Notas
Lunes 19 de marzo de 2007
LA NACION/Página 17
Una Disneylandia para la Magna Grecia Por Umberto Eco Para LA NACION ROMA EO en los periódicos y en Internet que en Albanella, a 20 kilómetros del templo de Paestum y a 60 del de Velia, se construirá, con un costo de 1500 millones de euros, un parque arqueológico llamado Megale Hellas (que puede significar Magna Grecia), con un templo falso pero íntegro, todo de hormigón armado y revestido en mármol travertino. Los que cuestionan la iniciativa dicen que a pocos kilómetros se encuentra un templo verdadero del siglo IV-V antes de Cristo, dedicado a Deméter, y a nadie se le ocurre sacarlo a la luz; los que la respaldan, en cambio, piensan en un flujo turístico mayor del permitido en los templos verdaderos, y tienen presente más bien a la Venecia reconstruida en Las Vegas, o el Partenón de Nashville, y quizá también las diversas Disneylandia, iniciativas de las que se puede decir lo que se quiera, pero no que no atraen gente (y dinero). Entiendo las reacciones de los que se escandalizan por la iniciativa, y lamento
L
cia turística pueblos y ciudades sacaron provecho económico. En una tercera etapa, con el advenimiento del turismo masivo, metrópolis y pueblos por cierto han aumentado sus ingresos, pero se han ensuciado y afeado, hasta convertirse en depósitos de latas de Coca-Cola y bolsas de plástico, filas y filas de baratillos para abastecer a los amantes de los souvenirs, recovecos hormigueantes repletos del gentío rumoroso y transpirado. En cuanto a las obras de arte, se sabe, de hecho, que el contacto con millones de visitantes suele ponerlas en peligro y, dado que el pedestal
de ciertas estatuas de santos está ya alisado y deformado por el continuo manoseo de los fieles, ni siquiera las pirámides podrán resistir por mucho tiempo al contacto cotidiano con sus visitantes. ¿Qué hacer? ¿Impedir el acceso de la multitud al arte, contradiciendo de ese modo los ideales democráticos y favoreciendo a los reaccionarios que anhelan volver al pasado, auspiciando el retorno del turismo de muy pocos? ¿Desalentar de hecho las visitas, como ya ocurre en el caso del Cenáculo de Milán, donde el número de visitantes admitidos por vez,
la fila de espera, el anticipo con el que hay que anotarse, hacen que muchos que tienen suficiente dignidad cultural como para gozar de la experiencia deban abandonar la empresa? ¿Lamentarse de manera racista de que su lugar sea ocupado por el enjambre de asiáticos de los vuelos chárter que no saben siquiera qué es lo que van a ver, del mismo modo que para un europeo que va a Oriente, en el fondo un templo es como todos los templos y que tiene la impresión de que cuando ha visto uno ha visto todos? En cambio, habría que explotar la ten-
dencia natural del turismo masivo, por la cual se va a visitar indiferentemente la Pietà Rondanini y el Mulino Bianco, por la que a muchos estadounidenses les resulta más romano el Caesars Palace de Las Vegas que el Coliseo. Pensemos cuánta gente quedará más satisfecha de ver el falso templo de Albanella, completo, íntegro y resplandeciente, que de visitar el templo fatigosamente entrevisto en Paestum. Y al desviar hacia Albanella a la multitud que ingiere bocadillos, Paestum queda para los que lo visitan con conocimiento de causa y no lo dejan lleno de envoltorios y envases de la merienda. ¡Qué productiva sería una Uffizilandia, construida en la periferia de Florencia, con reproducciones perfectas de las obras de la galería Uffizi, pero con los colores ligeramente retocados, como se hace con los labios de los difuntos en las pompas fúnebres estadounidenses! Si la gente se amontona ante el Palazzo Vecchio para admirar un David que no es el original
Con el turismo masivo, ciudades y pueblos aumentaron sus ingresos, pero se han ensuciado y afeado
Habría una división entre refinados y trogloditas, pero cada uno decidiría a qué categoría pertenece
contribuir a su disgusto, afirmando que todos deberíamos ver con buenos ojos este emprendimiento, y justamente para salvar nuestro patrimonio artístico. Por cierto, antes los lugares sagrados del arte y de la historia sólo eran visitados por viajeros aristocráticos, profesionales del grand tour o del viaje italiano, y el asunto inspiraba algunas melancólicas reflexiones, no sólo a causa de la justicia social, sino más bien porque a aquellos viajeros embelesados les parecía muy bien que las iglesias y palacios estuvieran abandonados; las grandes obras pictóricas, encerradas en sacristías llenas de humedad; las estatuas, cubiertas de líquenes. Después se inició un turismo “burgués”, siempre de elite, pero representado por cientos de miles de viajeros cultos y sensibles; para satisfacer sus exigencias, los lugares y obras de arte fueron restaurados, y de aquella afluen-
