¿Intelectuales o propagandistas?

8 ago. 2011 - Charly García y, en cambio, la “máquina de Dios” es el nombre coloquial con el que mencionamos al acelerador de partículas de Ginebra.
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OPINION

Lunes 8 de agosto de 2011

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EL APOYO ACRITICO AL GOBIERNO DE PENSADORES Y ACADEMICOS

LINEA DIRECTA

Muestra ¿Intelectuales mágica, misteriosa y borgeana “N GRACIELA MELGAREJO LA NACION

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EGUIR o no seguir las reglas… de un idioma, he ahí el dilema. La respuesta es, por supuesto, seguirlas, pero, a veces, cuando hay más de una forma aceptada la decisión o el gusto del hablante son los que priman. Esta brevísima disquisición tiene su justificativo en el correo electrónico de la lectora Sandra Pien, intrigada por un adjetivo usado en la columna del lunes pasado. Escribió Pien: “En el segundo párrafo de hoy, me llamó la atención que utilice el adjetivo «borgiano» con «i» en vez de «e», porque viene de Borges con «e». Aunque algunos prefieren borgesiano, pero sin duda siempre es con «e»”. La lectora tiene razón en cuanto a que borgeano es, en la Argentina y un poco más allá también, la forma que se usa y se prefiere, sin duda, a borgiano. En el Diccionario de la lengua española están las dos formas, aunque una remite a la otra: “borgeano, na. 1. adj. Arg. borgiano”. Y en borgiano, na (la RAE advierte que es un artículo enmendado, como avance de la próxima edición) se define: “1. adj. Perteneciente o relativo a Jorge Luis Borges o a su obra. La poesía borgiana. 2. adj. Con rasgos característicos de la obra de este escritor argentino. Un relato muy borgiano”. El criterio académico es lógico. El sufijo –ano, na (también –iano, na) forma adjetivos que significan procedencia, pertenencia o adscripción. Por ejemplo, murciano, aldeana, franciscano, parnasiano. Sin embargo, y según opina nuestra lectora: “Ya con las 21 academias de castellano que pisan fuerte en América Latina y marcan tendencia, los de la RAE no pueden bajar línea unilateralmente. Borges da el adjetivo «borgeano» o «borgesiano», con «e», y esto es de sentido común. Ya que Borges nació en la Argentina, le propongo que también se oponga y utilice el «borgeano»; desde aquí somos nosotros los que debemos marcar la diferencia”. A lo mejor el mismísimo Borges, al que le gustaba estar siempre a contracorriente, hubiera elegido usar borgiano y no borgeano (quizás hasta hubiera pensado que un adjetivo así era un honor “inmerecido” para su obra). En todo caso, como sí se reconocía “irreparablemente, incomprensiblemente porteño”, celebremos esta condición y usemos, como propone Pien, borgeano. Como Buenos Aires es, este año, la Capital Mundial del Libro y como, también, se cumplen 25 años de la desaparición física de Borges, hay una exposición, Cosmópolis. Borges y Buenos Aires, en la Casa de la Cultura porteña (Avenida de Mayo 575), que nadie debería dejar de visitar si vive en esta ciudad o está de paso. En la muestra, de entrada libre y gratuita, todo es borgeano: las luces y las sombras, el color amarillo, sus tres maestros (Rafael Cansinos Assens, Macedonio Fernández y Xul Solar), los laberintos, los espejos y las bibliotecas. Y para terminar, una anécdota sobre nuestro idioma y sus acertijos. En la columna pasada, transcribíamos la observación del Diccionario panhispánico de dudas sobre el uso de deber de + infinitivo, donde se decía que “la lengua culta admite también el uso sin preposición” y se daba un ejemplo de Mario Vargas Llosa. Pues bien, quien esto escribe encontró hace unos días un uso, sorprendente, cuya explicación desea compartir con los lectores. En “Un clásico”, un artículo para el diario español El País, el 17/5 escribe Fernando Savater sobre la obra del filólogo Juan Ramón Lodares: “La disección que hace Lodares de las diversas peripecias regionales de la cuestión [que el castellano o español haya llegado a ser lengua hegemónica no por imposiciones dictatoriales] puede servir para despejar mitos espúreos, al menos entre quienes no tengan interés político en fomentarlos”. El *espúreo savateriano espanta a la vista y al entendimiento, pero una vez más, el DPD viene en nuestro auxilio: “espurio -ria. ‘Falso o ilegítimo’: «Discriminado por razones dudosas, espurias, ajenas a sus méritos» (Grandes Aires [Esp. 2002]). Procede del latín spurius; es, pues, errónea la forma *espúreo, que escriben por ultracorrección incluso personas cultas”. En fin, que todos tenemos que ceñirnos a las reglas. © LA NACION

