Humor, sentido común y una consejera práctica

... 30 de abril, 1987. 8. Conducción del niño, p. 389. 9. Testimonies, t. 1, p. 464. 10 .... Debieran procurar humildemente una línea de conducta recta, sin tener.
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Capítulo 9

Humor, sentido común y una consejera práctica “Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación” (Rom. 14:19).

Elena de White ha sido retratada por personas poco informadas como una aguafiestas inflexible y una persona severa. ¡Nada de eso! L. H. Christian dio a conocer las memorias de su suegra quien vivió en la casa de los White mientras era secretaria de la Sra. White. Ella recordaba especialmente “el espíritu alegre del 1 hogar” y el “humor bondadoso y la sabiduría práctica” de Elena de White. Humor Los escritos de la Sra. White revelan a menudo un toque de humor. En 1882 acababa de trasladarse desde Oakland a Healdsburg. A los 55 años disfrutó la oportunidad de comprar grano y heno, una vaca con su ternero, y caballos para el trabajo de la granja y la transportación. A uno de sus caballos que parecía alérgico al trabajo le dio el nombre de Dolly. Refiriéndose al animal, escribió: “Contempla las montañas y los cerros como un turista que 2 mira el paisaje”. En 1885 estaba por viajar a Europa en el barco S. S. Cephalonia, el que iba a partir en sábado. El grupo con el que viajaba hizo arreglos para embarcarse el viernes de tarde a fin de tener todo acomodado para el sábado. Ella 3 anotó en su diario: “Casi lo logramos”. Durante su estadía en Italia, en 1886, escribió acerca del personal ministerial en Torre Pellice. El ministro a cargo era extraordinario para planear, pero lograba poco. Elena de White describió sus 4 esfuerzos como “un despliegue de armas cuáqueras [revólveres de juguete, hechos de madera]”. Algunos meses más tarde, todavía en Italia, estaba disfrutando de algunos días soleados tras una racha de lluvia, y escribió en su diario: “Anduvimos con mucha lentitud, porque aunque el caballo era fuerte, no tenía la 5 menor intención de quebrantar su salud”. Después de un viaje en barco redactó estas líneas: “Cuando salí del barco y empecé a caminar por las calles, me pareció como si todavía estuviese en el barco y pisaba tan alto que la gente debe haber pensado que estaba 6 borracha”. El hermano mayor de Elena de White, John, aparentemente era un pobre corresponsal. En una carta que le dirigió el 21 de enero de 1873, Elena lo reprendió suavemente con humor: “Querido hermano John: Te he escrito varias cartas pero no he oído ninguna palabra de tu parte. Hemos llegado a la conclusión de que 7 debes haber muerto, pero luego pensamos que si éste fuera el caso, tus hijos nos habrían escrito”. Ella mostró su sentido de humor como también su inclinación práctica cuando escribió sobre el vestido descuidado de ciertas mujeres: “Su vestimenta con frecuencia tiene la apariencia de una bolsa