(pero no lo sabe, o no le molesta), ¿por qué no irían todos a Uffizilandia? Menos bocas impuras pondrían en peligro, con su aliento mefítico, la Primavera de Botticelli. Y que no se diga que la discriminación sería “clasista” en el sentido de separar a los refinados de los trogloditas: los dividiría, es cierto, pero cada uno decidiría a cuál de las dos categorías pertenece por propia voluntad y no por condena social, del mismo modo que por propia voluntad millones de personas, incluso de buena situación económica, ven TV basura. De este modo, a diferencia de los proletarios de memoria marxista, los nuevos proletarios del arte no sabrían siquiera que lo son y se sentirían satisfechos y afortunados por haber visitado, entre todos, el templo más nuevo y resplandeciente. (Traducción: Mirta Rosenberg) © LA NACION/L’Espresso (Distributed by The New York Times Syndicate)
Bicentenario: la larga paz argentina L
A proximidad del bicentenario de la Revolución de Mayo, hito fundamental de nuestra historia, nos obliga a prepararnos para festejos tan solemnes y espectaculares como los hubo en conmemoraciones anteriores. El Centenario (1910) y el Sesquicentenario (1960) mostraban un país pujante, espléndido, promisorio y, sobre todo, en paz, la condición más necesaria. Sin paz, no habrá festejo; debería, por eso, lograrse una sincera y consensuada declaración del jubileo del Bicentenario, para hacerlo posible. El general Eduardo Lonardi declaró en 1955: “Ni vencedores ni vencidos”, pero tuvo escasa fortuna. Añadió, siguiendo la tradición argentina desde Bernardo de Irigoyen: “La victoria no da derechos”. En una guerra en que ambas partes creen tener la razón no puede haber vencedores y vencidos, porque aquellos se consideraron victoriosos y éstos traman su venganza. En una guerra civil hay un tercer actor: el que se mantuvo
indiferente o imparcial, al que le cabe la discutible y terrible sentencia: en una guerra civil no hay nada más inmoral que mantenerse imparcial. Por eso, el perdón y el olvido deben alcanzar a las tres partes. Será necesario un verdadero cese de hostilidades, con la consiguiente declaración de paz; un simbólico “canje de prisioneros” y la promulgación, por parte del Congreso de la Nación, de una generosa ley de perdón y olvido. Borrón y cuenta nueva. En el Evangelio, la parábola del hijo pródigo –entre otras– nos muestra un Dios más bueno que justo. Si, como dijo Platón, la ley es el mínimo de ética, la justicia sería el mínimo de bondad, por lo que se requiere un esfuerzo casi sobrehumano para lograr un objetivo superior, casi divino: la paz. En 1910 fue posible un fastuoso festejo de la Revolución de Mayo, y España acompañó con entusiasmo a nuestra patria con la visita de la infanta Isabel y la ofrenda del magnífico Monumento de los Españoles, entre otras demos-
Por Alberto P. Heguy Para LA NACION traciones de amistad y olvido de todo rencor. Estas celebraciones fueron tan exitosas gracias a un estado de paz como del que pocas veces ha gozado nuestro país, del que Julio Argentino Roca se sentía uno de los principales artífices. Fue una paz lograda por las armas y la política, y –¿por qué no?– por la caja enriquecida por las tierras conquistadas y adjudicadas a quienes habían contribuido con la Conquista del Desierto, y además por su campaña política para obtener la presidencia de la República. Tampoco podemos negar que en esa distribución fueron favorecidos varios miembros de su familia. Como culminación de su obra, Roca bautizó sus estancias según su convencimiento: La Larga (Daireaux, Buenos Aires), La Paz (Ascochinga, Córdoba) y La Argentina (Solís, Buenos Aires). O sea, “la larga paz argentina”. Durante la presidencia de
