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espectáculos
| Martes 30 de abril de 2013
El semillero del tango barrial tiene perfume de mujer música. Cuatro voces que rescatan con
frescura un repertorio de tangos olvidados en el circuito under de la nueva escena Natalia Mancini, vestida como si fuera la empleada del mes en un fast food, ya se fue de gira con la Orquesta Típica Andariega, vivió los oropeles del tango en Europa, y eligió quedarse con los escenarios de barrio. Las cuatro están en el Bar de Julio, a metros del Obelisco, fábrica de nuevos cantores y cantoras, donde una nueva generación se animó a dar sus primeros pasos frente al público. “¿Sabés el miedo que tenían cuando debutaron acá? Hoy son unas leonas con la gente”, cuenta “Howard”, anfitrión y padrino de estas voces y de esas sesiones de matinée tango de lunes a domingo, con entrada a la gorra, que forjaron la identidad de estas cuatro voces. Con el memorioso guitarrista Javier Díaz González de acompañante, estas cantantes hicieron sus primeros pininos en el género, y ahora se cruzan entre ellas en guitarreadas espontáneas y empiezan a salir a otros bastiones del nuevo tango, como el Sanata (clausurado el jueves último por el gobierno porteño), El Banderín de Almagro, Ventanita de Arrabal de Boedo, El Bar El Faro de Villa Urquiza y Los Laureles de Barracas, entre otros. Cada una tiene su propia historia con el tango. “En mi casa siempre se escuchó mucho tango. Mis viejos leían poemas y mucha música. De más grande, un hermano empezó a
bailar tango, y todos volvimos a ese recuerdo familiar. En 2008 decidí tomar clases de tango para hacerle un regalo de cumpleaños a mi papá y darle esa sorpresa . Pero la sorpresa fue para mí, porque en esas clases el tango me voló la cabeza”, cuenta Cintia Barrionuevo, que se destaca con su versión del tango “De mi barrio” y su tema “Burro taxi”, en coautoría con Andrés Drimmer. Para Belén “Mosquita Muerta” –la niña dinamita conocida por su versión de “Siga el corso” y el vals “Yo no sé que me han hecho tus ojos” a dúo con Barrionuevo, y habitué de las noches de jueves en el bar Los Laureles en Barracas–, el tango le pegó por otro lado: “Mi historia es rara porque nunca me había gustado el tango. Cuando mi abuelo falleció, me empezó a pegar de una forma misteriosa, porque creo que era una manera de recordarlo a él. Siempre me gustó cantar, pero no encontraba el estilo que me sintiera identificada. En el tango encontré algo natural, esa melancolía que siempre tuve. Y después empecé a encontrar grupos nuevos que cruzaban el rock con el tango, que me identificaban y conectaban más conmigo”. Marina Ríos es la más veterana de las cuatro. Ya grabó su primer disco Trasnoche y bohemia, con versiones de tangos poco transitados y un vals, “Un momento”, que es su carta de presentación. Es además la
hoy función
series
Viene de tapa
El teatro en el Día del Última temporada de Trabajador Gossip Girl Algunas producciones modificaron su semana de funciones debido al feriado de mañana (día en que los teatros permanecerán cerrados). Por ejemplo, hoy harán función, Camila, nuestra historia de amor (Lola Membrives), Amadeus (Metroplitan Citi), Love, Love, Love, No seré feliz pero tengo marido y Le prenom (Multiteatro) y Más de cien mentiras (Liceo). Como Toc Toc tiene todas sus funciones llenas, agregó una segunda función el domingo, a las 18.ß
Esta noche, a las 21, por Glitz, se estrena la sexta y última temporada de Gossip Girl, la serie centrada en las andanzas de un grupo de jóvenes apuestos y millonarios de la Gran Manzana, cuyos romances y salidas son seguidos por la misteriosa bloguer que da título al programa, que catapultó al estrellato a la blonda Blake Lively, quien aquí interpreta a la eternamente indecisa Serena van der Woodsen, que ha desaparecido sin dejar rastros.ß
