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ENFOQUES
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Domingo 13 de febrero de 2011
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Libros / Anticipo
Amartya Sen, el imperativo ético de un mundo más justo
Conectados
La compra del Huffington Post tiene nombre GASTON ROITBERG
El premio Nobel de Economía bengalí habla de La idea de la justicia, su último libro, publicado ahora en la Argentina por la editorial Taurus y en el que más que perseguir sociedades perfectas apunta a las cosas que se pueden hacer ya, porque no hacerlas, afirma, es un acto de injusticia SILVIA PISANI CORRESPONSAL EN EE.UU.
WASHINGTON uchos hablan de él como de “un humanista metido a economista”. Otros van más lejos y lo rebautizaron como la Madre Teresa en el mundo de la economía. Entre una sentencia y otra, Amartya Sen (Bengalí, 3 de noviembre de 1933) construye la aureola de “caso atípico” entre los Premios Nobel de Economía, distinción que la Academia Sueca le otorgó en reconocimiento a su trabajo sobre la justicia social y la defensa de la redistribución de la riqueza. Pero, en todo caso, es una atipicidad que no hace de este profesor de Harvard un soñador idealista ni un romántico perseguidor de sociedades perfectas. Su reflexión sobre la justicia se aplica a un aquí y ahora concreto: las cosas que se pueden hacer ya. No hacerlas, no llevarlas a la práctica es lo que constituye una injusticia, previene este hombre que, en su recorrido vital, se saturó de ver pobreza y se indigna cuando oye hablar de la marea humana que, en las noches de nuestro país, rebusca en la basura y duerme en los portales. “Creer que eso no tiene solución es el error”, afirma. Esa convicción –la de que la sociedad ideal no existe pero que sí pueden darse soluciones– es el hilo conductor de su último libro, en el que, a lo largo de 500 páginas, analiza siglos de pensamiento sobre La idea de la justicia. “No me preocupa, en todo caso, que se hable más de la justicia de lo que se la practica. Lo importante es la capacidad para volver el debate en hechos concretos”, dice a LA NACION este hombre que lo que no tolera, en todo caso, es la retórica vacía. Aun cuando venga arropada de buenas intenciones. Aun así, dice, si se quiere movilizar a la gente, la visión de la sociedad perfecta es importante. Libertad, igualdad y fraternidad, por ejemplo, es buen eslogan de la Revolución Francesa. Un eslogan muy efectivo. La retórica es importante y hay que hacerla bien. Pero también hay que decir que cualquier cosa puede convertirse en víctima de la retórica. Eso es algo que debe tomarse muy en serio, porque los resultados pueden ser contraproducentes y apartarnos de lo que realmente tratamos de hacer. La retórica del mundo perfecto puede convertirse en una barrera al progreso, un instrumento que se vuelva contra el cambio, sostiene. Un arma que se le vuelva en contra. Sen se entrega al debate como un camino hacia lo verdadero. “Me resulta muy difícil escribir un libro si antes no he debatido las ideas que allí expongo con mis alumnos. En parte, porque recibo comentarios atinados, y además, porque al intentar explicarme las ideas se me hacen más claras, más transparentes. La articulación clarifica e ilumina”, dice, con una actitud más cercana a la humildad de quien busca que a la soberbia de quien expone. Su intercambio con LA NACION comenzó con un reconocimiento de los problemas de América latina, el continente tantas veces llamado como “de la esperanza” y, sin embargo, atrapado en la vergüenza de la desigualdad en la distribución de la riqueza. –¿Cómo se puede, profesor Sen, ser al mismo tiempo tierra de esperanza y patria de miseria y de hambre? –La miseria es, en efecto, una de las mayores injusticias que soportan los hombres. Es imperativo actuar en ese sentido. Usted pregunta cómo se puede ser tierra de esperanza en medio de tanta injusticia. Y yo digo que puede serlo en la medida en que es posible tener esperanza en un cambio aun en la peor de las circunstancias. Lo que es importante, sin embargo, es convertir esa esperanza en realidad. No creo que América latina quiera ser un continente de “falsa esperanza”. –Pero, ¿cómo alcanzarla? –La búsqueda de la justicia demanda aquí, como en cualquier otra parte del mundo, que se otorgue prioridad a la remoción de injusticias básicas que hacen la vida humana tan miserable y limitada. Expandir la libertad del hombre –en el sentido de lo que los seres humanos son capaces realmente de hacer– es parte del compromiso básico en la búsqueda de la justicia. La superación de la pobreza es una condición necesaria