Arturo Frondizi, a pesar de los conflictos políticos y de la interna militar, se vivía una atmósfera de paz y libertad que hacía vislumbrar un futuro lleno de esperanza. En ese clima prometedor, se festejaba nuestro nacimiento como nación independiente con innumerables actividades, tanto culturales como deportivas. Tuve el honor de ser convocado por la dirección de Cultura de la ciudad de Buenos Aires para reclutar, en la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la Universidad de Buenos Aires, a algunos compañeros de estudio que fueran de a caballo y camperos. Una comisión de importantes personajes de grandes conocimientos y vocación criolla, como Justo P. Sáenz, los Amadeo y Videla, “Calolo” Neyra, Eleodoro Marenco, Videla Dorna y el comodoro Juan José Güiraldes nos encargaron, a los doce jóvenes voluntarios que colaboramos con
la realización y organización, una gran fiesta de doma y folklore, que se realizó con singular éxito en el estadio Monumental de River Plate, durante cinco noches, en la primera semana de noviembre. Imagino el 25 de mayo de 2010 con grandes fiestas y un desfile cívico-militar que refleje nuestra historia con todas las vicisitudes que han moldeado nuestra patria, con toda su grandeza y sus debilidades, pecados y virtudes que nos hacen ser como somos y estar como estamos. En un mundo acaso al borde de un conflicto mundial de carácter religioso, hemos logrado un país sin conflictos étnicos ni religiosos, y nos estamos dividiendo absurdamente por cuestiones ideológicas e históricas. Con fantasiosa ilusión veo en un desfile cívico-militar al Regimiento de Patricios; Granaderos a Caballo; Colorados del Monte; Libres del Sur; Gauchos de Güemes; Ejército Libertador; Montoneros de Varela; Peñaloza y Quiroga; tropas de Urquiza, Mitre, Ramírez
y López; “conas” de la toldería de Pincén; Mariano Rosas (Panguitruz Guor), Calfulcurá y Catriel; Revolucionarios del 90; Montoneros; ERP; Madres, Abuelas de Plaza de Mayo; Familias (Famus), Cascos Azules y, cerrando, nuevamente el Cuerpo de Granaderos a Caballo del general José de San Martín, como símbolo de los custodios de la Casa Rosada, garantes de nuestra democracia estable y permanente. Sería la repetición de los grandes abrazos históricos que hicieron posible nuestra convivencia en América del Sur y en la Argentina: Simón Bolívar y José de San Martín; Lucio V. Mansilla y Mariano Rosas; Juan Domingo Perón y Ricardo Balbín; Carlos Saúl Menem e Isaac Rojas. Como dijo Pablo VI: “Las utopías de hoy serán la realidad del mañana”. Algún día será posible. Sin paz, no habrá festejo ni futuro. © LA NACION El autor fue presidente del Movimiento Federalista Pampeano.
Diálogo semanal con los lectores
Un cañón entusiasta, pero mal orientado “E
N la nota del día 9 acerca del cumpleaños de Gabriel García Márquez, mi admirada Susana Reinoso concluye un párrafo con una frase que, leída al descuido, parece un chiste: «Los vecinos de Aracataca, pueblo de 20 modestas casas donde el narrador colombiano nació, salieron también de madrugada con música, fuegos artificiales y 80 cañonazos para recordar el aniversario de su hijo más ilustre. La casa natal será reconstruida por el gobierno colombiano»”, escribe Gustavo Keimel. Y se pregunta: “Digo yo: ¿tan entusiastas fueron los festejos que ahora hace falta reconstruir la casa?”. Errores históricos Escribe Arnaldo Mamianetti: “En el Nº 87 de la Historia integral de la Argentina, página 1039, se ha deslizado un error al afirmar que María Eva Duarte de Perón asistió a la cancha de River Plate a ver la final del fútbol infantil en el año 1952. El partido fue entre los equipos de Santa Magdalena y Arsenal, y se jugó el 23 de enero, no contando con la asistencia de la señora. “Ambos capitanes (el abajo firmante era el de Santa Magdalena) le entregamos a Perón un ramo de flores para ella, que estaba enferma. El diario Crítica del 23 de enero de 1952 así lo atestigua”, finaliza. Y Miguel Ángel Almeyra señala otro error, en el fascículo del sábado 3: “Los comicios en los que triunfó la fórmula del Frejuli, Cámpora-Lima, no se realizaron el 11 de septiembre de 1973, como se lee en la página 1165, sino el mismo día del mes de
verbo en singular porque el sujeto “ibuprofeno” está en singular; “Se suministraron 20 miligramos de ibuprofeno”, con el verbo en plural porque el sujeto “20 miligramos de ibuprofeno” está en plural. La pasiva con se no se construye con agente. Así, tanto la impersonal con se como la pasiva con se son recursos para no indicar quién es el actor de la acción: la impersonal, porque no tiene sujeto, y la pasiva con se, porque no tiene agente.
