SÁBADO | 3
| Sábado 26 de enero de 2013
El fin de semana pasado, y como ocurre desde el comienzo del verano, la costa de Acassuso se llena de practicantes de kitesurf y otros desportes
DIEGO SPIVACOW/AFV
Hábitos
Los nuevos deportes acuáticos conquistan las costas En verano, son cada vez más los que se animan a experimentar sobre tablas; además del ya clásico kitesurf, crecen el skimboard y el stand up paddle José Miguel Aguilar LA nACIOn
A pocos kilómetros de su trabajo en el microcentro, Alejandro encontró una manera de sumergir en el agua el estrés y la rutina del día a día. Cuando el sol cae entre los edificios de Puerto Madero, él toma la tabla, el remo, y surca el canal. Empezó a hacerlo después de sus últimas vacaciones de verano, cuando conoció el stand up paddle (SUP) en Mar del Plata y quedó fascinado por la simplicidad de uno de los deportes acuáticos más fáciles de aprender. En el verano, el tiempo libre y el calor fomentan estos deportes. De ahí que chicos y adultos se animen a experimentar nuevas disciplinas. “Agua, buen tiempo y ganas es lo que necesitás para practicar stand up paddle; te animás, te subís a la tabla y te dejas fluir”, dice Facundo Díaz, uno de los primeros “supistas” argentinos y su principal difusor en el país. El SUP no implica una demanda física excesiva ni un control exagerado del equilibrio, de ahí que sea una alternativa ideal para quienes se involucran por primera vez en un deporte de este tipo. “He visto chicos de cinco años y también personas mayores usando una tabla de SUP; no hay una limitación para hacerlo. En media hora podés aprender a montar y a mantenerte en la tabla. Luego sólo queda remar”, dice Díaz, quien resalta que algunos lugares para aprender son Puerto Madero, San Isidro, Mar de Plata y Villa La Angostura. El origen del SUP se remonta a los pueblos polinesios y se lo conoce como el antecesor del surf, pero fue hace diez años cuando tuvo su renacer en las playas de Hawai, para luego extenderse por el Caribe y América del Sur. En esa ola expansiva, Facundo lo conoció y lo trajo a la Argentina. “El poder prescindir de las olas y el viento es una ventaja que el SUP tiene sobre otros deportes, además te permite dejar la mente en blanco y descontracturarte con el menor riesgo posible”, dice. Para aquellas personas que busquen un poco más de adrenalina, existen otras modalidades de mayor exigencia, como “waves” (olas) y “race” (carreras). La búsqueda de emoción suele ser un factor que interviene a la hora de elegir un deporte acuático. En el bajo de San Isidro el viento sopla con fuerza; parada en esa orilla está Andrea, una abogada de 29 años que se enfrenta sola, por primera vez, al kitesurf. Tras varios años de posponerlo, decidió aprovechar las vacaciones para tomar las riendas del kite. El agua está repleta de “kiters”, pero Andrea, con una sonrisa de emoción y nerviosismo, intenta recordar su entrenamiento de la semana. El instructor le da la seña, suelta el kite y ella lentamente se aleja de la orilla en un recorrido plano, calmado y sin saltos, pero lleno de una íntima euforia. “El kitesurf es un deporte de adrenalina y maña; controlarlo no depende de tu fuerza, la técnica es la clave”, cuenta Diego Duverges, director de la escuela Buenos Aires Kitesurf, que funciona en el club El Ombú, en Acassuso. Ésta es una de las disciplinas acuáticas que más cantidad de adeptos ha obtenido en los últimos años; la velocidad y los trucos son las principales razones para que cientos
de argentinos se dejen seducir por su práctica. “Como la gran mayoría de los deportes acuáticos, implica un cierto riesgo, por eso le dedicamos entre 6 y 8 horas a un curso de conocimientos básicos que le permiten al kiter lanzarse al agua preparado”, señala Duverges, quien afirma que la exigencia física para aprender es menor a la que muchos novatos creen. El practicante se encuentra atado a la vela a través de un arnés que lleva en la cintura, lo que le permite controlar con todo el cuerpo el dispositivo. “Lo primero es aprender a controlar la vela y el bodydrag, que es el arrastre del cuerpo generado por el viento; puede ser lo más divertido y peligroso del kitesurf si no se sabe hacer”, dice el instructor. Cada kite cuenta con un sistema de eyección que libera al deportista en caso de que pierda