8 LA VANGUARDIA
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DOMINGO, 4 DICIEMBRE 2016
Adiós a un mito revolucionario
Martín Castro, hijo de otra madre, recuerda su niñez junto al comandante en su Birán natal
El hermano desconocido de Fidel
ANNA BUJ Birán (Cuba) Enviada especial
En Birán todo el mundo sabe dónde vive Martín. En el año 1975 el Esta do le dio una pequeña choza al final de un callejón en el que las gallinas pasean a sus anchas. El humilde es tilo de vida de este campesino de piel tostada no da ninguna pista de su apellido ni de sus relaciones fa miliares.PeroenBirántodoelmun dosabequesellamaCastro,yquees el hermano desconocido del co mandante. “El viejo era un español, un galle go”, recuerda sobre su padre, Ángel Castro, que al regresar a Cuba des pués de la guerra acabó comprando poco a poco pedazos de tierra hasta construir una gran hacienda, Ma nacas. Su primera esposa, María Luisa, se fue a vivir a Santiago por
nocompartirlapasiónporlavidade campo, y se casó de nuevo con la jo ven Lina Ruz, hija de uno de sus tra bajadores, con quien tuvo siete hi jos. Fue durante los primeros años deestesegundomatrimonioque“el gallego”, un enamoradizo terrate niente, tuvo una aventura con la mulata Generosa Batista. “Ella era de Chapajas, vino para acá a casa de un pariente que tenía y aquí vino la jodedera. Ella tuvo un hijo nada más”, recuerda Martín mientras se balancea en la mecedo ra de la entrada de su casa. “Mi ma dreeramulataperoyoerarubio,ru bio”. El hombre guarda un gran pa recido con el padre de Fidel Castro. Durante todos estos años, Martín Castro ha permanecido olvidado ante la prensa y el régimen cubano desde su casita de Birán. Sólo en po cas ocasiones ha sido entrevistado. La última la dio en el 2015 a Joshua JellyShapiro, de The New Yorker, donde preguntado por la salud de
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Fidel respondió: “Está muy mal”. Ahora, con 87 años, tiene proble mas de presión pero la mente lúci da: preguntado por Juanita, la her mana crítica con el régimen que vi ve en Miami, tiene claro que hay cosas que “no puede decir”. Pero se ve dispuesto a compartir detalles de los primeros años del joven que cambió el rumbo de un país. Peseanotenerloencasa,Ángelsí le dio a Martín su apellido y le crió como al resto. Fidel, Martín y Raúl, con pocos años de diferencia , aten dieron los primeros años en la es cuela de la finca de los Castro. Des
Un campesino. Martín Castro siempre ha rechazado cualquier privilegio por ser herma no del líder del régimen cubano. Le ofrecie ron una casa en La Habana, pero nunca quiso abandonar su choza en el campo de Birán.
pués, Fidel y Raúl fueron a una es cuela privada de los jesuitas en Santiago de Cuba, pero Martín per maneció en Birán. “El viejo le dijo a mi mamá: ‘dame al muchacho pa’ llevarlo con ellos’ y ella dijo que no loibaadar.Yyocontentopornoir,a mí me gustaba el campo”. Los veranos en Birán eran felices. Jugabanapelota(béisbol)practica
ban boxeo, montaban a caballo y se bañaban en el río con los hijos de los trabajadores –la mayoría inmigran tes haitianos– de los Castro. Mana cas acabó convertida en una enor me comunidad con un espacio de correos, un hotel y hasta un espacio para las peleas de gallos de los do mingos. “A Fidel no le gustaban los gallos,peroaRaúlsí.Elpequeñoera más tranquilo, le gustaba darse sus traguitos, andar con las mucha chas”, ríe. Martín describe al co mandante como un joven despier to, que le cogía el rifle al sereno para practicar tiro por las noches. Por
