El método de Marcelo Góm mez: sacrificio, valentía y

Los chicos de Tandil viven en sus casas; los demás, en pensiones, ... sa, Natalia, y sus hijos María Emilia (8 años), Lautaro (6) y María Victoria (4). “Ser coach ...
3MB Größe 4 Downloads 43 vistas
6

7

Miércoles 20 de mayo de 2009

TENIS

Un fenómeno excepcional

Por Maximiliano Boso Enviado especial ANDIL.– “Es raro, no. Llamativo, demasiado extraordinario para lo que es Tandil. Gente de otros países me pregunta y piensa que es un barrio de la Capital. Esto es algo de años, que empezó con Pérez Roldán, siguió con Zabaleta, ahora con nosotros. Siempre lo hablamos con los chicos. Lo principal para esto que se vive es la base que nos inculcaron, el profesionalismo, la humildad, el sacrificio. Llegábamos a los entrenamientos con cero grado. Una pelota se iba a la calle y nos matábamos por ir a buscarla. Ya de chiquitos teníamos el objetivo común de ser profesionales. Y estar juntos en Düsseldorf es impresionante. Es una alegría enorme.” Valía la pena dejar hablar a Juan Mónaco, el muchacho que, con 25 años (52° del ranking), forma parte del fenómeno tandilense: sólo esta ciudad y Moscú (Marat Safin, Dmitry Tursunov, Igor Andreev y Mikhail Youzhny) cuentan con cuatro tenistas entre los 100 mejores del mundo. Y lo interesante es que la búsqueda puede hacerse más precisa en esta ciudad tranquila, rodeada de sierras y aire puro, que todavía no llega a los 110.000 habitantes (la capital rusa tiene 12.700.000): el Club Independiente, que queda en la avenida Avellaneda –como no podía ser de otra manera–, es el lugar exacto de donde surgieron también Juan Martín del Potro (5°), Máximo González (77°) y Diego Junqueira (79°), los otros tres que completan el cuadrado mágico. Hay muchas evidencias de que el fenómeno no es pasajero. Estos mismos cuatro tenistas también estuvieron entre los 100 primeros en dos semanas de agosto del año pasado. Tandil tiene magia y no sólo por la recuperada piedra movediza. Al ser Del Potro el mejor argentino del ranking de la ATP, tuvo el derecho de elegir a sus compañeros para la Copa del Mundo de Düsseldorf, que son Pico Mónaco y Machi González. “Tandil contra el resto del mundo”, dice un futbolero Mónaco, y González agrega, con ilusión: “Lo soñábamos hacía rato. Todos amigos, jugando por Argentina. Con Pico íbamos juntos al colegio. ¿Y sabés lo que va a ser si ganamos?”. ¿Por qué salen tantos buenos tenistas de aquí? La respuesta está en la escuela que en Independiente conducen ahora Marcelo Gómez y su socio, Mario Bravo, herederos de una dinastía que nació en la década del ochenta con Raúl Pérez Roldán a la cabeza, pero que incluso tiene un origen anterior. El método empieza con el maestro de Pérez Roldán, nada menos que Felipe Locícero, aquel que le marcara el camino en Mar del Plata al mejor tenista argentino de todos los tiempos, Guillermo Vilas. Sus enseñanzas germinaron naron en Pérez Roldán, que armó la escuela ela en la década del ochenta y, a partir de allí, dio la primera señal con chicos como sus propios hijos, Guillermo y Mariana, y Franco Davin, de Pehuajó, pero que formaba parte del equipo y que ahora es el coach de Del Potro. Esa escuela que un día Pérez Roldán dejó para volver a Mar del Plata renació de la mano o del Negro Gómez, el Mago, o, como le llama Mónaco, quee fue alumno de Pérez Roldán n como jugador y también como profesor. Gómez, nacido do en Río Cuarto, rearmó la es-

T

cuela de cero. La mística fue creándose y varios jugadores empezaron a pasar por ahí, como Gustavo Luza, Roberto Azar y Gastón Etlis, entre otros. Con 20 años, Gómez se transformó en el coach de un Mariano Zabaleta que pintaba muy bien a los 14. El compromiso de los jugadores en el traspaso de las experiencias aportó mucho. Y llegó la generación de la que Del Potro es el último y más brillante eslabón. “El Negro fue muy importante para todos nosotros. A mí me enseñó todo desde chiquito. Es una gran persona, un maestro”, cuenta Delpo si le preguntan por Gómez. De Tandil salieron también buenos entrenadores, como Daniel Panajotti, que se fue hace unos años a vivir a Italia y fue coach de Francesca Schiavone. En los 80, el profesor Juan Carlos Menchón fue de los primeros en el país en armar un sistema de preparación física específico para el tenis, escuela que sigue hoy su hijo, Ignacio. Nacho trabajó con Del Potro, y padre e hijo siguen aún con Mónaco. El que sigue esos pasos en el club hoy es Germán Groppa. “Hay una mística, el método que todos mamamos: el sacrificio, la humildad, poner todo en la cancha. Claro que hay cuestiones técnicas y a eso le fui agregando cosas mías. No es casualidad que Juan Martín sea el mejor de todos. Siempre tuvo un talento tremendo, pero yo también tenía mucha más experiencia. Y lo bueno es que salieron jugadores diversos: tenés un Del Potro, supertalentoso, que combinó sus habilidades con un gran sacrificio, y un Junqueira, que con poco talento, sin un buen físico, hizo todo a fuerza de voluntad”, cuenta Gómez, en la confitería que está en la entrada del club, mientras mira un poco más allá, pasando por encima de la pileta, donde sus chicos, provenientes de varios rincones del

