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ÉL ES FIEL Y JUSTO PARA PERDONAR Por Marcos Robinson Usado con permiso

Una niñita se había puesto su mejor vestido porque venían visitas especiales a su casa. Su madre, atareada con las preparaciones para recibir a los visitas, la dejó advirtiéndole: "Cuidado, no mojes tu vestido jugando con el agua en la pila como sueles hacer." Pero pronto, olvidando la advertencia, comenzó a jugar con el agua. Mientras jugaba, oyó a alguien tocando la puerta, pero cuando se dirigía a la sala vio que la orilla de su vestido estaba muy mojada. "Ay, mamá me va a castigar" dijo la niña a si misma. "¿Qué hago?" Su pequeña mente comenzó a formular un plan. Tomó unas tijeras y recortó la parte mojada del vestido. Contenta, dijo, "Ya mamá no se dará cuenta que mojé mi vestido." Confiada en que había eliminado la evidencia de su travesura, se dirigió hacia la sala.....y así salió a saludar a los visitas. ¿Qué nos dice esta historia cómica, sacada de la vida real? Ojalá que fuera tan sencillo resolver nuestros problemas como la niña pensaba hacer con las tijeras. El único problema es que la vida no es así. Nuestra culpa no desaparece cuando escondemos la evidencia de nuestras fallas. Unos ignoran su culpa o tratan de taparla con argumentos como: "Pero todo el mundo lo hace...." o "No soy tan malo como otros." La culpa es real y la única manera de resolverla es de frente, reconociendo la falla honestamente ante Dios. A esto se le llama confesión. Hebreos 3:7-8 dice "Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto” A pesar de haber visto los milagros cuando Dios los sacó de Egipto y cuando cruzaron el Mar Rojo, los Israelitas dudaron y endurecieron sus corazones. Miraron sus problemas en lugar de la grandeza de su Dios. Por lo tanto, anduvieron 40 años en el desierto y nunca entraron a la tierra prometida. ¿Cuántos creyentes nunca han experimentado la vida plena y abundante que Cristo les prometió porque han endurecido sus corazones y no reconocen sus pecados? Si mi conciencia me recrimina hoy por pecado que he cometido, ¿estoy dispuesto a humillarme ante Dios, o quiero seguir justificando mi mal comportamiento, diciendo que hay otros peores? Otros creyentes pasan sus vidas cargando su culpabilidad, con una conciencia que les recrimina constantemente. Oran, rogando perdón, pero no sienten alivio. Confiesan su pecado con toda honestidad, pero siguen sintiéndose mal. ¿Por qué? Confiesan, pero no creen que Dios les perdone. Siguen enfocando su atención en sus defectos; y su pecado ha llegado a ser más potente en sus mentes que la sangre de Cristo. En resumen: Si ha fallado, 1 Juan 1:9 le manda a confesar, no ignorando o tapando su pecado. Arrepentido, reconozca lo que ha hecho y humildemente pida perdón. Si ya ha confesado su pecado y sigue recriminándose por su debilidad, la promesa de 1 Juan 1:9 le dice que acepte el perdón de Dios, creyendo que Dios "es fiel y justo para perdonar nuestros pecado..." El mandato y la promesa de 1 Juan 1:9 siguen siendo tan ciertos hoy como siempre.

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