Educarse sin ir a la escuela, ¿es posible?

10 jun. 2012 - estudio de sus hijos Charlie, de 10 años; William, de 9, ... cuatro de sus doce hijos cursando primario y ... educar a los hijos en libertad, según.
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SOCIEDAD

I

Domingo 10 de junio de 2012

DEBATE s UNA MODALIDAD QUE PREOCUPA A LOS EXPERTOS

Educarse sin ir a la escuela, ¿es posible? Aunque no hay números oficiales, cada vez más familias deciden formar a sus hijos en sus hogares disconformes con la educación formal SILVINA PREMAT

Un fenómeno creciente en los EE.UU.

LA NACION “A veces, cuando en tenis o en jockey me preguntan a qué escuela voy, y yo les cuento que a ninguna, porque estudio en casa, lo ven como medio raro, pero entienden. Y enseguida todos me dicen: «¡Qué bueno!»”, cuenta Corina Kerr, que sólo fue a una escuela con aulas, maestras, directora, patio y demás durante el jardín de infantes y el primer grado. Preparada por su madre en su propia casa, rindió libre segundo, tercer y cuarto grados de la primaria. Ahora, a los diez años, está estudiando los contenidos de quinto, según un régimen de educación a distancia. Corina y sus hermanos –Santiago de 8; Sofía, de 5, y Timoteo, de 3– se levantan “relajados” y, a las 9, se instalan en el living de su casa, en Pilar, con los libros y cuadernos de la materia que les corresponda y bajo la mirada y guía de su madre, Silvina Kerr. Una escena similar se vive a diario en la casa de la familia De Peu, en Belgrano, donde Stacy conduce el estudio de sus hijos Charlie, de 10 años; William, de 9, y Nathaniel, de 7, según la currícula de quinto, cuarto y segundo grados que rendirán como alumnos libres a fin de año en una escuela pública. Los Kerr y De Peu adoptaron la modalidad de la educación en casa o homeschool, que ha crecido en los últimos años sobre todo en los Estados Unidos, único país del que se conocen cifras de este fenómeno (ver aparte). En la Argentina, este fenómeno aún no es registrado por las autoridades educativas, que no lo prohíben, pero tampoco lo promueven. “Yo no estoy en contra de la escuela; es el momento que estamos viviendo”, explica Mara Vanthienen de Fraile, de San Isidro, que tiene cuatro de sus doce hijos cursando primario y secundario fuera de la escuela tradicional, con un sistema de educación a distancia. En los 25 años de escolarización de los ocho hijos mayores, Mara advirtió una creciente decadencia educativa y notó que cada vez más sus chicos volvían a casa “angustiados, sin hacer lo que les gustaba”. Con su esposo, Guillermo, dijeron basta. “Ninguno de los chicos había tenido problemas de comportamiento ni de aprendizaje, pero con la octava hicimos un quiebre”, recuerda Mara, y enumera a los que están cursando a distancia: Felipe, de 17, que termina este año el secundario que cursó prácticamente por entero en su casa y que se está preparando en física y matemáticas para estudiar arquitectura en la UBA; Andrés, de 15, en tercer año del secundario; Tomás, de 13, en séptimo grado, y Candelaria, de 12, en sexto. “Por mi inquietud de encontrar el ideal de escuela, han ido cambiando de institución y nos ha tocado de todo. Fueron a colegios donde la pedagogía estaba muy instalada, pero fallaba lo social, ya que eran los primeros alumnos de un colegio que se abrió nuevo… Vimos que se promete educación personalizada, pero a los dos años te das cuenta de que se convierte más en una empresa que en una escuela. Por eso buscamos colegios para que estudien a distancia y encontramos más de lo que creíamos que había y los anotamos en el colegio De la Victoria, de San José de Metán, Salta”, relata la madre, frente a los cuadernillos recién impresos y anillados con el material teórico y práctico enviado desde Salta para el segundo trimestre, que comenzó esta semana. Borges ironizaba sobre la buena educación que había recibido... hasta que debió comenzar la escuela. Pero más allá de los cuestionamientos a la educación formal, el homeschooling

Dos millones de chicos no asisten a la escuela SILVIA PISANI CORRESPONSAL EN EE.UU.