Gómez, en una clase; abajo, un grupo de alumnos: Gabriel (Brasil), Lucas Beffy (Brasil), Alejo Prado (EE.UU.), Florencia Palmieri (Brasil), Isabella Fernández (Venezuela), Luca Nagymihaly (Hungría) y Agustina Serio (Argentina)

país y América del Sur, se entrenan en las canchas de polvo de ladrillo. “Hay una combinación de factores para tener éxito: trabajo, esfuerzo, que Tandil es un pueblo chico, tener una historia... todo eso se suma y hace que el lugar sea ideal. Hoy llega un chico talentoso y sabemos lo que tenemos que hacer, porque ya lo hicimos antes”, sigue contando Gómez, que resalta: “Delpo es uno de los profesionales que mejor trabaja. Y los chicos lo ven porque sigue viniendo al club cuando está en Tandil y tiene que hacer cancha. Eso es muy importante. Cada vez que los profesionales tienen tres días para entrenar vienen al club, pelotean con los chicos. Eso tiene mucho valor como experiencia”.

Alumnos con otra tonada El Negro Marcelo Gómez, principal mentor del Club Independiente, una fábrica de figuras del tenis

El frente del club y una señal pintoresca de su sencillez cotidiana: las bicicletas de los alumnos

Hecho en Tandil

Los extranjeros también tienen su lugar TANDIL (De un enviado especial).– La chiquita flaquita y bonita deja un instante de exasperar a sus rivales con golpes nada estrambóticos, pero técnicamente perfectos y certeros. Es un reloj en la cancha. Y allí se ríe y habla en perfecto español. Pero la timidez la invade afuera. Después de deletrear minuciosamente su nombre y apellido, Luca Nagymihaly, una húngara de 11 años, no hablará una palabra más. Mientras su padre sigue en su país trabajando, ella vive con su madre aquí, mientras se perfecciona en la escuela de Independiente. “Esa bola no se vale”, grita Isabella Fernández, una venezolana mucho más desenfadada que Luca y que aquí disfruta de un placer que no puede darse en su Caracas natal: pedalear en bicicleta a través de la paz de Tandil para ir al entrenamiento. Ella cuenta que está contenta, que los chicos la tratan muy bien y que lo que más extraña

es el clima más afable de su país. En total, hay 10 extranjeros (también de Ecuador y Brasil) y unos 25 del interior de Paraná, La Plata, Carlos Casares, Santa Fe, Venado Tuerto, Azul y Tucumán entre otros lugares. Y si no vienen de Mar del Plata es porque la escuela tiene una sucursal allí, en el Náutico, donde se inició Vilas. Se nota que entre los chicos y las chicas hay camaradería. Tomás Fernández, un tandilense de 13 años, acapara la palabra mientras se abriga y contesta por él y por Francisco Arrechea (17, de Azul), Luciano Spiazze (15, La Plata) y Francisco Sánchez Moreno (14, Carlos Casares): “Los entrenamientos son duros, pero lo pasamos bien y nos gusta. Sabemos que tenemos que sacrificarnos mucho para llegar a profesionales. Afuera de la cancha nos juntamos muchas veces para jug gar en la PlayStation.”

LLa Copa del Mundo de Düsseldorf

La ciudad bonaerense es cuna de cuatro de los 100 primeros tenistas del mundo: Del Potro, Mónaco, Machi González y Junqueira; los secretos de una escuela que forma talentos desde la década del 80

Nos representa una selección tandilense Arriba, un Del Potro adolescente junto con Marcelo Gómez, en la escuela en Tandil, y los otros tres coterráneos que están en el Top 100: Máximo González, Junqueira y Mónaco