Barrionuevo, “Mosquita”, Ríos y Mancini, en el Bar de Julio voz de la Orquesta Guarda Vieja, que se presenta todos los martes en 36 Billares. “Siempre escuché mucha música, pero había un compilado del Polaco de FM Tango que era de mi papá y cada tanto lo escuchaba. Yo le cantaba esos tangos a mi novio para hacerme la canchera y empecé
a caminar las peñas de tango. Todavía en esos lugares tenés la posibilidad de encontrarte con maestros olvidados como el Paco Peñalba del Palermo Trío, que me dijo: «La verdad que noción del ritmo tenés, piba. Podés andar.» Y seguí su consejo”. A Natalia Mancini, cuyo caballito
MARIANA ARAUJO
de batalla es el tango “Fueron tres años”, la definió su paso por el mundo de las milongas, desde los 13 años. “Mi hermano conoció a su mujer en la milonga y me llevaba todo el tiempo, entonces empecé a curtir todo eso durante mucho tiempo. Después me pasó que me empecé a entender
música clásica
feria del libro
Homenaje a Jorge Guinzburg Este miércoles 1° de mayo se realizará un homenaje a la figura del querido escritor y humorista Jorge Guinzburg. Será en la sala José Hernández (Pabellón Rojo), de la 39º Feria Internacional del Libro, con la conducción de Silvina Chediek. Durante el encuentro habrá videos especiales y testimonios. Estarán Enrique Pinti, Antonio Gasalla, Dady Brieva, Raúl Becerra, Mario Pergolini, Guillermo Francella y Elizabeth Vernaci, entre otros.ß
con el tango, con las letras y la música. Tuve la suerte de conocerlo a Javi [Díaz González], que estuvo presente en el comienzo de todas nosotras, y me dijo: «Vení a cantar al Bar de Julio» y me tiré a la pileta”, cuenta la artista, que la semana próxima será una de las animadoras de esa sesiones tangueras de entresemana. –¿Qué estilo del tango curten? Barrionuevo: –Cuando era chica me gustaba un casete de Floreal Ruiz, pero cuando empecé a cantar, descubrí a las cancionistas antiguas. Me gusta cantar con esta evocación a esa mujer del tango, que era muy femenina. Ríos: –Vos decís femenina y me hace acordar un comentario machista que me dicen cuando canto: «A mí no me gustan las mujeres en el tango, pero vos me gustás.» Ellos te lo dicen como si fuera un halago y en realidad es un bajón. “Mosquita”: –A mí también me dijeron eso. Lo que pasó es que a partir de los 40 y 50 se puso de moda que las mujeres canten como hombres. Entonces, en un punto se perdió ese estilo femenino. Por eso, no me siento tan identificada con esa época de oro, sino con la época más picaresca, donde la mujer pierde ese rol pasivo y demanda lo que ella quiere. Mancini: –Yo creo que los que dicen que no les gusta las mujeres cantando es porque no escucharon a Nelly Omar, porque es una bestia. Ríos: –Pero a ella siempre le dijeron “la Gardel con polleras”. Mancini: –Se lo dicen porque es la cantora nacional. A mí, es el tango que me gusta. Cuando escucho esas guitarras criollas, se me pone la piel de pollo. Son garra pura. “Mosquita”: –Es lo que hablamos con Javier Díaz González: que el tango que te llega tiene barro. La limpieza y pulcritud no me va. Marina: –A mí, las expresiones de belleza como Fresedo y FranciniPontier me encantan. No tiene que haber barro para que sea tanguero. Natalia: –Quizá lo que queremos decir es que el tango no tiene que perder esa esencia barrial, que cuando lo cantes o lo toques no te olvides de dónde vino.ß
El arte del cuarteto cuarteto arditti. ★★★★★
excelente. Inicio del ciclo Colón Contem-
poráneo. obras: Cuarteto de cuerdas N° 4, de Béla Bartók; Cuarteto N° 2, de György Ligeti; Dos versiones, de Gerardo Gandini; Cuarteto N° 3, Grido, de Helmut Lachenmann. En el Teatro Colón.
