Tradición e historia, en los pagos de Güiraldes

1 mar. 2009 - de sus libros El cencerro de cristal y Cuentos de muerte y sangre des- alentado por la crítica negativa, el ombú viejo y hueco donde los niños.
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Turismo

Página 4/Sección 5/LA NACION

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Domingo 1º de marzo de 2009

CHICOS A BORDO

AQUI NOMAS SAN ANTONIO DE ARECO

Por Encarnación Ezcurra

Por Silvina Beccar Varela

Tradición e historia, en los pagos de Güiraldes La estancia La Porteña, donde el escritor concibió parte de su obra, acaba de reabrir sus puertas al público después de seis años La estancia La Porteña de San Antonio de Areco, donde pasó sus días y juntó sus recuerdos para componer Don Segundo Sombra el escritor Ricardo Güiraldes, reabrió sus puertas luego de permanecer más de seis años cerrada al público. Así como en la ciudad hay lugares que deberían restaurarse, mantenerse y no cerrar nunca, en el campo hay iconos como La Porteña, declarada Monumento Histórico Nacional, cuyas paredes resisten el paso del tiempo. Arboles como el cedro grande bajo el que se sentaba a escribir don Ricardo alcanzan muchísima altura y son venerados por los turistas, que se sientan al atardecer bajo su eterna sombra, envueltos en una mística única. La casa blanca con su galería de perfumadas glicinas, el altillo donde escribía Güiraldes y la inversión en restauración que aún se realiza en la antigua casona de principios del siglo XIX hacen de ésta una experiencia inolvidable. Los cuartos ahora tienen camas con sommier y próximamente llegarán los ventiladores de techo: el confort urbano está arribando a La Porteña, que hoy cuenta con seis cuartos para pasar la noche. La matera con su fogón, el corral de palo a pique hecho con aguaribay en forma rústica, el altillo donde escribía Güiraldes, el aljibe donde el autor tiró las primeras ediciones de sus libros El cencerro de cristal y Cuentos de muerte y sangre desalentado por la crítica negativa, el ombú viejo y hueco donde los niños esconden sus ilusiones, el parque cuidado con avenidas de árboles de más de 150 años diseñado por Thays, todo permanece para deleite de los viajeros. Hoy en la estancia reciben el administrador Gonzalo Susini; su mujer,

Playa, olas y juegos en la arena

la colombiana Catalina Novoa, y Lourdes Smith Estrada, que se encarga de la restauración de los muebles y antigüedades de la familia Güiraldes. Con 9 años, Lourdes asistió al entierro de Adelina del Carril, esposa de Ricardo Güiraldes, que fue la impulsora de la obra de su esposo. Buenos anfitriones Según las necesidades de los viajeros, los anfitriones sugieren cabalgatas, partidos de polo, descanso o pileta. Sobre el mediodía se ofrecen quesos, fiambres y empanadas caseras, y luego llega el asado con ensaladas y el flan casero, bien de campo. Después, más tarde o más temprano, comienzan los recorridos por el terreno de 150 hectáreas en carro, a pie o a caballo. El hermoso bosque de acacias negras posee senderos para recorrer con fresco olor a tierra. Gonzalo o Tomás llevan a los turistas a las cabalgatas con yeguas madres que de tan mansas cuesta hacerlas caminar. La yegua blanca viene acompañada por su potrillo que parece un chico de tres años: de puro contento corre y brinca, un espectáculo bellísimo. En caso de montar bien a caballo los viajeros pueden elegir los ejemplares destinados al polo con los que él y sus amigos –Martín de Estrada, Augusto Gómez Romero, Nicolás Estrada, Federico Pérez Iturraspe e Iñaki Borthabouru–, pertenecientes al grupo La Legión de Polo, realizan exhibiciones y torneos como el celebrado en enero de 2008 en Cartagena Laguna Club, Colombia, entre otros. El bosque ondulado envuelto en sombras se hunde, pasando la tranquera, en el potrero de soja de primera que parece de segunda por su altura, pero que reverdece algo gra-

Un breve decálogo para mantener entretenidos a los más pequeños NADIA PORTAS

La estancia fue declarada Monumento Histórico Nacional

DATOS UTILES COMO LLEGAR LDesde Buenos Aires, por Acce-

so Norte ramal Pilar. Luego continuar por la ruta 8 hasta el kilómetro 110 (cruce de la ruta 41). Doblar por ésta a la derecha y a los 3 km nuevamente doblar a la derecha, hasta encontrar un camino entoscado 4 km más adelante. PRECIOS TURISMO ARGENTINO LDía de campo: $ 150 por perso-

na; niños de hasta 10 años, 100. Incluye recepción, asado sin bebidas alcohólicas, mate con pastelitos por la tarde y recorrido por los sitios mencionados. Se requiere reservas LCabalgatas: 100 por persona, por día. Pueden ser nocturnas los días de luna llena. DONDE DORMIR LAlojamiento: $ 420 por persona,

