Lección VII
Cristo, nuestro Sacrificio “Quien llevó el mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, Para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; Y por cuya herida fuisteis curados”, por el bendito Cordero, Que quitó por su sangre preciosa, del hombre, toda malicia. Un sacerdote que ayudó a 2,000 judíos, en Auschwitz fue internado, Y al escapar uno de los prisioneros, dieron a diez, un gran escarmiento; Morirían de hambre, pero uno de ellos fue por el sacerdote rescatado, Moriría en su lugar pues el otro, tenia familia fuera del campamento. El sacrificio de Kolbe es impresionante, y sombra de lo que hizo Cristo, Que se constituyó en nuestro Sacrificio y en nuestro Sumo Sacerdote; Fue el centro del sistema de sacrificios, el Cordero por Dios provisto, Y es el que ministra en el Santuario Celestial, dándose cual dote. “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, Experimentado en quebranto: y como que de él el rostro escondimos; Fue menospreciado, y no lo estimamos”, no vimos sus valores, Llevó él nuestras enfermedades…y por azotado de Dios le tuvimos”. Isaías describe la muerte de Cristo, como una muerte expiatoria, Su muerte sustitutiva, trajo bendición para el mundo en pecado; Él tomó el castigo del hombre sobre él, y obtuvo total victoria, Tomó nuestros dolores, tristezas, iniquidades, y fue quebrantado. Jesús es justo, sin maldad ni engaño; de la culpa, ofrenda perfecta, Y con los malos fue contado; y en la Biblia tiene cumplimiento; Tomó sobre su persona los pecados, que la vida destruye e infecta, Fuimos perdonados, transformados, y llenos de una fe ardiente. “Gustó la muerte por todos”, y por eso fue lleno de honra y gloria, El que no tenía pecados, murió expiatoriamente por los pecadores; Expió los pecados del pueblo, en una muerte de total victoria, Y el que fue poco menor que ángel, fue contado entre malhechores. La muerte de Jesús era imprescindible, para su exaltación, A fin de que la humanidad pudiera salvarse, él tenía que morir; No había otro camino, para obtener del hombre la salvación, La muerte era necesaria, tenía que para rescatarnos, sufrir. El Sumo Sacerdote, y Dios misericordioso nos liberó de la esclavitud, La cruz tenía que venir antes de la corona, era su salvífico destino; Cristo como Sustituto y Garante, fue ejemplo perfecto de gran virtud, Fue contado como transgresor, pero abrió al cielo nuestro camino.
La culpabilidad de todos los hombres, abrumó su tierno corazón, A fin de poder redimirnos, de la condenación de la Ley; Por causa de la iniquidad, el alma se llenó de consternación, La ira por el pecado cayó sobre el Cordero, el que era nuestro Rey. Cristo, el Creador del Universo, murió como un ser humano, Debemos siempre alabarlo, por lo que eso para la salvación significa; Es una tremenda noticia, que el Cielo nos extendiera su Mano, Porque la esperanza que se nos ofrece, la obra de Cristo Magnifica. El tema de la sangre redentora, llena toda la Escritura, Desde que Adán y Eva pecaron, estuvo siempre presente; Los ritos de la sangre, hacían que la persona terminara pura, Por medio de la fe en Cristo, la comunión con Dios era evidente. Cristo entró en el lugar Santísimo con su propia sangre, para expiación, Y se ofreció por el Espíritu Santo, sin contaminación, y sin mancha; Tanto el primero como el segundo pacto, fue con sangre para salvación, Sin derramamiento de sangre no hay remisión, es una esperanza ancha. La sangre de Cristo no se refiere a su vida, es símbolo de su muerte, Ya que la sangre de Cristo es algo poderosa, y multifuncional; Por ella se obtiene eterna salvación, y purificación, que no es suerte, Proporciona perdón, santificación y resurrección de manera eternal. La sangre de Cristo es mejor que cualquier otra; otra no provee perdón, Por la muerte de Cristo, es que nuestros pecados son perdonados; La muerte de Cristo fue sustitutiva, nos trajo la reconciliación, Tomó el castigo que nosotros merecíamos, y por eso somos salvados. Por ninguna obra humana, por buena que sea, podemos ser justificados, Solamente por medio de la muerte de un animal puro, habría perdón; Cualquier animal no podía ser una ofrenda, eran bien seleccionados, Debía cumplir criterios: sano, perfecto, solo lo mejor serviría como don. Jesucristo es el “Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”, Cumpliendo completamente los criterios, de una santidad completa; Solo sin pecado, podía cargar con nuestro pecado, a nivel profundo, Sacrificio perfecto, garantía de salvación, que es nuestra meta. La perfecta Justicia de Cristo nos cubre ahora, y en el Juicio venidero, Y ser sin mancha, debe ser parte del carácter dentro y fuera del hogar; Y como Dios es perfecto en su esfera, pide a sus hijos, el mismo esmero, Cumplamos sus mandamientos; ¡Él Inmaculado está en nuestro lugar!
¿Te pone nervioso el requisito de ser “santo y sin mancha”? ¿Te provoca intranquilidad el hecho, de que Dios nos pide perfección? Cristo en nuestro Sustituto y Garante y delante de nosotros marcha, Nos convierte en “santos” e hijos de Dios, por su Reconciliación. Pero hay un gran peligro, en rechazar este gran sacrificio, Pablo demuestra en Hebreos, cuán magnífica es la salvación, Cómo se reveló, que hace y qué está haciendo en su Santo Oficio, Pero alerta que la salvación no debe darse por sentado, o hay perdición. Hay que mantenerse en el rumbo, no podemos deslizarnos, Pues perder el destino, es una cosa bien lamentable y triste; Volver atrás es una condición alarmante, pudiéramos olvidarnos, El descuido y la negligencia, es lo que la vida del necio reviste. El problema es que el alejamiento de Cristo puede ser insospechado, Puede ser que su sacrificio no sea notado, no se aprecie su hermosura; Su sacrificio nunca debe llegar a ser “tan familiar”, algo manoseado, Que no hagamos como Esaú, que menospreciemos la primogenitura. Pablo no dice los peligros, para llevar a las gentes a sentir temor, Es para que vean las consecuencias que vienen, de rechazar al Ungido; Los exhorta con amor a retener todas las cosas, y confiar en el Señor, Y a poner los ojos en el autor y consumador de la fe, para ser redimido. El reformador Martín Lutero lo llamó, un “intercambio” maravilloso, “Un intercambio gozoso” era, la Justicia, por el pecado que desmerece; “Cristo fue tratado como nosotros merecemos”; es algo escandaloso… Y no es justo: “A fin de que nosotros seamos tratados, como él se merece”. “Fue condenado por nuestros pecados, en los que no había participado, A fin de que pudiésemos ser justificados por su Justicia” sin ser tuya; “Por su llaga” por sus heridas, tú has sido completamente sanado, “Él sufrió la muerte nuestra, a fin de que pudiéramos recibir la suya”. Nada fuera de su muerte, hace de ese amor, uno eficaz y eterno, Es por causa de su muerte, que consideramos con gozo su pronta venida; Su sacrificio es centro de nuestra esperanza, esperamos su amor tierno, En él debemos fijar nuestra fe, y meditar cada día en su preciosa vida.
Hiram Rivera Méndez 11 de noviembre de 2013 Toa Alta, Puerto Rico