El significado de la muerte cristiana

64). El amor perfecto hace posible nuestra entrada en el cielo, el amor imperfecto requerirá purificación y una falta total de amor significará una separación eterna de Dios. “El cielo es el fin último y la realización de las aspiraciones más profundas del hombre, el estado supremo y definitivo de dicha” (CIC, no. 1024). Esto.
190KB Größe 16 Downloads 99 vistas
El significado de la muerte cristiana La vida de los que en ti creemos, Señor, no termina, se transforma; y, al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo —Prefacio de difuntos I, Misal Romano; CIC, no. 1012 El último artículo del Credo proclama nuestra creencia en la vida eterna. En la Recomendación del Alma a veces escuchamos esta oración: “Sal, alma cristiana, de este mundo […] Que descanses hoy en paz y habites con Dios en su Reino […] que veas cara a cara a tu redentor” (Oración de Recomendación del Alma, no. 220). La Muerte es el final natural e inevitable de la vida en la tierra. “Hay un tiempo para nacer y otro para morir” (Qo 3:2). Cambiamos, envejecemos, incluso la muerte parece algo apropiada tras una vida plena. “El polvo regresará a la tierra de donde vino, y el espíritu a Dios, que lo dio” (Qo 12:7). Pero la realidad de la muerte y su finalidad dan una urgencia a nuestras vidas. “La muerte pone fin a la vida del hombre como tiempo abierto a la aceptación o rechazo de la gracia divina manifestada en Cristo” (CIC, no. 1021). Esta enseñanza reconoce que la muerte de una persona marca el final de nuestro viaje terrenal con sus tristezas y alegrías, con sus fallos pecaminosos y los triunfos de la gracia y ayuda salvíficas de Cristo. La Iglesia enseña que “cada hombre, después de morir, recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular” (CIC, no. 1022). San Juan de la Cruz (1542-1591) escribió: “A la tarde te examinarán en el amor” (Dichos, no. 64). El amor perfecto hace posible nuestra entrada en el cielo, el amor imperfecto requerirá

purificación y una falta total de amor significará una separación eterna de Dios. “El cielo es el fin último y la realización de las aspiraciones más profundas del hombre, el estado supremo y definitivo de dicha” (CIC, no. 1024). Esto se llevará a cabo mediante una perfecta comunión con la Santísima Trinidad, la Santísima Madre de Dios, los ángeles y los santos. Jesucristo nos abrió el cielo con su muerte y Resurrección. ¿Cómo es el cielo? Las Sagradas Escrituras usan una variedad de imágenes para ayudarnos a comprender lo que es el cielo, como una fiesta de bodas, un banquete, la casa del Padre, un estado de felicidad eterna. Pero el verdadero cielo va más allá de cualquier imagen que podamos pintar. “Que lo que Dios ha preparado para los que lo aman, ni el ojo lo ha visto, ni el oído lo ha escuchado, ni la mente del hombre pudo siquiera haberlo imaginado” (1 Co 2:9). Ver a Dios, cara a cara, en toda su Gloria es el aspecto esencial del cielo. Esto es lo que se llama la visión beatífica. Para hacer esto posible Dios se debe revelar a sí mismo y darnos la capacidad para contemplarlo. ¡Cuál no será tu gloria y tu dicha!: Ser admitido a ver a Dios, tener el honor de participar en las alegrías de la salvación y de la luz eterna en compañía de Cristo, el Señor tu Dios […] gozar en el Reino de los cielos en compañía de los justos y de los amigos de Dios, las alegrías de la inmortalidad alcanzada. (San Cipriano, Epístola 56, 10, 1) “La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados” (CIC, no. 1031). Aquellos que mueren en un estado de amistad con Dios pero que no

están totalmente purificados y perfeccionados reciben la seguridad de su salvación eterna. Sin embargo, deben pasar por una purificación para obtener la perfección del amor y la santidad necesarios para entrar al cielo, donde tendrán un corazón que está completamente abierto a Dios. Este proceso se llama Purgatorio. Nos es imposible imaginar lo que es el Purgatorio. Tradicionalmente se ha descrito como un fuego purificador. Ya que el alma humana no puede ser tocada por las llamas terrenales, esta imagen nos sirve para recordar que el amor perfecto se consigue mediante una separación espiritual, gradual y dolorosa, del egoísmo y el egocentrismo. La Iglesia ayuda a aquellos que se encuentran en el Purgatorio mediante la oración y especialmente la Eucaristía en su proceso final de purificación. Ofrecer Misas por los difuntos es una forma muy poderosa de ayudarlos. El 2 de noviembre de cada año, en la Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos (el Día de Difuntos), es un día para recordar y orar especialmente por los difuntos. “La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios” (CIC, no. 1035). Nos es

imposible estar unidos a Dios si rehusamos amarlo. Cuando pecamos seriamente contra Dios, el prójimo o contra nosotros mismos, hemos fallado en amar a Dios. Persistir en un estado de pecado serio refleja la elección de rechazar el amor de Dios y la intención de separarnos de Él. La elección libre de separarnos eternamente de la comunión con Dios es llamada infierno. Mientras que imágenes de fuego han sido tradicionalmente usadas para ilustrar el infierno, como por ejemplo en las Sagradas Escrituras, la realidad excede nuestra habilidad de describir el dolor del aislamiento que proviene de rechazar el amor de Dios. Las Sagradas Escrituras y las enseñanzas de la Iglesia respecto al cielo y el infierno hacen hincapié en una llamada a la responsabilidad personal por medio de la cual hacemos uso de nuestra libertad, ayudados de la divina gracia, para responder completamente al amor de Dios. Siempre existe una llamada urgente a la conversión y el arrepentimiento. “Dios no predestina a nadie a ir al infierno” (CIC, no. 1037).

Este artículo es un extracto del Catecismo Católico de los Estados Unidos para los Adultos (Washington, DC: USCCB, 2007) 163-165. Copyright © 2007, United States Conference of Catholic Bishops, Washington DC. Todos los derechos reservados.

2