Los hermanos Candelaria, Felipe y Tomás Fraile se distienden en una pausa de sus estudios, en el living de su casa, en La Horqueta

Silvina Kerr y su marido les enseñan a sus hijos en el living familiar

Los De Peu, en plena “clase”, en su casa de Belgrano FOTOS DE MARIANA ARAUJO Y MAXIE AMENA

genera discusiones entre los teóricos de la educación. Se cuestionan si la obligatoriedad implica presencia y si la socialización se logra meramente por estar en grupos de pares. “La ventaja de estudiar de esta forma es que tengo tiempo libre para hacer lo que me gusta, como tocar el piano. Hace poco también pinté una parte de la casa, cosa que no haría si tuviera que ir a la escuela. Estar ocho horas encerrado en un colegio es muchísimo”, dice Felipe Fraile, a quien no le faltan amigos de sus actividades “extracurriculares”. En el país, para cumplir con la obligatoriedad de la enseñanza los padres pueden elegir entre establecimientos gestionados por el Estado o por privados, cuya estructura es la misma. En este contexto, Constanza Mazzina, investigadora de Eseade y coordinadora del área educativa de la fundación Libertad y Progreso, considera que la educación en la casa es una opción interesante “en un marco que desmonopolice y des-

regule la oferta escolar y permita la verdadera competencia entre sistemas educativos”.

Laguna legal ¿Es legal? “La ley federal de educación deja un espacio a este respecto, probablemente por no diferenciar entre instrucción obligatoria y escolaridad obligatoria. En este sentido, aparecen lagunas, contradicciones entre diversos artículos y, en definitiva, no queda el tema definido”, afirma Mazzina. “Por lo que hemos investigado, esto no está prohibido a nivel legislativo, pero tampoco está regulado. Es un tema medio gris”, admite Silvina Kerr, que dedica sólo dos mañanas a trabajar como médica para priorizar la formación de sus hijos, que este año siguen los programas de educación a distancia del Ejército. Ana Caraballo, psicopedagoga de la consultora Caraballo & Segat, que implementa el programa de

coaching estudiantil desde hace ocho años, afirma: “La escuela en casa impide la posibilidad de compartir con pares diferentes momentos y actividades, competir y, entre otras cosas, aprender a convivir con las diferencias”. A su oficina han llegado consultas de padres para aplicar este sistema “sólo en casos de fuerza mayor, como los que vienen desde el extranjero, y tienen un tiempo de desfase entre el sistema del que vienen y el nuestro”. En ámbitos gubernamentales no tienen registrado aún este fenómeno. “Ultimamente se han acercado algunos padres, en general, con domicilio en la provincia de Buenos Aires que adhieren al sistema homeschool, que se usa mucho en las comunidades Amish, pero no tenemos demasiados datos”, dijo la viceministra de educación porteña, Ana Ravaglia. Las autoridades educativas de la ciudad, según esa funcionaria, no

consideran apropiadas esas modalidades para el nivel primario, “salvo excepcionalmente, porque no hay construcción social de los aprendizajes tal cual prescribe el diseño curricular a través de la resolución de problemas”. Ravaglia agrega: “Asistir a la escuela es algo más que una rutina; es asistir a un ámbito de socialización y de construcción colectiva de conocimientos”. No obstante, dice la funcionaria, “lo importante es que el niño tenga su certificado que acredita la aprobación de un nivel obligatorio por ley y que nosotros como Ministerio de Educación podamos atender la necesidad puntual enmarcando el caso dentro de una normativa que, si no existe, se deberá pensar con vistas a implementar”. La búsqueda de la certificación de los contenidos aprendidos puede llevar a la incertidumbre de no saber “si se ha aprendido o si solamente hemos fiscalizado pasos formales”, considera Mazzina.

