Woyzeck, el animal que se impone a la razón Kathia Cárdenas En el escenario los personajes caminan sin rumbo, al ritmo de una música que aumenta de intensidad hasta que empieza a perder melodía, tal como puede llegar a hacerlo la vida misma. En medio de tambores que golpean en el pecho, la tensión aumenta en el escenario hasta que las luces bajan y en medio de la oscuridad aparece Woyzeck : pequeño, con ojos como sangre hirviendo i y tímidamente sigiloso. El pequeño soldado se acerca a un hombre vestido de blanco de la cabeza a los pies, quien rápidamente corre a rasurarlo, borrando cualquier rastro de ¨animalidad¨. La dificultad de ser animal, sentirse animal, vivir como animal y no avergonzarse. La obra muestra la locura de sentirse atrapado en un mundo en el que cada uno pareciera estar controlado por alguien más. Así como Woyzeck, quien es utilizado en un experimento y al cual solamente se le permite comer garbanzos, la obra pretende resaltar ese drama personal que viven las personas que se sienten aprisionadas, al no poder ser quienes desean ser, fingiendo ser ¨cuerdos¨ y volviéndose locos poco a poco por la frustración de no poder lograr lo que desean, cual marionetas manejadas irremediablemente por sus titiritero. Los personajes dejan entrever su lado más animal o mejor dicho más humano, que al fin de cuentas es lo mismo. Las mujeres se contonean al son de la música, dejando entrever el deseo que cubre sus cuerpos. Magret con un corsé rojo que acaricia su cuerpo brillante y perfectamente contorneado camina sensualmente sin disimular su atracción hacia los demás soldados e incluso hacia María. María es como un hada, pequeñita, con un vestido multicolor rosa y larga cabellera de rizos de fuego. Posee una potente voz con la cual acurruca a su hijo, quien también es hijo de Woyzeck. Poco a poco, el animal le gana a ser racional. Neurótico, por el efecto de los experimentos, de la traición de María con un soldado y de la frustración de no sentirse conforme tal cual es, Woyzeck acaba con todo rastro de animalidad que encuentra en María, acaba con ella, con la misma navaja con la que cortan su barba. La obra que se exhibe en el Teatro Universitario y es dirigida por Carlos Salazar, tiene vida frente o detrás del telón semitransparente que por medio de un juego de luces de colores logra continuar la acción por medio de las siluetas de los personajes. Se ven felizmente desquiciados, locamente felices mientras se corroen lentamente por dentro. Se ríen cínicamente de la realidad, se ríen de lo que les obligan a ser, negándose a su naturaleza, avergonzándose por orinar frente a alguien, por sentir deseos, avergonzándose de ser ellos, de ser seres imperfectos.