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La predicación expositiva- parte 4 El mensaje sale del texto bíblico Artículo escrito por: Francisco Schmidt Usado con permiso En una predicación, ¿está bien predicar conceptos bíblicos sin hacer referencia a la Biblia? ¿Está bien leer el pasaje en la introducción y no hacer referencia al texto en el resto del mensaje? En esta serie de artículos, venimos reflexionando en una definición de la predicación expositiva: “La predicación expositiva es la comunicación de un concepto bíblico, derivado de y trasmitido por un estudio histórico, gramatical, y literario del pasaje en su contexto, el cual el Espíritu Santo primero aplica a la personalidad y experiencia del predicador y después a través de él a los oyentes.” En un artículo anterior, hablamos de la importancia de tener un mensaje central que unifica la prédica. En otro artículo, observamos que el uso que el predicador hace de la Palabra para sustentar esta idea o concepto central es mayormente lo que le hace una predicación expositiva o no. La parte de la definición arriba que subrayé – “y trasmitido por” – comunica que esta idea no sólo debería venir de un buen estudio del pasaje bíblico, sino que el predicador debería comunicar a los oyentes cómo la Biblia realmente enseña esta idea. Para expresarlo en otras palabras, en su manejo de la Palabra en sus predicaciones el predicador expositivo en efecto está diciendo a cada rato, “¡Miren lo que Dios dice!” El predicador expositivo debería leer, explicar y aplicar la Palabra en varios puntos de un mensaje. Quizá ayude contrastar lo que estoy proponiendo con otras maneras de manejar la Palabra en un sermón. Hay iglesias en que el predicador trasmite conceptos bíblicos – cómo manejar sabiamente las finanzas, cómo criar a los hijos, por ejemplo – pero sin hacer referencia alguna en el mensaje de que estos conceptos vienen de la Palabra. Este modelo de predicación se encuentra en algunas de las iglesias conocidas como “sensibles a buscadores” en que procuran que no creyentes asistan los cultos dominicales y se esfuerzan para comunicarles el evangelio en términos muy contemporáneos. En cuanto a omitir referencias a la Biblia, el razonamiento es que, como muchos no creyentes no aceptan la Palabra como autoridad, el predicador les dará los conceptos sin decirles de dónde viene. Algunos defienden la práctica con el ejemplo de Pablo en Hechos 17:16-34 cuando predicó a los filósofos paganos en el Areópago. Es cierto que Pablo empezó con cosas que ellos conocían y aceptaban, como el altar “al Dios desconocido” (v.23) y una cita de un poeta griega (v.28). Es también cierto que Pablo no citó el Antiguo Testamento como normalmente solía hacer cuando predicaba el evangelio, aunque los conceptos expresados en este sermón definitivamente eran muy bíblicos y teológicos. Sin embargo, llama la atención el hecho de que Pablo, conociendo el prejuicio que estos filósofos griegos tendían en contra del concepto de la resurrección física de la

muerte, no se asustó de hablar de la resurrección de Cristo en su sermón (v.31). Y era precisamente en este punto donde varios de los oyentes rechazaron el mensaje (v.32). Obviamente, la idea de Pablo no era evitar ofender a los oyentes. Quizá otra diferencia entre la predicación de Pablo en Hechos 17 y la predicación dominical en una iglesia es que Pablo estaba en el territorio de los filósofos. Estaba en el Areópago, no en una iglesia. Si los filósofos hubieran llegado a escuchar a Pablo en el culto de una iglesia, a lo mejor su sermón hubiera sido diferente. Si la gente llega a una iglesia, es que saben que es iglesia y que ahí se habla de la Biblia. En una iglesia, ¿no sería mejor mostrar cómo la Biblia enseña estos conceptos? La Biblia, siendo inspirada, tiene autoridad en la vida de las personas (2ª Timoteo 3:1617). El peligro de predicar sin hacer referencia a la Biblia es que deja la impresión de que la autoridad de cada mensaje viene del conocimiento y experiencia del predicador. Si uno tuviera oportunidad de dirigirse a una audiencia de no creyentes en su “territorio” – por ejemplo a la facultad de ciencia o de filosofía de una universidad -a lo mejor eso es el contexto oportuno para hacer lo que hizo Pablo en Hechos 17; sin embargo, no recomiendo omitir referencia a la Biblia en las predicaciones en la iglesia domingo tras domingo. Pero hay otra práctica más común referente al uso de la Palabra durante el mensaje. Algunos predicadores leen todo el pasaje de un solo en la introducción del mensaje, pero después no muestran cómo sus puntos vienen del pasaje (aunque sí vienen del pasaje). Tampoco recomiendo esta práctica. No es malo leer el texto entero en la introducción. De hecho, en congregaciones donde mucha gente es analfabeta, es buena idea leer no sólo el texto sobre el cual va a predicar sino capítulos enteros de la Biblia. ¿De qué otra manera muchos hermanos analfabetos van a recibir la Palabra para alimentarse? Sin embargo, si el predicador no hace referencia al texto durante su mensaje, pocos hermanos van a poder hacer la conexión entre diferentes puntos y el texto. También corre el peligro de dejar la impresión de que la relación de la Palabra con el mensaje es como la relación entre cantar el himno nacional con un acto público: se hace al principio, y de ahí en adelante nadie piensa más en ello. Si el predicador lee el texto entero en la introducción, está bien. Pero en el desarrollo del mensaje, que muestre la relación entre el texto y el mensaje, con un patrón así: declarar un punto principal del mensaje, leer la parte del texto que apoya este punto y después explicar el texto. Por ejemplo, si uno fuera a predicar el Salmo 100, podría ser que su bosquejo fuera algo así: I. “Hermanos, debemos alabar a Dios con gran gozo porque El nos hizo.” De ahí, el predicador podría leer en voz alta vv.1-3, y después comentar que hay varias frases que comunican expresión de alabanza a Dios: “cantad alegres” (v.1), “servid a Jehová” y “venid ante su presencia” (v.2) y en v.3 “reconoced que Jehová es Dios.”

Pero también podría comentar que en estos versículos hay repetición de la manera en que debemos alabar a Dios: “alegres” (v.1), “con alegría” y “con regocijo” (v.2). Finalmente podría mostrar en v.3 la razón por lo cual debemos alabar a Dios así: porque El es nuestro creador y tenemos una relación especial con El. II. “Hermanos, debemos alabara a Dios con acción de gracias porque Dios es siempre bueno, misericordioso y fiel.” El predicador podría leer en voz alta vv.4-5 y después decir que v.4 habla de alabanza de nuevo pero agrega la frase “con acción de gracias.” Y v.5 da la razón: “Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia y su verdad para todas las generaciones.” La idea del Salmo 100 parece ser la combinación de las dos afirmaciones: debemos alabar a Dios con gozo, porque El nos hizo y con acción de gracias por Su bondad, misericordia y fidelidad. Para expresarlo en otras palabras, Salmo 100 nos da dos estrofas que dicen CÓMO debemos alabar a Dios y POR QUÉ. Lo que espero que haya captado del ejemplo es que durante el transcurso del mensaje, el predicador debe mostrar a los hermanos los conceptos que salen del Salmo y cómo el Salmo enseña estos conceptos. Para ser buenos predicadores expositivos, ¡mostremos a la gente cómo nuestro mensaje sale del texto bíblico!

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