La Historia Interminable de Michael Ende como

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Ni pueril ni fantasioso: La Historia Interminable de Michael Ende como exponente de la poética de la Literatura Infantil Fantástica Área Temática: Desarrollo de poéticas con destinatario infantil Autora: Paula Rivera Donoso Abstract: Dadas sus riquezas, la LIJ se ha visto restringida en su condición literaria, reemplazando sus fines estéticos por unos exclusivamente didácticos. Otra restricción es la de plantear sus obras sólo para la lectura desde la infancia, anulando la adulta, que formularía nuevas interpretaciones. Un problema similar experimenta la Fantasía literaria, que es asociada a la alegoría moral con fines de enseñanza utilitaria, cuando no al escapismo, por lo que es constreñida en su potencial estético. Esta ponencia analizará cómo ambos conceptos, unidos como Literatura Infantil Fantástica, logran la excelencia tanto en el fomento de valores esenciales como en calidad artística atemporal. Para ello, se abordará algunas concepciones sobre la LIJ y la Fantasía y luego se analizará La Historia Interminable de Michael Ende como exponente de este género, sentando a partir de ésta un modelo de poética literaria para la LIJ Fantástica que enriquezca a los niños hasta más allá de su infancia.

1. Definiendo la Literatura Infantil Al abordar un objeto de estudio es bueno replantearse su definición si posee diversas acepciones, pues eso permitirá decantarse por una que encauce adecuadamente el análisis que se pretende desarrollar. Esto resulta útil por la confusión sobre lo que se entiende por Literatura Infantil (LIJ) y por las características que se le asigna. Primero, hay que preguntarse si puede hablarse o no de LIJ. Cervera (1989) cita dos posturas: la liberal, que la niega, aceptando sólo el concepto de literatura; y la dirigida, que la reafirma, planteando que debe haber un género literario en particular destinado a los niños. Ambas tendencias tendrían aspectos a criticar. La liberal pasaría por alto que existen propuestas estéticas a las que un niño no podría acceder aún por encontrarse todavía desarrollándose. La dirigida tendería limitar la LIJ exclusivamente a los niños, marginando la lectura de un adulto, por lo que esta literatura correría el peligro de perder su condición artística al segregar el potencial público lector.

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Al destinarse sólo a niños, y dada la riqueza que encierra el texto como vehículo de ideas y concepciones de mundo, se ha desarrollado una tendencia instrumentalizante de la LIJ. Así concebida, relegaría su valor al fomento de valores morales y del aprendizaje lingüístico, aspectos que soslayan la especificidad estética de la literatura como arte al ser elementos que pueden fortalecerse a través de otros recursos didácticos. A partir de esto, podría estimarse que la definición más pertinente de LIJ será una que se sitúe al medio de ambas posturas. Por un lado, esta literatura no debe perder su esencia artística, ni al centrarse en una función utilitaria ni al restringirse etariamente. Pero por otro, un lector niño presenta afinidades y concepciones que se plasman de una forma distinta a las del lector adulto. El asunto así no pasa por simplificar los relatos o tergiversar su esencia literaria para introducir a la fuerza estatutos morales, sino de responder estéticamente a las expectativas y visiones infantiles sobre la vida: “es *literatura+ infantil no la que imita grotescamente en el mundo de los niños y adolescentes desde una perspectiva adulta sino la que se adecúa a una etapa del desarrollo humano sin renunciar a la universalidad de los temas” (López 16). La literatura instrumental implicaría, en el peor de las casos, subestimar y paternalizar al potencial lector que sería un niño, degradándose así la LIJ hacia lo que podría denominarse “literatura pueril”, orientada a satisfacer las visiones peyorativas de algunos adultos respecto a los niños. Por ello, sería más sensato sostener que “la literatura infantil ha de ser, sobre todo, respuesta a las necesidades íntimas del niño. Y su acción se ejerce preferentemente por contacto, aprovechando su potencial lúdico, sin explicación y sin instrumentalización” (Cervera 161). Para la definición a la que se quiere llegar, esta categoría resulta descartable, pero algo sí puede rescatarse: el arte no sólo genera placer, sino que también contribuye a formar seres humanos. Esto trasciende el didactismo o la transmisión de principios axiológicos y se vincula al modelado de una visión de mundo y de humanidad, algo que se hace toda la existencia. Por ello, podría plantearse que la LIJ efectivamente puede y debe enseñar valores, pero unos universales y atemporales e imbricados en el universo de la obra. Como corolario, se empleará lo siguiente como definición de LIJ: literatura que, sin abandonar su condición artística ni excluir a otro público lector, está orientada a satisfacer las necesidades e intereses estéticos y lúdicos de los niños, fomentando además el cincelado personal y crítico de concepciones de mundo. 2. Definiendo la Fantasía y su relación con la LIJ ¿Por qué la Fantasía es tan valiosa en la LIJ, y por qué sería la más cercana a la definición propuesta? Antes de eso, se procederá a definirla para esclarecer qué se entiende como tal en este estudio. Para Tolkien, la Fantasía se “construye un Mundo Secundario en el que tu mente puede entrar. Dentro de él, lo que se relata es ‘verdad’: está en consonancia con las leyes de ese mundo. Crees en él, pues, mientras estás (…) dentro de él” (286). Es decir, es la creación de un universo alternativo, con diversas características que le son propias y que resultan coherentes en él. Así, es imposible concebirla como una alegoría que indica una cosa distinta a lo que es por sí misma. Al