M
CORBIS
Anticipo
La idea de la justicia
E
n el pequeño mundo en el cual los niños viven su existencia“, dice Pip en Grandes esperanzas, de Charles Dickens– “no hay nada que se perciba y se sienta con tanta agudeza como la injusticia.” Espero que Pip tenga razón: tras su humillante encuentro con Estella, él recuerda de manera vívida “la coacción violenta y caprichosa” que sufrió cuando era niño a manos de su propia hermana. Pero la fuerte percepción de la injusticia manifiesta se aplica también a los adultos. Lo que nos mueve, con razón suficiente, no es la percepción de que el mundo no es justo del todo, lo cual pocos esperamos, sino que hay injusticias claramente remediables en nuestro entorno que quisiéramos suprimir. Esto resulta evidente en nuestra vida cotidiana, en las desigualdades y servidumbres que podemos sufrir y que padecemos con buena razón, pero también se aplica a juicios más amplios sobre la injusticia en el ancho mundo en que vivimos. Es justo suponer que los parisinos no hubieran asaltado la Bastilla, Gandhi no hubiera desafiado al imperio en el que no se ponía el sol y Martin Luther King no hubiera combatido la supremacía blanca en “la tierra de los libres y el hogar de los valientes” sin su conciencia de que las injusticias manifiestas podían superarse. Ellos no trataban de alcanzar un mundo perfectamente justo (suponiendo que hubiera algún consenso sobre cómo sería ese mundo), sino que querían eliminar injusticias notorias en la medida de sus capacidades. La identificación de la injusticia reparable no sólo nos mueve a pensar en la justicia y la injusticia; también resulta central, y así lo sostengo en este libro, para la teoría de la justicia. En la investigación que aquí se presenta, el diagnóstico de la injusticia aparecerá con frecuencia como el punto de partida de la discusión crítica. Pero podría preguntarse: si éste es un punto de partida razonable, ¿por qué no podría ser también un buen punto de llegada? ¿Qué necesidad hay de ir más allá de nuestro sentido de la justicia y la injusticia? ¿Por qué debemos tener una teoría de la justicia?
de ese compromiso por la justicia. –¿Es la búsqueda de la justicia un valor real en la actividad política cotidiana de nuestra tierra o se ha vuelto un valor en retroceso? –No tengo dudas de que muchos líderes y dirigentes políticos están realmente preocupados por la búsqueda de justicia. Es el sistema democrático el que debe recompensar a los que son sinceros en ese compromiso. Es posible que los políticos piensen mucho en sí mismos, pero, en algún momento, deben confrontar su acción con la discusión y con la aprobación pública. Es la sociedad la que, en definitiva, tiene el papel fundamental en hacer que los dirigentes se muestren realmente preocupados por erradicar la injusticia. Aún cuando en la dirigencia existan intereses particulares en esta materia, a la larga necesitan el apoyo de los ciudadanos. Ese es el valor de la democracia en la búsqueda de justicia. –Usted habla mucho del papel del ciudadano, pero ¿qué es lo que hace que sociedades y gobiernos se vuelvan impermeables a la miseria? En las calles de muchas ciudades de la Argentina, a diario, se ve a mucha gente revolviendo en la basura para encontrar algo que comer o algo con qué abrigarse o durmiendo en los portales. ¿Cómo podemos esperar que una sociedad cansada y agobiada luche por la justicia cuando se acostumbra a convivir con ella a diario? –Creo que hay dos falsas percepciones que contribuyen a que la gente acepte lo inaceptable como parte de una realidad social. La primera es una suerte de fatalismo que surge de la falsa idea de que las cosas no pueden cambiarse. La convicción –explícita o implícita– de que una suerte de imposibilidad de erradicar la injusticia en el mundo llevará, finalmente, a que los individuos busquen otras cosas e ignoren la presencia de una injusticia que puede remediarse por el hecho de que la consideran, falsamente, irremediable. Esa es la primera falsa percepción. La segunda, igualmente falsa, es que sí hay cosas que están sucediendo para erradicar la injusticia pero que, por su naturaleza, no pueden hacerse más rápido. Que necesitan un tiempo para transcurrir