El cirujano plástico, esa figura que empieza a ser habitual en los ...

3 may. 2014 - fe de Cirugía Plástica del hospital. Ramón Carrillo, afirma que el pro- cedimiento “es muy frecuente y se realiza en aquellas pacientes que.
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SÁBADO

| Sábado 3 de mayo de 2014

Estética

Salidas

El cirujano plástico, esa figura que empieza a ser habitual en los partos por cesárea

Cita para ser más creativos y vivir mejor

Muchas mujeres, especialmente famosas, aprovechan para hacerse un retoque estético en el momento de dar a luz Laura Reina LA NACiON

Se pasean por las alfombras rojas espléndidas, sin rastros de ese embarazo que hace pocas semanas ha dado paso a su flamante maternidad. Genética, lactancia, comida sana y horas de entrenamiento dicen ser las causas de su envidiable figura a pocos días de dar a luz. Sin embargo, muchas celebridades omiten en la lista la palabra clave: abdominoplastia, un retoque estético que se realiza junto con la cesárea y que forma parte del mommy makeover, ese duro plan al que muchas mujeres se someten para lucir el abdomen chato y recuperar en tiempo récord el cuerpo que tenían antes del embarazo. Son muchas las mujeres –modelos, cantantes y actrices, en su mayoría– que, además del obstetra, cuentan con la presencia de su cirujano plástico de confianza en ese momento tan trascendental para hacerse un pequeño retoque estético. Se rumoreó que lo hizo Shakira cuando dio a luz a Milan, el hijo que tuvo con el futbolista Gerard Piqué, y trascendió que lo había hecho Guillermina Valdés luego de dar a luz a Lorenzo Tinelli. Aunque la modelo salió a negarlo vía Twitter, donde comparte a diario sus sensaciones como madre por cuarta vez, el rumor bastó para que la polémica se instalara. ¿Es necesario someterse a ese procedimiento cuando lo importante es ocupase del bebe recién nacido? ¿Hasta dónde llega la obsesión y presión por verse perfectas frente al espejo a poco tiempo de dar a luz? Lo cierto es que aunque parece algo nuevo y digno de las estrellas de Hollywood, muchos cirujanos plásticos reconocen que es una práctica que viene realizándose desde hace décadas y es mucho más habitual de lo que se cree entre las mujeres que acaban de ser madres. Como se trata de una intervención rápida, que dura 25 minutos como máximo, los especialistas aseguran que no interfiere con la vinculación entre la madre y el bebe recién nacido, y la recuperación es la misma que se tiene con la cesárea. Después del procedimiento, el resultado comienza a verse a los 30 días. El doctor Marcelo Bernstein, jefe de Cirugía Plástica del hospital Ramón Carrillo, afirma que el pro-

Shakira y Guillermina Valdés, dos mamás recientes y coquetas cedimiento “es muy frecuente y se realiza en aquellas pacientes que tenían algo de flacidez antes de quedar embarazadas y que aprovechan la cesárea y la anestesia para quitar el excedente de piel– dice el médico, que además es artista plástico–. Una vez que termina la parte obstétrica, y mientras asean y revisan al bebe, se saca el exceso de grasa que la paciente tenía antes del embarazo, por eso para hacerlo yo tengo que conocer cómo era esa paciente antes, para saber cuánto sacar. Quitar de más puede ser peligroso”.

De hecho, si durante la cesárea hubo una complicación, la cirugía no se hace. “Se realiza en cesáreas programadas, no en las que haya habido un trabajo de parto con sufrimiento fetal o en las que el líquido amniótico esté contaminado con deposiciones del bebe”, aclara Bernstein. Otros especialistas como Sergio Korzín directamente desaconsejan hacer los dos procedimientos juntos. “En principio, no lo aconsejo, no por lo riesgoso, sino porque lo hormonal que se desata con el

fotos de archivo

parto hace que todo esté alterado y es probable que los resultados no sean los mejores. Como médico me resultaría muy difícil saber cuánto sacar de piel”, reconoce. Pero más allá de lo médico y lo estético, Korzín asegura que en ese momento hay que pensar en lo prioritario, que es el bebe. “Se le está sumando una complicación cuando la madre tiene que estar preocupada por su hijo –plantea–. Lo ideal para hacerse esta cirugía es dejar pasar seis meses para descansar el tejido y que la madre

