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MENSAJE DEL ÁNGEL GABRIEL A MARÍA Lucas 1:26 ... - ObreroFiel

Está en su Biblia en el evangelio de Lucas:”¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres”. ¿Cuántos de ustedes aprendieron ...
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MENSAJE DEL ÁNGEL GABRIEL A MARÍA Lucas 1:26-56 Por Julián Lloret Usado con permiso Seis meses después de mi visita a Elizabet fui llamado a hacer otro viaje, ésta vez a Nazaret, pueblo pequeño y no muy apreciado. Fue así que dejé la luz gloriosa y continua en la presencia de Dios y pasé por el espacio oscuro dirigido hacia este planeta tan pequeño y lejano. Surgió en mí ser una pregunta: ¿Por qué escogió Dios este planeta tierra en donde crear y ahora rescatar la raza humana? No está claro el asunto, tal vez mi Dios lo declarará en el futuro. Pero de una cosa estoy seguro: los propósitos de mi Señor siempre son perfectos y buenos. Era un mensaje emocionante que yo llevaba en mi memoria, noticia que cambiaría para siempre este mundo. Muchas profecías de siglos atrás llegarían a cumplirse con mi mensaje a una joven virgen llamada María, ¿Se acuerdan ustedes mi salutación? Está en su Biblia en el evangelio de Lucas:”¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres”. ¿Cuántos de ustedes aprendieron palabras parecidas en su juventud? Casi de memoria las pueden decir, ¿verdad? Permítanme unas palabras de lo que ustedes llaman exposición. Noten que dije: El Señor es contigo, y no El Señor está contigo. No debemos pensar que en dado momento Dios se hizo presente con María. No, mis amigos, Dios es y es omnipresente; totalmente presente en todo lugar en todo momento; con María aquel día y con nosotros ahora mismo. Dios no va y viene; Dios es con nosotros. María me vio y se turbó; oyó mi saludo y quedó perpleja por semejantes palabras del soberano Dios. Se calmó un poco cuando le dije: No temas, porque has hallado gracia delante de Dios. ¡Cuán bella es esa palabra gracia! Calma el alma cuando bien saben los terrestres que merecen castigo, y Dios ofrece gracia. No entiendo como los terrestres pueden rechazar la gracia de Dios. ¿No se dan cuenta ustedes que los ángeles que se rebelaron no tienen acceso a esa gracia? Leamos en Lucas 1:31-33, mi mensaje a María: Traten de imaginar ustedes cuál sería la reacción de María al oir esas palabras: Un hijo concebido en ella sin esposo Su nombre, Jesús, puesto por Dios mismo = Salvación, ¡Jehová es salvación! Grande y llamado también Hijo del Altísimo: deidad y humanidad perfectas en cuerpo humano Heredero del trono de David prometido por Dios para siempre al linaje de David = el Mesías ¿Qué les parece? ¡Imagínense el asombro de María! Admiro mucho a esa mujer. A pesar del corazón que latía a cien kilómetros por hora, seguía con una confianza que si Dios así lo quería, estaba bien. Sólo preguntó con ojos de fe: ¿Cómo? ya que ella era virgen sin esposo. Yo, por mi parte, no detecté ninguna duda, como con Zacarías. Fue así que entregué a María el mensaje de una obra sobrenatural que cambiaría para siempre la historia humana, más bien, la de toda la creación. De verdad, aún para nosotros los ángeles fue un plan increíble: El nacimiento del niño sería por obra del Espíritu Santo, poder del Altísimo, actuando en ella de tal manera que daría a luz un hijo, Hijo santo e Hijo de Dios. Notifiqué a ella que ya estaba activado otro milagro: Elizabet, parienta, en su vejez esperaba a un hijo dentro de tres meses. Y para animar a María con júbilo testifiqué del poder de mi soberano Dios: Nada hay imposible para Dios.¡Aleluya! Luego oí la voz tranquila y sumisa de María diciendo, no a mí, sino como que fuera directamente a Dios: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. En ese momento ella demostró una completa confianza en Dios, venga lo que viniere en el futuro.

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Quedé maravillado de esa joven y salí gozoso de su presencia. ¡Misión cumplida! Volviendo a mi Dios, pareciera viajar en rayo de luz. Yo seguía vigilando el territorio cuando María visitó a Elizabet. Allí fue que Juan se exaltó y saltó por primera vez en la presencia de Jesús, estando los dos aún en vientre de las mujeres. Para mi fueron primicias del ministerio activo y poderoso que Juan tendría años después. Elizabet bendijo a María porque creyó las palabras de Dios y se había sometido a la buena voluntad de Dios. Luego María fue inspirada a ofrecer un canto de alabanza que ha inspirado a millones hasta hoy. Leamos juntos el Magnificat, adoración de María a Dios (Lc. 1:46-55) Unos comentarios para finalizar: María fue mujer como cualquier otra, pero escogida para una tarea única en la historia. Fue sierva sumisa a Dios y ciertamente bendecida en forma singular, pero pecadora y necesitada de salvación como cualquier otra persona, mujer u hombre. Su vida después como esposa y madre de otros hijos fue un sacrificio vivo, santo y agradable, la misma conducta que Dios pide de cada creyente. Experimentó dolor al observar el ministerio de Jesús, su rechazo, y su muerte en la cruz por nuestros pecados, y los de ella también. Se regocijó al ver los milagros de su Hijo y escuchar sus enseñanzas, pero lo más gozoso fue de verle resucitado de la muerte y poder consolarse con sus promesas antes de volver al Padre. Ningún otra mujer hará lo que hizo María, pero todos nosotros, mujeres y hombres, grandes y pequeños, igual a María, podemos depositar nuestra fe en el Señor Jesucristo para recibir el perdón de pecado y la vida eterna. María escogió lo mejor: creer la palabra de Dios. Si usted, amigo, no lo ha hecho, le invito hacerlo hoy. Recuerden, los ángeles se regocijan cuando un terrestre se convierte.

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