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año pasado, cuando fue a La Haba na para operarse de una hernia y de lavista.Entoncesnosepodíaimagi nar que tan sólo viviría hasta los 90. “Estaba colorado, se veía bien. Ha blamos de los haitianos, de los obre ros de la finca, como antaño”. Durante todo este tiempo, al her mano olvidado de los Castro le han ofrecido casa en La Habana y hasta algún trabajo en el régimen, pero nunca los aceptó porque los lazos conlastierrasysugenteerandema siado grandes. “No, yo soy poco pe didor. Me siento orgulloso de ser su hermano pero no soy pedidor. Me querían dar casa pero yo no quise. Tengo mis amistades. Me tratan
Las cenizas llegan finalmente a Santiago de Cuba ]Después de cruzar mil
kilómetros desde La Ha bana y entre gritos de “yo soy Fidel”, la caravana de la libertad con las cenizas de Fidel Castro llegó final mente ayer a Santiago de Cuba, en el oriente de la isla, donde serán enterra das hoy en una ceremonia privada en el cementerio de Santa Ifigenia. Por la tarde, en la madrugada europea, se celebró en la plaza de la Revolución de la capital del Caribe el último acto de masas para despedir al comandante. Allí se esperaba el último discurso de los funerales del dirigente cubano Raúl Castro ante decenas de miles de personas. Aunque la presencia internacional estaba prevista para el acto que se celebró el mar tes en la capital, las autori dades cubanas anunciaron la presencia de algunos representantes extranje ros, principalmente man datarios afines latinoame ricanos y africanos. Tam bién estaban confirmados la ministra francesa de Ecología, Ségolène Royal, y la estrella argentina Diego Maradona.
“El año pasado estaba colorado, se veía bien”, cuenta Martín sobre la última vez que vio a Fidel Castro ANNA BUJ
eso, cuando oyó que había entrado en la Sierra Maestra, no le extrañó. “Era una persona buena. Veía a los pobres ahí pasando trabajo y por eso le dio por eso”. Según la guía que organiza las vi sitas a Manacas, ahora convertida en un museo, cuando triunfó la re voluciónyseaplicólareformaagra ria,lasdesupadrefueronlasprime ras tierras que Fidel expropió para “dar ejemplo”. Entonces ahí ya sólo vivía su madre, Lina, en la casa nue va que se había construido para Fi del y que él jamás llegó a habitar desde que le detuvieron por el in tento de asalto al Cuartel Moncada.
La casa natal. La casa donde nació Fidel
Castro en la finca de su padre en Birán se quemó con un cigarrillo poco antes de la revolución. El comandante la mandó reconstruir y hoy es un museo que visitan 25.000 personas al año
La familia se trasladó después de que la gran vivienda natal, construi da enteramente de madera, se que mara con uno de los cigarrillos del “gallego”. Celoso de sus orígenes, el comandante mandó reconstruirla y hoyendíatodavíasepuedevisitarla misma habitación en que nació con la ayuda de una comadrona. Yacomodirigente,Fidelaparecía de vez en cuando junto a los apenas
4.000 habitantes de su Birán natal. Vino por última vez hace unos siete años,hastaqueenfermó.“Claroque me reconoció, me dijo: ‘Pedrito, tú estás del mismo tamaño’”, dice Pe dro Pascual Rodríguez, de 91 años, de corta estatura. Con él compartía batallitas hasta que acabó trabajan do de agricultor para su padre y, co mo Martín, tampoco ha abandona do el pequeño pueblo de la provin cia de Holguín. “Él hablaba de las injusticias y esas cosas que había en la república. ‘Si un guardia me da tiene que matarme’, decía Fidel”. Martín Castro conversó por últi ma vez con su hermano mayor el
bien, que eso vale mucho”. A Martín le llamó un secretario de Raúl el viernes por la noche con la noticia que nunca se llegó a espe rar. Desde entonces ha permaneci do en su choza de Birán, con la tele visión encendida, como el resto de cubanos. Cuando hoy entierren a su hermano en una ceremonia fami liar en el cementerio de Santa Ifige nia él seguirá en Birán: comió de masiado pan y tiene la presión altí sima. “Eso ha sido grande, grande –dice respecto a los homenajes–. Peronoesparaotracosa,loqueeste hombre ha hecho por este país… na die lo había hecho”.c