El cabaret en los años del nazismo

17 jul. 2008 - MUSICA CLASICA. Opinión ... mos “la otra historia”, la de aquellos que sin ser ju- ... nistrar, frente a la música repudiada por el régimen,.
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Espectáculos

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Jueves 17 de julio de 2008

MUSICA CLASICA Opinión Por Pola Suárez Urtubey

Carl Orff y “la otra historia” En relación con nuestro tema del jueves pasado, referido a los músicos que sufrieron persecuciones y muerte durante los años del Tercer Reich, mencionamos “la otra historia”, la de aquellos que sin ser judíos ni opositores pudieron seguir trabajando: la vida continuó pese a todo, tanto la física como la del espíritu, del arte, de la cultura en general. En esos años brutales de Hitler, produjeron varios compositores, entre ellos Carl Orff, una de cuyas obras, la más famosa, es Carmina Burana, que la Orquesta Estable, el Coro y el Coro de Niños del Teatro Colón harán escuchar pasado mañana, a las 20.30, y el domingo, a las 18.30, en el Auditorio de Belgrano, para los abonados de Festivales Musicales de Buenos Aires. El compositor bávaro, fallecido en 1982, es justamente uno de los más discutidos, por haberse convertido en el máximo exponente de la llamada Escuela de Francfort, junto a Egk (que nunca se plegó a la ideología nazi), Sutermeister y otros, llamados a suministrar, frente a la música repudiada por el régimen, una alternativa nacional-socialista. Para ello recurría Orff a actitudes estáticas, estatuarias, vigorizadas por elementos primitivos fundados en la maciza repetición de bloques corales, con lo cual, según oponentes, evitaba el El fin de sema- sus autor una participación intelectual por parte del na, Festivales oyente. Otros autores rechaMusicales prezan tal interpretación. En opinión del musicólogo sentará Caritaliano Massimo Mila, mina Burana el grupo de Francfort se presenta como un ala de izquierda avanzada de la música alemana, persuadidos sus miembros de que la renovación de la música nacional no debía traducirse a través de una chata imitación del tardo romanticismo. “Plenos de fe en las virtudes regeneradoras del canto popular –escribe Mila–, tanto Orff como Egk representaban un movimiento de fronda en la ortodoxia de la tradición artística impuesta por el régimen.” * * * Ya al margen de toda secuela política, hay una postura estrictamente estético-musical que ha llevado a Orff por una inconfundible definición estilística. Ante la complejidad por la que se internaba el lenguaje sonoro a comienzos del XX, elige un lenguaje sencillo y accesible para el público, divorciado cada vez más, según él, del proceso creador contemporáneo. Esa fue su meta, y sin duda Carmina Burana fue un pasaporte infalible. La obra, basada en un cancionero (carmina) medieval encontrado en el monasterio de los benedictinos de Buren, en Baviera, contiene poesías anónimas que pertenecen a los estudiantes vagabundos o “goliardos”, una sociedad heterogénea formada por escolares, clérigos, poetas, cantantes y músicos gozadores del juego, el vino y el amor, peleadores e ingeniosos. Esas poesías, mezcla de bajo latín, alemán medieval y otras lenguas vulgares, son generalmente humorísticas, a veces desenfrenadas, mezcladas con canciones de taberna que describen libremente las alegrías físicas del amor, al lado de otras de encantadora delicadeza lírica y ejemplar elegancia. Aquí, el ritmo extrae su pujanza de los sencillos esquemas de la danza campesina, mientras la melodía tiene el sabor arcaico del canto medieval. La propuesta de Carl Orff es la de un teatro donde la acción dramática es sustituida por una celebración escénica, donde el actor alcanza la plenitud del homo ludens. Con el paso de los años, Carmina Burana se ha convertido en un clásico de su tiempo.

