La finitud del ser, a escena

11 feb. 2012 - Aires, a la que dedicó un libro, El encanto de. Buenos Aires, en 1914. Nuestro país le retribu- yó ese afecto: dos presi- dentes argentinos, Roca.
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ESPECTACULOS

Sábado 11 de febrero de 2012

OPINION TEATRO

ERNESTO

SCHOO

I

9

TEATRO s ESTRENO

La finitud del ser, a escena Desde hoy Suspiros, la nueva obra que dirige Julio Chávez

La ciudad de todas las improvisaciones

E

l guatemalteco Enrique Gómez Carrillo (18731927) fue un escritor y trotamundos, ameno cronista de los lugares por los que pasaba y de las gentes que conoció. Visitó varias veces la Argentina y tenía especial amor a Buenos Aires, a la que dedicó un libro, El encanto de Buenos Aires, en 1914. Nuestro país le retribuyó ese afecto: dos presidentes argentinos, Roca e Irigoyen, designaron a Gómez Carrillo cónsul en París. Fue, entre otros amores y amoríos, marido de la cantante española Raquel Meller y de la también guatemalteca Consuelo Suzín, que pasaría a la historia como la condesa viuda del autor de El principito, Antoine de SaintExupéry. En su libro sobre Buenos Aires, Gómez Carrillo dedica dos capítulos a la actividad teatral, que en 1914 se hallaba aún en su apogeo: uno al Colón y otro a los actores del momento, entre quienes destaca a Florencio Parravicini, Roberto Casaux “y otros cuyos nombres he olvidado. Esto no significa que sólo el gran intérprete de El tango en París (se refiere a Parravicini) y su vecino y rival sean dignos de que sus nombres se recuerden. Esto significaría tal vez, más bien, que son tan numerosos los comediantes en esta ciudad de todos los esplendores, de todos los lujos, de todos los placeres, de todas las improvisaciones, que no bastan unas cuantas semanas para conocerlos. Además, el teatro argentino nos sorprende con lo que tiene de exótico y nos obliga a verdaderos esfuerzos para no hallarlo «en dehors» de todos nuestros hábitos. Uno de los hombres más eminentes de Buenos Aires decíame a este respecto: «En la conversación corriente, lo que nos choca es la manera de pronunciar de los castellanos, con las zetas y las ces marcadas con la dicción seca y correcta de Castilla. Pero vamos al teatro y ahí, por el contrario, lo que nos extraña a nosotros mismos es el acento argentino, y lo que nos parece natural es el acento castellano».  “Pero –prosigue Gómez Carrillo– al mismo tiempo, después de oír a un Parravicini, me pregunto: «¿Y por qué este no me parece criollo? ¿Por qué en este hallo la fuerza universal que domina, que va más allá de las fronteras, que suena a mundo?» Alguien me dice: «Es que el gran cómico encarna siempre tipos caricaturescos, fuera de todo matiz nacional y local». Mas no es cierto, porque yo he tenido el gusto de oír a Parra hacer algunos papeles de las obras serias de Enrique García Velloso y ahí lo he hallado, lo mismo que en lo chusco, digno de rivalizar con los Zacconi, los Guitry, los Antoine. “¡Singular figura la de este tirano de las tablas! Los autores se quejan de que no se ajusta nunca al texto sino que lo modifica a su antojo (…) El público, por su parte, lo encuentra algo irrespetuoso y a veces hasta nota que se burla de él. Pero ello no impide que los dramaturgos se disputen el honor de tenerlo como intérprete y que la gente le haga cada noche una apoteosis.” Florencio Parravicini nació y murió en Buenos Aires, entre 1876 y 1941.

Suspiros, la obra que escribió el actor y dramaturgo Julio Chávez junto con Camila Mansilla y Santiago Loza, y que se estrena hoy, pone en escena un drama que obligará al espectador a estar muy atento y lo hará sentir, sin remedio, por lo menos incómodo. Los dramaturgos juegan con un texto que, supuestamente, partió de una crónica policial de un hecho ocurrido en un departamento en Belgrano. Siete mujeres pasan sus últimas horas juntas, sin saber que el final se avecina. La obra, según Chávez, no es un simple espectáculo mortuorio, sino que indaga mucho más allá, sobre un tema que a todos afecta aunque nadie tome conciencia de ello. “Contrapone nuestra naturaleza, nuestra manera

de imaginar el mundo, nuestras pequeñeces, particularidades; lo contrapone ante un hecho tan decisivo como el que uno se muere”, dice. La historia cuenta el encuentro de siete mujeres de Tandil, que vienen a la Capital por el casamiento del hijo de una de ellas. Paran en el departamento que otra del grupo tiene vacío. “Es la noche

PARA AGENDAR Suspiros, de Julio Chávez. Funciones: Viernes y sábados, a las 21. Sala: El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960.

que antecede a la mañana cuando se casa este muchacho, y las siete conviven en una especie de fiesta o de reunión que transcurre todo el tiempo en este espacio”, cuenta el actor y dramaturgo. Desde el comienzo de la propuesta se aclara al público que las protagonistas morirán esa misma noche. “No nos interesa que sea una sorpresa; justamente, lo que me gusta es la idea de que el espectador esté presenciando esas charlas, los problemas que tienen y que plantean, sus maneras de ser, y que sepa que en pocas horas esos seres van a morir, y ninguna de ellas reflexiona acerca de la vida”, explica Chávez. La idea es, además de invitar a la

Personajes que, al final, terminan muertos FABIAN MARELLI

reflexión, poner en evidencia lo que generalmente uno no hace, que es pensar que el ser humano no es eterno. “Nos parecía que la aclaración hace que la ignorancia sobre lo que va a pasar sea de los protagonistas, pero no del espectador”, aclaró. Catalina Augé, Ana Giménez, Victoria Marroquín, Luz Palazón, Lili Popovich, Andrea Strenitz y

Elvira Villarino son quienes dan vida a las protagonistas de Suspiros. Todas ellas trabajaron alguna vez en obras escritas por Chávez, quien desde hacía tiempo quería reunirlas en el mismo escenario en obras como Rancho, Como quien mata a un perro y La de Vicente López.

María Eugenia D’Alessio