[saco] que las 8 recubre”. O, “al cumplir sus tareas, las hermanas no debieran vestirse como espantapájaros en un 9 maizal”. En la época en que Elena de White estaba emitiendo advertencias para salvaguardar el 10 derecho de propiedad del Tabernáculo de Battle Creek, recibió una carta de A. T. Jones en la que la desafiaba a proveer los nombres de los que estaban implicados en el esfuerzo por tomar control de la propiedad. Comprendiendo la verdadera intención de su pedido, Elena de White le respondió a su secretaria, Dora Robinson, que “si le llegase a escribir al Hno. Jones le diría todo lo que está escrito en los libros del cielo, pero que ella no tiene esos libros a 11 su disposición para enviárselos”. La Sra. White sabía cómo manejar momentos públicos potencialmente embarazosos. Su hijo Willie le ayudaba frecuentemente en sus giras de predicación. Durante un sermón en un día de sábado en Santa Helena, California, Willie se sentó en la plataforma mientras su madre hablaba. Notando un murmullo de risa contenida en el auditorio, la Sra. White se dio vuelta para encontrar a su hijo tomándose una siesta. Pidió disculpas con un toque de humor: “Cuando Willie era un bebé, yo acostumbraba llevarlo a la plataforma y dejarlo dormido en una canasta 12 debajo del púlpito, y él no ha superado aún ese hábito”. En sus últimos años en Elmshaven, se le daban a Elena de White tratamientos de agua fría friccionándola con un mitón. Eso significaba estar de pie en una bañera mientras alguien le aplicaba agua fría y luego la friccionaba con mitones para aumentar la circulación. Dos veces por semana se le daba una fricción con sal (“calor de sal”). Cierto día, al sentir una diferencia en el líquido, humedeció su dedo en él y lo probó. ¡La empleada había usado azúcar por error! Con buen humor, Elena de White observó: “Tratando de 13 endulzarme, ¿eh?” Una intérprete de la verdad con sentido común Uno de los principios básicos para obtener un cuadro real de Elena de White (como también de la intención de sus escritos) es el de estudiar el momento, el lugar y las circunstancias en que 14 escribió. En otras palabras, lo que Elena de White rogaba a lo largo de su ministerio era que se usase sentido común. La feligresía de la es-cuela de iglesia en Santa Helena, California, en 1904, por ejemplo, tenía un problema. Algunos sentían fuertemente que no debía hacerse ninguna provisión para los niños menores de diez años. ¿Por qué? Porque la Sra. White había aconsejado algunos años antes que “los padres debían ser los 15 únicos maestros de sus hijos hasta que llegasen a los ocho o diez años de edad”. Otros sentían que sería mejor que algunos niños estuviesen en la escuela en vez de que vagabundeasen por la villa mientras sus padres trabajaban en el hospital o que por alguna otra razón no pudiesen supervisarlos. El problema no se limitaba a Santa Helena; se estaban estableciendo escuelas de iglesia por todo el mundo doquiera los adventistas organizaban iglesias. De modo que en todas partes surgía la pregunta: ¿Qué haremos con el consejo de la Sra. White respecto a cuándo los niños deben empezar a ir a la escuela?

Elena de White estaba en esa reunión de la junta directiva de la escuela de Santa Helena (fue celebrada en su casa en Elmshaven) y tomó la iniciativa para resolver el problema. Recapituló su consejo que había subrayado frecuentemente en cuanto a la responsabilidad de los padres y la firme disciplina en el hogar. Luego indicó que ella también había observado la negligencia de los padres, con ciertos niños que corrían sueltos (especialmente en los jardines del sanatorio), con “ojos penetrantes, ojos de lince, vagando sin nada que hacer… haciendo travesuras”: ¡no era la mejor recomendación del comportamiento adventista para las visitas del sanatorio! Considerando las circunstancias, ella dijo: “Lo mejor que puede hacerse es tener una escuela… para aquellos que debieran estar sometidos a la influencia restrictiva que un maestro puede ejercer”. Luego explicó su declaración anterior en cuanto a mantener a los niños fuera de la escuela hasta que tuvieran diez años, una enseñanza que algunos estaban tratando fielmente de implementar. Ella habló claramente: “Quisiera decirles que no había ninguna escuela observadora del sábado cuando se me dio la luz de que los niños no debían asistir a la escuela hasta que tuviesen suficiente edad como para ser instruidos. Se les debiera enseñar en el hogar cuáles son los modales debidos que han de tener cuando vayan a la escuela y así no descarriarse. La maldad reinante en las escuelas comunes es casi más de lo que se puede concebir. Esa es la realidad”. Ella prosiguió expresando su preocupación por aquellos que hacen una aplicación irrazonable de sus escritos: “Mi mente se ha perturbado grandemente respecto a la idea, ‘Pues la Hna. White ha dicho así y asá… y por lo tanto vamos a hacer exactamente eso’. Dios quiere que todos tengamos sentido común y que razonemos en base al sentido común. Las circunstancias alteran las condiciones. 16 Las circunstancias cambian la relación de las cosas”. Entre las palabras claves que mejor describen a la verdadera Elena de White, debemos incluir “sentido común”. Los principios que ella dio a conocer fueron claros, oportunos y permanentes. Pero su aplicación requería un sentido común santificado. 17 Elena de White comprendió bien la elipse de la verdad. Sabía que la teología sin el sentido común y un estilo de vida correspondiente podía crear prejuicios contra el Evangelio. En todos sus 18 escritos ella recalcó que las pa-labras y los hechos, la doctrina y la vida nunca debieran separarse. El sentido común no es para negar el consejo bíblico; el sentido común santificado aplica las verdades inmutables a la situación humana, teniendo en consideración todas las circunstancias. El sentido común no rebaja las instrucciones de Dios respecto al pensamiento y a la conducta del hombre; eleva a la gente hacia dichas instrucciones, dentro de las capacidades y posibilidades de tiempo, lugar y circunstancia. Los principios son eternos; su aplicación requiere sentido común. En una oportunidad, cuando se le preguntó sobre ciertas prácticas de la escuela sabática, Elena de White contestó: “Exactamente; ése no es el lugar apropiado para ello. Hay que 19 hacerlo, pero tiene su tiempo y lugar”. Por ejemplo, ella escribió extensamente sobre los principios de salud. Mencionó claramente ciertas prácticas de salud que estaban muy adelantadas con respecto al pensamiento convencional de su tiempo. Pero estos principios deben entenderse y aplicarse mediante el sentido común. Respecto a la práctica de comer dos veces por día, escribió: “Algunos comen tres veces por día, cuando dos comidas favorecerían más la salud 20 física y espiritual”. Pero también escribió: “La costumbre de comer sólo dos veces al día es reconocida generalmente como beneficiosa para la salud. Sin embargo, en algunas circunstancias,

habrá personas que requieran 21 una tercera comida”. Revelando aún más ampliamente su sentido común, escribió en 1903: “Yo como sólo dos comidas por día. Pero no creo que el número de comidas debe servir de prueba. Si hay quienes se sienten mejor de salud cuando 22 comen tres comidas, es su privilegio hacerlo”. Lo que sea mejor El principio de qué es lo mejor bajo cualquier circunstancia, no meramente qué es lo bueno, debiera ser el punto de referencia del cristiano. Demasiado a menudo, lo bueno es enemigo de lo mejor. Los consejos de Elena de White también han sido beneficiosos para millones en otras áreas de la vida sana. ¿Por qué? A causa de su principio del sentido común; por ejemplo, en el área de las 23 combinaciones de alimentos 24 o al recomendar las mismas prácticas de salud para todos. Más allá de lo que creía la mayoría de las personas de su tiempo, ella vio la estrecha relación entre la vitalidad, la buena salud en términos generales, y el ejercicio. ¡No sólo el ejercicio sino el tener la correcta actitud cuando uno hace ejercicio! Todo era un asunto de 25 sentido común. Al realizar trabajo público, especialmente en nuestras instituciones de salud, Elena de White amonestó: “Obrad de tal modo que los pacientes vean que los adventistas son un pueblo con sentido 26 común”. Además de eso, los obreros ministeriales y médicos no deben crear la impresión, como algunos grupos cristianos lo estaban haciendo, de que los enfermos podrían ser sanados sólo mediante la 27 oración. Nuevamente Elena de White apeló al sentido común. Parecía que en cada área ella tenía consejos basados en el sentido común. Algunos pastores estaban cayendo víctimas de la moda de elocución que prevalecía entonces, a saber, de predicar en un tono de voz afectado, lejos de un estilo conversacional que reflejaría mejor el ejercicio de un razonamiento sereno. Ella exhortó a los ministros a estudiar la “manera más sabia” de usar sus órganos vocales “mediante el ejercicio de un poco de 28 sentido común”. Elena de White estaba preocupada por la manera como la juventud era educada para el mundo real. Nadie parecía ser más optimista que ella respecto a las posibilidades que se les abren a los jóvenes diligentes y aplicados. Al mismo tiempo, estaba afligida por aquellos que “son seres sencillamente inútiles, pues sirven solamente para respirar, comer, lucir vestidos y hablar sandeces… Pero… [pocos] jóvenes manifiestan 29 juicio sano y buen sentido común. Llevan una vida de mariposas, sin propósito especial”. Ella escribió con frecuencia indicando que el aprendizaje manual como una preparación práctica para la vida debe ser parte de la educación cristiana. Tal aprendizaje haría que una persona que se estuviese preparando para una profesión científica y académica fuese aun más idónea para sus deberes: “La educación que deriva mayormente de los libros, induce a pensar superficialmente. El

trabajo práctico estimula la observación detallada y la independencia de pensamiento. Debidamente hecho, tiende a desarrollar esa sabiduría práctica que llamamos sentido común”.

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Después de ver los servicios de adoración en algunas iglesias, la Sra. White hizo la siguiente observación: “En ciertas ocasiones es más difícil disciplinar a los que cantan y conseguir que lo hagan en forma adecuada, que mejorar los hábitos de oración y exhortación. Muchos quieren hacer las cosas de acuerdo con su propio método; se oponen a las consultas y se impacientan cuando otros los dirigen. Se requieren planes bien maduros en el servicio 31 de Dios. El sentido común es algo excelente en el culto que se rinde al Señor”. Este principio del sentido común debiera aplicarse a todas las áreas de la vida cristiana, como 32 ser en el tipo de ropa que uno usa. De vez en cuando había gente que ejercía presión para convertir la cuestión de la vestimenta en una controversia en la iglesia. Aquí nuevamente Elena de White usó sentido común y dio consejos prácticos: “La cuestión del vestido no debe ser nuestra verdad presente… Siga las costumbres [prevalecientes] en la vestimenta en tanto estén de acuerdo con los principios de la salud. Vístanse nuestras hermanas con sencillez, así como muchas lo hacen, teniendo vestidos de buen material, durables, modestos, 33 adecuados a su edad, y que el problema del vestido no ocupe la mente”. Estando en Oslo, Noruega, en 1885, Elena de White aconsejó a unos 120 adventistas nuevos, algunos de los cuales necesitaban orientación en cuanto a niños que asistían a escuelas públicas en sábado, y realizaban transacciones comerciales en sábado. Algunos, sin embargo, “concedían una importancia exagerada a la cuestión del vestido, criticaban los trajes que otros llevaban, y condenaban prontamente a todos los que no se con-formaban con exactitud a sus ideas. Unos pocos condenaban los retratos y sostenían que estaban prohibidos 34 por el segundo manda-miento, y que debería destruirse todo lo que fuera de esa clase”. ¿Qué problema vio ella? Temía que los “incrédulos” recogiesen la impresión de que los adventistas “constituían un conjunto de extremistas y fanáticos, y que su fe peculiar los tornaba poco amables, descorteses y de un carácter no cristiano”. Dijo además que “un fanático causará mucho daño con su espíritu fuerte y sus ideas radicales cuando se dedique a oprimir la conciencia de los que desean obrar 35 correctamente”. Con el transcurso del tiempo tuvo la satisfacción de ver que prevaleció el sentido común. En sus sermones y en muchas cartas a jóvenes a quienes conocía bien, la Sra. White recalcó 36 la necesidad de sentido común en la elección de un compañero o compañera para la vida. Sus consejos abarcantes incluían orientación directa y cándida a miembros de iglesia que estaban casados. Ella señaló que las tensiones del hogar eran causadas a menudo por irresponsabilidad conyugal y por falta de sentido 37 común. Consejera práctica La religión práctica parecía ser el tema que armonizaba todos los escritos de Elena de White. Ella vio una conexión directa entre trabajar para la iglesia y representar apropiadamente el carácter de Dios. Cuando la

naciente casa publicadora de Australia estaba próxima a la bancarrota, ella señaló los problemas: Se ofrecían los trabajos a precios demasiado bajos, la administración del control de los costos era deficiente, los gastos generales de la oficina eran demasiado altos. Entonces ella escribió: “Se me mostró que ésta no era la manera de hacer negocios. No es la voluntad de nuestro Padre celestial que se maneje su obra de modo que sea un motivo de continua vergüenza… Algunos de los obreros no estaban dispuestos a ayudar e instruir a sus compañeros de trabajo… Los empleados en la oficina de Echo comprendían muy poco los métodos correctos para obtener éxito”. Terminó su consejo con estas palabras: “Hermanos y hermanas relacionados con la obra de la oficina 38 de Echo, estas palabras que he escrito me fueron dichas por mi guía”. Durante esos días difíciles, cuando el futuro de un colegio en Australia parecía incierto, Elena de White tenía confianza en que el terreno comprado a “precio tan barato” realmente satisfaría todas las necesidades de una escuela futura. Pero ninguno de los miembros del comité estaba convencido en cuanto a lo que a ella 39 se le había mostrado. Ella estaba angustiada ante su “cautela no santificada”. En una carta a Marian Davis, su confidente y eficiente colaboradora en la preparación de libros, la Sra. White usó de su imaginación práctica respecto a Avondale, y, basada en el consejo de su Guía, escribió: “He planeado lo que puede cultivarse en diferentes lugares. He dicho: ‘Aquí puede haber una cosecha de alfalfa; allí puede haber fresas; aquí puede haber maíz dulce y maíz común; y este terreno dará buenas papas, 40 mientras que aquél dará buen fruto de toda clase de cultivos’ ”. Parte del problema al comienzo de su estadía en Australia era que no se había hecho mucho en materia de cultivo científico de la tierra. Elena de White sabía que si Avondale pudiera mostrar la manera de administrar debidamente el suelo, el colegio no sería el único que se beneficiaría. Ella sabía que la pobreza en esa área de Australia se reduciría grandemente cuando la gente viese cuán exitosamente podían cultivar su propio alimento. En una carta a Edson, ella destacó el hecho de que había estado dando el ejemplo en el cultivo de la huerta en la escuela y en su propio terreno algo menor de una hectárea [dos acres]: “El cultivo de nuestra tierra requiere el ejercicio de toda la capacidad intelectual y el tacto que poseamos. Las tierras que nos rodean testifican de la indolencia del hombre… Esperamos ver agricultores inteligentes, que serán recompensados por su empeñoso 41 trabajo… Si logramos esto, habremos hecho una buena obra misionera”. Curación de Herbert Lacey A menudo se necesitaba el consejo práctico en el tratamiento de los enfermos. El profesor Herbert Lacey, que dirigía el programa de la escuela en Avondale a comienzos de 1897, se estaba consumiendo rápidamente debido a la fiebre tifoidea. Perdió nueve ki-os (veinte libras) en una semana; su vitalidad era baja y su fiebre, alta. Convencidos del éxito del Dr. Kellogg mediante la hidroterapia, los integrantes del equipo médico aplicaron hielo para reducir la fiebre y restaurarle el movimiento en “los intestinos”. Al oír esto, Elena de White despachó inmediatamente un telegrama al personal médico: “No usen hielo, sino aplicaciones calientes”. ¿Por qué hizo esto y con tanta prontitud? Ella había visto morir de tifoidea a demasiados pacientes, mayormente a causa de los medicamentos convencionales que desgastaban la capacidad del paciente para vencer el agotamiento ocasionado por tales medicamentos. Pero también sabía que la hidroterapia debía usarse sabiamente. Con la vitalidad de Lacey a un nivel bajo, el hielo en la cabeza y en el cuerpo lo debilitaría aún más.

La Sra. White escribió más tarde sobre este serio incidente: “Yo no iba a ser tan delicada en mi relación con el médico como para permitir que se extinguiese la vida de Herbert Lacey… Podría haber casos en los que las aplicaciones de hielo diesen resultado. Pero los libros con prescripciones que se siguen al pie de la letra respecto a las aplicaciones de hielo debieran tener explicaciones adiciona-les, que las personas con poca vitalidad debieran usar calor en lugar de frío… Proceder tal como lo indica 42 el libro del Dr. Kellogg sin considerar al paciente es simplemente irresponsable”. Grace White Jacques, nieta de Elena de White, dijo cierta vez lo siguiente en cuanto al sentido práctico de su abuela como también de su sentido común: “Recuerdo a una joven enfermera que tenía sólo unas pocas ropas, y mi abuela le dio tres cortes de tela para vestidos, uno de color rojo, otro azul y otro de color dorado. Le dijo a esta joven, 43 como lo había hecho a otras, que por lo menos debiera tener un vestido rojo”. Elena de White nunca perdió su capacidad de relacionarse con la gente en forma práctica. Referencias

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Christian, Fruitage of Spiritual Gifts, p. 48. Bio., t. 3, p. 195. Id., p. 290. Delafield, Elena G. de White en Europa, p. 195-196. Id., p. 199. Manuscrito 4, 1878, citado en MR, t. 5, p. 178. Glen Baker, “The Humor of Ellen White”, Adventist Review, 30 de abril, 1987. Conducción del niño, p. 389.

Testimonies, t. 1, p. 464.

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Bio., t. 6, pp. 124-129. D. E. Robinson a W. C. White, 30 de septiembre, 1906. Baker, op. cit. Ibíd.

Ver p. 395. “Acerca de los testimonios, nada es ignorado, nada es puesto a un lado. Sin embargo, deben tomarse en cuenta el tiempo y el lugar. Nada debe hacerse fuera de su tiempo. Algunos asuntos deben ser retenidos porque algunas personas darían un uso impropio a la luz dada. Son esenciales cada jota y cada tilde y deben aparecer en un tiempo oportuno. En lo pasado, los testimonios fueron

cuidadosa-mente preparados antes de que se los enviara para su publicación. Y todavía cada asunto es cuidadosamente estudiado después de ser escrito por primera vez”.—Mensajes selectos, t. 1, p. 65.

15

Testimonies, t. 3, p. 137.

16

Bio., t. 5, pp. 312-315. Lea toda la sección, págs. 315-317, para ver comentarios adicionales que exponen los principios claros de Elena de White respecto a la educación temprana, a quiénes y cómo debiera proveerse.

17

Ver Apéndice P.

18

“Hemos de ser guiados por la verdadera teología y el sentido común. Nuestras almas han de estar rodeadas por la atmósfera del cielo. Los hombres y mujeres deben vigilarse a sí mismos; deben estar constantemente en guardia, sin permitir una palabra o un acto que haga que se hable mal de lo bueno de ellos. El que profesa ser un seguidor de Cristo ha de vigilarse a sí mismo, manteniéndose puro e incontaminado en pensamiento, palabra y acción. Su influencia sobre otros ha de ser elevadora. Su vida debe reflejar los brillantes rayos del Sol de justi-cia”.—

Counsels to Parents, Teachers, and Students, p.257. 19 20 21 22

Consejos sobre la obra de la Escuela Sabática, p. 208. Testimonies, t. 4, pp. 416-417. El ministerio de curación, p. 247. Ver también La educación, pp. 200-201. Consejos sobre el régimen alimenticio, p. 211.

23

“En el uso de los alimentos debiéramos ejercer buen juicio y sentido sano. Cuando encontramos que algo no nos sienta bien, no necesitamos escribir cartas con preguntas [a Elena de White] para descubrir la causa de la molestia. Debemos usar la razón. Cambiar la dieta; usar menos de algunos de los alimentos; probar otros modos de prepararlos. Pronto sabremos el efecto que ciertas combinaciones tienen sobre nosotros. No somos máquinas; somos seres humanos inteligentes, y hemos de ejercitar nuestro sentido común. Podemos experimentar con diferentes combinaciones de alimen-tos”.— The Kress Collection, p. 144.

24

“En la reforma alimenticia hay verdadero sentido común. El asunto debe ser estudiado con amplitud y profundidad, y nadie debe criticar a los demás porque sus prácticas no armonicen del todo con las propias. Es imposible prescribir una regla invariable para regular los hábitos de cada cual, y nadie debe erigirse en juez de los demás. No todos pueden comer lo mismo. Ciertos alimentos que son apetitosos y saludables para una persona, bien pueden ser desabridos, y aun nocivos, para otra. Algunos no pueden tomar leche, mientras que a otros les asienta bien. Algunos no pueden digerir guisantes ni judías; otros los encuentran saludables. Para algunos las preparaciones de cereales poco refinados son un buen alimento, mientras que otros no las pueden comer”.— El ministerio de curación, p. 246. “No hagamos de la reforma de la salud un armazón de hierro, cortando a las personas o estirándolas para que encajen en él. Una persona no puede ser la norma para todas las demás. Lo que queremos es un poco de buen sentido común. No seamos extremistas. Si usted va a equivocarse, sería mejor hacerlo del lado de las personas antes que del lado en el que no se las puede alcanzar. No sea excéntrico por el hecho de ser excéntrico. Afuera con las tortas. Las personas pueden matarse con los dulces. Se les hace más daño a los

niños con los dulces que con cualquier otra cosa”.—Sermons and Talks, t. 1, p. 12.

25

“El mundo está lleno de mujeres con poca vitalidad y menos sentido común. La sociedad necesita grandemente mujeres jóvenes, sensibles, que no teman trabajar y ensuciarse las manos. Dios les dio manos para emplearlas en el trabajo útil. Dios no nos dio la maravillosa maquinaria del cuerpo humano para paralizarnos por la inacción. La maquinaria viviente que Dios diseñó debiera estar diariamente en actividad, y en esta actividad o movimiento de la maquinaria reside su poder preservador. El trabajo manual activa la circulación de la sangre. Cuanto más activa sea la circulación más libre estará la sangre de obstrucciones e impurezas. La sangre nutre el cuerpo. La salud del cuerpo depende de la circulación saludable de la sangre. Si el trabajo se lo realiza sin entusiasmo, es una labor monótona, y no se obtiene el beneficio que debiera derivarse del ejercicio”.—Signs of the Times, 29 de abril de 1885.

26

El evangelismo, p. 393.

