Lo que la desesperación nos legó

versiones de Pigmalión, Fiebre de heno, Enrique IV y, sobre todo,. La pata del mono, de William. Jacobs, y El príncipe idiota, de. Dostoievski. Su máximo anhelo.
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ESPECTACULOS

I

Miércoles 6 de junio de 2012

OPINION TELEVISION

TV PAGA s EL FINAL DE UN CICLO

Lo que la desesperación nos legó

MARCELO

STILETANO

Cinco claves para entender por qué Desperate Housewives, que termina hoy, fue un suceso y dejó de serlo CARLOS SANZOL

LA SERIE, EN CIFRAS

LA NACION Cuando hoy, a las 21, por Sony, se vea el capítulo final de la última temporada, la octava, de Desperate Housewives, más de uno piantará un lagrimón. No sólo porque no se encontrará más con esos personajes, esas amas de casa en plena desesperación, sino porque será el final de una serie que supo mezclar, a veces con desbordes, otras con justeza, el policial y los enredos propios de la telenovela. El tan mentado final llega luego de que los niveles de audiencia en los Estados Unidos no convencieran a la cadena ABC para apostar por una novena temporada. Y era mejor que ellas, las cuatro amas de casa que estuvieron desde el primer año, allá por 2004, –en 2007, se incorporó Dana Delany; y, en 2010, Vanessa Williams–, se despidieran como se debe. Quizá, para que en algún momento regresen en un film, como ocurrió con su prima hermana Sex and the City. Algo que por ahora no sucederá como dijo su creador, Marc Cherry. El capítulo doble que se verá esta noche en la Argentina, en los Estados Unidos, alcanzó una audiencia de 11,1 millones de espectadores –lejos de los 23,7 millones a los que llegó en su primera temporada entre 2004 y 2005–. La serie marcó un antes y un después en el modo en que la televisión miró/mostró a las mujeres, en consonancia con Sex and the City. En esta comedia dramática se trataron temas que históricamente hicieron a la feminidad como la maternidad y, sobre todo, la búsqueda de independencia por parte de la mujer. Eso en parte explica el éxito de Desperate Housewives. Pero también los siguientes razones:

1. La historia: los trapos sucios.

Todo comenzó a finales de 2004, cuando, perseguida y como un acto de desesperación, Mary Alice Young (Brenda Strong) se suicida en el living de su hogar en la calle Wisteria, en los suburbios de la

23.700.000 ESPECTADORES

Promedió la primera temporada en 2004 y 2005 en EE.UU. El capítulo final de la última temporada superó los 11 millones.

U

le sirvieron de plataforma para ganar la definitiva popularidad que le brindó más tarde la TV. Allí se había iniciado como extra en las obras de terror protagonizadas por Narciso Ibáñez Menta, y más tarde se afirmó como galán en Mis hijos y yo, El amor tiene cara de mujer, Cuatro hombres para Eva y, sobre todo, Papá corazón, junto a una muy precoz Andrea del Boca. Nunca volvió a alcanzar tanta repercusión con un papel televisivo, más allá de la buena respuesta del público a Señor amor, años después. Fumador empedernido, melómano entusiasta y gran lector (Wagner y Camus eran sus preferidos), debió sobrellevar una crisis personal que le dejó huellas profundas cuando un accidente automovilístico desfiguró su rostro. Con la ayuda de amigos (Palito Ortega, sobre todo) salió airoso de siete operaciones de cirugía plástica con “una fuerza interior tremenda”, según sus palabras. Pero este hombre que se exigía interiormente como pocos, imposibilitado de trabajar como antes con su rostro, fue resignando espacio y sólo trascendió, en su última etapa, el regreso al teatro en Paladar (2001). Sus restos fueron inhumados ayer en el Cementerio de la Chacarita.