(Acordes)

(Allegro)

■ Otros sonidos para la prisión. La orquesta

Tomas Beecham ubicaba a Mozart en su justo lugar

Sinfónica de Madrid, que dirige el joven José Antonio Montaño, de 32 años, le puso una nota de “libertad” –según calificaron varios presos– a la tarde del lunes último en la cárcel Soto del Real, situada en las afueras de la capital española. Con un programa mozartiano, el concierto fue el primero que se ofreció en un centro penitenciario de ese país y sirvió para ilustrar el acuerdo suscripto por el Teatro Real de Madrid y el gobierno español para fomentar la enseñanza de la ópera y la música en las cárceles durante los próximos cuatro años. ■ El verano con Wagner. Como cada año en

el sur de Alemania, este mes se realiza el Festival de Bayreuth, un encuentro que se extiende durante un mes y que está dedicado a la representación de óperas de Richard Wagner. Fue el mismo compositor quien concibió y promovió la idea de esta cita de verano a la que no pueden faltar títulos como El anillo del nibelungo y Parsifal. Esta última obra contará este año con una nueva producción, a cargo del joven director noruego Stefan Herheim, que se estrenará el 25 de este mes.

AFP

Parte del vestuario de la nueva producción de Parsifal, que se verá en el Festival de Bayreuth

ch; y Baldocci y yo, La muerte del ángel y Libertango, de Piazzolla, en arreglos para dos pianos de Eduardo Hubert. También figuran en programa obras de Poulenc y Lutoslawsky”, anticipó.

■ Las manos de Argerich y sus amigos. El ita-

liano Gabriele Baldocci, la japonesa Akane Sakai y el argentino Alan Kwiek acompañarán a la pianista Martha Argerich mañana, en la inauguración de la segunda edición del festival italiano Pietrasanta in Concerto 2008. Martha Argerich and Friends se presenta en la versión de cuatro pianistas ejecutando a dos pianos, en diversas combinaciones (obras a dos pianos, cuatro manos y seis manos). Acerca de ello, Kwiek comentó a LA NACION: “Todos tocaremos con todos. Argerich y Baldocci van a hacer la Primera suite, de Rachmaninoff; Argerich con Sakai las Variaciones, de Brahms, sobre un tema de Haydn; Argerich y yo el Concertino, de Shostakovi-

Por Pablo Kohan



AP

La Sinfónica de Madrid tocó en una cárcel

Mario Videla, jurado en Alemania. Invitado nuevamente por el célebre BachArchiv de Leipzig para participar en el XVI Concurso Internacional Bach, Mario Videla viajó a esa ciudad alemana como integrante del prestigioso jurado de órgano. Esta, una de las mayores competencias internacionales para jóvenes artistas, se realiza desde 1950 cada dos años, abordando diversas disciplinas. La actual edición está dedicada a las especialidades de órgano, canto, violoncello y violoncello barroco.

Los cantautores pueden prescindir de los intermediarios. Ellos escriben las letras, componen la música y cantan sus canciones. Así fueron o siguen siendo los casos de Atahualpa Yupanqui, John Lennon, Fito Páez, Rubén Blades, Jacques Brel, Silvio Rodríguez o Joan Manuel Serrat. Pero en la música académica, un arte que, esencialmente, se trasmite a través de la escritura, entre el compositor y el receptor se ubica el intérprete, sea éste un cantante, una orquesta, un instrumentista o un ensamble. Y su papel lejos está de ser menor. Así, en el momento de tener que efectuar alguna valoración sobre una obra de música clásica, habría que distinguir entre los aportes, las desventuras y las tribulaciones de unos y otros, con sumas y restas varias, complejas y contradictorias, que apuntan a contemplar la multiplicidad de factores que entran en la realización de una obra escrita por alguien y recreada por otro. Thomas Beecham no aceptaba tan simplemente estas concepciones de realizaciones de autorías múltiples. En los años 30 del siglo pasado, el gran director inglés estaba en su apogeo. Sus lecturas mozartianas eran sumamente elogiadas. Sus defensores insistían en que nadie hacía las obras de Mozart como él. Ni Klemperer ni Walter ni Toscanini. Y, al parecer, Beecham también lo creía así. En 1937, después de una representación de La flauta mágica que causó el delirio del público, Fritz Reiner, el recordado director húngaro, se acercó hasta su camarín para expresarle su admiración. Con la mejor intención, le dijo: “Quiero agradecerle una noche maravillosa, con Mozart y Beecham”. Distinguiendo claramente entre compositor e intérprete, sir Thomas le espetó: “Perdón, pero ¿qué tiene que ver Mozart con esto?”.

