PIAZZOLLA. EL MAL ENTENDIDO
CRÍTICA DE LIBROS
POR DIEGO FISCHERMAN Y ABEL GILBERT EDHASA 408 PÁGINAS $ 59
BIOGRAFÍA
La época a través de una vida N
o por ingenioso menos contundente, el título Piazzolla. El mal entendido contiene algo más que un ocurrente juego de palabras. Fueron los malentendidos los que propiciaron que el bandoneonista resultara, justamente, mal entendido. Pero los malentendidos se producen cuando no existen los sobreentendidos; es decir, cuando se pierde en cierto modo el contexto, esa red de supuestos que sostiene e induce el sentido. Para entender a Piazzolla resulta imprescindible recuperar el fondo, el paisaje contra el que debería recortarse su figura: cuando cambia el fondo, cambia la figura. Con informaciones poco conocidas, ironía y estilo, los especialistas Diego Fischerman y Abel Gilbert despliegan una contextualización obsesiva, pintan ese fondo sobre el que dibujan la silueta del músico. Y esto desde el principio, desde el nombre propio, “Astor” –que su padre, “Nonino”, inventó en homenaje a un amigo italiano, un tal Astorre– repetido hasta la naturalización, cuando en realidad era ya una anomalía.
O desde la infancia en la Nueva York de George Gershwin, cuyas consecuencias musicales es imposible minimizar. Ese fondo que confiere contexto está hecho, entre otras cosas, de música: es, en efecto, una música de fondo. De ahí en adelante, el libro pone, como suele decirse, varias cosas en su lugar; por ejemplo, los estudios con la famosa pedagoga y pianista Nadia Boulanger –iluminados con una luz libre de exageraciones– y sus sucesivas y veleidosas formaciones (el octeto de los años cincuenta, los varios quintetos de los sesenta, el Conjunto 9 o el último y formidable sexteto). A medida que el libro avanza, se impone una imagen del músico agitado por el desasosiego, impelido por la novedad y el prestigio, dos extremos que concebía acaso de manera muy superficial y que nunca consiguió articular con éxito. Pero Piazzolla no es tomado, clínicamente, como un “caso”; por el contrario, hay apasionamiento en el texto, lo que en modo alguno quiere decir que asome una voluntad hagiográfica: cuan-
do los hechos hacen que Piazzolla quede al desnudo, Fischerman y Gilbert no corren, pudorosos, a cubrirlo. Es lo que ocurre con sus escarceos con la política. Al relato pormenorizado de su relación con el primer peronismo (en homenaje al régimen escribió Epopeya argentina. Movimiento sinfónico para narrador, coro y orquesta) le sigue, cerca del fin, cierta imparcialidad consecuente que le permitió reciclar en la película El exilio de Gardel, de Fernando Solanas, un tema, “Los lagartos”, que había compuesto pensando en Alfredo Astiz y su actuación en la Guerra de Malvinas. Y es lo que ocurre asimismo cuando se explica su relación con el saxofonista Gerry Mulligan; relación que derivó en un disco grabado en Italia y que por un mero gesto (el gesto de llevar prolijas partituras al estudio) sirvió para mostrar que el bandoneonista no había terminado de entender la estética del jazz. La progresión cronológica no debería ocultar que Piazzolla… no es sólo la biografía de un hombre; es, antes que nada, la biografía de una época de la música
HISTORIA
Riqueza interpretativa L
os estancieros contra el Estado. La Liga Agraria y la formación del ruralismo político en la Argentina, de Roy Hora, cuidadoso estudio sobre un partido ruralista argentino, aspira, desde el título, a presentarse como un ensayo polémico. Hora analiza el papel de las clases propietarias rurales pampeanas a fines del siglo XIX, su real capacidad de organizarse y presentarse como una alternativa política para acceder al poder y su vinculación con intereses generales más amplios que los exclusivamente materiales de su clase o grupo. La Liga Agraria, surgida en la década de 1890 tras la crisis social y económica más grave experimentada hasta entonces por el país, intentaba orientar hacia objetivos políticos el poder económico 16 | adn | Sábado 22 de agosto de 2009
y social de la Sociedad Rural, que se resistía a participar de las luchas electorales. Es notable que en un régimen al cual se vincula ordinariamente con la expresión política de terratenientes y exportadores, un intento como el de los liguistas haya concitado tanta hostilidad como desinterés en la escena política y en los sectores del gobierno. Esa constatación le permite al autor adentrarse más allá de las lecturas lineales que por mucho tiempo han querido ver la política y el poder estatal como mero reflejo de los intereses económicos de las clases propietarias. En efecto, Hora comprueba que el programa y el discurso de la Liga Agraria de finales del siglo XIX no se apartaban demasiado de los de otros parti-
dos en ciernes del mismo período: todos parecían acusar al Estado de indiferencia y corrupción. Los matices, más bien tenues, hacían hincapié en la necesidad de que los productores rurales, la clase más próspera y emprendedora del país, se hiciera cargo también de su conducción política. El poco esperanzador panorama de la respuesta cosechada por esas primeras tentativas, explica el autor, no desalentó a sus promotores. La indiferencia de la Sociedad Rural ante ese tipo de proyectos no impidió que se reiteraran los intentos de crear entre los estancieros un estado de opinión y un proyecto de acción para los más ambiciosos. En 1901 se impulsó desde los liguistas la formación de un Partido Demócrata, en
Piazzolla REUTERS
en Buenos Aires, de la circulación de discursos (no exclusivamente sonoros) entre 1950 y 1970, de la pugna entre la música de Piazzolla y otras músicas, de la inevitable división del campo artístico local, que el músico en parte provocó y de la que también fue víctima. Los autores sientan aquí un precedente: con Piazzolla… tendrán que medirse otros libros futuros sobre música popular. Fischerman y Gilbert abren un horizonte, una pregunta, que la muerte del propio músico parecía haber cerrado: la posibilidad y la validez de pensar la música de Piazzolla después de Piazzolla. Pablo Gianera © LA NACION
LOS ESTANCIEROS CONTRA EL ESTADO POR ROY HORA SIGLO XXI 216 PÁGINAS $ 39
un contexto de renovación política que tampoco esta vez bendeciría los propósitos de sus impulsores y que, en cambio, marcaría el inicio de los nuevos actores políticos, particularmente del radicalismo y del nuevo conservadurismo. Presentado por el juicio entusiasta de Tulio Halperin Donghi, Los estancieros contra el Estado se destaca por la riqueza interpretativa y la sutileza del análisis de su autor, que contrasta su objeto de estudio con lugares comunes tan vigentes en la historiografía nacional. Rogelio C. Paredes © LA NACION