El método de Marcelo Góm mez: sacrificio, valentía y respeto Unos 300 chicos concurren a la escuela; la esencia del frontón, el esfuerzo y luchar punto por punto constituyen la filosofía TANDIL (De un enviado especial).– El otoño se aferra a las sierras. Cuando las sombras ganan espacio, el fresco pide abrigo y la multitud de chicos, que hasta hace unos instantes correteaban raqueta en mano sobre las canchas de polvo del Club Independiente, emprende la retirada entre bromas y bicicletas que serán el medio para volver a casa o a la pensión. Andrés, el hombre que controla que nada se salga del orden, saluda a los pibes uno a uno. Por Independiente pasan 300 chicos de 5 a 20 años. Ahora, ¿cuál es el secreto? Por más que uno insista en buscar una fór-

mula técnica, específica, un sistema novedoso, inevitablemente el discurso caerá en el esfuerzo. “La base es lo que te dice Juan (Mónaco): los gestos se modifican, pero hacemos hincapié en el sacrificio, el punto a punto, ser valiente, dejar todo. Es la forma de sentir el tenis y se las transmito”, dice Marcelo Gómez, a través de quien se intentará develar el llamado “método”. “Trabajar, automatizar los golpes, ser insistente. El tenis es monótono, muy repetitivo. Hacemos algo que parece obsoleto, pero es fundamental: el frontón. Viene de la época de Locícero (Felipe, primer profesor

de Vilas), que fue el maestro de Raúl (Pérez Roldán). Algunos piensan que es aburrido, pero es la base en la que me apoyo para corregir gestos técnicos, porque la pared te la devuelve siempre igual. Trabajamos en la parte técnica de los golpes, intentamos que todos le peguen de la mejor manera dentro de sus habilidades. Si no, lo separamos y tratamos de que lo incorpore. Después, la parte competitiva es más personal. La base es que hay que luchar hasta la última pelota. Los entrenamientos son durísimos. Es una filosofía”. Y se valora también una costumbre: el pase de vivencias. “Cuando los profesionales tienen dos días para pegarle, vienen acá y juegan con los chicos. Eso nos ayuda a motivarlos. Se dan cuenta de que la cosa es más terrenal y que los jugadores

se hacen. Un Junqueira se hace con esfuerzo y sacrificio”. Las actividades y la intensidad dependen del nivel y la edad. Todos empiezan en la escuelita: una hora, dos o tres veces por semana. Los que tienen condiciones pasan al grupo “inicio de competencia”, de 6 a 9 años. En “precompetencia” empiezan a ir todos los días, dos horas. El grupo de “alta competencia” se entrena en forma más seria; son los que empiezan a jugar torneos de Grado 1 e internacionales, que van a Estados Unidos o se prueban en los Futures. Los chicos de Tandil viven en sus casas; los demás, en pensiones, donde hay señoras que les preparan la comida, les lavan la ropa y les ofrecen un ámbito hogareño. Esto se da recién a partir de los 14 o 15 años para que no sientan tanto el desarraigo.

Aunque no es obligatorio, se impulsa el estudio para la formación de un tenista completo. “Acá el régimen es un poco militar. El que llega tarde, el que tira la raqueta, el que habla de más, se va. Deben portarse bien, ser educados, cumplir con los horarios, con los objetivos. Son cosas no negociables. Fijate que es muy raro que Del Potro o Mónaco rompan una raqueta. Y siempre van a intentar ganar el próximo punto”, cuenta Gómez. De acuerdo con el nivel, la escuela les ofrece alternativas para su profesionalización. Los mejores, si tienen ayuda económica, empiezan el camino de los Futures. Pero también se les puede conseguir una beca para una universidad norteamericana o la chance de jugar interclubes en Francia, para juntar dinero y reinvertir en sus carreras.

Los nombres del suceso Los directores de la escuela son Marcelo Gómez y Mario Bravo. Pero también están Andrés Barzola, Bernardo Caballero, Marcos Treglia, Patricia Martignoni, Clara Guzmán, Federico Hansen, Angélica Solavagione y Germán Groppa.

El equipo argentino que juega en la Copa del Mundo en Düsseldorf lo integran Del Potro, Mónaco y Máximo González, una selección tandilense. Tras perder en la primera jornada con Serbia (1-2), ayer comenzó el match ante Italia. Del Potro le ganó a Andreas Seppi por 6-3 y 6-4, y hoy jugarán Mónaco vs. Simone Bolelli, más el encuentro de dobles. El entrenador es Franco Davin, de Pehuajó. ¿Podría haberse armado el equipo tandilense perfecto con Marcelo Gómez como coach? Esa es la parte de difícil concreción en este sueño tandilense, porque Marcelo Gómez no trabaja con tenistas profesionales. Eligió otra vida: la academia y su familia, que componen su esposa, Natalia, y sus hijos María Emilia (8 años), Lautaro (6) y María Victoria (4). “Ser coach significa dejar mucho, es una decisión de vida. Por Juan Martín y Pico lo hice en su momento y viajé por todo el mundo. Es gratificante, se gana más dinero, pero mi familia está primero. Si tomás el camino de coach, arriesgás la familia y no estoy dispuesto. Mi primera hija nació y a los 10 días me fui una semana a Sudáfrica. A mi hijo no lo vi empezar caminar. Si te vas, la academia se resiente. Por ahí, con mis hijos grandes, puede que lo haga. Para eso habrá que sacar otro jugador”, dice Marcelo Gómez.