El pacto - Recursos Escuela Sabática

12 dic. 2015 - 1 Licenciado en Teología, con Maestrías en Administración y ... Rector de la carrera de Teología en el Instituto Adventista de Paraná, Brasil.
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Casa Publicadora Brasilera Comentarios de la Lección de Escuela Sabática IV Trimestre de 2015 Jeremías

Lección 11 (5 al 12 de diciembre de 2015)

El pacto Dr. Márcio D. Costa

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Introducción La relación entre Dios e Israel estuvo signada por los pactos. El vocablo hebreo para “pacto” proviene de la raíz berit, que significa, entre otras cosas, “ligar”. Probablemente, al establecer un pacto con el hombre, Dios quería vincular a la humanidad consigo mismo, con el propósito de salvarla. Dios concretó pactos con Noé, Abraham y, posteriormente, con el pueblo de Israel en el monte Sinaí. En el pacto del Sinaí, el Señor hizo promesas de bendiciones bajo la condición de la fidelidad al pacto. Aun sin existir fidelidad de parte del pueblo, Dios continuó procurando la salvación del ser humano. A través del profeta Jeremías, prometió hacer un Nuevo Pacto, Este se aplicaría al antiguo Israel, que sería liberado del cautiverio y tendría, por lo tanto, una nueva oportunidad de ser fiel, y también tenía una aplicación futura, involucrando en él a toda la humanidad. El Nuevo Pacto se concretaría a través de Jesucristo.

El pacto de Dios con toda la humanidad Es interesante notar que el Dios Creador y Todopoderoso tuvo la iniciativa de hacer pactos con los seres humanos pecadores. Como señal del pacto de Dios con la humanidad luego del Diluvio, fue dejado un bello arcoíris en el cielo. Pero, ¿por qué una señal? Al comentar sobre el tema, Elena G. de White escribió acerca del motivo: “Para evitar que las nubes y las lluvias llenasen a los hombres de constante terror, por temor a otro diluvio”. 2 Esta señal continúa hablándole a la humanidad. Cada vez que un arcoíris aparece en el cielo, percibimos en él las huellas digitales de un Dios amante y misericordioso, que siempre anhela el bienestar y la felicidad de sus criaturas. En el pacto hecho después del diluvio, y por la señal dejada, Dios continúa diciendo que nos ama y es fiel para con nosotros. Es cierto que no merecemos siquiera tamaña fidelidad, pero Dios tiene la bondad de recordarnos que podemos confiar en sus promesas.

Licenciado en Teología, con Maestrías en Administración y Religión y Doctorado en Religión por la Andrews University. Rector de la carrera de Teología en el Instituto Adventista de Paraná, Brasil. 2 Elena G. de White, Patriarcas y profetas, p. 96. Recursos Escuela Sabática © 1

El pacto con Abraham En el momento del pacto de Dios con Abraham, las personas manifestaban una gran rebeldía contra el Señor. Previamente, habían llegado a construir una gran torre sin la aprobación divina (Génesis 11). Fue en ese contexto que Dios llamó a Abraham para salir del lugar donde vivía para ir a una tierra desconocida. Dios hizo las siguientes promesas: haría de Abraham una gran nación y la bendeciría; declaró además que en él serían benditas todas las familias de la tierra. Es importante destacar que en este pacto estaban involucradas bendiciones no sólo para el patriarca y su familia, sino también para toda la humanidad. Dios estaba invitando a Abraham a convertirse en un canal a través del cual en el futuro se cumpliría la profecía de Génesis 3:15, según la cual se había prometido un “Descendiente” que aplastaría la cabeza de la serpiente. En Génesis 12, la expresión “en ti serán benditas todas las familias de la tierra” hacen referencia a Jesús, quien nacería de la descendencia de Abraham para derrotar a Satanás y ser el Salvador de todos aquellos que aceptaran verdaderamente su sacrificio. Ante el llamado, Abraham creyó en las promesas de Dios y, en un acto increíble de fe, no las cuestionó, simplemente obedeció. Elena G. de White escribió al respecto: “La obediencia incondicional de Abrahán es una de las más notables evidencias de fe de toda la Sagrada Escritura”. 3 Pablo también destacó que Abraham fue justificado por la fe en Dios: “A Abraham le fue contada la fe por justicia” (Romanos 4:9). El patriarca dependía de la fe en lo tocante a la justificación, lo que obviamente no lo exceptuaba de la obediencia. El pacto de Dios con Abraham incluía a hombres y mujeres de todas las generaciones, pues Abraham, cuyo nombre en hebreo es Avraham, que significa “padre de muchos”, aceptó ser cooperador con Dios y abrió camino para que Cristo, a través de su descendencia, viniera a este mundo a salvar al pecador. Por eso hoy tenemos acceso a la salvación por medio de la fe en Cristo Jesús.

El pacto en el Sinaí Aunque Israel había vivido durante muchos años como esclavo en Egipto, Dios jamás se había olvidado de su pueblo. En el momento oportuno, Él lo liberó de la servidumbre. Es interesante notar que aquél pueblo, antes esclavo, ahora a través de un pacto realizado por iniciativa divina, estaba siendo honrado y exaltado por encima de todos los pueblos. Al respecto, la sierva del Señor afirma: “Dios los honró haciéndolos guardianes y custodios de su ley”. 4 Ese fue un hito memorable en la historia de los hebreos. El hecho de que la Ley moral fuera la base del pacto de Dios con Israel no significa que hoy podemos desobedecerla. Debemos entender que la Ley no fue dada exclusivamente a los hebreos. Ellos debían preservarla, pero fue dada para que toda la humanidad la conociera y la observase.