haya interrumpido la lactancia”. Acerca de los riesgos de hacer ambas intervenciones juntas, el doctor Diego Schavelzon, especialista en cirugía plástica y director B&S Centro de Excelencia en Cirugía Plástica, advierte que “no es lo ideal hacer las dos cirugías juntas porque hay mucho líquido producto del embarazo y eso aumenta las posibilidades de infección. De todas maneras, es una situación real, que se realiza hace muchos años, pero hoy tal vez más porque se quiere aprovechar el tiempo y reducir al máximo la espera para recuperar la figura”. Claro que no todas las mujeres que acaban de tener un bebe son candidatas a esta cirugía. “Es un procedimiento que se hace en personas flacas, pero con un poco de flacidez en el abdomen, y en embarazos controlados, donde el aumento de peso es el normal. No sirve si durante estos nueve meses la paciente engordó 30 kilos”, aclara Bernstein. Schavelzon afirma que para hacer el procedimiento, la mujer debe haber decidido no tener más hijos . Y claro, ser delgada. “Son las mejores candidatas. Hay muchas flacas que la necesitan porque la gimnasia y la dieta no arreglan todo. Hoy la vara está más alta para las mujeres. Y si la cirugía ayuda a sentirse mejor durante el posparto, ¿por qué no?”. Sin embargo, la directora de Embarazo Activo, Mariela Villar, señala que con gimnasia y un plan de alimentación adecuado, se vuelve a recuperar el cuerpo en unos meses: “Ya en el parto se pierden entre cinco y seis kilos. Pero es importante saber que todos los cambios son transitorios. Claro que una mujer se va a recuperar mucho más rápido si hace una dieta equilibrada y actividad física, que puede empezar a realizarse, previa alta médica, entre 40 o 45 días después del parto”. Para Villar, las presiones que sufren las mamás recientes en gran parte son de los medios y de famosas que tienen recuperaciones sorprendentes. “No se considera que ellas siempre fueron delgadas y además le dedican gran parte de su vida al cuidado personal, teniendo acceso a todo tipo de tratamientos. Hay que tratar contener a la mujer en este proceso tan lindo pero difícil sin sumar presiones.”ß

El científico Estanislao Bachrach se sube a las tablas del ND Ateneo ¿Cómo puedo manejar la energía de mi vida para cansarme menos? ¿Si hago todo a la vez, soy más productivo? ¿Mi mujer habla demasiado o soy yo muy callado? Ya no hace falta leer Ágilmente (Sudamericana), el best seller que escribió Estanislao Bachrach, académico de Harvard y doctor en biología molecular, para conocer cómo funciona nuestro cerebro, aprender a ser más creativos y vivir mejor. Ahora, el científico se sube al escenario del teatro ND Ateneo en una propuesta inusual. Será una charla interactiva, un exclusivo Ágilmente en persona, en la que Bachrach conectará los últimos descubrimientos de la neurociencia con una dosis de humor. El objetivo, en papel o sobre las tablas, es el mismo: explicar, desde la neurociencia, cómo es posible tener más ideas y ser más feliz. En una hora y media, mucho menos de lo que uno tardaría en leer las casi 400 páginas del libro, el autor-actor intentará darle nuevas herramientas a su público, con respaldo científico, para ser más eficientes y productivos en la toma de decisiones; para vivir con menos estrés; para gestionar mejor sus días y entender mejor a sus parejas. Bueno, esto último, según Bachrach, no es una promesa. Pero sí se puede, al menos, hacer el intento. De hecho, como profesor de la Universidad Torcuato Di Tella, como consultor externo en compañías y organizaciones nacionales e internacionales, ése es el desafío constante de este científico, que está en condiciones de asegurar que sólo el 2% de la población tiene naturalmente el talento de la creatividad. En promedio, una persona tiene unos 65.000 pensamientos conscientes por día, y el 95% son iguales a los de ayer y también a los de mañana. Tal vez la chance de multiplicar las buenas ideas, de conseguir los tan esperados insights o revelaciones esté más cerca de lo que uno podría pensar. La cita es el próximo viernes, a las 21, en Paraguay 918, con entradas desde los 160 pesos.ß Soledad Vallejos

