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el mundo

| Lunes 16 de diciembre de 2013

chile | el nuevo gobierno

El primer desafío de Bachelet, contener las internas de su coalición el eScenario Adriana M. Riva LA NACION

N

ombre del barco: Nueva Mayoría. Capitana: Michelle Bachelet. Tripulación: siete partidos. Destino: casa de gobierno. Única regla a bordo: prohibido ahondar en detalles. Con la zanahoria de La Moneda adelante, conservadores y comunistas, católicos y liberales, moderados y radicales, corporativistas y populistas dejaron de lado sus diferencias e hicieron fila detrás de la única líder capaz de lograr acuerdos políticos sin hablar de política: la carismática Bachelet. Conocedora de su poder de consenso, la presidenta electa se ocupó entonces de crear un arca de Noé, con compartimentos para cada uno de ellos. Y en eso, al menos, la Nueva Mayoría (NM) se acercó al peronismo: cupieron todos. El barco zarpó meses atrás y nunca perdió el rumbo. Pero, para no naufragar, generar el menor ruido posible y evitar precisiones fue clave. Mientras las pataletas y berrinches de la oficialista Alianza retumbaban por todo Chile, la NM guardó sus trapos sucios y sus rencillas, y sus integrantes remaron juntos sin perder de vista el objetivo. El ambicioso programa de gobierno de la coalición de centroizquierda, de hecho, no solo llegó tarde, apenas un mes antes de las elecciones, sino lleno de ambigüedades, pese a sus casi 200 páginas. El mecanismo para generar una nueva Constitución –una de las tres grandes reformas del programa–, por ejemplo, quedó en el aire. ¿Será a través de una Asamblea Constituyente o por la vía legislativa? No se sabe. También la idea del matrimonio igualitario figuró como un enigmático “debate abierto a futuro”; y si bien el programa propuso la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo en caso de peligro de la vida de la madre, violación o inviabilidad del feto, se cuidó de no mencionar la palabra “aborto”. Los temas espinosos no se limaron. Pero la procesión, se sabe, va por

Sin la presencia conciliadora de Bachelet, las facciones de Nueva Mayoría se arrojarían los platos por la cabeza Las dificultades que deberá sortear para sostener los equilibrios y fidelidades serán muchas

dentro. Como era de prever, cuando se conocieron los resultados de la primera vuelta electoral, que definieron la composición del nuevo Congreso, las primeras reyertas entre el ala conservadora de la Democracia Cristiana (DC) y el Partido Comunista (PC) salieron a flote. Mientras que la errática DC (centro) perdió a varias de sus figuras más emblemáticas en el Congreso, los sectores de izquierda adquirieron peso, como el PC, que, a pesar a ser aún una fuerza reducida, duplicó sus escaños y ahora parece determinado a ocupar un lugar relevante, tanto en el gobierno como en la calle. “Dentro de la NM, las fuerzas de mayor avanzada tuvieron una mayor votación que las más conservadoras”, disparó días después de la elección la ex líder estudiantil y flamante diputada electa por el PC, Camila Vallejo. En off, la DC acusó a sus socios de “falta de realismo”, y recordó que sigue siendo la bancada más numerosa del bloque en la Cámara baja. Consciente de que los necesita a todos y cada uno para aprobar sus reformas, Bachelet se mantuvo al margen de la pelea. Es más: dado los altos quórums parlamentarios requeridos para materializar su programa, la presidenta electa deberá conquistar a los progresistas electos por fuera de la NM e incluso a adversarios liberales de la derecha. Lo primero, sin embargo, es cuidar a los propios y asegurarse su fidelidad para no caer así en los mismos errores que cometió en su primer gobierno (2006-2010). En el inicio de ese mandato, Bachelet ninguneó a los partidos y optó por un gabinete más técnico que político. Pero cuando las papas quemaron –léase Transantiago y revolución de los “pingüinos”–, la socialista dio marcha atrás y reconfiguró su gabinete con líderes políticos. Los partidos, por su parte, saben que sin Bachelet no hay NM. Ella es la garante del bloque. Sin su presencia conciliadora, las facciones que la componen se arrojarían los platos por la cabeza. No por nada, para esta segunda vuelta, el eslogan de campaña pasó de “Un Chile para todos” a “Todos con Michelle”. Desaparece Bachelet, desaparece la mayoría. A partir de hoy, sin embargo, comenzará la sorda disputa por la porción de torta que le corresponde a cada uno. Y el horno está para bollos. Tras las altísimas expectativas que despertó Bachelet durante la campaña, las dificultades que deberá sortear la presidenta electa para sostener los equilibrios y las fidelidades de su coalición a la hora de aprobar sus proyectos serán muchas. Bachelet gobernó antes en un escenario mucho más favorable, respaldada por una Concertación menos heterogénea que la NM y en un país más tranquilo. En el Chile actual, en cambio, difícilmente su nuevo gobierno sea tan perfecto como lo fue su campaña.ß

