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SÁBADO
| Sábado 13 de octubre de 2012
Educación
La búsqueda de un aprendizaje diferente Decepcionados con los colegios tradicionales, cada vez más padres se deciden por pedagogías alternativas para sus hijos Viene de tapa
“Generalmente son escuelas donde se priorizan mucho los intereses de los niños y los materiales que se utilizan son muy importantes.” Estas instituciones aún representan un porcentaje pequeño respecto de la oferta educativa privada, por eso en la mayoría de estos colegios no hay vacantes y existe una lista de espera para ingresar. Según Scialabba, “el interés por estos colegios se despertó hace dos o tres años. En la Argentina, la más elegida es la Waldorf por la cantidad de escuelas existentes –unas diez– que tiene todos los niveles. En cambio, la Montessori y la Reggio Emilia son fundamentalmente de nivel inicial, pero existen unos pocos primarios y algún secundario”. Aunque la mayoría de los padres elige estas escuelas porque, como Virginia, está convencida de que es la mejor educación que pueden ofrecerles a sus hijos y porque no desean repetir su propia historia académica, otros lo hacen porque probaron con el sistema educativo tradicional y se sintieron defraudados. Es el caso de Laura Ayerza, madre de cuatro hijos: uno de 14, dos de 13 y otra de 9 años. Todos van al colegio San Miguel Arcángel, con orientación Waldorf. Sus tres hijos mayores habían empezado en una escuela tradicional cerca de su casa, pero después de dos años, Laura sintió que tenía que hacer un cambio. “Yo no estaba contenta y los chicos tampoco. Cada vez que los llevaba al colegio era un esfuerzo y desgaste enormes. Ése fue mi primer llamado”, contó. Empezó a buscar otras alternativas sin saber si quiera que existían. “Las que había encontrado era más de lo mismo, tal vez menos horas, pero la propuesta era muy similar. Hasta que fui a una charla de educación antroposófica, que concibe al niño desde distintos puntos de vista y estimula la inteligencia emocional, y fue un descubrimiento. Recuerdo que pensé: «Quiero esto para mis hijos».” Hoy Laura reconoce que fue una especie de “salto al vacío” que jamás hubiera dado sola, sin el apoyo de su marido. “Después de la entrevista que tuvimos en el colegio, sentimos que no había vuelta atrás –recuerda–. Hoy puedo decir que mis hijos van felices a la escuela. Siempre hay afecto y contención.” En Waldorf, el aprendizaje se divide por septenios –de 0 a 7 años, de 7 a 14 y de 14 a 21– y durante cada septenio el niño tiene el mismo maestro. “Que sea el mismo maestro durante los siete años para mí es positivo porque llega a conocerlos verdaderamente. Los informes que yo recibo a fin de año de mis hijos me ayudan a conocerlos mejor”, asegura Laura. Sol Martínez es madre de Tomás, que cursa el primer ciclo (que comprende 1°, 2° y 3° grado) en el Colegio Montessori de Luján, que tiene primaria. Llegó ahí tras una mala experiencia en una escuela tradicional donde Tobías sufrió mucho no poder desplegar toda su capacidad creativa. “Cuando los chicos no son como la escuela pretende, no sabés si el niño es el problema o el problema es la institución –reflexiona Sol–. Me puse a buscar una escuela donde Tomi pudiera expresarse y ser él. Mi hijo tiene una necesidad creativa que no podía desplegar. Y cuando no encajás, te estereotipan: él era «el disperso», «el rebelde». Iba a hablar al colegio y me mostraban una lista interminable de problemas pedagógicos, pero no me ofrecían una solución. Sentí que se lo querían sacar de encima.” Tomás encontró su lugar en Montessori. “Trabajan con materiales concretos y después pasan a lo abstracto. Si bien Tomás no es un chico fácil, hay que saber llevarlo. Si él o algún compañero se porta mal, le explican qué es lo que hizo mal. Y en