na línea delgada y a la vez muy visible sirve de unión entre la reciente aparición de Condicionados y el muy cercano regreso de ShowMatch: el ambiguo, contradictorio, vergonzante e irresuelto tratamiento que la televisión argentina les tributa al sexo y al erotismo. Nadie ha conseguido resolver satisfactoriamente hasta aquí esa inquietud, que regresa a los primeros planos con la llegada a un canal líder y a una franja horaria de alta exposición de un ciclo cuyo eje argumental recorre la vida familiar y laboral de un grupo humano dedicado al negocio del cine pornográfico. Lejos de aportar claridad, lo que Condicionados expuso hasta aquí no hace más que aumentar el desconcierto y prolongar la muy demorada indefinición que define en estas instancias el comportamiento televisivo. Lo que caracteriza a todas las expresiones de la pantalla chica (se trate de ficciones o programas con visos más “reales”) es la sucesión de obstáculos que impiden un tratamiento natural y espontáneo de la cuestión. No debe haber nada más forzado que anunciar con bombos y platillos, más el respaldo de una sonora y generosa campaña promocional, la llegada del momento en que la pareja central o algunos de los personajes secundarios más relevantes de una tira o miniserie “consumarán su pasión”. Semejante marco parece armado sobre todo para despertar la atención de quienes hasta allí no se muestran demasiado interesados por la historia, porque sus seguidores habituales no necesitan de ese “gancho” (y de ningún otro, por cierto) si su compromiso con el ciclo es genuino. Concebidas de esta manera, las escenas eróticas aparecen siempre desligadas del resto de la trama: por lo general se iluminan de otra manera, responden a una visible estética publicitaria y siempre cuesta incorporarlas con la sencillez esperada al resto de la trama. Lo que no falta en ninguna tira se hace todavía más evidente en Condicionados, cuyas escenas eróticas están a contramano de la verosimilitud general buscada. En cuanto al terreno de la “realidad”, que incluye a todos los espacios informativos, documentales y mundanos, los problemas de agravan. Aquí, el común denominador es la búsqueda del impacto inmediato y directo, estimulado por imágenes y realizaciones que suelen apoyarse en dos conceptos aparentemente paradójicos y contradictorios: el cálculo y la arbitrariedad. Así las cosas, encontramos de un lado la profusión de informes registrados en calles peligrosas y de los que muchas veces toman parte policías en acción, expuestos sin ningún ánimo o convencimiento en materia de investigación y, por lo general, armados pura y exclusivamente para el regodeo del exhibicionismo y de la marginalidad. Y del otro, la desnaturalización de algunas iniciativas imaginadas por sus creadores en otro contexto y con otro espíritu. Es el caso del “Bailando por un sueño”, versión local de una exitosa idea televisiva que recorrió el mundo con el título genérico de Bailando con las estrellas, que aquí deja de lado sus manifestaciones más elegantes y las reemplaza por algunas otras que responden a orígenes diferentes. Es el caso del “baile del caño”, variante danzada que (como otras en ShowMatch) suele incluir inequívocas simulaciones del acto sexual y movimientos que jamás podrían asociarse con el espíritu solidario que en principio inspira a los participantes del ciclo. ¿Acaso una escuela o una entidad benéfica organizarían una velada con “baile del caño” incluido para recaudar fondos con fines humanitarios?

Marcelo Stiletano

[email protected]

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EPISODIOS

Sumaron las ocho temporadas. El primer capítulo en los Estados Unidos se emitió el 3 de octubre de 2004.

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TEMPORADA

Se grabó de la versión argentina de la serie, que en 2006 emitió El Trece.

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GLOBO DE ORO

Las cuatro actrices se despidieron de sus personajes y de la serie que les cambió la vida SONY

ficticia ciudad de Fairview. Sus vecinas, anonadas, comienzan a averiguar lo que se esconde detrás de ese acto. Desde entonces, ésa fue la estructura que siguió cada una de las temporadas: un crimen del que participaba directa o indirectamente una mujer, pero como un medio para lograr un “gran” fin: proteger a su familia. En el capítulo que se verá hoy habrá varias referencias al capítulo inicial del primer año de la serie. A medida que fueron pasando las temporadas, la audiencia fue decreciendo. Y el programa, convertido en sus comienzos en un suceso, empezó a ser menos valorado por la crítica. Es más, los hechos que se sucedieron en Wisteria bordearon lo delirante: un huracán, la caída de un avión y el ataque de terroristas ecológicos; por nombrar sólo algunos. Todo podía suceder en Wisteria Lane. Y sucedió. Nada se escatimó a los fines dramáticos.

2. El creador: la marca de un “telenovelero”. Cherry era un derrotado, un guionista más en la maquinaria de la industria televisiva. Estaba sin trabajo, y un día de 2002, se le ocurrió poner el ojo en el lado oscuro de las amas de casa, inspirado en y por su madre. “Estaba tan arruinado. Le debía 100.000 dólares a mi madre y hacía tres años que no tenía una entrevista de trabajo. Entonces, escribí el guión del piloto de Desperate... y supe que sería un éxito”, señaló. Su sello telenovelero estuvo más que presente: las protagonistas vivieron situaciones mucho más dignas de drama queens que de amas de casa reales: amoríos, odios extremos y venganzas aplastantes.

