La sátira del miedo a ser papa

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ESPECTACULOS

I

Domingo 4 de septiembre de 2011

CINE s ESTRENO DEL PROXIMO JUEVES

CLASICA

((((( EXCELENTE

CONCIERTO

La Filarmónica de Buenos Aires, con Joshua Bell En este concierto, la orquesta tuvo como solista a un violinista “de otra galaxia” ORQUESTA FILARMONICA DE BUENOS AIRES L DIRECCION: ENRIQUE ARTURO DIAMECKE L SOLISTA: JOSHUA BELL (VIOLIN) L PROGRAMA: ESTEBAN BENZECRY: RITUALES AMERINDIOS; BRUCH: CONCIERTO PARA VIOLIN Y ORQUESTA Nº 1, OP. 26; SIBELIUS: SINFONIA Nº 1, OP. 39. L SALA: TEATRO COLON L FUNCION: EL JUEVES, EN LA TEMPORADA DE CONCIERTOS DE LA FILARMONICA. L

Nanni Moretti abre el juego junto a un grupo de cardenales en Habemus Papa ALFA

La sátira del miedo a ser papa Continuación de la Pág. 1, Col. 2 de todo el mundo son convocados en Roma para elegir a su heredero y cuando uno de ellos resulta ungido, de inmediato da un paso atrás. A punto de saludar por primera vez a los fieles desde el balcón del Vaticano como máxima autoridad de la Iglesia Católica sufre lo más parecido a un ataque de pánico y rechaza el compromiso. Siente que está muy lejos de poder asumir tamaña responsabilidad. “¡No hago películas para contar lo que pasa en Italia! Y mucho menos trato de dejarme llevar por los escándalos que debe afrontar la Iglesia en los últimos tiempos. A lo mejor algunos esperaban que hablara de cuestiones financieras o de curas pedófilos. No me interesaba. Ni siquiera quería buscar

➾TENGO TODO

EL DERECHO A CONSTRUIR EN UNA PELICULA MI PROPIO VATICANO➵ NANNI MORETTI ACTOR Y DIRECTOR

explicaciones acerca lo que le pasa a ese pobre cardenal. Todo eso hubiese empequeñecido la película”, reaccionó Moretti con sus conocidas pocas pulgas ante la prensa, también en Cannes, frente a todos los que querían saber si su nueva película se acerca más al militante de izquierda que al artista en su mirada sobre el poder que emana de la Santa Sede y suele ponerse en juego durante esas decisivas transiciones.

Lo que le interesaba, según confesó luego de la exhibición en competencia oficial de Habemus papa (el título original, que sigue estrictamente la frase en latín pronunciada después de cada fumata blanca, una vez que un nuevo papa resulta elegido) es acercarse a ese “personaje tan frágil que se siente completamente inadecuado frente a tanto y tanto poder”. Un papa abrumado y perplejo (encarnado a sus 85 años por el gran Michel Piccoli) que trata de encontrar alguna respuesta a sus interrogantes existenciales mediante un recurso casi desesperado al que recurren los cardenales y el ubicuo vocero y secretario de prensa de la Santa Sede (Jerzy Stuhr): convocar de urgencia al más famoso y capacitado psicoanalista de toda Italia, papel que se reserva el propio Moretti.

Debates en puerta Desde allí, los acontecimientos se precipitan. El pontífice que no quiere serlo toma literalmente distancia de todo lo que sucede en el Vaticano. Allí se queda el psicoanalista, que trata de pasar el tiempo estimulando el espíritu lúdico de los purpurados. “Lo que quise desde un comienzo –explicó el director y actor en Cannes a la prensa internacional para justificar sus opciones– fue contar todos estos hechos en clave de comedia. Tengo el derecho a construir en una película mi propio Vaticano. Además, cada vez que un director habla de su propia película no hace más que despertar confusiones. Mi opinión es clara: las películas deben hablar por sí mismas.” Con 58 años apenas cumplidos (nació en Bolzano el 19 de agosto de 1953), Moretti debió enfrentar, casi inevitablemente, una ola de controversias y debates en su propia tierra.