cuanto al aprendizaje, respetan los ritmos de cada chico. Hay una mirada integral, no sesgada.” Otra diferencia respecto de la tradicional es que no existen evaluaciones escritas: “Son evaluados sin que lo noten, de acuerdo con su evolución. No llevan mochila, sólo un cuaderno de comunicaciones. En el colegio, tienen contenedores con todos los materiales que necesitan para trabajar”, describe Sol. En el jardín Fabulinus, de Pacheco, hay mesas de luz y de arena, juegos de agua, espejos de distintas formas y ángulos en los pasillos y en las aulas, grandes espacios verdes y mucho arte en las paredes, los pisos y los techos. Tanto el jardín, como la primaria y secundaria Antonio Berni está inspirada en la pedagogía Reggio Emilia, una ciudad al norte de Italia, que aplicó en sus escuelas la visión del pedagogo Loris Malaguzzi. Carolina Veldramini, madre de 5 hijos –tres de ellos trillizos que van a sala de tres y otros dos que están en primaria–, no conocía la pedagogía Reggio Emilia y reconoce que la elección del colegio fue una apuesta. “Con Manuel, el más grande, me la jugué. Tuve varias entrevistas con las directoras y me convenció mucho la propuesta, el lugar y la contención que encontré. Y después, con mis otros hijos, no tuve dudas. Era lo que quería. No juegan como en otros jardines; acá exploran, investigan y tienen permiso y lugar para ser niños. Y lo que más me gusta que el aspecto lúdico se mantiene en primaria y secundaria”, afirmó. En esta línea pedagógica –algo que comparte con Montessori y Waldorf–, el espacio físico es un agente educador, por eso se hace tanto hincapié en que sea motivador y esté preparado para desarrollar las competencias de los chicos con materiales especialmente preparados. A partir del material, surgen y se proponen los juegos. “Es importante que haya espacios amplios, agradables, por los que los niños circulen. En ellos el juego es libre, los chicos de 3, 4 y 5 años juegan juntos. Pero las salas están organizadas por edad”, describe la directora de Fabulinus, Alejandra Dubovik, que señala que el interés por el jardín, que tiene 14 años, creció a partir de la difusión del documental La educación prohibida, que analiza las diferentes propuestas educativas y hace una crítica al sistema educativo actual. A muchas de estas escuelas se las considera “elitistas” por las altas cuotas que se pagan. El material utilizado y la capacitación docente, sumado a los amplios espacios, son algunos de los elementos que encarecen las cuotas. Sin embargo, en los últimos años se fue equiparando con las privadas tradicionales. “Hoy no son más caras que otras escuelas privadas –asegura Scialabba–, pero es verdad que se ubican dentro del rango de colegios ABC1. Lamentablemente, no hay muchas opciones económicas.” Otra cuestión que muchos interpretan como una debilidad es la falta de continuidad del proyecto en niveles primario y secundario. “No hay muchas escuelas secundarias en estos estilos y a veces se hace difícil encontrar un colegio que pueda seguir con esta línea”, opina Scialabba. Éste es, precisamente, el problema al que se enfrentará Virginia Minoyetti cuando el año que viene Renata empiece el primario. “La primaria Montessori sólo existe en Luján y, por supuesto, no puedo mandarlas allá. Van a ir a un colegio más tradicional, pero no me preocupa. Primero, porque en todas las escuelas que fui a averiguar me dijeron que los chicos de Montessori se adaptan perfecto. Y, después, porque confío en que lo que recibieron en estos años les va a durar toda la vida.”ß
En el jardín Fabulinus, de Pacheco, el espacio físico es un elemento educador
Fotos: gustavo bosco
El ABC de las pedagogías más elegidas Los puntos centrales de las propuestas alternativas
b Waldorf Estas escuelas se plantean la educación como un desarrollo hacia la libertad individual, incorporando la expresión artística como un medio de aprendizaje en las materias curriculares. Además, los chicos participan en clases y talleres de distintos oficios. Se trabaja por períodos de siete años. Para garantizar el conocimiento profundo de la evolución de cada alumno, un mismo docente acompaña al grupo a lo largo del período. b Montessori Es un método cuyo objetivo es inculcar en los chicos la autonomía, la independencia, la iniciativa, la curiosidad, el amor por el orden, la concentración, la autodisciplina y el autoconocimiento. El niño va aprendiendo del medio ambiente físico que lo rodea, por lo que en Montessori todos los muebles se adaptan a él y el material es fácilmente accesible. En la clase se le facilita el trabajo y la libertad de movimiento. Cada niño se acerca a los materiales y reacciona a ellos en forma distinta y aprende a actuar de acuerdo con sus propias necesidades y su capacidad individual. b reggio eMilia Tiene un profundo cuidado por lo estético, de sus propuestas y proyectos, y de las relaciones que establecen con la cultura y la comunidad. Se trabaja a partir de herramientas pedagógicas de suma importancia como la documentación del aprendizaje a través de videos, fotos y el debate y al reflexión sobre la práctica pedagógica.