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O sé por qué no están Horacio González y Ricardo Forster. El triunfo también es de ellos”, lanzó, irónico, alguien muy cercano al jefe de gobierno en la noche de la categórica reelección. En medio de la euforia de globos amarillos todo era danza victoriosa en Costa Salguero, en tanto atronaba sin asco Fito Páez. Parafraseando a Mauricio Macri, que dijo que los votos conseguidos no son de nadie, los hits musicales tampoco tienen dueño ni, mucho menos, ideología. Contrastó con ese fervor bullanguero la repentina parquedad de los intelectuales de Carta Abierta, que tanto se expusieron a favor de Daniel Filmus hasta el domingo de la segunda vuelta y en su microscópica autocrítica de cinco minutos que archivaron en cuanto se los reprendió. Casi ni se los vio ni se los leyó en estos días. Apenas el viernes, en la Biblioteca Nacional, cuando Sandra Russo presentó su panegírico libro sobre la Presidenta, junto al relator oficial Víctor Hugo Morales, el dueño de casa, Horacio González, habló entre otras cosas de “las estructuras de injuria que se leen todos los días en los diarios”. No tiene nada de malo ni de particular que un conglomerado de intelectuales hayan armado un grupo de reflexión y debate a partir de sus afinidades y simpatías con el kirchnerismo. Lo inquietante es que mutaran desde el conflicto con el campo, en 2008, hasta ahora mismo, en toscos propagandistas. Prestan flaco favor como anestesistas no matriculados de los dolores oficiales que insensibilizan y así no hay quien quiera, en lo alto del poder, enmendar las consecuencias de elecciones clave perdidas; irregularidades como los sueños compartidos de Schoklender y Hebe; investigaciones aviesas, interesadas y frustradas sobre la identidad de Marcela y Felipe Herrera Noble; tragedias como las de Mariano Ferreyra, Jujuy y los qom de Formosa, y episodios insólitos como la pelea en el Inadi y el caso Zaffaroni. El auténtico intelectual es, por naturaleza, inconformista, y cuestiona todo poder constituido. Es revulsivo e insolente, pero no en el sentido superficialmente mediático y escandaloso de la palabra, sino en su serena profundidad metodológica, asistido por sus saberes, los instrumentos académicos y el honesto intercambio de pareceres con sus pares. Es tan independiente y meticuloso que puede desarmar su propio pensamiento para someterlo a los rigores de la discusión teórica sin especular sobre si los resultados lo favorecerán o no. Y hasta es capaz de tirar fuerte de la punta del mantel de la mesa del que sea sin pedir permiso, para saber qué cosas se mantienen en pie y cuáles otras caen y se hacen añicos, sólo por intentar explicar desapasionadamente por qué sucede una cosa y otra. El propagandista es la antítesis del intelectual. Este advierte un problema en todos sus matices y complejidades con actitud inquisidora, pero al mismo tiempo con ánimo ascético y prescindente. Aquél, en cambio, esconde rápidamente debajo de la alfombra todo lo que no le conviene ver y exalta distorsionándolas hasta el paroxismo las propias virtudes, virtudes que, al no ser confrontadas con sus propias zonas sombrías, pierden musculatura moral y fortaleza teórica hasta vaciarse