escenas urbanas Santiago Filipuzzi

Benjamín Lamas, Andrea Willherber, Florencia Frigo, Soledad Barca y Benjamín Murano, el martes pasado, en la pileta del Sportclub de Vicente López

pequeños grandes temas Miguel Espeche

La prisión de los ataques de ira

E

s raro no conocer en carne propia lo que es un ataque de bronca, ira, rabia, o como se lo quiera llamar. Se dispara ante cuestiones diferentes, con mayor o menor facilidad. Hay quienes cultivan su bronca como un jardinero su jardín, otros la reprimen con esmero,

como quien ata un pingo brioso al palenque para que no se dispare. Existen también quienes se “enyoguizan”, cultivando un perfil zen, que generalmente hace que sean otros, no ellos, a los que se les “chifle el moño” y se vean arrebatados por la iracundia. A otros, los menos, todo les resbala, saben sortear toda

provocación, y viven su vida mientras todos a su alrededor se preguntan cómo diablos lo hacen… Es verdad que no siempre el impulso de rabia gana la partida, y también lo es el hecho de que muchas veces maduramos y, aquello que antes nos hacía trepar por las paredes, hoy literalmente no nos importa nada de nada, hasta tal punto que nos sorprende alguna vez haber sentido algo de esa naturaleza por una causa que hoy nos es indiferente. En Estados Unidos existen programas de control de la ira. No sabemos si ya en algún lugar de nuestro país se han implementado programas similares. Este tipo de controles hacen bien para que la sangre no llegue al río, y su utilidad está, justamente, en el hecho de que detienen la acción “broncuda” en el último minuto del partido, cuando

ya está por “saltar la térmica” y Troya ya está a punto de arder. Pero la verdad sea dicha: no es vida esto de andar solamente controlando las cosas para que no ganen la escena. Respirar hondo, contar hasta diez, rezar un padre nuestro… son todos métodos encomiables, pero muchas veces son estrictamente de orden provisional y, de quedarnos solamente en eso, seremos proclives a la hipertensión o a otras manifestaciones somáticas de esa rabia y enojo acumulado. Decir que la rabia es esencialmente mala es peligroso, ya que nada de lo que existe carece de un noble y eficaz sentido en su principio. Esa emoción surge como actitud inmunológica ante cosas que nos hacen daño. Usando un ejemplo de orden biológico, digamos que sin una sana agresividad nuestros glóbulos blancos, defensores del cuerpo contra las bacterias

nocivas, se tornarían de un pacifismo tal que, con paz y amor hippie, dejarían entrar sin defendernos a toda bacteria que quiera venir a visitarnos. Por eso, el enojo en sí no es patológico, pero sí puede serlo cómo lo desplegamos. El problema es cuando es el enojo lo que nos lleva a nosotros y no nosotros al enojo. Por algo en la calle se dice que “el que se enoja pierde”. Si algo nos enoja de manera recurrente, vale ver qué significado tiene para nosotros aquello que nos hace estallar. Por ejemplo, si tomamos uno de los escenarios que más genera enojos, el del tránsito, veremos que esos gritos desaforados, los insultos, nos conectan con la propia impotencia ante el imposible deseo de que el mundo sea otro, no éste que es, en el que muchos manejan muy mal. El enojo no es “malo” por algo moral, sino porque se torna inefi-

caz cuando queda preso en el laberinto de la violencia. Enojarnos, por ejemplo, no ayudará a que los otros manejen mejor. Madurar y crecer, compartir sentimientos, no pretender solamente “descargarnos” sin más, no creerse las propias ideas acerca del porqué nos habilitamos a dejar que la ira nos someta… por ahí va la cuestión. Sirve entender que en cada enojo hay algo nuestro que nos “engancha”, sobre todo, cuando no nos podemos liberar de él. Descubrirlo y salir de esa prisión impulsiva permite que no seamos tan “calentones” de manera inútil, gastando pólvora en chimangos, dejando que las razones del enojo sean el pavimento sobre el cual caminamos hacia el infierno de la perpetua mala onda.ß @MiguelEspeche El autor es psicólogo y psicoterapeuta