y que ese “proceso” de erradicación de la injusticia no puede acelerarse. –¿Eso es lo que se ve en parte del pensamiento económico? –Exacto. Eso es lo que lleva a mucha gente a pensar que, por ejemplo, tener crecimiento económico llevará, por sí mismo, a la eliminación de la pobreza en el largo plazo y que no hay modo de acelerar el proceso y hacer que ella desaparezca antes. –¿Y eso es falso? –Eso es absolutamente falso. El crecimiento económico puede, por supuesto, ayudar a eliminar la pobreza pero, por sí mismo, no hará jamás lo que es necesario ni tampoco acabará con la miseria con la velocidad suficiente. Lo que hace falta son políticas públicas que complementen lo que el crecimiento económico por sí mismo no es capaz de hacer sin su ayuda. No se trata de negar lo que el crecimiento económico puede hacer en la materia, sobre todo si está bien apoyado por una política pública. Pero es un error dejarle toda la responsabilidad. –Da la impresión de que los gobiernos gastan más hablando de justicia que procurándola. ¿No hay cierta esquizofrenia en el hecho de hablar tanto de la justicia y practicarla tanto menos? –Eso no me preocupa. Lo importante, en todo caso, es hacer que la charla sobre la justicia se transforme en hechos concretos para su remoción. La idea central de la justicia es lograr la disminución y la eliminación de lo que constituya injusticia mediante acciones que puedan ser practicadas ya mismo. Lo que sostengo en mi libro La idea de la justicia es, precisamente, que su búsqueda debe concentrarse en eso más que en la discusión de una idea romántica de la “sociedad perfecta”. Hay cosas que pueden hacerse ahora mismo y aquí, que no son sueños románticos, sino acciones concretas que pueden acometerse en lo inmediato. Con urgencia. Para eso, lo que es necesario es un mayor compromiso ético y moral para convertir a esas acciones en prioridad social básica. Es un compromiso del que hay mucha necesidad en el mundo y, en particular y en los que nos toca, en la Argentina.
LA NACION
Se llama Tim Armstrong, es un ex ejecutivo de Google y como actual CEO de AOL cerró la compra del sitio de noticias –otrora un blog político– Huffington Post mientras miraba por TV el Super Bowl, la final del fútbol americano. Conoce a la perfección lo que significa navegar con éxito en las enigmáticas aguas digitales: fue uno de los artífices del sistema de publicidad al mejor postor que le permitió a Google extender su negocio hasta convertirse en el gigante web de la actualidad. Instaló el famoso posicionamiento en el motor de búsqueda, una fórmula adoptada no sólo por las grandes empresas sino también a pequeños comerciantes. Armstrong, de apenas 40 años y graduado en Economía y Sociología, fue contratado en marzo de 2009 por Time Warner, la compañía madre de AOL, y reemplazó a Randy Falco, un ex ejecutivo de NBC que pasó sin pena ni gloria por la empresa que popularizó la conexión a Internet y el correo electrónico en los EE.UU. Apenas entró a su despacho, el ejecutivo encabezó un proceso para reinventar la compañía. Compró y lanzó sitios de contenidos relevantes para los usuarios hasta llegar a un portfolio de 260 marcas. El hombre detrás de la compra del Huffington Post entiende el valor de fidelización que construye la producción del contenido favorito de los usuarios: notas, videos, música, mapas, audios y fotografías que se multiplican por la web gracias a la recomendación en las redes sociales de mayor éxito. Esta estrategia es la que, según Armstrong, le permitirá a AOL dar vuelta la historia de fracasos de la última década. Es que nunca fue completamente una compañía de medios, ni una de tecnología, nunca tuvo una personalidad definida. Para Armstrong, la construcción de audiencias alrededor de contenido de alta calidad, blogs y voces influyentes en diferentes áreas temáticas es el motor más atractivo para la venta de publicidad, un terreno que Google domina a la perfección.
[email protected] Twitter: http://twitter.com/grmadryn
Más información. Enlaces, videos y otros contenidos multimedia www.lanacion.com.ar/diario-dehoy/ suplementos/enfoques
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http://bit.ly/gUnor7 Por qué AOL compró el HuffPost. http://huff.to/hR9PlB Una fusión de visiones. La opinión de Arianna Huffington sobre la adquisición. http://on.wsj.com/eeWxRT Un tour en video por los cambios de la marca AOL en el tiempo.
