Espectáculos
Página 2/Sección 4/LA NACION
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Lunes 7 de mayo de 2007
Southfest
Variedades
Festival con barro y buenas nuevas
ESTA NOCHE
Buzzcocks se despide ■ La banda mancuniana pionera del punk británico se despide esta noche de Buenos Aires con un último concierto en Niceto Club, Niceto Vega 5510, a partir de las 20.
Costanera Sur, electrónica y después Del calentamiento global y el cambio climático a una Buenos Aires repentinamente húmeda, pringosa, salpicada por lluvias finitas, regada por chaparrones que ya no sorprenden a nadie. La meteorología llegó para quedarse en el temario cotidiano de este rincón del hemisferio sur. Por eso, presionadas por el ticket comprado con anticipación y la expectativa de escuchar a nuevos y viejos popes de la electrónica, unas 25.000 personas armadas con pilotos, capas y paraguas le dieron el sí una vez más al festival Southfest, al aire libre, en los confines de la Costanera Sur. El rasgo diferencial de este encuentro anual que va por su cuarta edición –distinto en su concepto, incluso, de otros shows organizados por la misma marca productora, 2Net, como Creamfields o Moonpark– está en proyectar una luz puntual sobre propuestas que están en sus primeros pasos. En ese contexto es donde se destacó la visita de Black Strobe como cuarteto (de los orígenes como dúo, con el ahora ausente Ivan Smagghe, los años 90 aportan reconocidos registros). Comandada por el caballero rabioso Arnaud Rebotini –botas texanas blancas, look motoquero, bigote manubrio y un peine “para el bolsillo del caballero” cómplice en escena para retocar el engominado de quien desea “hacer música que asuste a la gente”–, la formación francesa anticipó durante una hora lo que será el álbum debut, que trabajan con los mismos cerebros productores de Nine Inch Nails, My Bloody Valentine y The Rapture. El resultado de este “lado oscuro de la disco” sorprendió con potencia, ac-
titud, un equilibrado cóctel de influencias (del metal que Rebotini mamó en la adolescencia a Nitzer Ebb) y apuestas propias (electro rock para bailar en las sombras y en las antípodas del french touch). Acto seguido, mientras los explosivos canadienses de MSTRKRFT (se dice Master-craft) hacían de las suyas en una de las carpas superpobladas, una suerte de Teletubbie violáceo y deportivo empuñaba el micrófono en el escenario pricipal. El cantante de Sugardaddy –agrupación que en estudio incluye al Groove Armada Tom Findlay– le ponía proa a un show breve, en clave funky soul, que por momentos fue chispeante, pero no supo traducir del todo la fama de sexy y sucio que la prensa británica ensalzó. La madrugada abrió los paraguas (de colores, floreados como los de la abuela, plegables, tamaño sombrilla y hasta con orejas) para acompañar la hora de los DJ. “Con las mismas ganas que el primer día”, Hernán Cattáneo despuntó un set emocional, a tono con el lanzamiento de Sequential Vol. 2, el disco doble que tiene hoy lanzamiento mundial. David Guetta –rúbrica de dos hits a prueba de balas como “Just a Little More Love” y “The World is Mine”, que también dijeron presente– aportó la diversión que todos esperaban en la vaporosa Tent A. Y otros tantos, tantos más. Al final, el agua era lo de menos. De mañana, el éxodo dejaba en las calles de Puerto Madero huellas lacradas de zapatos, botas, zapatillas (ahora tres talles más grandes) que saben de estos bailes.
Constanza Bertolini
Black Strobe, un nombre nuevo que se cuela entre consagrados FACUNDO BASAVILBASO
EN LA TRASTIENDA
Rada y Malosetti siguen grabando en vivo ■ Después de dos funciones con entradas agotadas a fines del mes pasado, Rubén Rada y Javier Malosetti continuarán esta noche su serie de conciertos juntos, en La Trastienda, Balcarce 460, a las 21. Los músicos registrarán el show para una futura edición en formato DVD. MIGUEL ACEVEDO RIU
Amargo ceniza, la pieza de Carlos Trunsky, abre el primer programa del año del Ballet del San Martín
Un auspicioso primer paso Muy bueno
✩✩✩✩ Primer programa del Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín. Amargo ceniza: coreografía, Carlos Trunsky; música, György Ligeti; piano, Haydée Schvartz; escenografía y vestuario, Martha Albertinazzi. Playback: coreografía, Carlos Casella; música, Martín Bosa; escenografía, Ariel Vaccaro; vestuario, Cecilia Alassia. Movimiento perpetuo: coreografía, Mauricio Wainrot; música, Penguin Café Orchestra; escenografía y vest, Carlos Gallardo. Iluminación en las tres obras: Eli Sirlin. Dirección: Mauricio Wainrot. Teatro Presidente Alvear.
