Las mujeres que escriben

las cuatro grandes novelistas inglesas del siglo. XIX, que marcan el ingreso por la puerta grande de la mujer en la literatura –George Eliot, Jane. Austen y las ...
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Esther Tusquets

Las mujeres, la literatura y la peligrosidad

¿

V

iven peligrosamente las mujeres que

rige tanto para los varones como para las mujeres.

escriben? ¿Viven más peligrosamente

Sólo que, en el caso de los hombres, las normas es-

que los hombres que escriben? ¿Viven más peli-

tablecidas han sido siempre tan amplias, que ellos

grosamente que las mujeres que se dedican a

han podido permitírselo casi todo sin tener que

otras profesiones que podríamos calificar tam-

violarlas. Las nuestras han sido, por el contrario,

bién «de riesgo»? ¿Vivieron peligrosamente en

estrictas y asfixiantes. Lo son todavía, aunque en

otros tiempos o esto se mantiene hasta hoy? ¿Co-

una medida mucho menor, en la actualidad.

rren las mujeres escritoras el mismo peligro en las distintas partes del mundo?

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¿Por qué aumenta la violencia de género, por qué es tan alto el número de mujeres asesinadas

El mayor atractivo de los libros de Stefan

por sus maridos, sus ex maridos, sus amantes, sus

Bollmann, lo que los hace tan estimulantes, es que,

ex amantes? ¿Se han vuelto los miembros mascu-

más que proponer una tesis que suscite nuestra

linos de la comunidad humana más salvajes, más

aprobación total y sin reservas, ponen sobre el ta-

violentos y criminales? Pienso que no. Somos no-

pete un puñado de cuestiones sobre las que refle-

sotras las que hemos cambiado. Hemos aprendido

xionar y discutir, son una invitación al diálogo.

a decir no, a abandonarles, a sustituirles: nos he-

De hecho, vive peligrosamente todo aquel que

mos liberado de normas que tienen siglos o mile-

intenta escapar a las normas establecidas, y esto

nios de antigüedad que las avalan. Mientras la

mujer seguía allí, al lado de su pareja, de su due-

de la mujer en la literatura –George Eliot, Jane

ño, era quizá maltratada, humillada, violada,

Austen y las hermanas Emily y Charlotte Bron-

pero no solía ser asesinada. No era necesario re-

të– tuviera hijos, o que Santa Teresa, una de las

currir a aquello que desde el comienzo de los

escritoras más notables en lengua castellana, fue-

tiempos ha determinado el predominio del va-

ra una religiosa.

rón: su mayor fuerza física.

Sólo cuando las familias empezaron a limitar

Las normas que han regido –durante siglos,

el número de hijos, debido en gran parte a que los

durante milenios– las vidas de las mujeres las

progresos de la medicina habían reducido la mor-

han reducido al ámbito asfixiante del hogar y la

talidad infantil, pudieron las mujeres entrever

maternidad. Y cuando –desde la prehistoria has-

posibilidades ajenas a la maternidad y las tareas

ta fechas muy recientes– las mujeres parían doce,

del hogar. Y todavía hoy, en los albores del siglo

trece, veinte hijos, de los que sobrevivían a veces

XXI,

muy pocos, no les quedaba, aparte de lo que esta-

viable para una mujerhacer compatible la ma-

blecieran las normas, tiempo ni espacio para

ternidad con una vida profesional de cierta rele-

nada más. No debe de ser casual que ninguna de

vancia. Bollmann nos cuenta que Florence Mon-

las cuatro grandes novelistas inglesas del siglo

treynaud ha elegido como divisa «et liberi et libri»

XIX,

(niños y libros), oponiéndose al viejo axioma «aut

que marcan el ingreso por la puerta grande

sigue vigente el dilema de hasta qué punto es

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George Sand Fotografía de Félix Nadar (1820 – 1910 ), 1864

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liberi aut libri» (niños o libros), y que Toni Morri-

universidad, o de lo limitado de unas experien-

son aseguraba que ocuparse de sus hijos le había

cias que las constriñen a la novela psicológica y

permitido desembarazarse de un montón de co-

la novela de costumbres (difícilmente podría

sas que eran un estorbo en su vida, pero también

una mujer haber escrito Guerra y paz), estos ele-

es cierto que abundan las mujeres, tanto ciuda-

mentos son desde luego favorables e importan-

danas de a pie, como intelectuales y escritoras,

tes, pero no «imprescindibles». Para escribir no

que consideran imposible compaginar materni-

se requiere un título académico, ni otro dinero

dad y profesión, sin grave menoscabo de una de

que el necesario para adquirir papel y tinta, y ni

las dos actividades.

siquiera un lugar especial de trabajo o un tiem-

Sin embargo, sea o no cierto que las mujeres

po a salvo de interrupciones. («Ninguna ocupa-

que se dedican a la escritura viven de forma es-

ción femenina es lo bastante importante para no

pecialmente peligrosa, fue en ese campo donde

poder ser interrumpida en cualquier momento»,

pudieron hacerse antes un lugar, y donde han te-

se dice en este libro, y las mujeres sabemos has-

nido mayores posibilidades. Aunque Virginia

ta qué punto es cierto.)