© La Nación
Terapia (arriba también se sufre)
Hoy, Martín Sabbatella DIEGO SEHINKMAN PARA LA NACION
Sabbatella: (Ya en pleno frenesí verborrágico.) Porque usted sabe que aunque nuestro espacio Nuevo Encuentro es independiente y a veces crítico del Gobierno, le reconocemos a Kirchner esa vocación transformadora, de haber roto moldes, de interpelar el statu quo... Por eso esta semana me sentí honrado por lo que pasó cuando terminó el acto en la Rosada... Zannini me apartó de los flashes, me llevó a un costado y con tono pedagógico me dijo: “Yo me lo imagino así: él va a doscientos por hora, feliz, hasta que se le da vuelta. ¿La lancha? No, la intención de voto en Provincia”. Terapeuta: ...¿Cómo sería eso de... S: (Se lo lleva por delante con otro párrafo.) No lo quieren. Desconfían profundamente de su sonrisa... (se acomoda la corbata, orgulloso) ...Por eso ya habrá escuchado. Quieren que la boleta sea “Cristina Presidenta-Sabbatella Gobernador”... La idea es sacarle votos y debilitarlo para que él, que tiene fuertes vínculos
con el establishment –con el opositor, no con el oficial, obviamente– no tenga chances de nada... Para eso ya están armando toda la ingeniería legal para habilitar las famosas listas colectoras que, según comentan, serán presentadas con otro nombre: “listas de adhesión”... (tuerce la boca y por primera vez frena). T: ¿Qué pensó que se detuvo a respirar? S: (Se rasca la barba, intrusado por un recuerdo.) Alguien decía: “Primero ‘testimoniales’, ahora ‘listas de adhesión’... ¿Lo notaron? Cuanto más sofisticado es el eufemismo, más vil es la acción que encubre... No sé si este gobierno tendrá grandes estadistas, ¡pero hay que ver sus eufemistas!”... (Chista, despectivo.) Nah, mire: nosotros, con la boleta pegada o sin pegar, con tijeritas o colectora, creemos que Cristina debe ser reelegida y que en Provincia la alternativa es Nuevo Encuentro... T: Habla en terapia como si estuviera en un estudio de televisión. No para. No duda. No se interroga... S: (Muy enojado.) Yo no creo que tenga que
interrogarme acerca de ninguna cuestión ética en relación con mi posición frente al kirchnerismo... T:... S: (Se sonroja al descubrirse pescado en la red.) A ver. Yo sé que usted no me invitó a hacerme ninguna pregunta ética. Pero le contesto por las dudas... T: ¿Las dudas de quién? S: (Más enredado, trata de salir.) Le explico: están los que me acusan de padecer el trastorno de moda entre la progresía: daltonismo moral. Se burlan diciendo que el progre con daltonismo moral, por ejemplo, el color rojo del semáforo de aeroparque que le hizo abrir las valijas a Antonini, no lo reconoce... Que tampoco distingue el rojo que produce la inflación en las cuentas de la gente... Y que el color verde de los dos millones de dólares que compraba Kirchner en octubre de 2008 con información privilegiada, el daltónico moral lo ve todo en blanco... ¿Pero sabe qué respondo yo a eso? Que voy a cumplir recién 41 años. Que fui –bah, soy– un joven prodigio de la polít...
T: ¿Que es o que fue? S: (Sigue a pesar del toque del florete.) ... Que en el 99, con 29 años, ya era intendente de Morón por el Frepaso y paladín de la anticorrupción por haber investigado los chanchullos de Rousselot... Que en 2003 el Wall Street Journal me sacó un artículo que se titulaba: “Sabbatella, una lucha en solitario contra la corrupción en la Argentina”... Y que en 2008 hasta gané un Konex por mi gestión... T: Relucientes, las copas éticas se exhiben en la vitrina... S: (Inspira profundo, piensa y mira al
terapeuta.) ¿Usted dice que vine a terapia porque en el fondo tengo miedo de perderlas apoyando al kirchnerismo? (Mira de costado y hace carita.) Mire que hace rato que los apoyo... (Hace ojito.) Y ellos me apoyan... Si hasta me han acusado de haber hecho negociados inmobiliarios con los terrenos de la cancha de Morón con el guiño de Néstor... T: ... S: (Medita, rascándose a contrapelo la barba candado.) Vea: hoy tengo 5, a lo sumo 7 puntos de intención de voto contra más de 40 de Scioli... (pregunta levantando las cejas), ¿usted no se arriesgaría a compartir las copas con el kirchnerismo –aún a riesgo de perderlas– a cambio de soñar con una gobernación trepado a la lista de Cristina? T: ¿Dijo trepado, verdad? S: (Mira hacia un espejo que hay en la pared, ve su imagen reflejada y se incomoda.) T: ¿Qué vio que se puso así? S: El daltonismo moral es dramático. Uno ya ni nota cuando se pone colorado...