Christ San Juan, Josefina Vidal Quera y Facundo Pieczansji, en el Olivos Montessori
La escuela, una construcción social opinión Germán Doin PARA LA NACION
L
a educación no se cambia solamente desde las aulas, o desde el ministerio respectivo. La única forma de cambiarla es abriendo la concepción de educación que tiene la sociedad, incluidos padres, alumnos y maestros. Tenemos bastante arraigada la idea de lo que es educación. En nuestro imaginario pensamos en aulas, exámenes, calificaciones, horarios, contenidos preestablecidos, maestros que enseñan, niños que aprenden. Esta inocente estructura escolar enseña ideas que ignoramos, ocultas en el discurso. Los niños aprenden más que contenidos, aprenden que esa estructura está bien y no debe ser modificada. La escuela sienta las bases de la sociedad, porque desde sus cimientos continúa reproduciendo el sistema establecido, la lógica del consumo, una educación bancaria en palabras de Freire. Pero esto lo hacen tanto la escuela convencional, pública o privada, como muchas experiencias, padres
y educadores que eligen caminos no tradicionales. Así como “mandar” a un hijo a la escuela pública porque “hay que ir a la escuela”, es reproducir el modelo. “Mandar” a un hijo a una escuela Waldorf, Montessori, o alternativa por el simple hecho de que es diferente, es una moda o es políticamente correcto, es continuar reproduciendo ese sistema también. Pensar una transformación o una revolución de sentido en la educación implica necesariamente pensar la escuela fuera de la lógica del control estatal, pero también fuera de la lógica del consumo o del mercado. Para lograr una transformación real es imprescindible comprender la educación como una construcción colectiva, no como un servicio. Espacios de innovación Por más experiencias libres, diferentes e innovadoras que existan, si no son acompañadas por una verdadera participación de las familias, por un entendimiento y práctica social diferente no dejarán de ser intentos de experiencias aisladas con poco sustento. Desde la escuela pública, priva-
da o de gestión social es posible comenzar a abrir los espacios de innovación y acompañarlos con lógicas de construcción colectiva, con dinámicas de poder verdaderamente democráticas, con espacios reales de participación para la familia y comunidad. Muchas de las experiencias innovadoras son el fruto de años de trabajo social, de construcción comunitaria, de padres, educadores, familias que dedicaron tiempo y reflexión a ese espacio para sus hijos. Esas experiencias son genuinas porque en su misma concepción hay otra manera de entender y hacer educación. Ya sea una escuela pública, privada, alternativa, rural, cooperativa, bachillerato popular o un grupo de familias que educa en su casa; nuestro horizonte debe estar en esas experiencias, donde las estructuras son el reflejo mismo del accionar y vivir de quienes la integran. Es en estos espacios, en esas personas, donde existe el verdadero poder de transformar la educación.ß El autor es el director del documental La educación prohibida (www. educacionprohibida.com)