablando del contenido del mensaje, cómo se “cuelan” apreciaciones imperiales en nuestras predicaciones.
Urge que volvamos a la espontaneidad del primer mensaje evangélico, el cual recibimos como mandato para propagar con todas nuestras fuerzas del mismísimo Señor resucitado (Mr. 16:15, Mt.28.19), desprendiéndonos de “mochilas ideológicas” que nada tienen que ver con los principios del reino. El KERIGMA cristiano, toma, precisamente su significación de ser un encargo de “propagar un enunciado del rey”, eso era el kerygma ( 2 Tim. 4:1-3). Pero el rey es Jesucristo, crucificado y resucitado para restaurar el reino de Dios, no reyes, ni políticas humanas, ni capitalismo, ni marxismo, cristianismo, a secas. El filósofo gráfico argentino Miguel Repiso (más conocido por su seudónimo Rep) dibuja una tira que habla acerca del amor imposible entre un holograma y una anchoa, la imposibilidad es dada por ser dos naturalezas totalmente distintas, irreconciliables, divorciadas ontológicamente, no tienen nada en común, ningún punto de encuentro, como las paralelas, condenadas a la eterna alienación, cualquier intento de fusión, de amalgama es pura ficción, irrealidad.... El mensaje cristiano y la difusión de oscuras ideologías, el holograma y la anchoa, la biblia y el calefón. Tomado de la revista “Momento de Decisión”, www.mdedecision.com.ar Usado con permiso
ObreroFiel.com – Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda.