En plena interna, caen Abad y Echegaray El jefe de la AFIP y el ...

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Política

Página 6/LA NACION

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Miércoles 19 de marzo de 2008

Crisis en el gabinete: la Presidenta decidió la salida de dos funcionarios de alto rango

En plena interna, caen Abad y Echegaray El jefe de la AFIP y el director de la Aduana renunciaron después de haber protagonizado una áspera disputa de poder Por Mariana Verón

El análisis

De la Redacción de LA NACION La presidenta Cristina Kirchner puso fin ayer a la última pelea interna que había estallado en su gobierno: decidió echar al administrador federal de ingresos públicos, Alberto Abad, y al director de la Aduana, Ricardo Echegaray, ambos enfrentados históricamente, pero que en los últimos días habían protagonizado una dura disputa pública. A las 17 llegó al despacho de la Presidenta la renuncia de Abad, un hombre que responde al jefe de Gabinete, Alberto Fernández. Dos horas más tarde apareció el texto de Echegaray, un “pingüino”, según la jerga santacruceña, de lazo directo con el ex presidente Néstor Kirchner. “Motivos personales”, alegó Alberto Fernández cuando anoche, poco antes de las 21, anunció en la Casa Rosada que la Presidenta les había aceptado la renuncia a ambos. En lugar de Abad asumirá la semana próxima Carlos Fernández, actual secretario de Ejecución Presupuestaria de la Jefatura de Gabinete y ex ministro de Economía en el mandato de Felipe Solá en la provincia de Buenos Aires. El jefe de los ministros logró así colocar un hombre de su confianza a la cabeza de la AFIP. Aún no se definió quién reemplazará a Echegaray, que en los hechos será un subalterno del nuevo titular de la AFIP. Abad le había pedido la renuncia a Echegaray hacía más de una semana, después de que el ahora ex director de Aduanas cuestionara, en una nota que publicó LA NACION, el sistema de control de las importaciones y las exportaciones, conocido como María. En esa primera reacción, quien buscó calmar los ánimos fue Alberto Fernández, siempre por pedido de Cristina Kirchner. Le recriminó a Echegaray que hiciera cuestionamientos públicos, pero le dijo que podía ayudarlo. “Yo no renuncio”, contestó entonces Echegaray. El silencio posterior a la disputa selló la suerte de ambos. Cristina Kirchner esperó un tiempo porque en el mismo momento había estallado otra cara de la interna kirchnerista: la pelea entre el ministro de Economía, Martín Lousteau, y el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, por el controvertido índice de precios al consumidor (IPC). Sólo ayer la Presidenta decidió la salida de los dos funcionarios, fiel a la lógica del poder que profesan los Kirchner: no ganan ni unos ni otros. “Es un delirio que se cuestionen a través de los medios. Eso para la Presidenta es inaceptable”, dijo a LA NACION un ministro nacional. El funcionario

Kirchner forzó el final Continuación de la Pág. 1, Col. 5

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Echegaray y Abad, en una imagen del año pasado antes de que la relación entre ellos se hiciera insostenible

destacó, de todas maneras, que la decisión de la Presidenta no tiene nada que ver con la gestión que desempeñó cada uno.

“Bien parado” “Soy un funcionario de carrera y me voy bien parado”, dijo anoche Echegaray a LA NACION en un corto diálogo telefónico. Se excusó, no obstante, de hacer más declaraciones sobre su alejamiento del Gobierno. Apenas argumentó que la decisión de la Presidenta buscó “descomprimir la situación” a la que había llegado el enfrentamiento con Abad. En su entorno, no obstante, parecían mostrar que el ex funcionario había salido airoso de la pelea. Cuando la disputa se hizo pública, se especuló con que Cristina Kirchner podría inclinarse por Abad, en virtud del buen desempeño que tuvo como administrador desde el inicio de su gestión, en 2002. Según razonaban allegados a Echegaray, Abad –como su jefe– podría haberlo echado. “Alguien frenó esa decisión”, destacaban anoche cerca del ex director de la Aduana. “El renunció, yo renuncié”, se lo escuchó decir a Echegaray, que había tenido el mismo cargo en Río Gallegos, junto a Kirchner.

En una medida sin precedente, como titular de la Aduana, Echegaray había pedido a la Justicia que interviniera el sistema María ante la detección de casos de vulneración y manipulación del software que registra y controla todas las importaciones y exportaciones del país. Después de que lo publicara LA NACION llegó la reacción de Abad, que dejó trascender a la prensa que los días del titular de la Aduana estaban contados. “El sistema tiene deficiencias y se trabaja sobre ellas, pero Echegaray no puede salir a criticarlo como si fuera un analista externo, porque eso es lo mismo que decir que las fronteras son inseguras: ¿cuál es el mensaje que se les está dando a los operadores del sector: que no respeten el sistema?”, se habían quejado entonces en la AFIP. Ayer, la Presidenta puso su firma para terminar con la disputa entre sus subordinados. Según admitió un alto funcionario, en la Casa Rosada no está previsto que Abad o Echegaray sean reubicados pronto en algún otro sector del Gobierno. Para la semana próxima, cuando regrese la Presidenta de pasar las Pascuas en El Calafate, decidirá quién será el próximo director de la Aduana, indicaron las fuentes.

El personaje en la noticia

Carlos Fernández, un fiel servidor En los últimos años se ha ganado la confianza del ex presidente Néstor Kirchner. En 2006, cuando fue secretario interino de Hacienda, Kirchner lo consultaba a diario por el estado de las finanzas públicas. El año pasado, el entonces jefe del Estado lo envió como ministro de Economía bonaerense de Felipe Solá. Ahora será el administrador federal de ingresos públicos. Fernández, casado y con tres hijos, vive en Bernal y es hincha de Gimnasia y Esgrima La Plata. En la capital bonaerense se recibió de economista (1979). Aunque es peronista, siempre mantuvo un perfil técnico. Es especialista en finanzas públicas y en administración tributaria y financiera. Hombre de pocas palabras, hosco y

frontal, fue director nacional de Coordinación Fiscal con las Provincias entre 1989 y 1997. Ese año se integró como subsecretario bonaerense de Política y Coordinación Fiscal, cargo que desempeñó durante seis años. En 2003 volvió a la Nación como subsecretario de Relaciones con las Provincias. En 2006 reemplazó a Carlos Mosse, cuando éste tomó una licencia como secretario de Hacienda. Al año siguiente lo nombraron en lugar del ministro de Economía bonaerense, Gerardo Otero, que se oponía a una suba salarial para los docentes. Daniel Scioli no lo ratificó y entonces el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, lo designó en diciembre en su cartera como subsecretario de Evaluación Presupuestaria.

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Fernández, nuevo jefe de la AFIP

Una pelea que tapó el tema de fondo Es la denuncia judicial del sistema María Por Jorge Urien Berri De la Redacción de LA NACION Nunca se llevaron bien, pero el enfrentamiento entre Alberto Abad y Ricardo Echegaray se endureció hasta alcanzar en los últimos días características de franca batalla. Como director general de Aduanas, Echegaray dependía de Abad, titular de la AFIP. Pero esa dependencia sólo existió en el organigrama. Echegaray se consideraba, y lo era, hombre de confianza de Néstor Kirchner y tenía vuelo propio. Sumaba, además, sus 18 años de carrera en la Aduana. Abad replicó eliminando de sus cargos en la Aduana a cinco personas de confianza de Echegaray. Pero la lucha se descontroló cuando LA NACION reveló, el 8 del corriente, que Echegaray había pedido por escrito a la Justicia que interviniera el sistema informático María, que registra todas las importaciones y exportaciones, por considerar que es vulnerado y manipulado y permite operaciones de contrabando. Por dos motivos, ese pedido a la Justicia cuya difusión les costó ayer sus cargos a ambos entrañaba una gravedad inusitada. Por un lado, el responsable de la Aduana reconocía que el sistema María, su herramienta para combatir el contrabando, no es confiable. Por el otro lado, aunque Echegaray no lo plasmó en aquel primer escrito judicial del 27 del mes último, ni en otros cuatro que presentó días más tarde, era obvio para los conocedores del tema que cargaba la responsabilidad en la AFIP. Porque si bien la Aduana usa el María junto con los operadores del comercio exterior, el responsable del sistema informático en sí, de sus fallas, de la necesidad de actualizarlo o de susti-