marzo de ese año, y fue precisamente el 25 de mayo de 1973, como se lee en la página siguiente, la fecha en que los mencionados iniciaron su brevísimo paso por el Poder Ejecutivo.” La confusión que observa el lector Almeyra posiblemente se deba a que en septiembre de ese año, el día 23, también hubo elecciones presidenciales, las que dieron la victoria a la fórmula Perón-Perón. Sin decir quién lo hizo “¿Cuál es la forma correcta: «Se suministró 20 mg de ibuprofeno» o «Se suministraron 20 mg de ibuprofeno»? ¿O ambas están bien?”, consulta Ricardo Gruinski. La forma correcta es “Se suministraron 20 mg de ibuprofeno”. Esta oración es una pasiva, la llamada pasiva con se o pasiva cuasirrefleja o refleja, equivalente a “Fueron suministrados 20 mg de ibuprofeno”. El sujeto es “20 mg de ibuprofeno” y el verbo debe concordar con el núcleo, “miligramos”, en tercera persona del plural. La otra construcción, con el verbo en singular, sería una impersonal con objeto directo, pero en un caso como este conviene evitarla. Además de usarse como pronombre personal reflexivo y no reflexivo (en este caso, en lugar del objeto indirecto le o les cuando el objeto directo está representado por lo, la, los o las), se sirve para formar oraciones impersonales y pasivas. Cualquier verbo, sea transitivo o intransitivo, puede construirse como impersonal, es decir, en una oración sin sujeto, en tercera persona del singular con se; por ejemplo,
Por Lucila Castro De la Redacción de LA NACION “Se vive bien en este país”, con un verbo intransitivo. Pero con verbos transitivos esta construcción normalmente se restringe a los casos en que el objeto directo se construye con preposición o está representado por un pronombre personal átono; por ejemplo, “Aquí se castiga a los buenos y se premia a los malos”, “Se los veía cansados”. En estos casos, aunque el objeto directo sea plural, el verbo debe ir en tercera persona del singular porque es impersonal. Pero si al verbo transitivo le corresponde un objeto directo sin preposición, se construye una pasiva con se: el objeto directo pasa a ser sujeto y el verbo activo en tercera persona se concierta en singular o plural con ese sujeto. Por ejemplo, como se dice “suministrar ibuprofeno”, “suministrar 20 miligramos de ibuprofeno”, la oración con se es pasiva: “Se suministró ibuprofeno”, con el
Precisar, con toda precisión Desde Bariloche, escribe la doctora Dora Riestra: En LA NACION del 25 de febrero, citan palabras atribuidas al secretario de Educación de la Nación, quien utiliza el verbo precisar como sinónimo de necesitar, error léxico difundido, pero que llama la atención en un enunciado de un especialista y funcionario justamente de Educación. Dijo Juan Carlos Tedesco: «Para cuidar nuestra salud y prevenir enfermedades precisamos información científica»”. No es un error usar el verbo precisar en el sentido de ‘necesitar’. El Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) no es precisamente muy preciso en la definición de esta acepción, y tal vez por eso hay quienes creen que ese uso es incorrecto. En efecto, en tercera acepción, como intransitivo, lo define: “Ser necesario o imprescindible”. Esta definición corresponde a un uso, raro entre nosotros, en que la cosa necesaria, generalmente una proposición sustantiva, es el sujeto: “Precisa que vengas” (no significa que alguien necesita que otro venga, sino que es necesario que venga).
Pero el DRAE agrega que se usa también como transitivo. Y la construcción transitiva es la que significa ‘necesitar’. Hubiera sido conveniente que el DRAE separara esas dos construcciones, que no significan lo mismo (o, por lo menos, que diera un ejemplo de cada una). Así lo hace doña María Moliner en su Diccionario de uso del español, que lo define como ‘necesitar’ (la acepción más frecuente) y, en una subacepción, explica que también “se usa como terciopersonal con sujeto oracional: «Precisa que vengas pronto»”. La Academia, en el Diccionario panhispánico de dudas, reconoce expresamente la acepción de ‘necesitar’ al referirse al régimen de este verbo: “Cuando significa ‘requerir o necesitar’, puede construirse como transitivo: «La mujer casada no precisa la autorización de su marido para trabajar» (Pérez/Trallero Mujer [Esp. 1983]); o, como intransitivo, con un complemento introducido por de: «Se dio cuenta de que no precisaba de nada ni de nadie» (Serrano Dios [Col. 2000]). Cuando lo necesitado se expresa mediante un infinitivo o una oración subordinada, solo es posible la construcción transitiva: «Hacía años que no precisaba recibir lecciones de nadie» (PzReverte Maestro [Esp. 1988]); «Todo me parecía tan familiar que no precisaba que me explicaran nada» (Ocampo Cornelia [Arg. 1988])”. © LA NACION Lucila Castro recibe las opiniones, quejas, sugerencias y correcciones de los lectores por fax en el 4319-1969 y por correo electrónico en la dirección
[email protected].