La Sede Regional de la Compañía Telefónica - Ayuntamiento de Bilbao

barrocas de la casa central, que co- nectan con el neo-barroco del es- pléndido ... gunos casos, con arcos de medio punto. Otro aspecto a destacar es la utili-.
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B i l b ao

BILBOKO ERAIKINAK/EDIFICIOS DE BILBAO

2014ko uztaila

Elías Mas Serra

Y ya puestos a hablar –como en nuestro número anterior– de edificios recientemente revisados en sus fachadas, en la misma zona y no lejos del rascacielos de Bailén, se sitúa otro edificio que ha sido objeto de una cuidada cirugía estética: la Sede Regional de la Compañía Telefónica Nacional de España (CTNE), situada en el encuentro de las calles Buenos Aires y Colón de Larreátegui. Se trata de un edificio proyectado en 1926 y casi simultáneo a la creación del edificio central de la referida Compañía Telefónica en Madrid (1925-29). La Compañía Telefónica fue constituida el 19 de abril de 1924 con un capital social de un millón de pesetas que representaba 2.000 acciones. La compañía fue participada por la empresa neoyorkina “International Telephone and Telegraph Corporation (ITT)”. Nació, en todo caso, la Compañía Telefónica Nacional de España, como empresa con vocación de servicio público. Sería por ello que, en agosto del mismo año, Alfonso XIII autorizó al Gobierno de la Nación a contratar con la CTNE la organización del servicio de telefonía del país. A través de dicho contrato, el Estado cedió a la CTNE todas las instalaciones, líneas y derechos de las concesiones existentes hasta el momento. Concluida la Guerra Civil, y en concreto en 1945, el Estado se hace con el 79,6% del total de acciones ordinarias, que adquiere a ITT, y se firma un contrato que regularice, en la nueva situación, las relaciones entre el poder y la CTNE. Podríamos decir que éste es el momento culminante de la concepción como ente parapúblico de la compañía. Con posterioridad, y a lo largo de los años, en diferentes fases, probablemente conocidas por nuestros lectores, la CTNE inició su proceso de reprivatización hasta la situación que, hoy por hoy, conocemos. Al margen de estas consideraciones más o menos prosaicas, creemos oportuno señalar y remarcar que el primer presidente de la compañía fue el bilbaino Estanislao de Urquijo, segundo marqués de Urquijo. Por cierto, la Compañía Telefónica cumple actualmente 90 años de existencia.

Una Sede Regional Con la creación de la Compañía Telefónica Nacional de España se organizó en ella, como era lógico, un Departamento de Edificaciones. Para la dirección de dicho departamento se escogió a un arquitecto recién titulado (1924): Ignacio de Cárdenas Pastor. El primer trabajo y, consecuentemente, el más importante al que tuvo que enfrentarse el arquitecto, fue el de la creación de la Sede de Telefónica en Madrid. Para ello viajó a Nueva York (1925) donde, con el arquitecto jefe de IT&T: Louis S. Weeks, inició la elaboración de los planos y el diseño de la construcción de la Sede en la Gran Vía madrileña. El edificio en cuestión realizado con mentalidad “americana” resultó ser, según algunos autores, “el primer rascacielos levantado en Europa”. Se trata, en todo caso, de un edificio ejecutado en estructura metálica hormigonada y el arquitecto adoptó, para las fachadas del mismo, un tratamiento estilístico próximo a un cierto tardobarroco o, mejor creemos, a una cierta valoración del hasta entonces popular neotradicionalismo regionalista. Añadiremos,