Al fin y al cabo, estamos ante el cineasta actual más identificado con Roma, la capital en cuyo territorio se asienta la ciudad del Vaticano. Para dejar aún más en claro el perfil de su elección, Moretti decidió ambientar íntegramente el interior de los ámbitos pontificios en los estudios Cinecittá. “Nadie en el Vaticano se pronunció sobre mi película mientras la hacía. No recibí apoyos, pero tampoco cuestionamientos. Yo no soy católico, pero recibí educación católica”, precisó ante El País, recordando además que hace algo más de dos décadas personificó a un sacerdote en Basta de sermones (La messa é finita), una de las películas que mejor definen su estilo. Pese a todas las prevenciones, el debate no pudo evitarse. El conocido vaticanista Salvatore Izzo llamó en abril al público a boicotear el estre-

➾REPRESENTAR AL PAPA

EN UNA FARSA ME PARECE ALGO MUY FEO. ES EL VICARIO DE CRISTO➵ SALVATORE IZZO VATICANISTA

no del film, sin demasiada suerte. “Lo mío es una opinión personal, pero creo que representar al papa en una farsa me parece algo muy feo. Es el Vicario de Cristo y no debe ser tocado”, justificó Izzo en una carta publicada por L’Avvenire, el diario católico que expresa la opinión oficial del Episcopado italiano. De todas maneras, la responsable de crítica cinematográfica de ese medio, Marina Corradi, dijo que Habemus papa era una película

bien hecha, aunque carente de fe. “Los cardenales son retratados con simpatía y afecto”, agregó. Otro vaticanista prestigioso y de enorme influencia, Vittorio Messori, calificó a la película de “agnóstica, pero de ninguna manera anticlerical”. Con todo, relata el Corriere della Sera que muy cerca de Nápoles, en Salerno, el obispo de Vallo della Lucania, Giuseppe Rocco Favale, que además maneja allí un cine –bautizado La Providencia– respaldó a Moretti al proyectar allí la película. Y el propio diario invitó al obispo auxiliar emérito Ernesto Vecchi a ver la película. “Es una película agradable y humana, pero quien tenga un mínimo de fe no se reconocerá, porque allí falta toda la dimensión trascendente del misterio de la fe. Si los católicos quieren verla, háganlo. Pero vayan preparados”, señaló. Ya lejos de esas controversias, Moretti parece resuelto a ingresar en una nueva etapa de su carrera. “Entre mis compromisos políticos, la dirección del Festival de Cine de Turín y el trabajo de actor, me siento francamente disperso. Me parece que de aquí en más seré un poquito más egoísta”, confesó hace pocos días, algo enigmático. Mientras tanto, despunta el vicio con una gira, primero por Italia y ahora por Francia, con un espectáculo que incluye lecturas de textos de sus películas, proyecciones y música en vivo ejecutada por sus compositores predilectos, Franco Piersanti y Nicola Piovani. Un nuevo viaje seguramente presidido por esa frase que Moretti entregó en Palomita roja, hace ya más de dos décadas, y que lo retrata casi por completo: “Las palabras son importantes”.

Como en los viejos tiempos, antes de comenzar el concierto, a raíz de las cesantías de ocho empleados del Colón, siete de ellos delegados gremiales, por decisión del director del Teatro, un miembro de la orquesta, a viva voz y sin micrófono, se acercó hasta el proscenio para manifestar al público el rechazo de la orquesta a la disposición tomada. Entre los aplausos de la mayoría del público, se oyeron algunas reprobaciones. Ignorando esos abucheos, muy mínimos, lo que vino después fue un concierto maravilloso, de lo mejor de la temporada, incluso tomando en cuenta todas las visitas extranjeras, fiel testimonio de la buena voluntad, el profesionalismo y la probidad de músicos que tienen que estar trabajando en el medio de una tormenta que se abatió sobre ellos en tiempos de absoluta calma y normalidad. En el comienzo, Enrique Diemecke dirigió, de memoria, el estreno sudamericano de Rituales amerindios, un tríptico sinfónico de Esteban Benzecry no sólo muy bien escrito sino francamente atractivo. Casi como una manifestación de principios, décadas después de la guerra frontal que sobre el nacionalismo se declaró desde las trincheras del llamado universalismo y, ahora, con la globalización esplendorosa, con toda la uniformidad que ella implica, Benzecry adscribe a un nacionalismo, en este caso latinoamericanista, digno de encomio. Heredera, a su modo, de las grandes obras ceremoniales de Revueltas o Ginastera, entre muchos más, Rituales amerindios es una gigantesca pieza orquestal en tres movimientos, en la cual se pueden percibir, muy bien ensamblados y estéticamente mejor aún ordenados, diferentes secciones todas pobladas de sonidos, timbres, ritmos y perfiles latinoamericanos sin caer en el lugar común de presentar alguna melodía originaria “auténtica” que pudiera distinguirse entre todos ellos. Excelentemente dirigida y perfectamente ejecutada, Rituales... fue un preludio más que apropiado para anteceder a Joshua Bell, un artista superior, un músico de otra galaxia. Bell, saludado con una estruendosa ovación, ingresó muy tranquilo, luciendo pantalón y camisa negros y su profusa cabellera rematada con su conocido flequillo de adolescente de otros tiem-