El largo camino de Mandela llegó a su fin: fue enterrado en su aldea Sudáfrica. La ceremonia en Qunu reunió a 4000 personas y fue el último de una larga serie de eventos para recordar al primer presidente negro del país; emoción entre sus vecinos

Marta Rodríguez Carrera PARA LA NACION

QUNU, Sudáfrica.– Nelson Mandela descansa ya donde quería, bajo la tierra de Qunu. En esta aldea de sinuosas y verdes colinas creció el pequeño Rolihlahla, el nombre que le dieron sus padres, y aquí fue enterrado ayer en una ceremonia a la que asistieron más de 4000 invitados del mundo de la política, la cultura y las organizaciones sociales de todo el mundo. El cuerpo de Madiba, el nombre de su clan, había llegado un día antes a esta pequeña localidad de la provincia de Cabo Oriental y fue velado por su familia en la casa que él mismo se construyó al salir de la prisión. Desde primera hora de la mañana, en Qunu se respiraba un ambiente de tristeza y duelo que contrastaba con los alegres cánticos que la ciudadanía entonó durante los primeros días de duelo oficial por su muerte. El cadáver fue trasladado a la enorme carpa donde se celebró la ceremonia, escoltado por el presidente, Jacob Zuma; su nieto y jefe actual del clan, Mandla; su viuda, Graça Machel, y su ex mujer, Winnie Mandela, vestidas de negro de pies a cabeza. Un enorme mosaico con el rostro de un sonriente Mandela y un semicírculo de 95 grandes velas blancas

(una por cada año del fallecido ex presidente) rodeaban el féretro, cubierto con la bandera sudafricana y situado en el medio del escenario, ante la tribuna de oradores. Uno de los discursos más emocionantes lo pronunció Ahmed Katharada, compañero de prisión del primer presidente negro del país, que no pudo reprimir las lágrimas. “Ustedes perdieron a un padre, pero yo perdí a un hermano, mi vida quedó vacía, no sé a quién recurrir”, dijo Katharada después de rememorar la última vez que estuvo con su “amigo” Mandela, en el hospital donde éste estuvo internado: “Me invadió la tristeza; me sostenía la mano, era profundamente desgarrador. Ojalá nunca me hubiera enfrentado a esa imagen”. En nombre de la familia, Nandi –una de las nietas de Mandela– rememoró que su abuelo “predicó con el ejemplo ayudando a los más desfavorecidos”. Una virtud que también fue resaltada por los vecinos de Qunu, que estos días contaban mil y una anécdotas sobre cómo Mandela se convertía en una especie de Papá Noel cuando iba a pasar las fiestas navideñas a la aldea. A Nozolile Qengge, vecina de Qunu, Madiba le regaló hace una década un vestido tradicional de la etnia xkosa, que ayer lucía orgullosa para acudir a presenciar el funeral

de Mandela en la enorme pantalla habilitada en la cima de una colina con vistas al pueblo. Zapatos, regalos, comida, uniformes escolares… Mandela siempre tenía un regalo que dar a sus vecinos, con los que le encantaba dialogar cuando se los encontraba en uno de sus paseos habituales por los tranquilos caminos de Qunu. Cuesta encontrar a alguien que no tenga una anécdota que cuente una conversación, un saludo. “Siempre tenía una palabra amable para todo el mundo, una sonrisa”, explicó emocionada Cinthya Xal, mientras lavaba la ropa en el patio de su casa. “Vete tranquilo Tata [papá], ve con nuestros ancestros”, se despidió la nieta. En este mismo tono, el presidente Zuma declaró: “Añoraremos tu sonrisa, tu risa, apreciaremos cada momento que pasamos contigo. No vamos a decirte adiós porque vivirás para siempre en nuestros corazones”. Emocionado, el presidente terminó con un pensamiento compartido por la ciudadanía: “Cometimos el error de creer que eras inmortal. Adiós, héroe de héroes”. Terminados los discursos, el foco se trasladó al mausoleo familiar, en el jardín de la residencia de la familia. Con todos los honores militares, el ataúd descendió y quedó sepultado en el mismo lugar donde yacen