La Sede Regional de la Compañía Telefónica

Aspecto general del edificio

ciales del país, respondió, precisamente, al esquema de organización de la Compañía que adjudicó a la Central de Bilbao ser la Sede de la Dirección Territorial Norte de áquella. Esta Dirección Territorial incluye, actualmente, las comunidades autónomas de Galicia, Asturias, Cantabria, País Vasco, La Rioja, Navarra y Aragón. Congruentemente con la función asignada a dicha Central, Ignacio de Cárdenas diseñó una construcción con una funcionalidad propia de un edificio técnico y, a la vez, administrativo. Dado el carácter de la nueva compañía le dotó de un claro aspecto relativamente institucional. Nos hallamos, en cualquier caso, ante lo que Kenneth Frampton adscribe a una arquitectura “oficial” que irrumpió en el panorama cultural entre los años 1914-1943 y que responde a dictados emanados de la ideología y su representación. Las características formales del edificio levantado en Bilbao se corresponden en buena medida, como hemos dicho, con las características de la Sede Central de Madrid y de los Centros de Barcelona y Zaragoza. En las arquitecturas de estos centros prevalecen, en un primer momento, rasgos del neo-tradicionalismo, propio de aquellos años veinte, que poco a poco se fueron difuminando en modelos de un carácter más racionalista y vacíos de cualquier ornamento. Se destacan en estas construcciones algunos rasgos que se hacen propios de la arquitectura de Cárdenas. Así ocurre con los

Proyectado en 1926, fue casi simultáneo a la creación de la sede central de la Compañía Telefónica en Madrid (1925-29)

La Telefónica en la calle Buenos Aires

no obstante, que el mismo programa y uso del edificio traicionaban, en su expresión formal, la realidad racionalista que sus instalaciones demandaba. Añadamos, en fin y a título de anécdota, que, pese a su altura, no rebasa en más de tres plantas (si descontamos la cúpula) a nuestro querido edificio bilbaino del rascacielos de Bailén. A Ignacio de Cárdenas se le encargaron, entre el año 1926 y la Guerra Civil, el edificio de Telefóni-

ca de Bilbao, el de Zaragoza, el de Valencia, el de Barcelona y la pequeña central de León, realizada ésta, al igual que la Sede de Zaragoza, en una cada vez más acusada expresión racionalista. De hecho la evolución arquitectónica de los proyectos de Ignacio de Cárdenas para Telefónica se produjo de manera progresiva desde las áreas del vigente neo-tradicionalismo hasta la versión funcionalista moderna en la obra de León. Así, frente a las inclusiones neo-

barrocas de la casa central, que conectan con el neo-barroco del espléndido edificio de la Compañía en Sevilla (Juan Talavera, 1928), Cárdenas fue evolucionando, en su concepción arquitectónica, a través de la Sede de Cataluña, la de Bilbao y la de Zaragoza hasta llegar a depurar y superar un cierto ritmo neoclásico para desembocar en la clara experiencia racionalista leonesa. Cárdenas, con simpatías republicanas, sufrió en su propia carne, con la llegada de la Dictadura, el exilio y la depuración, y aunque participó en la posguerra en alguna obra junto a su sobrino Gonzalo de Cárdenas en Madrid (el edificio Bancaya (19471954), no alcanzó ya el ritmo y participación en la arquitectura que había tenido antes de la Guerra Civil. Añadamos, a título de corolario, que Gonzalo de Cárdenas es el arquitecto que ya hemos conocido en algún proyecto bilbaino, en particular en el Museo de Bellas Artes. Gonzalo de Cárdenas fue nombrado, en su momento, director de Regiones Devastadas.

La obra de la calle Buenos Aires Conviene señalar aquí que la obra del edificio de Telefónica en Bilbao, al igual que los otros que hemos citado en diferentes capitales provin-

grandes ventanales rematados, en algunos casos, con arcos de medio punto. Otro aspecto a destacar es la utilización de materiales nobles, en concreto piedra, en los revestimientos de las fachadas. Es el caso de Bilbao en el que Cárdenas utiliza en los zócalos y ático piedra arenisca gris y en los restantes paramentos de las fachadas aplacados de piedra caliza clara. Completan los alzados de la Sede bilbaina los referidos grandes ventanales realizados en carpintería metálica. Dichos ventanales están siendo utilizados en la actualidad para mensajes publicitarios de la compañía propietaria. El edificio de Telefónica de Bilbao remata con notable calidad una de las esquinas que se forman entre la calle Colón de Larreategui y la calle Buenos Aires. Una de las arterias, ésta, más importantes de la Villa que une el ámbito urbano del Ayuntamiento y los accesos a Begoña con la plaza Circular y el inicio de la Gran Vía en el Ensanche de 1876. Es, de todos modos, una pieza arquitectónica de interés por sí misma y por formar parte de un conjunto en el que arquitecturas como las de Ispizua, Arzadun, Gil, Galíndez o Aguirre e Imaz ponen de manifiesto la calidad intrínseca del patrimonio arquitectónico bilbaino.