La apertura de la temporada inaugural del Grupo de Danza Contemporánea del Teatro San Martín fue en julio de 1977; treinta años después la misma compañía, ahora Ballet Contemporáneo, abre esta otra temporada, que ya se vislumbra auspiciosa, por la disciplinada calidad de sus actuales integrantes y un estimulante programa inicial. Tres estrenos (uno de ellos, sólo para el público porteño) y tres coreógrafos argentinos de muy diversa formación: Carlos Trunsky, Carlos Casella y Mauricio Wainrot. La obra de Trunsky (fogueado en el Colón, ya estrenó dos piezas anteriores en el San Martín) es ceremonial en el sentido en que lo son las obras de Pina Bausch: gente con atavío urbano (acertado el diseño de Martha Albertinazzi) en relación social, en un espacio con marcas de cotidianidad (sillones), donde los participantes o celebrantes irán exponiendo sus discursos corporales, salpicados por frases verbales. Así, Amargo ceniza se aventura con un aporte sonoro infrecuente: una pieza
para piano de Ligeti, ejecutada en vivo. Y, entre los ocasionales “monólogos”, se cuela un diálogo de uno de los celebrantes con la pianista Haydée Schwartz, quien no sólo es intérprete musical, sino que además se atreve a una sorprendente corporización dramática de la ejecución.
Diseño Trunsky Trunsky, quien ya desde su inicial Bailando Honegger impactó por su personal concepción del diseño, vuelve a ejercitar aquí su peculiar lenguaje, con atractivos movimientos que arrancan desde el centro. La pieza incluye una segunda configuración: a la actual, interpretada por seis hombres y una mujer, se le “opondrá” otra, para elenco femenino (más un hombre), que se verá en otras funciones. En la que vimos, la “alucinación” distanciada de lo femenino-ideal deja ver a Irupé Sarmiento entregada a un encomiable juego lírico de elongaciones al desnudo, en un punto fijo. Más tarde, se le sumará un expresivo Diego Poblete, calavera en mano, en uno de los opuestos de esta pieza: el de Eros/Tánatos. El director de la compañía, Maurico Wainrot, finalmente ha estrenado aquí su Movimiento perpetuo, obra creada hace más de una década para la celebrada Hubbard Street Dance Company de Chicago, que nos visitó hace quince años. Sencilla y clara en su propuesta, es una sucesión de módulos, dispuestos en subgrupos alternados, sobre la base de la Penguin Café Orchestra, que proporciona una intensa sucesión rítmica, concordante con el título de la pieza. Una intensidad que se reconcentra en el tercer tiempo de la suite, el que
comienza con un fluido solo de Laura Higa, se encabalga en trío con la aparición de dos hombres y, ya en el módulo siguiente, se transforma en dúo masculino, uno de los más interesantes de la serie, en el que los intérpretes bocetan un par de figuras tangueras. Un trío vivísimo (Margarita Wolf, Ivana Santaella y Exequiel Barreras), marcado sobre una especie de square dance moderna, genera entusiastas aplausos.
Invitado especial También es clamorosa la respuesta a Playback, la muy seductora propuesta con la que Carlos Casella se suma como coreógrafo invitado al repertorio del San Martín. El ámbito, una sala de grabación o de ensayo, se insinúa sugerente y con misterio (en buena medida por la sagaz iluminación de Eli Sirlin), aunque el tono irónico que adquiere el desarrollo de la acción entre bafles, micrófonos, hombres de smoking y chicas con brillos lo irá disipando. La banda sonora, un hallazgo de Martín Bosa, desgrana climas acústicos que se alternan con grabaciones reelaboradas (hay un momento muy especial con Tom Waits, que acompaña el lucimiento de Elizabeth Rodríguez, que pasa de un hombre a otro, por el aire). Y, finalmente, un “careo” erótico de Victoria Hidalgo (excelente su solo) con Exequiel Barreras, quien compone un español zafado con reminiscencias del personaje italiano que Juan Minujín interpretaba en Hermosura, el capolavoro de El Descueve, grupo originario de Casella, y con el cual su estética tiene mucho que ver.
ENCUENTRO
Una semana circense en Buenos Aires ■ Esta tarde comenzará el Encuentro Internacional de Directores de Escuelas de Circo Social y Nuevo Circo que se extenderá hasta el sábado, en la escuela El Coreto. Estarán presentes Los Payasos Sin Fronteras, de España; El Club del Clown, de Nicaragua; la Escuela, de Río de Janeiro (Brasil); la Escuela de Circo Rogelio Rivel, de Barcelona (España); Disparate Magdalena, de Santa Marta y Cartagena (Colombia) y el Circo Carampa, de la Federación Europea de Circo de Madrid (España). Sólo el último día del encuentro –el sábado, a las 11, en Soler 4637–, se realizará una actividad abierta al público en la que se presentarán las distintas formas de trabajar que llevan adelante estas organizaciones que ven al circo como una herramienta para la intervención social. La entrada será libre y gratuita. Informes, 4832-6777. INAUGURACION
Pan y Arte en Boedo ■ Esta noche, a las 21, se inaugurará la sala teatral Pan y Arte, en Boedo 876. Para festejar tal acontecimiento, se presentará Tango a Cuerda, trío de guitarras compuesto por Nicolás Trono, Exequiel Bernard y Guido Edul. También cantará tangos Marisa Otero y bailarán Ramiro Rosenvasser y Luciana Brillantino. Los actores Noemí Ron y Alejandro Barratelli harán un fragmento del varieté Otras maneras, mientras que Alicia Gumá y Víctor de Pilla expondrán bocetos escenográficos y de vestuario propios.