o propagandistas? PABLO SIRVEN LA NACION

de contenido y volverse caricaturas de sí mismas. Si el intelectual es un faro que con su luz, rastrilla sin trampas la oscuridad a su alrededor, el propagandista apenas es una linterna que sólo apunta aviesamente hacia dónde le conviene. Los sofistas, con sus unilaterales silogismos dirigidos como lanzas contra sus virtuales enemigos, no sólo logran engañar a sus mandantes con reflexivos halagos, sino que terminan autoengañados. La pérdida del genuino ejercicio de someter al análisis erudito, sin concesiones hacia un lado y hacia otro, comenzando por la

El auténtico intelectual es, por naturaleza, inconformista e insolente, y cuestiona todo poder constituido revisión de los propios puntos flacos y errores, convierte a la discusión en un dispositivo ligero y malintencionado, en un entretenimiento perverso que sólo se aplica para neutralizar al contrario, con cero crítica hacia adentro. Copia vil de un genuino corpus filosófico, el que ofrecen es endeble y se reduce a meras consignas sin respaldo, pero que, machacadas por militantes virtuales y funcionarios bocones, logran un consenso chiquito que circula encapsulado dentro de la propia tropa, en tanto producen desconfianza, hilaridad o directamente profundo rechazo en los que pertenecen a otras filas. La primera palabra mágica, que fue como una verdad revelada que los sacó de las tinieblas, fue “destituyentes”; luego aparecieron “medios hegemónicos” y “corporación mediática”. La Presidenta sumó su propio hallazgo: “el relato”.

Lo que podía ser, al principio, una bienvenida brisa fresca para cuestionar un muy perfectible orden establecido (qué y cómo cuentan las cosas los grandes medios, qué destacan, qué asordinan, qué intereses defienden, etcétera), por cierto, muy pronto derivó en un cuestionamiento general de todo el funcionamiento de la prensa. Ese es el móvil real: inocular racismo hacia los periodistas y su oficio. De no haber sido articulado por los que más estudiaron, esa fobia habría sido catalogada de autoritaria o patológica. Los intelectuales K, en cambio, se dieron a la tarea de bordar dócilmente una red de “pensamiento profesional” para decodificar y, por sobre todo, desconstruir (perdón, Derrida) el discurso “opositor” de los medios mientras guardan silencio o justifican los excesos, hostigamientos y persecuciones que puedan darse. Utilizan sin culpas una vara dual que, al tiempo que fustiga a la “corporación mediática”, acaricia al bando oficial. La Universidad de La Plata, al distinguir a Hugo Chávez y a Hebe de Bonafini, consagra ese trastocamiento del sentido, naturalizándolo, lo que lleva de inmediato a razonamientos absurdos como los que se repitieron al día siguiente del segundo triunfo en tres semanas de Macri, que fue atribuido a que estaba “blindado” por los medios. En ese caso, si, como parece, en octubre la Presidenta consigue su reelección, ¿cuál será la explicación si los medios “hegemónicos” son tan opositores e influyentes como afirman? Los dos más célebres referentes de Carta Abierta, que eran echados de menos irónicamente en medio de la fiesta de Pro en la madrugada del lunes por sus involuntarios servicios prestados a la causa macrista, González y Forster, pergeñaron una figura más digna de los cráneos apurados de una redacción periodística que de los forjados por el pensamiento científico de la universidad:

la “máquina de capturar palabras”. En realidad, el rótulo esconde una vieja y reaccionaria idea: “maten al mensajero” (el problema no son los hechos incómodos o las incorrecciones que puedan producirse, sino que los periodistas se empeñen en contarlos). El director de la Biblioteca Nacional, cuya mayor hazaña este año fue propiciar que Mario Vargas Llosa no fuese orador en la inauguración de la Feria del Libro, describe a estas maquinarias de captura como “grandes antenas semiológicas que operan tanto en el mundo de los laboratorios científicos, quizás en los cotejos de ADN [obvia alusión irónica al caso Noble] como en algo que se le parece, que es el aprisionamiento de palabras para hacerlas pasar por probetas de infamación o descrédito”. En tanto la ensayista María Pía López asegura, en disparatada contradicción, que “el kirchnerismo siempre constituyó hegemonías parciales” porque el “sistema de medios opositores [es] muy articulado y muy preciso”, Forster subraya: “Funciona a todo vapor, entre nosotros, una máquina mediática de captura de palabras” que apunta a “nuevas formas de sentido común”. Con la “máquina del tiempo”, la literatura y el cine nos hicieron soñar con viajes a épocas lejanas del pasado y del futuro. Desde que Emilio Perina escribió La máquina de impedir, esa expresión es moneda corriente en los análisis políticos. La “máquina de hacer pájaros” nos remite a una de las bandas más creativas de Charly García y, en cambio, la “máquina de Dios” es el nombre coloquial con el que mencionamos al acelerador de partículas de Ginebra. Sin pretender ser exhaustiva, esta lista, sin embargo, no podría, por razones obvias, cerrar sin mencionar aquella otra de la que solía hablar Tato Bores: la “máquina de cortar boludos”. © LA NACION

Los que precipitaron la crisis SYLVINA WALGER

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NSIDE Job, de Charles Ferguson, es un film que trata de explicar la crisis financiera que vive el mundo desde la quiebra de Lehman Brothers, en septiembre de 2008. Desaguisado que les costó sus ahorros, empleos y casas a millones de personas, y cuyos sus coletazos están hoy a punto de lograr que Grecia acabe con una bandera de remate. Consagrada como mejor documental del año en la última entrega de los Oscar, la película retrata al grupo de hombres de Wall Street que arruinaron a sabiendas las empresas que dirigían para poder engrosar su cuenta corriente particular; a los que vendieron humo sabiendo lo que hacían; a los que abogaron por una desregulación de los mercados que permitió que las burbujas siguieran flotando en el aire; también, a las agencias de calificación y a los economistas de prestigio que, mediante suculentos honorarios, avalaron con su firma gigantescos fraudes. Narrada en un lenguaje pedagógico, útil para analfabetos económicos, su autor, productor y director es matemático y doctor en Ciencias Políticas. Oficia como consultor para distintas empresas tecnológicas. El actor Matt Damon es el encargado de ponerle voz al relato. Pese a su profesionalidad, Damon apenas logra dominar la cólera que le provoca relatar las fechorías de sus compatriotas. Cólera que se troca en decepción cuando le toca describir la debilidad de Obama frente a Wall Street. “Tres años después de una crisis financiera causada por el fraude, ni un solo ejecutivo ha ido a la cárcel y eso está muy mal”, dijo Ferguson al recibir la estatuilla.

PARA LA NACION

Una de las singularidades de esta crisis financiera es que la crónica más implacable sobre el tema la realizó Vanity Fair, una revista cuyo target apunta a los mismos que produjeron el descalabro. La otra es que el documental que mejor ha descripto los mecanismos que la propiciaron ha sido distribuido por una multinacional, Sony. Por último, es también significativo el hecho de que su creador, Ferguson, no sea un revolucionario anticapitalista ni antisistema sino un centrista millonario que no está en contra de la desregulación, pero que detesta el enriquecimiento ilícito. Otra de las revelaciones que trae Inside Job es la connivencia del mundo académico con los poderes económicos. Si hay algo a lo que Hollywood no nos ha acostumbrado es a ubicar en el lugar de los malos a los más famosos economistas de Estados Unidos. Pero Ferguson ofrece al espectador un verdadero desfile de estas luminarias que parecen haber vendido su alma al diablo para cantar loas al buen funcionamiento del sistema. Valga como ejemplo el caso de Glen Hubbard, decano de la Escuela de Negocios de la Universidad de Columbia y apóstol de la desregularización y ex jefe de asesores de Bush. “Los académicos no son hombres ricos”, afirma Hubbard ante Ferguson. Omite los 250 mil dólares que le paga MetLife y las innumerables asesorías que brinda a empresas financieras. Y olvida los 100 mil dólares que cobró por testificar a favor de los gestores de Bearn Stern acusados de fraude. Quizás a causa de la impunidad con que obtuvieron sus ganancias, a los personajes de este estremecedor reality nada parecía