El cabaret en los años del nazismo Con puesta escénica de Daniel Suárez Marzal, otro concierto del ciclo Sonidos Prohibidos Muy bueno

★★★★

El cabaret. Ciclo de canciones con puesta escénica de Daniel Suárez Marzal. Diseño de imagen e iluminación: Manuel Garrido Freire. Diseño de animación: Martín Ollo. Diseño de maquillaje: Leo Chiachio y Daniel Giannone. Maquillaje: Laura Frances. Ciclo Sonidos Prohibidos. Idea y dirección artística Bárbara Civita y Haydée Seibert. Coordinación: Diana Margulis de Gutman. Comunidad Amijai. .

El cuarto y último programa del ciclo dedicado a compositores europeos cuya trayectoria fue modificada y dolorosamente perjudicada o, lisa y llanamente, interrumpida por el nazismo estuvo dedicado a las canciones presentadas en los cabarets de Alemania, Austria y Checoslovaquia, de la Europa de comienzos del siglo pasado. Negocios donde al entretenimiento y la cena se sumaban, en bien montado espectáculo, canciones, bailes, breves pinceladas de teatro y lecturas de poemas, en la mayoría de los casos dentro de una atmósfera elegante, rebosante de bebidas alcohólicas

lógicamente onerosas y no al alcance de cualquiera. Claro que este cabaret de los años del nazismo, ideado por el inquieto y talentoso Daniel Suárez Marzal –no es la primera ni será seguramente la última vez que se pueda apreciar el profundo conocimiento que tiene el artista de este terreno–, se limitó a una presentación de canciones, de un ramillete muy significativo de compositores valiosos y denostados por el régimen, cantadas por Víctor Torres, Susana Moncayo y Alejandro Meerapfel, quienes tuvieron en Fernando Pérez un pianista de lujo, no sólo por la pulcritud de su ejecución, sino también por su acierto estilístico y el refinado sentido del ritmo y del fraseo que surgió de su labor. Excelentes el canto y el decir cautivantes de Moncayo para las canciones de Karel Svenk, Adolf Strauss, Emmerich Kálmán, Martin Roman y Fred Raymond, con el agregado de pinceladas de textos en una gigante pantalla, así como las luces y sombras tenues del director de escena, que sumaron una buena cuota de la atmósfera de

opresión que tantos padecieron en su vida y en su muerte. También las canciones de Arnold Schoenberg dichas por Víctor Torres con su aterciopelada y bella condición vocal, en el comienzo del espectáculo, vinieron a ratificar el talento de un compositor trascendente de la historia de la música. Y en la última secuencia, Alejandro Meerapfel abordó con sobriedad y voz sonora las creaciones de Eisler, Dessau y Holländer, el autor del tango Argentinien, muy oportuno, así como un tema de Kurt Weill, en un valioso cierre. Aplauso vehemente de los asistentes, una breve y oportuna intervención de Eugenio Scavo para agradecer la posibilidad de haber cristalizado en Amijai tan emotiva idea, la presencia en el escenario de Bárbara Civita y Haydée Seiber, agasajadas de modo especial y flores a las damas en una manifiesta muestra de satisfacción. Y al salir, se oyó de un hombre muy mayor una frase conmovedora: “Es que tanto horror jamás se debe olvidar... ¡para que nunca se repita!”.

Juan Carlos Montero

AFP

Opera de Australia: Los cantantes Cheryl Baker, interpretando a Desdémona, y Dennis O’Neil, en el papel de su marido, Otello, protagonizarán la aclamada producción de Harry Kupfer sobre la clásica tragedia de ShakespeareVerdi que a partir de mañana subirá a escena en la Opera de Sydney.