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White, p. 118. White, p. 312.

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Notemos, además, que luego del Decálogo, Dios le concedió al pueblo leyes adicionales. ¿Por qué razón? “La mente del pueblo, cegada y envilecida por la servidumbre y el paganismo, no estaba preparada para apreciar plenamente los abarcantes principios de los diez preceptos de Dios. Para que las obligaciones del Decálogo pudieran ser mejor comprendidas y ejecutadas, se añadieron otros preceptos, que ilustraban y aplicaban los principios de los diez mandamientos”. 5 Así como en el Sinaí, en el pacto de Dios con el pueblo de Israel, el Señor requiere hoy una respuesta en forma de obediencia, no por temor ni desprovista de fe, tal como aconteció en el pasado. Esa obediencia debe ser el fruto de un corazón lleno de fe y gratitud por la liberación que tenemos en Cristo.

El Nuevo Pacto – Parte 1 Dirigiéndose al pueblo de Israel, el profeta Jeremías anunció la buena noticia de un nuevo pacto que sería hecho entre Dios y su pueblo. Cuando se habla de un “nuevo” pacto, se sobreentiende la existencia de uno antiguo, o sea, el que fue realizado entre Dios y su pueblo en el Sinaí, en tiempos de Moisés, y que es mencionado por primera vez en Éxodo 19. Lamentablemente, el pueblo de Israel, por su desobediencia a la Ley, había quebrantado el antiguo pacto. Posteriormente, “muchos de los israelitas convirtieron un pacto de gracia en un sistema de salvación por las obras”. 6 La invalidación del antiguo pacto trajo la necesidad de uno nuevo. Hay dos elementos que caracterizan el nuevo pacto: el sacrificio de Cristo en la cruz, que confirmó el nuevo pacto, y la presencia del Espíritu Santo. Es importante destacar que el nuevo pacto no significa una nueva ley. El antiguo pacto fue escrito en tablas de piedra, mientras que el nuevo debe ser grabado en el corazón por el Espíritu (Jeremías 31:33). Esta declaración es relevante, pues muestra que Dios no requiere una obediencia externa y legalista, tal como ocurrió en el antiguo Israel, sino una obediencia producida por el Espíritu, mediante la fe. Notemos también que la base del pacto no ha cambiado, porque Dios no cambia. Hay una única Ley para ambos pactos: los Diez Mandamientos. El propósito del nuevo pacto prometido por el profeta Jeremías era producir una relación de salvación, sin la cual una obediencia por la fe sería imposible.

El Nuevo Pacto – Parte 2 “La promesa de un nuevo pacto aparece primero en Jeremías 31:31 al 33. Está ubicado en el contexto del retorno de Israel del exilio y de las bendiciones que Dios les otorgaría. Del mismo modo que el rompimiento del pacto sinaítico (versículo 32) llevó a Israel al exilio, así el acto de hacer de nuevo este pacto los preservaría a ellos y les daría esperanzas para el futuro. El contenido de este nuevo pacto era el mismo que el del pacto sinaítico… La reconstitución de este pacto estaba basada en el perdón de los pecados del pueblo (versículo 34)”. 7

White, p. 319. George W. Reid, ed., Tratado de teología adventista del séptimo día, p. 544. 7 Ibíd., p. 315. Recursos Escuela Sabática © 5 6

El mensaje de un nuevo pacto también apuntaba a Cristo, quien vendría en el futuro al mundo y confirmaría el nuevo pacto mediante su sangre derramada en la cruz. Era necesario un sacrificio superior, capaz de hacer real la purificación del pecado. En 1 Corintios 11:25, Pablo citó las palabras de Cristo en Lucas 22:20, donde Jesús había declarado que el cáliz de la Cena era el símbolo del nuevo pacto, en una referencia a su muerte en la cruz, que marcaría el inicio del nuevo pacto. Aunque haya diferencias entre el antiguo y el nuevo pactos, ellos tienen aspectos en común. Los participantes de los dos pactos son los mismos: Dios y su pueblo. En los dos casos, Dios tomó la iniciativa; sólo Él salva. En los dos pactos hay promesas y deberes, y ambos confirman la Ley de los Diez Mandamientos. En los dos, la presencia de Dios en medio de su pueblo es suprema. Lo que había sido anunciado en el antiguo pacto a través de tipos, sombras y símbolos, se vuelve realidad en Jesucristo. En el nuevo pacto, la Ley está en el corazón, y por la fe en Cristo, el cristiano viven en obediencia a ella. El nuevo pacto es permanente y fue confirmado, no con la sangre de animales, sino con la sangre de Jesucristo, el Cordero de Dios.

Dr. Marcio Costa Profesor Coordinador del curso de Teología Instituto Adventista de Paraná (Brasil) Realizado con el aporte de: Ademar Antunes do Amaral;

Jader Henrique Garcia Silveira; Jhonatan da Silva Moraes; João Paulo Rodrigues; Laércio Marafigo; Tefferson Caetano Batista Diniz; Vitor Correia Deucher; Vitor Hugo Congeski Nunes. (alumnos del curso de Teología). Traducción: Rolando Chuquimia © RECURSOS ESCUELA SABÁTICA

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