L
a nueva actuación en Buenos Aires del Cuarteto Arditti, que abrió la tercera edición del ciclo Colón Contemporáneo, fue un magistral viaje al fondo de las posibilidades del cuarteto de cuerdas. Esto debe entenderse de dos maneras: lo fue, en primera instancia, por el recorrido del programa, pero también, y no con menos énfasis, por las ejecuciones. Los violinistas Irvine Arditti y Ralf Ehlers, el violista Lucas Fels y el cellista Ashot Sarkissjan son virtuosos por derecho propio, pero en el cuarteto funcionan como una unidad de orden superior. El itinerario que propuso el Arditti se organizó de manera estrictamente cronológica, y esa misma cronología, con su intencionada neutralidad (lo que hubo antes, lo que vino después), habilitó los contrastes entre escrituras: cada una de las piezas pertenece a universos distintos, pero todas se encuentran en el territorio común del cuarteto como formación de cámara, que arrastra consigo su tradición. De 1927, el Cuarteto N° 4 es acaso el más emblemático de los seis que compuso Béla Bartók, aquél en el que, como observó en una ocasión Milton Babbitt comparándolo con el tercero, se alcanza el estadio del “cumplimiento”. El Arditti volvió transparente el expansivo tematismo de Bartók, su filigranada polifonía, y resultarán tan inolvidable la contención asordinada del segundo movimiento como el
expresivo solo de cello del tercero, con ese motivo que va relevándose al primer violín y al segundo. Pocas veces se debe haber escuchado en Buenos Aires una realización más perfecta de esta pieza.
Archipiélago de lirismo La referencia inmediata del Cuarteto N° 2, de György Ligeti, de 1968, es sin dudas el del Bartók (ambos tienen cinco movimientos y en ambos, también, uno de ellos es pizzicato), pero la pretensión es en este caso más amplia. Ligeti quería, sin más, condesar la historia entera del cuarteto, de Beethoven a Webern, y preservar aun la forma sonata “como cadáver enterrado”. Tal vez por eso, este cuarteto, incluso en su unificación, tiene fantásticas estrías, zonas de expectativa que los miembros del Arditti administraron de la mejor manera; ahí está, por ejemplo, el súbito archipiélago de lirismo del movimiento final, o ese maravilloso estatismo ligetiano, tan pleno de actividad, del segundo. Ligeti parece dejar caer su música en el vacío y la rescata en el último instante con un hilo de sonido. Antes de empezar la segunda parte, subió al escenario Pedro Pablo García Caffi, director del Colón, para decir unas palabras de homenaje a Gerardo Gandini, cuya Dos versiones (1968) iba a escucharse enseguida. Es cierto que la reciente muerte de Gandini influyó en la decisión de incluirla (habrá in-
tervenido sin duda Martín Bauer, director del ciclo), pero no lo es menos que Dos versiones, la única pieza para cuarteto del maestro argentino, tiene su propio lugar en la genealogía que diseñó el Arditti, aunque no es fácil determinar la manera que en participa de ella. Para decirlo de otro modo: Gandini conversa con algo más lejano. Hay alusiones antiguas e incluso, como en los trémolos, la reminiscencia de un gesto schubertiano (hay que recordar aquí que el Quinteto con dos cellos, de Schubert, era una de las piezas preferidas de Gandini). Dos versiones es una breve obra maestra que, con su punzante melancolía, se escuchó esta vez como un doloroso réquiem. Nada más alejado de Gandini que Grido (2001), de Helmut Lachenmann. Aquí resulta fascinante la manera en la que el compositor alemán parece interpelarse a sí mismo y a sus dos cuartetos anteriores. Quedan supervivencias del concretismo de otras épocas, pero el propio Lachenmann había dicho en una entrevista de 2006 que, para él, la música concreta no residía ya en el ruido, sino en la “energía de un sonido”. Tal la matriz de Grido, que el Arditti trasmitió tanto en las crispaciones como en los pianissimo en el límite de lo audible. Un linaje se había expuesto, pero, cosa rara en la música contemporánea, el cuarteto entregó dos piezas fuera de programa: un movimiento de Brian Ferneyhough y uno de los números de Fetzen, de Wolfgang Rihm. Estaciones también de una genealogía que sería inconcebible sin el Arditti.ß Pablo Gianera
El programa del concierto que brindó el Arditti se organizó en forma cronológica
TEATRO COLÓN