pos. En el inicio del Concierto, de Bruch, luego del redoble del timbal y de los mínimos sonidos tenues, Bell arrancó su cadencia de apertura con un sonido profundo, envolvente y mágico, un pasaporte directo al paraíso. Lo que continuó, hasta el final de la obra, fue una sucesión de infinitos logros, todos interpretados con una técnica impecable y apabullante, pero, sobre todo, con una expresividad intensa y un alto compromiso emotivo. Diemecke y los músicos de la Filarmónica, altamente estimulados por la presencia de este violinista milagroso, se sumaron a la fiesta. Juntos elaboraron una de las mejores interpretaciones que puedan recordarse de cualquier concierto para violín y orquesta. Sin atender a las objetividades que pregona cierto posmodernismo, Joshua Bell, intensamente romántico y con una sensibilidad exquisita, pareció querer resumir una historia gloriosa de las mejores tradiciones interpretativas de la historia, reuniendo en su violín el sentimentalismo de Heifetz y la electricidad de Maxim Vengerov, en una comparación en la que puede sostenerse sin ninguna dificultad. Fuera de programa, para demostrar que no sólo es capaz de hacer la mejor música y el más espléndido arte, a puro virtuosismo, tocó una fantasía sobre “Yankee Doodle”, la popular canción tradicional estadounidense. Si se pensaba que después del huracán Joshua el resto iba a ser atravesado por alguna medianía irremediable, pues Diemecke vino a demostrar que la vida continuaba. Concentrado y con una orquesta en plenitud ofrendaron una interpretación intensa y potente de la primera sinfonía de Sibelius, iniciada con un memorable solo de clarinete a cargo de Mariano Rey. El altísimo grado de compromiso revelado fue premiado con una aclamación triunfal. Tal vez, aquellos que en el comienzo habían denotado más intolerancia que capacidad para entender la intimidad lastimada de una orquesta, bien podrían reflexionar sobre la injusticia de aquel abucheo. La Filarmónica de Buenos Aires había brindado un concierto de excelencia. Sus músicos y su director se merecen comprensión y el más profundo de los respetos.

Pablo Kohan

CLASICA

LO QUE VENDRA HOY L

A las 19

Encuentro coral en el Centro Cultural Adán Buenos Ayres, de Parque Chacabuco, Eva Perón al 1300. Actuarán Agrupación Vocal en Canto, Coral Tango y Agrupación Coral Porteña. La entrada es gratuita. L

A las 20

Recital del violinista Xavier Inchausti, en Mar del Plata. Sala Astor Piazzolla del Teatro Auditorium, Boulevard Marítimo 2280.

MAÑANA L

A las 20.30

Recital de la pianista Ingrid Fliter dentro del ciclo del Mozarteum Argentino, en el Teatro Colón, Libertad 621. Interpretará obras de Beethoven y Chopin. L

A las 20.30

Ciclo Viva Mozart, en Comunidad Amijai, Arribeños 2355. Serie de lieder por Daniela Taberning (soprano) y Cecilia Fracchia (piano). Y conjunto de cámara para el Quinteto en Sol menor K. 516.

Joshua Bell, en el Concierto N° 1, de Bruch PATRICIO PIDAL/AFV