Séptima Temporada, No.5 Noviembre 2013
Celebración Llegó la época de convivios, reuniones, fiestas, en fin, en donde cualquier excusa es buena para celebrar. Para CAPIUSA este 2013 ha sido un año lleno de cosas positivas: Realizamos la primera valla artesanal de Centroamérica; fuimos los primeros en organizar una exposición de diseño gráfico con realidad aumentada en Guatemala; el Torneo de Ilustración trascendió fronteras y llegó a El Salvador; tuvimos muchas colaboraciones internacionales, entrevistamos a Jessica Walsh y Jessica Hische e incursionamos en el mundo audiovisual al realizar nuestro primer “Film Contest”. ¡¿Qué más podríamos pedir?! Haciendo la retrospectiva anterior solo podemos decir que el otro año nos esperan grandes retos. Nuestra consigna de apoyar y crear plataformas para fomentar la libertad de expresión es ahora más fuerte que nunca. Están sucediendo cosas que años atrás eran muy difíciles de realizar. El momento es ahora y nosotros queremos dar nuestro pequeño aporte a este movimiento que está suscitándose en nuestro país.
Dicho la anterior para finalizar con broche de oro, quisimos simplemente darle el espacio a todos los artistas gráficos nacionales que colaboraron con nosotros en el transcurso de este año, para que nos deleitaran con obras visuales de tema libre. Sin duda alguna, un verdadero agasajo para nuestras retinas.
¡Nos vemos en el año del Mundial!
Créditos: Portada: Álvaro Sánchez. • Diagramación: Diana Perén. • Edición: David Monë. • Progra: José Pacajoj. facebook.com/revistacapiusa • @RevistaCAPIUSA • youtube.com/capiusaTV www.lacapiusa.com Todos los derechos reservados® CAPIUSA 2013.
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Fue a la entrada del pueblo de Ollantaytambo, cerca de Cuzco. Yo me había despedido de un grupo de turistas y estaba solo, mirando de lejos las ruinas de piedra, cuando un niño del lugar, enclenque, haraposo, se acercó a pedirme que le regalara una lapicera. No podía darle la lapicera que tenía, porque la estaba usando en no sé qué aburridas anotaciones, pero le ofrecí dibujarle un cerdito en la mano. Súbitamente, se corrió la voz. De buenas a primeras me encontré rodeado de un enjambre de niños que exigían, a grito pelado, que yo les dibujara bichos en sus manitas cuarteadas de mugre y frío, pieles de cuero quemado: había quien quería un cóndor y quien una serpiente, otros preferían loritos o lechuzas y no faltaban los que pedían un fantasma o un dragón. Y entonces, en medio de aquel alboroto, un desamparadito que no alzaba más de un metro del suelo, me mostró un reloj dibujado con tinta negra en su muñeca: -Me lo mandó un tío mío, que vive en Lima -dijo. -Y ¿anda bien? -le pregunté. -Atrasa un poco -reconoció. El libro de los abrazos (1989), Barcelona, RBA, 1995, pág. 22
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