WASHINGTON.– No es que se lo haya propuesto. Pero uno de los aportes que se le reconocen al republicano Rick Santorum es haber puesto la mira sobre la creciente tendencia en este país de educar a los hijos en casa en lugar de enviarlos a la escuela. El frustrado aspirante a la presidencia por el Partido Republicano invirtió fortunas para criar de ese modo a siete hijos porque –según consideró– ése era el único camino para asegurarse de que se le inculcaran “valores religiosos”, además de preservarlos contra “la contaminación de maestros excesivamente radicales” para su gusto. No es que sean muy precisas, pero las encuestas del Departamento de Educación de este país afirman que lo de Santorum no es una opción aislada. Su proyección es que por lo menos dos millones de chicos se encuentran en la misma situación que los de este referente conservador de Pensilvania. El mismo informe señala que el deseo de dar instrucción religiosa a los hijos es la explicación mayoritaria entre padres que se inclinan por esa modalidad educativa, reconocida y aceptada en el sistema escolar. “Es una tendencia en alza”, dijeron a LA NACION en la Asociación para la Defensa Legal de la Educación en el Hogar, un grupo de presión que aboga por esa forma educativa. La opción saltó al tapete precisamente al conocerse el caso de Santorum y se convirtió en tema favorito para las cadenas de televisión. El sistema funciona con muy poca regulación que, además, varía según los estados. Florida, por ejemplo, exige que los alumnos se incorporen en un registro, pero Texas está en el extremo opuesto y no lleva cómputos al respecto. La mayoría ni siquiera exige que los maestros que se contratan se sometan a un programa básico de contenidos. Otros imponen un examen anual. Los menos exigen una evaluación del hogar antes de conceder el permiso. La prueba de oro llegará, en todo caso, cuando los estudiantes así educados aspiren a convalidar su formación para acceder a una educación superior. “Ese es el momento en el que se ven más exigidos porque deben incorporarse a un sistema”, dijo John Dalton, de la misma asociación. En el caso de Virginia son los padres los que elaboran los programas con los que se educarán sus hijos. La laxitud estuvo en la raíz de algunos escándalos como el que, en 2008, conmovió a Texas, cuando la policía descubrió abusos contra cientos de chicos educados en el hogar por padres que militaban en una secta fanática. La comunidad era un rancho en el que había un orden humillante. Las niñas eran educadas en el sometimiento ante el varón y huelga decir que ni unos ni otros recibieron contenidos académicos. Pero los defensores del sistema dicen que ésas son excepciones y que la modalidad tiene sus beneficios. Para otros, la escolarización en el hogar priva a los menores de uno de los bienes más preciosos de la vida en sociedad: el aprender a convivir con modalidades, ideas, gustos y lenguajes distintos.

OPINIONES

La culpa es del Estado CARLOS CAMEAN ARIZA PARA LA NACION La escuela, así como la conocemos, es un invento de la modernidad para garantizar a todos la posibilidad de una buena educación, una formación ciudadana acorde tanto a las necesidades particulares como a las de la sociedad. Ese avance que garantizó la alfabetización de varias generaciones también sirvió a gobiernos de las más variopintas ideologías para intentar formar lo que podría llamarse “cuadros”. La escuela dejó de estar al servicio de las familias y de las personas para estar al servicio de circunstanciales mayorías que, bajo el pretexto de una igualdad que no era sino estandarización, imponía e impone o prohíbe contenidos tanto en el sistema estatal como en el privado. En países como el nuestro a esta pretensión hegemónica del Estado se suma la pérdida de la calidad educativa, los paros, el estado de asamblea permanente.