el control. En el club, un día de buen viento, un kiter puede alcanzar entre 15 y 20 nudos, alrededor de 30 km por hora. “La velocidad atrae a muchos. Hemos tenido alumnos de 10 años y otros de 74. Si querés hacerlo, podés”, dice Diego, que comparte las instalaciones con Martín Argüello, profesor de windsurf de El Ombú. Junto al surf, el windsurf es quizás uno de los deportes acuáticos más conocidos del mundo y millones lo practican. Durante el verano, las tablas y las velas invaden decenas de playas en la Argentina y es entonces cuando la curiosidad de quienes no practican el deporte se dispara. “En verano nos llegan muchos alumnos que aprovechan la temporada vacacional y el sol para aprender. En principio, el windsurf necesita de un tiempo para aprenderse, pero una vez que estás en el agua controlando la tabla y la vela, te das cuenta de que es algo que vale la pena”, dice Argüello. El instructor señala que es un deporte que cualquiera puede practicar, siempre y cuando sea consciente de su límite: “Existen equipos para niños, para personas con sobrepeso e incluso adultos mayores; lo importante es definir hasta dónde puede llegar el cuerpo e iniciar con vientos bajos y lugares de poco o ningún oleaje”, dice Martín, quien asegura que éste es un deporte de técnica y mente. Los amantes de lo extremo pueden encontrar en el skimboard la opción ideal para practicar en el verano; la velocidad se traslada a la orilla, el equilibrio, el deslizamiento y las
Los más populares Algunos de los deportes acuáticos en auge Stand up paddle Es la novedad de este verano: permanecer de pie sobre una tabla y desplazarse con un remo Kitesurf El practicante se ata a una vela a través de un arnés, para que el viento lo impulse y lo deslice sobre el agua Skimboard Pura adrenalina: combina principios del surf, el skateboard y el snowboard
A los 49 años, Carlos Vignolo se anima al stand up paddle en las playas de José Ignacio acrobacias se unen en esta disciplina, que se basa en los principios del surf, el skateboard y el snowboard. “Para mí es una descarga a tierra. El corazón acelerado, la adrenalina corriendo mientras te deslizás en la tabla sobre la ola que está a punto de romper en la orilla o en los espejos de agua que quedan al borde de la playa son emoción pura”, describe Javier Oliva, organizador de la Asociación Argentina de Skimboard, que conoció el deporte mientras veía un capítulo de Baywatch. Desde entonces, intentó difundirlo en la Argentina, pero fue en los últimos diez años cuando se generó mayor interés. Una de sus modalidades es el “wave”, que consiste en correr olas, surfearlas y hacer trucos: a diferencia del surf tradicional, aquí se toman las olas cuando están por reventar y no cuando se están generando. Es común ver a quienes practican wave en Mar del Plata, Miramar, Quequén y Cariló. Mientras tanto, para quienes desean iniciarse en el skimboard, es recomendable la modalidad “flat”, que consiste en deslizar la tabla en cualquier espejo de agua, ya sea río, laguna o mar. “Al principio la clave es aprender a montar la tabla y poder mantener el equilibrio para luego deslizar mayores distancias. A medida que mejorás, podés agregar obstáculos para hacerlo más interesante”, dice Pipi Pazos, practicante de skimboard y dueño de Riders al Garage, tienda que distribuye las tablas. Pazos señala que algunos lugares ideales para iniciarse son los paradores del bajo de San Isidro, Martínez, Acassuso y cualquier playa de marea baja. “Es importante recordar que es un deporte extremo: el hecho de practicarlo en la orilla y con poca profundidad brinda seguridad, pero siempre existirá riesgo de golpes fuertes”, dice el deportista, quien concluye que, con las debida precaución, se puede incursionar en el skimboard sin restricciones de edad o sexo.ß
AníbAl GrECO / EnVIADO ESPECIAl
El stand up paddle, furor en el Este Se trata de remar de pie sobre una tabla y está de moda en Laguna Garzón Fernando Massa EnVIADO ESPECIAL