Woolf se lamente con razón de que las mujeres

Hay todavía algo más, que debió de tener en el

escritoras carezcan de «una habitación propia»

siglo XIX una importancia primordial: la escritura

(título de uno de sus libros), de medios econó-

puede practicarse en secreto y ampararse en un

micos independientes, de haber pasado por la

pseudónimo, que será siempre, claro, masculino.

Las novelas de Jane Austen llevarán como refe-

bro. En cualquier caso, a uno no le hubiera aver-

rencia «By a Lady»; las tres hermanas Brontë se

gonzado que le sorprendieran escribiéndolo. No

cambiarán el nombre; George Eliot es el que toma

obstante, Jane Austen se alegraba de que chirriara

de su amante Mary Ann Evans. Pero los casos son

el gozne de la puerta para poder esconder su ma-

infinitos y se dan en todo tiempo y lugar: la fran-

nuscrito antes de que entrara nadie. A los ojos de

cesa Aurore Dupin firmará como George Sand; la

Jane Austen había algo vergonzoso en el hecho de

española Cecilia Böhl de Faber, como Fernán Ca-

escribir Orgullo y prejuicio. Y me pregunto, ¿hubie-

ballero; la catalana Caterina Albert, como Víctor

ra sido Orgullo y prejuicio una novela mejor si a Jane

Català. La propia Colette publica sus primeras no-

Austen no le hubiera parecido necesario esconder

velas bajo el nombre de su marido.

su manuscrito para que no lo vieran las visitas?»

Cuenta uno de sus sobrinos que Jane Austen,

Así pues, respecto al siglo XIX no cabe duda. Es-

que escribió la mayor parte de sus obras en la sala

cribir era una profesión considerada impropia de

de estar, sujeta a todo tipo de interrupciones, «tuvo

la mujer, una transgresión a las normas, algo

siempre buen cuidado de que no sospecharan sus

de lo cual, lejos de envanecerse, había que aver-

actividades los criados, ni las visitas, ni nadie ajeno

gonzarse, y que hacía la vida más difícil y le aña-

a su círculo familiar». Y comenta Virginia Woolf:

día un suplemento de riesgo. Las novelistas del si-

«Sin alardear ni tratar de herir al sexo opuesto,

glo XIX no escribían con ánimos de triunfar ni de

puede decirse que Orgullo y prejuicio es un buen li-

hacerse famosas: escribían por la misma razón

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Retrato de la joven Cecilia Bölh de Faber que publicó sus escritos bajo el pseudónimo de Fernán Caballero, grabado de la época

que los escritores de cualquier sexo y de cual-

mitieron adquirir una enorme popularidad,

quier época: porque no podían dejar de hacerlo,

mantener una postura combativa ante escritores

porque escribir era una necesidad ineludible. Ha-

coetáneos, y tratar en sus novelas temas insóli-

bían sido desde siempre grandes receptoras de

tos en la literatura española de entonces, sobre

historias, magníficas narradoras orales, les había

todo en la femenina. Así, en La tribuna aparece

llegado el momento de, aun con limitaciones y

una imagen nueva de la clase obrera; en El cisne

dificultades, poder escribirlas, y no iban a perder

de Vilamorta intenta analizar problemas eróticos

la oportunidad de hacerlo.

frecuentemente eludidos, y en La piedra angular

Curiosamente la novelista española más destacada del siglo

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aboga por la abolición de la pena de muerte. Fue

Emilia

nombrada catedrática de Literaturas Románicas

Pardo Bazán (más próxima por su actitud a

de la Universidad de Madrid y se planteó la po-

George Sand que a las cuatro grandes novelistas

sibilidad de que fuera elegida para la Real Aca-

inglesas), no encaja en el tipo de escritora que

demia de la Lengua.

XIX

y comienzos del

XX ,

vive peligrosamente. Perteneciente a una familia

A lo largo del siglo XX aumenta sin cesar el nú-

aristocrática, pudo disponer de los medios que

mero de mujeres que escriben, y la profesión deja de

Woolf revindica para las mujeres escritoras –re-

considerarse impropia de nuestro sexo. Creo que en

cursos económicos, amplia cultura, viajes por

ningún otro campo estamos tan cerca de alcanzar

Europa–, que, unidos a su fuerte carácter, le per-

la paridad con el varón. Hay muchas mujeres es-

Retrato de la autora gallega Emilia Pardo Bazán. Sin fecha

critoras, algunas muy famosas, y algunas consiguen

Centrémonos en las europeas y americanas, que

espectaculares éxitos de venta, e incluso de crítica.

constituyen el objeto principal del presente libro.