los tres hijos muertos de Mandela. A pesar de que en Qunu el sentimiento compartido era de orgullo, también se oyeron quejas porque la organización excluyó a los vecinos de participar directamente en las exequias y fueron invitados a presenciar el acto a través de pantallas. “Esto no está bien porque han traído a gente de Johannesburgo y del extranjero que seguramente no tienen tanto en común con él como nosotros”, se lamentó Bambihlelo Majuqwana, antiguo luchador antiapartheid que no quiso perderse el último adiós “a un gran hombre”. Aunque había anunciado que no asistiría al sepelio al sentirse marginado por el gobierno, finalmente Desmond Tutu, arzobispo emérito de Ciudad del Cabo y amigo personal de Mandela, sí acudió a la ceremonia de despedida del líder africano. El gobierno de Zuma salió al paso de la polémica y aclaró que Tutu era bienvenido al acto. El arzobispo coincidió en la ceremonia con los príncipes de Gales y de Mónaco, la célebre periodista norteamericana Ophra Winfrey, el empresario británico Richard Branson y los ex primeros ministros franceses Alain Juppé y Lionel Jospain, entre otros invitados. Tras diez días de funerales que estremecieron al mundo, el largo camino para Mandela llegó a su fin.ß

El ataúd con los restos de Mandela, momentos antes de su sepultura en Qunu

afrp

La gran autoridad moral de un líder único

alemania

Merkel presentó su nuevo gabinete BERLÍN (EFE).– Los partidos de la gran coalición alemana anunciaron ayer la composición del nuevo gobierno, en el que el bloque conservador de la canciller Angela Merkel mantiene el Ministerio de Finanzas y cede Exteriores y Economía a los socialdemócratas. El veterano cristianodemócrata Wolfgang Schäuble, estrecho colaborador de Merkel y promotor de la austeridad y las reformas estructurales que están realizándose en la eurozona, conserva la cartera de Finanzas, de la que es titular desde 2009. Merkel destacó al hacer pública la lista de ministros que Schäuble “es y seguirá

siendo ministro de Finanzas por su importante aportación a la estabilidad de Europa”. El Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), por su parte, obtuvo ministerios de primer orden, como Economía, cuyo titular será el presidente de la formación, Sigmar Gabriel, y Exteriores, que recayó en Frank-Walter Steinmeier, que ya ocupó ese cargo en el primer gobierno de Merkel (2005-2009). En total, la conservadora Unión Cristianodemócrata (CDU) obtiene cinco carteras (sin contar la de canciller); su aliada bávara, la Unión Socialcristiana (CSU), ocupa tres, y el SPD acapara seis ministerios.ß

ucrania

corea del norte

Más protestas contra Yanukovich

La tía de Kim, a salvo de la purga

KIEV (AFP).– Mientras decenas de miles de personas tomaban las calles de la capital ucraniana por tercer domingo consecutivo, la Unión Europea (UE) anunció ayer la suspensión del acuerdo de asociación con el gobierno de Viktor Yanukovich. La masiva protesta en la plaza de la Independencia de Kiev coincidió con la decisión de la UE, divulgada por el comisario europeo de Ampliación, Stefan Fule, en su cuenta de Twitter. La oposición cree que Yanukovich firmará acuerdos económicos con Rusia.ß

SEÚL (DPA).– Kim Kyong-hui, tía del máximo líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, continúa manteniendo su influyente puesto en la cúpula del régimen tras la ejecución de su marido, Jan Songthaek, el ex “número dos” del gobierno ajusticiado el jueves por “traición”. Kim Kyong-hui, de 67 años, hermana del fallecido líder Kim Jong-il, fue nombrada por los medios estatales junto a otros representantes del régimen que deben organizar un funeral de Estado para un ex alto miembro del partido.ß

opinión Thomas L. Friedman ThE NEW YORK TIMES

L

WAShINGTON

a efusión de muestras de respeto por Nelson Mandela a nivel mundial indica que no sólo le estamos diciendo adiós a un hombre que murió, sino que estamos ante la pérdida de un líder de ciertas características, único en el escenario del mundo actual, y que esa pérdida nos enluta del mismo modo. Mandela tenía una ingente cantidad de “autoridad moral”. ¿Por qué? ¿Cómo la obtuvo? Gran parte de esa respuesta puede deducirse de una escena de Invictus, una película acerca de Mandela sobre la que ya he escrito anteriormente y que se refiere exclusivamente a sus años como presidente de Sudáfrica, cuando embarcó al célebre equipo de rugby de su país, los Springboks, en la misión de ganar la Copa del Mundo de Rugby 1995 y, a partir de ese triunfo, comenzar a restañar las heridas abiertas por el apartheid. Antes del torneo, sin embargo, el comité de deportes de la flamante Sudáfrica del post-apartheid le dijo a Mandela que quería cambiar el nombre y los colores de los Springboks, compuesto casi exclusivamente por blancos, por algo que reflejara más la identidad africana. Pero Mandela se negó. Les dijo a sus funcionarios de deportes, que eran negros, que una de las cosas fundamentales para lograr que los blancos sintieran que la Sudáfrica gobernada por negros seguía siendo su hogar era no arrancarles sus símbolos más queridos. “Ésa es una idea