PUnTA DEL ESTE.– Bajaba el sol sobre un mar planchado en Manantiales. Flotando como boyas, un puñado de surfistas esperaba a que llegase esa ola que los pusiera en movimiento. Más cerca de las rocas, a la misma altura que ellos, un muchacho en traje de neoprene llamaba la atención: parado sobre la tabla, remo en mano, se adentraba en el agua para correr, así de pie, esas olas que los surfistas dejaban pasar. ¿Un improvisado que a falta de olas se había hecho de un remo y subido a la tabla? no. El muchacho disfrutaba del deporte acuático que es novedad esta temporada en Punta del Este: el stand up paddle. Un deporte para practicar en aguas abiertas, pero también en lagos, lagunas y hasta incluso ríos, que consiste en desplazarse de pie sobre una tabla específica, más larga que una típica de surf, con el impulso de un remo. “Es un deporte que depende mucho del clima. Lo ideal es practicarlo sin viento, porque es más pausado y más pensado que otros. Y hay tres cosas básicas a tener en cuenta: remar con agua plana, tener algunas nociones de surf para entrar en el mar y una tabla [paddle board, de ahí el nombre] de entre 200 y 170 litros como mínimo, dependiendo del peso del tripulante”, aconseja Laura Moñino, subcampeona sudamericana de windsurf, que tiene una escuela de kitesurf y windsurf en la Laguna Garzón y que desde esta temporada alquila también tablas y remos para practicar este deporte. Hasta hace dos años, ella y Carlos Vignolo, su pareja, repartían sus días entre Maui, en Hawai, y Punta del Es-
te. Y fue en la isla donde lo vieron por primera vez: allá es furor hace unos seis o siete años, a partir de reconocidos surfistas como Robby naish y Laird Hamilton, que comenzaron a practicarlo. En Punta del Este, Carlos y Laura resultaron pioneros: el año pasado, además de ellos, sólo lo practicaban un par de amigos suyos y algunos brasileños. “Acá llegó hace tres o cuatro años, pero esta temporada comenzó a hacerse más masivo”, coinciden. Para Laura, este deporte suele ser una alternativa: si hay viento, prefiere navegar con el kite o la tabla de windsurf. Y cuando no hay viento, pero sí olas, surfear. Ahora, si no hay viento ni olas se hace stand up paddle. Para Carlos es ideal para el invierno, cuando le da más fiaca salir a surfear. Sin embargo, para aquellos sin experiencia en deportes acuáticos puede surgir como una alternativa para adentrarse en ese mundo. “Tranquilamente se puede arrancar de cero. Y tampoco hay edad: puede salir un padre con el hijo sentado en la tabla y con el salvavidas puesto”, asegura Laura. El escultor montevideano Daniel Escardó da fe de ello: sin mucha experiencia en deportes acuáticos, arrancó este año y en dos semanas se metió unas ocho o nueve veces con la tabla y el remo en la Laguna Garzón, donde ya aprendió a remar, virar e impulsarse. “Particularmente me gustó mucho por lo tranquilo que es. Un día estaba en la playa y vi cómo algunos entraban en el mar elegantemente parados. Me pareció genial porque siempre me gustó el remo por el
ejercicio, pero nunca me convenció eso de remar sentado. Con la postura siempre tenés alguna molestia. Y esto es completamente diferente. Te sentís un semidiós que camina sobre el agua”, cuenta entre risas. Ahora su idea es comprarse un buen remo de fibra de carbono y arreglarse con cualquier tabla de windsurf que encuentre a mano. Una específica para este deporte –la recomendada por los entendidos– puede costar entre 1000 y 2000 dólares mientras que el remo puede variar entre los 400 y 100 dólares dependiendo del material; si es plástico, será más barato; si es de fibra de vidrio o de carbono, más caro. Eso sí: también se puede alquilar el equipo completo por 20 dólares la hora en la escuela de la Laguna Garzón. “En Europa los que están a full con esto son los hoteles con laguna. Y en lugares como Colorado o Bariloche lo practican con tablas más chicas y trajes térmicos para bajar rápidos, incluso con tablas inflables. Aunque en aguas planas, lo que es muy lindo es que permite excursiones de larga distancia y un mayor contacto con la naturaleza. Acá, en Punta del Este, por ejemplo, se puede remar corriente y viento a favor por el arroyo Maldonado y desembocar en el mar en La Barra”, dice Carlos. Los que todavía no se acostumbraron a compartir las olas con ellos son algunos surfistas que los ven como intrusos. Más de uno que entró al agua parado sobre la tabla y con el remo en la mano los ha escuchado decir: “Uy, rajemos que ahí vienen los de la manija”; o “uh, otra vez los escoberos”; o “llegaron los gondolieri”. Todos apodos para este nuevo deporte que ya empezó a prender.ß