por día, con comidas incluidas. INFORME L(15) 5626-7347; por el mail, lapor-

[email protected] o www. laporteniadeareco.com

cias a la reciente lluvia. Superado éste, los caballos se hunden en una antigua tosquera que no es Mosquera, cubierta de pasto por el paso del tiempo, una suerte de hondonada que luego deviene acantilado para trepar y tener una vista panorámica de todo el campo. La misma vista que se ofrece desde la altura de un caballo. William Henry Hudson, en su libro Allá lejos y hace tiempo describe sus andanzas por las pampas chatas e infinitas donde nació y vivió sus primeros años. Más adelante asoma una laguna con forma de gota cubierta de musgo y cortaderas rodeada por árboles, donde toman agua gansos, cigüeñas y hasta algún flamenco despistado. La vuelta puede hacerse por otros caminos entre bosques y potreros. Todo el tiempo, Gonzalo diseña nuevas alternativas para alargar o estirar los paseos a caballo, uno de los fuertes de la estancia. Ofrecen también un evento campero con desfile de caballos, exhibición de polo, juego de sortija, doma india y asado al asador sobre la tierra, para grupos. Susini se crió en su campo de Entre Ríos; junto con Hudson podría afirmar que no se está realmente

vivo si no se pude ver crecer el pasto ni oír las voces de los pájaros y todos los sonidos rurales. Pero luego la vida lo llevó por otros lugares. Cercano a la casa ofrece un corral cerrado con ligustrinas para realizar polo de noche, con luz artificial y cuatro jugadores para aquellos interesados. Su pasión, como la de Ricardo, son los caballos y los cielos de la pampa de luminosidades misteriosas. Una vez, Güiraldes, que se reconocía como discípulo literario del gaucho, preso de nostalgia luego de una larga permanencia en la capital francesa donde estaba viviendo, escribió: “Ha sido en París donde comprendí una noche en que vi solito mi alma que uno deber ser un árbol de la tierra en que nació: espinillo arisco o tala pobre. Acababa de dar una vuelta completa al mundo, y esa noche de nieve me corrió por lo despiadada, y lo era más por la escarcha nuestra, porque era nieve extranjera. Me sentí huérfano, guacho y ajeno a mi voz, a mi sombra y a mi raza. Lié mis petates, y ¡hasta la vuelta!, le dije, che. Cuando me bajé del barco tomé un pingo y le entré, como cuando era cachorro, hasta el corazón de la pampa”.

A mucha gente le gusta el mar. Pero amor, lo que se llama verdadero amor, es lo que sienten el mar y los chicos más chicos. El ir y venir de las olas es la diversión perfecta, interminable, como las ganas de jugar de los pequeños. Salpicarse en la orilla, un placer; el empujón insolente de la espuma, pura carcajada. Las posibilidades de transformar la arena no podrían haber surgido ni del mejor videojuego. Los adultos acarician el mar en caminatas y baños buscando su fuerza renovadora. Los jóvenes se le enfrentan con espíritu deportivo. Es para la mayoría un momento de refresco y para varios, un telón de fondo en la vidriera de la seducción. Que lo aprovechen, porque el mar, intuyo, fue creado sólo para satisfacer a los navegantes y a los niños, y el resto sólo recoge las migas de placer que deja caer Neptuno. Conozco a un especialista, adulto él, en extraer el potencial del mar y la playa y convertirlo en horas –cientos de horas– de diversión infantil. Una observación de su práctica y la evolución de los procesos durante los últimos 18 años me dio una idea que puede resultar de utilidad para otros padres neófitos como yo, pero que no tengan la suerte de estar casados con un experto. Estos serían los ejercicios básicos como curso de iniciación. N La orilla y punto. Sin paleta, sin tejo; tal vez sí un baldecito o pala, pero puede funcionar sin ninguna herramienta. Correr sin rumbo, patear el agua. Cavar un pozo en segundos para que el agua lo haga desaparecer. Quedarse quieto y que los pies desaparezcan bajo la arena. No hacer nada. N Pozos y montañas. Tan profundos y altos como resistan los dedos. N Destruir en segundos los pozos y las montañas logrados en horas. N Las formas sobre la arena. Castillos, fortalezas, sirenas, pulpos, automóviles… He visto surgir las cosas más impresionantes donde antes sólo había un liso tapiz beige. Por lo general, los grandes se detienen a ver la obra con sorpresa y los más chiquitos, que todavía no incorporaron ningún concepto que vaya de difícil a imposible, sólo sonríen. N Destruir sin piedad lo anterior. N Las formas con los chicos. De seis meses en adelante, es decir, cuando el bebe ya se sienta, se puede armar una figura a partir del cuerpo del niño. Construirle cientos de brazos, cualquier vehículo, extensiones del cuerpo monstruosas o perfectas (por ejemplo, taparle las piernas y hacerle una cola de sirena). Según la edad del niño, habrá que estimar el tiempo que permanecerá quieto y si comerá o no parte de la arenosa obra. N Destruir todo menos el niño. N Pistas de arena. De autos o de tapitas. La extensión del circuito y el nivel de dificultad son variables. Y después vendrá la carrera propiamente dicha. N Mirar el mar. Rendirse al poder hipnótico del horizonte azul; pero sólo un momento, no más, porque cualquiera puede hacer eso, mientras que pasa muy pronto la edad en que se puede amar el mar desinteresadamente, sin preguntas.