El hecho de ser mujer no constituye un obstáculo

Cierto que muchas han conseguido fama, dinero y

para encontrar editor, y ninguna autora se aver-

prestigio, pero esto no permite hablar todavía de

güenza de haber escrito una buena novela o un

igualdad. Como en muchas otras profesiones, las

buen poemario. En España contamos, entre otras,

mujeres han invadido el campo, ocupan un lugar,

con novelistas tan excelentes como Rosa Chacel,

un enorme lugar en los espacios medios, pero no al-

Ana María Matute o Carmen Martín Gaite.

canzan, en un mundo regido por hombres, los

¿Sigue viviendo, sin embargo, peligrosamente

puestos más altos. Para comprobarlo, basta echar

la mujer escritora? Reconoce el propio Bollmann

una ojeada a la lista de los premios Nobel, o al nú-

que, si una alemana o una americana decide hoy

mero de mujeres que figuran en la Academia Fran-

ser escritora independiente, vive peligrosamente,

cesa o en nuestra Real Academia de la Lengua. A

pero esta peligrosidad consiste en un problema

nivel «oficial» apenas existimos.

de subsistencia y de una experiencia que podría-

Esto nos remite al centro de la cuestión: la lite-

mos llamar el abismo existencial de la escritura,

ratura femenina no se considera una parte inte-

mientras que, por el contrario, cuando una iraní

grante de la literatura en general, al igual que la

o una paquistaní decide escribir, pone en peligro

masculina. Si, según la teoría citada a menudo por

su cuerpo, su alma y su vida.

el poeta catalán Gabriel Ferrater, la literatura es

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Colette Pintura de Emilie Charmy (1877 – 1974 ), 1921 Colección particular

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una especie de cadena en la que cada obra concre-

grosidad. En otras profesiones basta alcanzar cier-

ta es un eslabón que parte de otra obra y conduce

ta corrección, que requiere un esfuerzo determi-

a una tercera, las obras escritas por mujeres no se

nado y con la que hemos cubierto el objetivo. La

insertarían en esta cadena, sino que formarían una

apuesta del artista es mucho más ambiciosa: apun-

cadena aparte. La obra de un escritor se lee y se juz-

ta, si no directamente a lo genial, sí a cierto grado

ga sin tener en cuenta su sexo; la obra de una mu-

de excepcionalidad. Quiero decir que si eres, por

jer se lee y se juzga teniendo presente su condición

ejemplo, uno de los doscientos mejores médicos de

de mujer. Decía Marguerite Yourcenar que en de-

tu ciudad puedes darte por satisfecho, pero, si eres

terminado momento de su vida dejó de ser una

sólo uno de sus doscientos mejores escritores, y te

mujer que escribía para convertirse en un escritor,

das cuenta de ello (si eres consciente tú mismo de

que ocasionalmente era también una mujer. Pero

que no logras realizar lo que con toda tu alma te

este paso que ella dio era individual y personal, y

propones), tienes que abandonar o pegarte un tiro.

no rige en el mundo literario en que estaba y esta-

La ambición, y por consiguiente la frustración que

mos inmersos.

supone el fracaso (insisto: no tanto ante los demás

Ser escritor, como dedicarse a cualquier activi-

como ante uno mismo), son extremas. Puedes reci-

dad artística, entraña un riesgo adicional al riesgo

bir las críticas más duras, las invalidaciones más

de vivir. Escribir es una actividad de riesgo, y los

rotundas. Y todo el proceso tiene lugar a plena luz,

hombres y mujeres que la eligen conocen su peli-

en presencia de un público.

Marguerite Yourcenar Fotografía de los años ochenta

Es posible que las mujeres, situadas en una po-

grosamente. En este libro figuran muchos casos de

sición desventajosa, las mujeres, a las que todo sue-

frustración, enfermedad, soledad y suicidio, que lo

le exigirnos un esfuerzo mayor, obligadas casi

ilustran.

siempre a compaginar nuestro trabajo con la ma-

Pero, si disponemos una sola vida en este mun-

ternidad y el hogar, tentadas a menudo a renunciar

do, ¿acaso no será lo mejor vivirla peligrosamente,

a él, sujetas, aún hoy, a todo tipo de interrupciones,

arriesgándola por algo, en este caso la escritura,

vivamos la condición de escritoras, nos enfrente-

que de veras importe y nos importe? No se me ocu-

mos al «abismo existencial de la escritura», con

rre ninguna opción mejor.

mayores riesgos, es posible que vivamos más peli-

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