egoísta”, dice el Mandela de la película, interpretado por Morgan Freeman. “No le sirve al país”. Y luego, al hablar de los blancos sudafricanos, Mandela agrega: “Tenemos que sorprenderlos con muestras de contención y generosidad”. Esa breve escena contiene innumerables y grandes lecciones de liderazgo. La primera es que los líderes que ganan autoridad moral muchas veces lo hacen al desafiar a sus propios seguidores, y no sólo a los adversarios. Es muy fácil ser líder cuando se les dice a los seguidores lo que quieren oír. Es fácil ser líder repartiendo. Es fácil ser líder cuando las cosas van bien. Pero lo que realmente es difícil de lograr es que la sociedad haga algo que es importante, arduo y que, además, lo haga conjuntamente. Y la única manera de lograrlo es no sólo pidiéndoles a los adversarios que hagan algo arduo –en el caso de Sudáfrica, pedirles a los blancos que cedieran el poder a la mayoría negra–, sino desafiar a los seguidores propios a hacer también cosas difíciles: en el caso de Sudáfrica, pedirles a los negros que evitaran la venganza después de tantos años de soportar la brutalidad y la cerrazón del gobierno blanco. Dov Seidman, que tiene una empresa de asesoramiento ejecutivo y es autor del libro How, señala que parte de la autoridad moral de Mandela se deriva del hecho “de haberle confiado a su pueblo la verdad”, en vez de sólo decirles lo que querían oír. “Los líderes que le confían a su pueblo la verdad, verdades duras, reciben en respuesta esa misma confianza”, dijo Seidman. Son líderes que no generan ansiedad e incertidumbre entre

sus seguidores, quienes en el fondo saben la verdad y no se sienten aliviados, al menos duraderamente, cuando esa verdad es ignorada o disfrazada. Para Seidman, Mandela “hizo grandes cosas haciéndose pequeño a sí mismo”. “Gracias a su humildad tan poco común y a su deseo de confiarle la verdad a su pueblo –explica Seidman–, Mandela generó un espacio de esperanza donde suficientes sudafricanos confiaron lo suficiente unos en otros como para unirse y encarar juntos el arduo trabajo de la transición.” El entusiasmo que despierta Mandela, señala Seidman, se debe a que “no convirtió el momento de transición de Sudáfrica en un momento personal suyo. El tema no eran él y sus 27 años de encarcelamiento. El tema no era él y su necesidad de revancha”. El tema era aprovechar ese gran momento para pasar del racismo al pluralismo sin pasar por la venganza. “Mandela no quiso convertirse a sí mismo en una esperanza”, agregó Seidman. “Él consideraba que el desafío de su liderazgo era despertar la esperanza en los demás, para que pudieran encarar el duro camino de la reconciliación. Fue de esa manera que logró hacer grandes cosas sin pretender ser más importante que su momento histórico.” O por decirlo de otra manera, Mandela y su compañero, el presidente sudafricano F.W. de Klerk, lograron que un número suficiente de sus seguidores dejara atrás el pasado. Y Seidman señala que gran parte de la política norteamericana actual “trata de que la gente cambie de bando y no de que se eleve por sobre las di-

ferencias”. Gran parte de la política norteamericana actual se limita a cómo llegar a un determinado grupo demográfico encuestado de determinada circunscripción y convencerlos de que se pasen a mi lado y me den el 50,1%, lo suficiente para ganar el cargo, pero no para gobernar o encarar nada difícil o importante. El genio del liderazgo de Mandela radicaba en su capacidad para sumar a una masa crítica de sudafricanos a un proyecto trascendente, que conduce a un nuevo lugar, y no sólo convencerlos de cambiar su voto. La ausencia de ese tipo de liderazgo en muchos países es lo que en los últimos cuatro años ha empujado a millones de individuos de países como Egipto, Túnez, Turquía o Ucrania, a manifestarse masivamente en plazas y espacios públicos. Lo más sorprendente, sin embargo, es que ninguno de los “movimientos tipo plaza Tahrir” haya generado hasta el momento una alternativa democrática sustentable. Ése es un proyecto arduo y de gran envergadura que sólo puede hacer la sociedad en su conjunto. Y resulta que para generar esa unidad de propósito y esa concentración en un mismo objetivo hace falta un líder, y no cualquiera, sino el líder adecuado. “La gente actualmente rechaza a los líderes que gobiernan por la autoridad formal de su cargo y comandan por la jerarquía del poder”, dijo Seidman, pero “todos ansían liderazgos genuinos, líderes que conduzcan con autoridad moral para inspirar, para elevar a los otros y sumarnos en un proyecto compartido”.ß Traducción de Jaime Arrambide