Esta realidad llevó a algunas familias a dar una vuelta atrás de un par de siglos para volver a la enseñanza en casa. Un método que tiene la ventaja de garantizar a los padres que sus hijos reciban enseñanza académica del nivel que ellos pretenden y, además, que esa educación respete sus más íntimas convicciones. El sistema no deja de ser novedoso (aunque tan antiguo como el hombre) en una sociedad en la que todo se hace comunitariamente. Cabe preguntarse si los chicos educados en la burbuja de su hogar serán mañana capaces de integrarse a la sociedad. Se argumenta que no ir a la escuela da más tiempo para actividades deportivas, artísticas y sociales de otro tipo que garantizan la sociabilidad. Pero qué hay del trabajo en equipo, la ayuda al más rezagado, el respeto a la autoridad, a las normas, a las reglas, al cumplimiento de pautas. Qué de las mismas actividades que también

se desarrollan en el ámbito escolar. Más que preguntarse por qué hay familias que optan por este método habría que ver qué está haciendo la sociedad para que se lo propongan. La respuesta es la falta de respeto del Estado a la libertad de los padres en educar a los hijos en libertad, según sus convicciones, y la pésima formación y retribución que reciben los docentes por su trabajo. Si los gobiernos insisten en formar “cuadros” con su ideología, avasallar la educación de gestión privada obligándola a dictar materias y contenidos ajenos a sus principios, si destruyen la estatal con malos sueldos y peores evaluaciones, las familias cada vez más intentarán resguardar a sus hijos de la estandarización. Pero si esto es así, qué hay de las que no tienen la capacidad o los recursos para escaparse del sistema.

El autor es director del Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad Austral

El fin de la emancipación GUILLERMINA TIRAMONTI PARA LA NACION La organización moderna de las sociedades incluyó un proceso de escolarización que sustrajo del ámbito familiar o laboral la responsabilidad de educar y transmitir la cultura elaborada a las nuevas generaciones. A través de este sencillo cambio se generó la posibilidad de ir más allá de los anclajes del origen social. Todas las expectativas emancipadoras y de integración social depositadas en la educación se construyeron sobre la base de esta operación de traspaso de responsabilidades. Los sistemas públicos de educación y aun las redes de instituciones privadas se legitimaron sobre la base de este potencial emancipador de la escuela moderna. Huelga decir que esta potencialidad no se materializó para todos por igual y que para muchos sectores de la población no pasó de ser una promesa no efectivizada

aun con el paso de las sucesivas generaciones. El reverso de esta promesa se expresa en el fenómeno creciente de educación en el espacio del hogar. Familias que se organizan para educar a sus hijos en la casa. ¿Qué expresa esta reversión del proceso de la modernidad? Reflexiono sobre ello, sin que esto signifique tener una respuesta acabada. Por una parte, este retorno a casa es la expresión más extrema de un proceso iniciado en la segunda mitad del siglo pasado, consistente en generar espacios cada vez más cerrados y homogéneos en su conformación sociocultural, para socializar y educar a los niños y jóvenes. De esto resulta un mapa escolar fragmentado que se asemeja a un agregado de guetos en los que se van encerrando los diferentes grupos. La escolarización pública replica esta configuración segregando a los diferentes sectores de pobres.

En este segundo caso, la expresión extrema es la educación en los lugares de encierro. El retorno a la educación casera no sólo expresa la muerte de la promesa emancipadora, sino también la huida de las familias de una escuela que ha demostrado ser incapaz de proveer a las nuevas generaciones de los instrumentos que se requieren para navegar en el mundo contemporáneo. Desde esta perspectiva, es posible imaginar un futuro con pobres encerrados en una escolarización cada vez más centrada sólo en su disciplinamiento y una multiplicidad de instituciones y hogares que socializan a sus hijos a su imagen y semejanza, a la vez que les proporcionan los instrumentos que se requieren para interactuar en el ancho mundo contemporáneo.

La autora es docente, investigadora de Flacso y de la Universidad Nacional de La Plata