Las mujeres al Congreso Mujeres. Disfrazadas, arregladas, desvestidas, con carteles. Mujeres. Niñas, madres, ancianas, adolescentes. Mujeres. Alegres, serias, llorando, gritando por la justicia. Aunque en menor medida, también habían hombres. El 3 de Junio se realizó la marcha hacia la Plaza del Congreso para reclamar el cumplimiento y renovación de la Ley de Protección Integral de las Mujeres, Ley Nº 26.485. Más de 200 mil personas se reunieron para gritar al unísono Ni Una Menos. Todo comenzó por un grupo de periodistas argentinas que a través de Twitter y bajo el hashtag #NiUnaMenos se organizaron para reclamar el fin de los femicidios y la violencia de género. El detonante fue el crimen de Chiara Paez, una chica de 14 años que estaba embarazada y fue asesinada por su novio. Este caso no fue el único, ni lo será. La masividad alcanzada no se la podrían haber imaginado: atravesó las fronteras de Buenos Aires para convertirse en un movimiento nacional e internacional. Se levantó un escenario frente al Congreso y muy pocos fueron los que pudieron situarse cerca para llegar a oír lo que Maitena, Erica Rivas y Juan Minujín tenían para decir. “El femicidio no es un asunto privado, es producto de una violencia social y cultural que los discursos públicos y de los medios vuelven legítima”, denunciaba el papel que leyó Maitena. “No es solamente la violencia que ejerció en mi casa sino entre mis amigos. Yo no puedo salir de mi casa sin que me estén controlando” afirma Patricia de 35 años, con una remera que dice “Hacer visible lo invisible”, en compañía de su hija- misma remera- y su novio actual. Patricia fue a la marcha para compartir su convicción de denuncia y apoyar a las mujeres que vivieron o viven su misma situación. Como tantas otras. En el medio de la multitud, sobre Callao, entre empujones, había una mujer quieta y con la mirada más profunda de toda la manifestación. No se destacaba por su buzo rojo, ni por su pelo rubio sino por sus ojos celestes que miraban algo que nadie mas percibía. Con un gesto estático en el rostro y con una lágrima en cada mejilla decía más que cualquier cartel, bandera o representación. En las pancartas se podía leer: “Soy Ángeles, soy Candela, soy Carla”, “Guardate el piropo para tu mamá”, “Luchamos por educación sexual integral”. En las remeras estampadas se veía el logo de la marcha, alguna expresión en contra de la cultura machista y proyectado en El Molino, el edificio de la Calle Callao y Rivadavia, se leía “Putañero = maltratador”. Esto no alcanza para describir la heterogeneidad de expresiones que no discriminaba sexo, edad, ni sector social. “Soy de los hombres que aman a las mujeres” decía Raúl, 68 años, a pocos metros del Congreso. “Estoy en contra de la violencia, pero también de la violencia verbal, callejera” comentaba Verónica, 42 años. Al lado Elsa, su amiga de 53 años, asentía con la cabeza. Niñas encima de los hombros de sus papás que agitaban su propio cartel, hecho con cuatro hojas A4 pegadas, en el cual se leía con esfuerzo el lema de la concentración, decorado con florcitas. La percusión, las representaciones artísticas y teatrales también tomaron la calle y la plaza. Pasadas las 18 horas la gente comenzó a vaciar el lugar, lenta y tolerantemente. Esta manifestación pacífica dio lugar a diferentes expresiones en contra del patriarcado en el que nos acostumbramos a vivir. Para algunos será el punto de partida, para otros habrá sido la puesta en evidencia de una lucha milenaria. Sea como sea, no hay dudas que el 3 de Junio de 2015 marcó una fecha en el calendario para que no haya ni una menos. Las queremos vivas, a todas.