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EXTERIOR
I
Domingo 6 de junio de 2010
A CINCO MESES DEL TERREMOTO s SE PREVEN INTENSOS HURACANES
Lluvias y ciclones amenazan con agravar la tragedia en Haití Casi un millón de personas aún viven en los precarios campos de refugiados de la capital GUILLERMO IDIART LA NACION En el parque Jean-Marie Vincent de Puerto Príncipe unas 25.000 personas con sus escasas pertenencias a cuestas conviven abarrotadas en lo que antes del devastador terremoto del 12 de enero era un centro deportivo. Los refugios, muchos hechos con sábanas, nylon y lonas, sirvieron para sobrevivir a la etapa más urgente de la tragedia. Pero ya no resisten las incesantes lluvias, ni lo harán a la temporada de ciclones que ya comenzó y que amenaza con golpear dentro de pocos días a Haití. “Aquí reina el temor. Si sigue lloviendo muchos de los campamentos serán un desastre. Y si llegan los huracanes... Todo el mundo está sufriendo, nadie puede conciliar el sueño. Hay poco trabajo y la ayuda escasea. La situación es desesperante”, dijo a LA NACION en comunicación telefónica Lucas Alphonse, desde su carpa en el parque Vincent. En el sismo, este haitiano de 50 años perdió a su esposa y a sus dos hijos, de 10 y 3 años. A casi cinco meses de la tragedia que conmovió al mundo, el país más pobre del continente está a las puertas de una nueva amenaza: la temporada de lluvias y ciclones, que podrían agravar las ya de por sí precarias condiciones en las que aún viven 900.000 haitianos en los campos de refugiados de la capital. “La situación en Haití siempre fue complicada, pero ahora es más difícil. Por las lluvias, ya hay inundaciones en algunos campos, refugios que se caen, y sólo se pudo trasladar a asentamientos más seguros a unas 10.000 personas”, señaló a LA NACION el
jefe de la Misión de Estabilización de Naciones Unidas en Haití (Minustah), el guatemalteco Edmond Mulet. “Debemos avanzar con urgencia junto con el gobierno en la etapa de construcción de estructuras más sólidas. La respuesta inicial al terremoto fue buena, pero [los refugios] son muy endebles para aguantar una estación de lluvias prolongadas”, añadió la máxima autoridad de la ONU en el país. La semana pasada, el Centro Nacional de Huracanes (CNH) norteamericano manifestó su gran preocupación por el impacto en Haití de la temporada de ciclones del Atlántico, que comenzó el martes y se pronostica que será más intensa que el año pasado. “Si se forma una tormenta de más de 160 kilómetros por hora y atraviesa el país podemos tener una catástrofe. No se pueden construir estructuras de la nada que resistan vientos huracanados para los refugiados”, advirtió Bill Read, director del CNH. Según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), se esperan para los próximos meses hasta un máximo de 14 huracanes, de los cuales entre tres y siete podrían tener un enorme poder destructivo.
Dificultades En abril se inició en Puerto Príncipe la etapa de reubicación de los sin techo, con el traslado de 6000 personas que vivían en un campo de golf de Petionville. El sitio corría serios riesgos de sufrir inundaciones o aludes. Pero el proceso avanza a paso lento. “Hay muchas dificultades. El gobierno demora en tomar decisiones, y en varios casos los propios refugiados
Un niño en Puerto Príncipe
AFP
no se quieren ir de los campos. Allí reciben atención, comida y agua, y quieren que se les garantice que en los nuevos asentamientos, en zonas más seguras de las afueras de Puerto Príncipe, podrán mantener una actividad económica y sus vínculos familiares”, explicó el argentino Sergio Mazzucchelli, que dirige el organismo a cargo del plan. Según Mazzucchelli, las lluvias ayudarán a cambiar la postura de la gente. “Aún hay 900.000 personas en los campos, que deben trasladarlas con rapidez. Pero un nuevo éxodo, apurado por las lluvias y no planificado por el gobierno, sería catastrófico”, advirtió. Tras el sismo, que dejó más de 250.000 muertos y 1,3 millones de damnificados, unas 500.000 personas emigraron de Puerto Príncipe hacia zonas rurales.
Otro de los problemas que inquietan a las autoridades es el de la inseguridad, sobre todo en los campos de refugiados. “Apenas hay energía para iluminar algunos caminos del campo. Para las carpas, nada”, se quejó Alphonse. Después del terremoto aumentaron los robos, los secuestros y los casos de violencia sexual contra mujeres, a pesar del despliegue de unos 11.000 efectivos, entre militares de las fuerzas internacionales y policías haitianos, dijo Mulet. “Teniendo en cuenta las condiciones en las que quedó la ciudad, con esa cantidad de efectivos para dar seguridad a más de dos millones de habitantes es un milagro que el nivel de inseguridad se mantenga en niveles bajos. Es imposible brindar protección las 24 horas en todos los campos”, le reconoció a LA NACION un alto funcionario policial de la ONU en Haití. “Lo que necesita la gente aquí es seguridad integral: comida, agua, escolaridad, salud, empleo y un techo”, agregó. Y esos fueron los ejes de la reciente cumbre de Punta Cana para la “refundación” de Haití, en la que representantes de 90 delegaciones internacionales se comprometieron a financiar proyectos en el país por 7815 millones de dólares. “La comunidad internacional debe ser firme ante el gobierno para exigirle un plan claro de reconstrucción –dijo a LA NACION el sociólogo haitiano Laënnec Hurbon, director del Centro Nacional de Investigación Científica de Francia–. Hoy Haití parte del año 1. Debemos evitar perder esta oportunidad que, paradójicamente, nos dio el terremoto. Si no tenemos éxito, ya podremos decir que Haití puede desaparecer.”