conformarlos. Querían cada vez más y más. Todo fuera por superar al de al lado. Una casa en Los Hamptons (el paquetérrimo San Isidro de los de la Gran Manzana) no los conformaba. Querían dos. Lo mismo con los Lamborghini, uno no les resultaba suficiente. Además de un buen apartamento en Park Avenue. La delantera la llevó siempre Richard Fuld, presidente de Lehman Brothers: casas en Sun Valley, Florida; colecciones de arte; seis aviones Jet y un 767. Pero, por sobre todo, ningún contacto con todo aquel que estuviera debajo de su piso 31, al que llegaba sin prácticamente descender de su auto. Se calcula que veía gente sólo durante dos o tres segundos al día. Se trata de personas en muchos casos estimuladas por ingentes cantidades de cocaína, impulsivas, que necesitan correr riesgos y obtener reconocimiento, según describe el psicoanalista Jonathan Alpert, terapeuta de muchos de ellos. “Es típico que vayan a bares de desnudistas y usen drogas. Veo mucho uso de drogas y prostitución”, dice. Alpert explica que recientes experimentos han demostrado que el dinero y la cocaína estimulan la misma parte del cerebro. Se calcula que un 5% de los ingresos de estos ansiosos acababan en las arcas de estos clubes. Solo tres personas parecen haber advertido que el dionisíaco bacanal de los reyezuelos de Wall Street estaba por llegar a su fin. El gurú Nouriel Rubini, siempre “ecléctico, pragmático y centrista”, según se define, desde 2006 venía alertando sobre la catástrofe. El entonces director del FMI, Dominique Strauss-Kahn, que también avisó de la llegada de una crisis “gigante que,

como siempre, pagarían los más débiles”. Y la actual reemplazante de Strauss-Kahn, Christine Lagarde, entonces ministra de Finanzas de Francia. Lagarde recuerda que en febrero de 2008, durante la reunión del G7, advirtió que se veía venir “un tsunami y ustedes solo están proponiendo qué traje de baño vamos a usar”. Tanto la desregulación de tipo fundamentalista que aplicó Estados Unidos entre 2000 y 2007, como la estatización que se pretende instalar aquí, en la Argentina, estimulan la corrupción y debilitan las instituciones. Ambos priorizan la codicia, la impunidad y el amiguismo. Estatizar resulta aun más peligroso, porque el “propietario” es el Estado. Un ejemplo es el caso de Aerolíneas. ¿Es propiedad de los argentinos o de La Cámpora?, ese grupo de jóvenes que utilizan el nombre de un patético ex presidente que duró 49 días y usan los aviones para ver partidos de fútbol. La Anses, ¿también es de la Cámpora? Después de asumir el poder, Obama señaló la necesidad de una reforma que implicara un regulador de riesgos. Posiblemente a causa de su carácter conciliador, sus reformas no han tenido relevancia alguna. Y aquellos que desencadenaron el drama siguen estando en el corazón del gobierno. Basta citar a su antiguo jefe de Gabinete, Rahm Emanuel, que ganó 320 mil dólares como directivo del prestamista Freddie Mae. Por qué no se emprende una investigación más sistemática, pregunta Charles Ferguson a Nouriel Rubini. Porque encontrarían a los culpables, responde Rubini. © LA NACION