Néstor Tirri
Un concierto a la intemperie Bueno
✩✩✩ Recital de Iván Noble. Presentación del disco Intemperie. Con Iván Noble (voz y guitarra), Sufián Cantilo (teclado, coros y dirección musical), Ariel Lobos (guitarras y coros), Gerardo Farez (batería), Leandro Spina (bajo). Invitados: Adriana Varela (voz), Mariano Otero (contrabajo), Pablo Guerra (guitarra), Marcelo Predacino (guitarra) y Fabricio Rodríguez (armónica). Anteanoche, en el teatro Coliseo.
Algunas fronteras entre los géneros musicales son cada vez más difusas. Para determinarlas se pueden establecer ciertos parámetros propios de cada lenguaje, pero también es posible tener en cuenta el ámbito en que cada música es difundida. Visto así: ¿qué es rock? Tal vez sea, simplemente, aquello que el público en determinada época considera rock. Es decir: más allá de esos mecanismos más o menos formales de clasificación, una composición es, al momento de ser interpretada, condicionada por códigos y supuestos establecidos de antemano por el oyente. Luego habrá que preguntarse qué pasa con quienes hacen la música. Iván Noble, quien anteanoche presentó su último disco, Intemperie, se refirió en recientes entrevistas a su pasado de rocker y a su actual vida de hogareño padre de familia. Para él cambió la época y cambió el ámbito (hasta aquí íbamos bien). ¿Cuánto cambió la composición? Es probable que su música de ayer representara bastante a aquel cantante de rock y cara reconocible del grupo Caballeros de la Quema. También es probable que hoy algunas de sus nuevas composiciones queden mejor en el rubro “canción de autor”. “Olivia”, por dar un ejemplo, parece estar más cerca del repertorio de Jorge Drexler que del de una banda de rock barrial. Pero, en el fondo, cuando se escuchan los temas del flamante álbum Intemperie, cualquiera podrá afirmar que todo allí lleva el sello inconfundible de Noble. Cambiaron las historias: si antes el verso era para una morocha, ahora es para Benito, el hijo de otra morocha. Pero al momento de escribir no se han perdido ciertos guiños. ¿Y su voz? Bueno, su voz, como
FACUNDO BASAVILBASO
Noble presentó su último disco, Intemperie, en el teatro Coliseo
siempre, puede ser todo un desafío para los oídos de quienes son amantes del buen caudal, la amplia tesitura y la correcta afinación. Pero a sus seguidores esto es algo que no debe importarles demasiado. Tal vez haya que pensar que este es un Iván Noble en otro formato, ese que parece estar anticipado en una de las fotos que vienen en la lámina del CD (se lo ve tirado en un sillón, dormido, con la guitarra encima). Olvidemos por un rato lo del tipo ahí dormido, y quedémonos con el músico y la guitarra acústica porque a eso suena su disco, a canción en formato acústico y sonido claro, despojado, a la intemperie, según eligió titular su autor. Claro que las canciones no suenan en los discos como en los escenarios. En el recital de anteanoche todo fue más eléctrico, potente y compacto. No fue mejor; fue diferente. Con los primeros temas de la lista eso se empezó a insinuar. Con el tercero, “La propina”, apareció un corito tipo cancha que venía de la platea. Con el siguiente, “A pan y agua”, buena parte del público había dejado sus asientos para acercarse al escenario. Y al llegar “La chica que nadie saca a bailar”, los que permanecían en sus lugares se iban poniendo de pie. ¿Qué es un concierto de rock? Eso que el público considera concierto de rock (en este caso se podría agregar: eso que el público quiere que sea un concierto de rock). Al rato Noble cambió un poco el
clima a fuerza de canciones más lentas, pero hacia el final volvió a calentar el ambiente con éxitos de su catálogo: “Sapo de otro pozo”, “Hasta estallar”, “Otro vaso y me voy”. Entre principio y final propuso ese bloque tranquilo para el que convocó a algunos invitados de su último disco. Con el contrabajista Mariano Otero interpretó “Lágrimas de cabernet” y, de Andrés Calamaro, “Buena suerte”. Y con Adriana Varela, en dúo, cantaron un tema de Noble y un tango. Cada uno se destacó en el terreno en el que habitualmente mejor se mueve. Cada bloque tuvo lo suyo. Y en esto hay que tener en cuenta lo que le puede jugar a favor y en contra. Por la respuesta del público, su personal manera de rockear puede ser lo que más rinde. Está comprobado que eso es lo que por ahora sus fans más disfrutan. Sin embargo, por su modo de cantar, las melodías terminan apuntando siempre hacia un mismo lado y muchos estribillos –especialmente los de la época de Caballeros de la Quema– tienden inevitablemente al corito de cancha. Las variantes estéticas ayudan a la interpretación de Noble y sirven para que lo que escribe se escuche de otra manera. Será por eso que la música de Intemperie termina siendo una buena elección para su carrera solista, sobre todo, al momento de subir al escenario.
Mauro Apicella