27

“No permitamos que prevalezca la idea de que el Retiro de Salud es un lugar donde los enfermos se sanan por la oración de fe. Hay casos cuando se hará esto, y necesitamos tener fe en Dios constantemente. Que nadie piense que aquellos que han abusado de sí mismos y no se han cuidado inteligentemente pueden venir al Retiro de Salud y ser sanados por la oración de fe, porque esto es presunción. Veo tan poca sabiduría, tan poco sentido común puesto en práctica por algunos de nuestros hermanos, que mi corazón está enfermo, dolorido y angustiado. No tienen ideas sensatas ni honran a Dios. Necesitan un toque divino. Si alguna vez prevaleciese la idea de que los enfermos pueden venir al Instituto para ser curados por la oración de fe, usted tendrá tal estado de cosas que no puede ni siquiera imaginar ahora, aunque se lo explicara con el mejor idioma que pudiese emplear”.—MR, t. 7, p. 370 (1886).

28

“Vi que nuestros ministros se estaban perjudicando grandemente por el uso descuidado de sus órganos vocales. Se les llamó la atención a este importante asunto, y por el Espíritu de Dios se les dieron advertencias e instrucciones. Era su deber conocer la manera más sabia de usar estos órganos. La voz, este don del cielo, es una facultad poderosa para el bien, y si no es pervertida, glorificará a Dios. Lo esencial era estudiar y seguir concienzudamente unas pocas reglas sencillas. Pero en vez de educarse a sí mismo, como podrían haber hecho mediante el ejercicio de un poco de sentido común, emplearon a un profesor de elocución”.—Testimo-nies for the Church, t. 4, p. 604. Ver también Medical Ministry, pp. 264-265.

29 30 31 32

Joyas de los testimonios, t. 1, p. 144. La educación, p. 216. El evangelismo, p. 368.

“Los cristianos no debieran afanarse por vestirse de manera diferente del mundo a tal punto que por el espectáculo que presentan llamen la atención de los demás. Pero si al seguir su convicción del deber en cuanto a vestirse modesta y saludablemente se encuentran fuera de la moda, no debieran cambiar su vestimenta a fin de ser como el mundo; pero sí debieran manifestar una noble independencia y valor moral para ser correctos, aunque todo el mundo difiera de ellos. Si el mundo introduce una moda de vestir que es modesta, conveniente y saludable, que está de acuerdo con la Biblia, el adoptar dicho estilo de vestir no cambiará nuestra relación con Dios o con el mundo. Los

cristianos debieran seguir a Cristo y hacer que su vestimenta se conforme a la Palabra de Dios. Debieran evitar los extremos. Debieran procurar humildemente una línea de conducta recta, sin tener en cuenta el aplauso o la censura, y debieran aferrarse a lo correcto en virtud de sus propios méritos”.—Testimonies, t. 1, pp. 458-459 (1864).

33

Id., p. 333. Para ver el Manuscrito 167, 1897, en su totalidad, donde Elena de White enunció principios orientadores sobre la reforma de la vestimenta, ver el apéndice en D. E. Robinson, The Story of Our Health Message (Nashville: Southern Publishing Association, 1965, tercera edición), pp. 441445.

34 35

Mensajes selectos, t. 2, p. 368. Id., pp. 368-369.

36

“Los jóvenes confían demasiado en los impulsos. No deberían entregarse demasiado presto ni dejarse cautivar tan pronto por el exterior atrayente del objeto de su afecto… Si en algo se necesita el buen sentido es en esto, pero el hecho es que éste tiene poco que ver en el asunto”.—Mensajes para los jóvenes, pp. 447-448. Ver Review and Herald, 26 de enero, 1886.

37

Al extender una apelación a una esposa egocéntrica, Elena de White escribió: “¿Piensa usted que no se chasqueará su esposo cuando descubra lo que Dios me ha mostrado que usted es? ¿Se casó usted con la expectativa de que no llevaría cargas, no compartiría perplejidades, no ejercitaría abnegación? ¿Pensaba su esposo que usted se sentiría sin ninguna obligación de controlar el yo, de ser alegre, amable y paciente, y de ejercer el sentido común?”—MR, t. 16, p. 310

38 39

Bio., t. 4, pp. 26-27. Id., p. 215.

40

Id., p. 154. Para una lectura adicional sobre el desarrollo del Colegio de Avondale bajo la dirección divina, ver p. 355.

41 42 43

Id., p. 224. Id., pp. 292-293. “My ‘Special’ Grandmother” (Mi abuela ‘especial’), The Youth’s Instructor, 5 de diciembre, 1961.