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interpretar o escribir una obra en función de la alegoría, se está insertando un mensaje extraliterario. Se puede comprobar la integridad de la Fantasía al desplazar lo maravilloso de la obra a un contexto realista. Si se logra, sólo se usó lo fantástico como barniz, volviéndose “literatura fantasiosa”. Pero si no se logra, significa que se logró construir un Mundo Secundario. A la Fantasía se la ha concebido también como escapista, perjudicial para los niños al perturbar su distinción entre lo real y lo irreal. El mismo Tolkien identifica virtudes de este género: Evasión, Renovación y Consuelo. A la creación que se brinda con el desarrollo de la imaginación, se le suma una sana voluntad por conocer entornos más luminosos que la realidad (Evasión), pero no con el fin de apartarnos de ella, sino para devolvernos a lo cotidiano con una visión enriquecida de ésta (Renovación). Por último, la Fantasía brindaría Consuelo a las restricciones de la existencia, y supondría un elemento de esperanza catártica que puede traspasarse a lo real. Estos valores son más trascendentes que algunos fomentados por la LIJ, como la tolerancia o el respeto. Y ello porque no se ciñen a interacciones sociales inscritas en un contexto determinado con patrones mudables, sino porque apuntan a lo más esencial del espíritu humano. Es decir, la Fantasía “nos ofrece (...) una apertura de posibilidades: abre la puerta a mundos paralelos, invitando a los lectores a imaginarse otras formas de vivir y de pensar. Es, quizá más que cualquier otro género, una literatura de realización personal, en cuanto que permite a los lectores manifestarse en el mundo y comprender su lugar dentro del mismo” (Davis 499). Una obra de LIJ que subestime al lector infantil con una orientación didáctica y moralizante, además de contar con un decorado fantástico alegórico, será difícil de leer hasta para un niño. Fallará tanto en el fomento de valores como en su calidad de objeto de arte. Es comprensible entonces que el lector adulto no pueda adentrarse a este tipo de historias, ni como relectura nostálgica. Pero la literatura siempre supondrá un regreso a sus obras en inagotables interpretaciones. Esto no se hallará en la “literatura pueril fantasiosa”, sino en la LIJ Fantástica. Para comprender cómo se articula ésta, se analizará una novela que, al coincidir con los aspectos aquí valorados, permitirá identificar claves esenciales que enriquecerán lo suficiente estas obras como para ser valiosas en la lectura infantil y en la adulta. 3. La Historia Interminable (LHI) y la poética de la Fantasía Escrita por Ende el 1979, LIH plantea un modelo invaluable para ver la LIJ Fantástica en su máxima expresión. Hay dos historias en una sola novela: la de Bastián, un niño con conflictos con su padre que lee un libro, y la del libro mismo, que cuenta sobre el mundo Fantasia, a punto de ser engullido por la Nada. Al transcurrir la narración, Bastián va adentrándose tanto en el texto que descubre que sus pensamientos influyen en los episodios de Atreyu, el subprotagonista, hasta que aquél logra ingresar a Fantasia para salvarla. La segunda parte de la novela fusiona ambos argumentos, con un Bastián que al ser convertido en héroe en Fantasia corre el peligro de perderse en un mundo ajeno, hasta que la ayuda de Atreyu le hace regresar a su realidad, con su padre. La Fantasía en LIH no es un decorado ni una metáfora sicológica del abandono de Bastián. Será la experiencia de leer el libro y adentrarse literalmente en esta metahistoria lo que le permitirá crecer y volver enriquecido a su realidad. En Fantasia coexisten diversas razas, regidas por la Emperatriz Infantil. Inicialmente, ella necesita