tuirlo por otro más moderno, como pedía Echegaray, era y es la AFIP. Tras la revelación de LA NACION, Abad y la Jefatura de Gabinete, principal apoyo de Abad, creyeron que la fuente de información era Echegaray –no lo era– y la semana última Abad, según tres fuentes oficiales, dio un ultimátum al Gobierno: si el lunes, por anteayer, Echegaray permanecía en su cargo, él se iba. La pelea política entre ambos oculta un tema de fondo: la presunta manipulación del María y sus consecuencias. En una causa por contrabando originada en una usurpación de CUIT mediante la manipulación del María, Echegaray aportó hace dos semanas una serie de actas de reuniones de la Comisión de Selectividad de la Aduana a las que asiste también personal de la AFIP. Esas actas registran, desde noviembre de 2006, la vulnerabilidad del María. En el acta del 8 de marzo del año pasado se afirma que la usurpación de CUIT “representa una variable de riesgo altísimo, principalmente para el control de posibles acciones de narcotráfico”. Tal vez Echegaray haya pedido a la Justicia la intervención del María como un arma contra Abad. Pero funcionarios de la Aduana y operadores de comercio exterior repiten que el María debe ser actualizado o reemplazado, y está presupuestado el dinero para ese reemplazo o actualización. Su vulnerabilidad ya ocasionó una muerte: la de Gabino Sánchez, jefe de la Aduana de Bernardo de Irigoyen, en Misiones. Sánchez investigaba, precisamente, la manipulación del sistema María cuando, dos días después de que Echegaray presentara su primer pedido a la Justicia, lo asesinaron de un tiro en la cabeza.

más reconocido que criticado por los principales especialistas tributarios del sector privado, le pidió hace más de un mes al jefe de Gabinete que echara a Echegaray, al considerar que este funcionario “operaba” en su contra y, al mismo tiempo, que desgastaba el Sistema María, de control del comercio exterior, que debía supervisar. El conflicto no se limitaba a una cuestión de personalidades: Echegaray nunca aceptó tener otro jefe que Kirchner y el ex presidente alimentó este sistema de “puenteo”, al igual que en otras áreas de vital importancia del Gobierno, sobre todo en el Ministerio de Economía desde la salida de Roberto Lavagna, a fines de 2005. Echegaray, en cambio, sostenía que ya no podía acallar sus críticas al Sistema María porque de lo contrario él y Abad hubieran quedado sujetos a innumerables causas judiciales en el futuro por denuncias de empresas. Algunos días, jugaba duro a través de los medios periodísticos para demostrar su autonomía; otros, daba señales de reconciliación, cuando la cuerda se tensaba demasiado. Anoche esa cuerda se rompió y fue la presidenta Cristina Kirchner la que tomó la decisión formal luego de recibir la renuncia de ambos funcionarios. Abad había tenido éxito en dirimir enfrentamientos con los anteriores directores de la Aduana –que depende orgánicamente de la AFIP–, José Sbatella y Mario Das Neves, apoyado primero por Lavagna y luego por el jefe de Gabinete, Alberto Fernández. Sin embargo, logró mantenerse al margen de las duras disputas internas del kirchnerismo sobre la base de los buenos resultados de la recaudación impositiva (por el fuerte incremento de la presión tributaria y por las mejoras en la gestión) y un perfil más técnico que político. En la AFIP desarrolló su estrategia apoyado sobre los principales funcionarios de carrera de la Dirección General Impositiva (DGI), pero en la Aduana nunca terminó de hacer pie. Anoche, en la DGI había una mezcla de pena por la salida de Abad y de alivio porque su reemplazante no será un político tradicional o un “pingüino”. Su sucesor, Carlos Fernández, es un economista, pero muy ligado al jefe de Gabinete y, por lo tanto, más permeable a las presiones de la Casa Rosada en un organismo tan sensible por su poder de fuego sobre el sector privado. El primer jefe de la AFIP, Carlos Silvani, se tuvo que ir por pedido del entonces ministro de Economía de la Alianza, José Luis Machinea. Luego pasaron Héctor Rodríguez y Armando Caro Figueroa, consumidos por la crisis de 2001 que desembocó en el fin de la convertibilidad y en el default. Abad tenía estabilidad por ley hasta fin de este año, pero justo cuando se cumplen los primeros 100 días del nuevo gobierno pasó a ser el primer ex funcionario de la administración de Cristina, marginado, paradójicamente, al mismo tiempo que Echegaray. Curioso destino para Abad, que hasta hace unos meses sonaba como posible ministro de Economía; en la Argentina de hoy, todavía es Kirchner (Néstor) quien da y quien quita.