3. Las actrices: el papel de sus vidas. A cada una de las cuatro protagonistas el programa le cambió la carrera. Las colocó en un lugar de estrellas, con premios de por medio. Felicity Huffmann (Lynette

Scavo), Teri Hatcher (Susan Mayer), Marcia Cross (Bree Van De Kamp) y Eva Longoria (Gabriella Solís) venían, como Cherry, en busca de una segunda oportunidad. El explicó ese cambio de vida: “Marcia había estado en Melrose Place; Teri, en Lois & Clark... Felicity había trabajado, pero no lograba sobresalir. Para Eva, éste era su primer gran trabajo. Desperate... fue una segunda chance para nuestras carreras”.

4. El matriarcado. En la calle Wisteria, las que mandan son ellas. Las amas de casa son siempre mostradas con un gran poder de manipulación sobre los hombres que sucumben a sus encantos físicos, pero principalmente a los intelectuales. Aquí, los varones están construidos como seres de personalidades débiles y poco afectos a la toma de decisiones. Al mismo tiempo que la serie expone una cierta idea de liberación de la mujer, reafirma el estereotipo de

Dos veces ganó como mejor comedia –2005 y 2006–. Teri Hatcher, uno como mejor actriz. ellas como objetos sexuales: las amas de casa son hermosas, delgadas y visten a la moda –una herencia de Sex and the City–.

5. Efecto rumor: los escándalos fuera del set. El prejuicio dice así: muchas mujeres juntas es para lío. A eso se aferraron los medios estadounidenses para hacer circular rumores sobre lo mal que se llevaban las protagonistas en el programa. Sin embargo, lo que dio –y da que hablar– es el juicio que Nicollette Sheridan mantuvo con Cherry. Según denunció, su personaje fue eliminado de la serie –Eddie murió electrocutada luego de un accidente automovilístico en la quinta temporada– después de que se quejara por supuestos maltratos de parte de Cherry. El juicio, finalmente, fue declarado nulo. Pero la actriz aún continúa litigando contra la productora del programa, Touchstone Television.

DESPEDIDA s FIGURA DEL CINE, EL TEATRO Y LA TV

Dolor por la muerte de Norberto Suárez El actor de Papá corazón tenía 68 años La vida artística de Norberto Suárez, que falleció anteanoche en esta capital, quedará marcada por un contraste que pocas figuras de sus características lograron igualar. A comienzos de la década del 70, la televisión lo convirtió en uno de los galanes más populares de su tiempo, sobre todo gracias a su papel en Papá corazón. Una década y media después, inició un camino inverso de silencio público y muy escasas apariciones que se cerró con su muerte, a los 68 años, víctima de una afección pulmonar crónica. Su nombre, casi desconocido para las nuevas generaciones, llegó a identificar en los años 60 a uno de los más promisorios intérpretes de su generación. Llegó a los escenarios después de abandonar en cuarto año la carrera de Derecho, cargado aún en sus primeros papeles de un complejo de timidez que superó con mucho esfuerzo y se reflejaba en una mirada profunda y en un delicado rostro que dejaba ver al mismo tiempo el sufrimiento y la ternura. No le costó mucho meterse en la piel de personajes ambiguos y atormentados por conflictos existenciales profundos. A medida que hacía pie en el mundo teatral se iba afirmando su personalidad, que comenzaba a cosechar elogios en trabajos tan exigentes como los que cumplió en recordadas versiones de Pigmalión, Fiebre de heno, Enrique IV y, sobre todo, La pata del mono, de William Jacobs, y El príncipe idiota, de Dostoievski. Su máximo anhelo era interpretar en el escenario a Calígula. Suárez (nacido en esta capital el 19 de noviembre de 1943) supo elegir a quienes lo ayudaron a consolidar su formación. Lo que en el teatro le brindaron, entre otros, Paulina Osona, Carlos Gandolfo, Roberto Durán y Hedy Crilla, en el cine llegó casi al mismo tiempo a brillar de la mano de Leopoldo Torre Nilsson (La terraza) y Daniel Tinayre (Extraña ternura). También apareció con frecuencia en films de Enrique Carreras (Los evadidos, Operación San Antonio, Los muchachos de antes no usaban gomina), que además

Erotismo y sexo, en medio de un debate irresuelto

Suárez, en su apogeo ARCHIVO