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un nuevo nombre para recobrar su salud, concepto que es imposible de trasladar a un contexto cotidiano sin alterar su significado; no es simplificable a una identidad de pasaporte. Bastián llega a Fantasia por su imaginación. Es la falta de ésta la que la carcome, pues esta pérdida es literal: este mundo y sus historias dependen de la imaginación de las personas reales. Aquí se concentra la esencia de la Fantasía y de los relatos para niños: historias que fomentan la capacidad de crear lo que no existe o lo imposible y gozar de ello, lo que abarcaría el concepto de Evasión. Sin embargo, LHI no se queda sólo en lo más encantador de este potencial. Bastián logra salvar Fantasia, pero al adquirir el amuleto ÁURYN (que puede otorgarle cualquier deseo) se vuelve peligroso, peleándose con Atreyu por no entender sus intenciones de protegerlo. Se trata de un poder de creación irresponsable, que sólo busca la satisfacción egoísta y que en lugar de volverse Consuelo, termina siendo su perdición. Bastián cae porque se encandila por Fantasia, olvidando su propio mundo y su existencia como niño normal. Él intenta renegar de su identidad (pierde su nombre) y no regresar a su vida real, renunciando a la Renovación: le basta la belleza de la Fantasía y resulta incapaz de llevársela a lo cotidiano para enriquecerlo. Pero este potencial creador tiene sus reglas, costes y consecuencias; no es algo nada más “fantasioso”, sin peligros: —En todos los tiempos ha sabido seres humanos que no han vuelto a su mundo (...) Al principio no querían y ahora (...) no pueden ya. (…) Tienen que desearlo. Pero ya no desean nada. Han gastado su último deseo en alguna otra cosa. —¿Su último deseo? —preguntó Bastián (...)—. ¿Entonces no se puede desear tanto como se quiera? (...) —Sólo puedes desear cosas mientras te acuerdas de tu mundo. Los que están aquí han agotado todos sus recuerdos. Quien no tiene ya pasado tampoco tiene porvenir... para ellos no puede cambiar nada, porque ellos mismos no pueden ya cambiar (Ende 357-358).

Pero Bastián recapacita antes de perder su memoria por amor a su padre, decidiendo ir en busca del Agua de la Vida. Al final recibe la ayuda de Atreyu, quien se sacrifica por él. Así Bastian recupera su identidad y sus recuerdos: “Porque ahora sabía otra vez quién era y de dónde era. (…) Porque ahora sabía: en el mundo hay miles y miles de formas de alegría, pero en el fondo todas son una sola: la alegría de poder amar” (408). Con esto se restablece la Renovación: Bastián comprende el valor de ser quien es tras haber su experiencia en Fantasia. Eso le permite reconciliarse con su padre, quien al asumir como verdadera la aventura de su hijo logra entenderlo y restaurar su relación con él: “Vio lágrimas en los ojos de su padre. Y comprendió que, a pesar de todo, había podido traerle el Agua de la Vida” (414). La cita demuestra que la Fantasía trasciende aquí la metáfora, en la medida en que es su experiencia lo que se traspasa a la realidad. A pesar del dolor y del sacrificio de Atreyu, Bastián logró salvar a su padre y a sí mismo. La novela finaliza así con una esperanza catártica, superior a cualquier moralina: “Tampoco más tarde, (…) cuando se hizo adulto y finalmente viejo, lo abandonó nunca del todo esa alegría. Hasta en los tiempos más difíciles de su vida le quedó una alegría que lo hacía sonreír y que consolaba a otros seres humanos” (408). Una obra como LHI es tan inagotable como su título. Fuera de plasmar toda la belleza y densidad de la Fantasía, representa un ejemplo de cómo plantear la LIJ como una literatura que entregue significados para cualquier

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lector, niño o adulto. El niño podrá sentirse reflejado en Bastián mientras lee su historia, inmerso en Fantasia y sus conflictos, conociendo valores superiores como la verdadera amistad, el potencial tanto creador como destructor de la imaginación, y el amor incondicional. El adulto podrá recordar el sentido de la Fantasía no como un entorno “fantasioso” y vacuo, sino como una de las vías más bellas para reencantarse con la realidad. Es por ello que LIH sienta las bases de lo que debería esperarse en la LIJ Fantástica: una construcción consecuente de Mundo Secundario que no pueda volcarse a la alegoría, con el fin de evitar una mirada utilitaria y valórica. Ésta será reemplazada por la incorporación de valores que apunten al espíritu humano atemporal, sin eludir temas conflictivos. Ello permitirá que los niños acepten el desafío de leer estas obras, porque sabrán que se divertirán con ellas y que nadie pretenderá subestimar su inteligencia y sentimientos. Mejor aún: permitirá también que esos mismos niños, ya adultos, puedan volver a estas obras no sólo por la nostalgia, sino porque hallarán en su lectura una nueva forma para viajar a la Fantasía, encontrando nuevos sentidos que traer de vuelta a su existencia madura.

(O CT U B R E 2012, C HI LE ) Bibliografía Cervera, Juan. “En torno a la Literatura Infantil”. Cauce 12. Centro Virtual Cervantes (1989): 157-168. En línea en: http://cvc.cervantes.es/literatura/cauce/pdf/cauce12/cauce_12_007.pdf Davis, Rocío. “Mundos paralelos: un acercamiento a la Fantasía en la Literatura Infantil”. Rilce 16.3 (2000): 491500. En línea en: http://dspace.unav.es/dspace/bitstream/10171/5354/1/Davis,%20Roc%C3%ADo%20G..pdf Ende, Michael. La Historia Interminable. Santiago: Alfaguara, 2006. López, Román. Introducción a la Literatura Infantil. Murcia: Publicaciones de la Universidad de Murcia, 1990. Tolkien, J.R.R. “Sobre los cuentos de hadas”, en Cuentos desde el Reino Peligroso. Santiago: Planeta, 2009.

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