No es amor… es obsesión

13 dic. 2014 - ¿Son síntomas del amor más pasional o de la obsesión más pura? La barrera entre ambas emociones es difusa y cruzarla en las relaciones ...
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ES13 DE DICIEMBRE DEL 2014

No es amor… es obsesión SILUETEAR ETIQUETA DE PAPEL

Texto Yaiza Saiz

Posesión, inseguridad, celos, control... ¿Son síntomas del amor más pasional o de la obsesión más pura? La barrera entre ambas emociones es difusa y cruzarla en las relaciones de pareja es más sencillo de lo que se cree. A continuación, algunos pasos y consejos para evitar o escapar del amor obsesivo

Cuando Juana I de Castilla –conocida popularmente como Juana la Loca– dijo a sus padres los Reyes Católicos que quería ser monja, estos la respondieron coléricos: “¡Ni hablar! Te casarás con quien te digamos y servirás a tu país”. Tenía apenas 16 años cuando su boda con el archiduque de Austria –Felipe el Hermoso– fue concertada y, lo que en un primer momento pareció que sería un drama, pronto se convirtió en un delirio de amor. Tanto fue así, que tras la conmoción y agitación del primer encuentro, ambos pidieron saltarse el protocolo y casarse de urgencia para poder consumar su pasión. Dos años de idílico romance y fogosidad carnal siguieron a la boda de la pareja, durante los cuales Juana se mostró siempre ligeramente más posesiva y recelosa que su amado. Quería pasar en el lecho con él las máximas horas posibles, que fuera únicamente suyo, que tuviera ojos para ella y para nadie más. Todos conocemos el desenlace de la historia: Felipe, cada vez más cansado de la manías persecutorias de su amada, retomó su costumbre prematrimonial de pasearse por la corte conquistando el corazón de damas y cortesanas; y Juana, muerta de celos, acabó enfermando de amor. Puede que si Juana hubiese vivido en el siglo XXI nunca hubiese sido tachada de loca. Puede que un psicólogo o psiquiatra, tras revisar su caso de dependencia emocional, la hubiese explicado cuidadosamente que su error era confundir el amor con la obsesión. Cruzar la borrosa línea que separa

ambas emociones es fácil. No hace falta ser un maniaco obsesivocompulsivo para caer en el asedio, casi todos sin darnos cuentas nos hemos visto expuestos a ello en algún momento de la vida, en mayor o menor grado. La razón es simple: tan difícil es dar con una definición exacta de la palabra amor como reconocer dónde se sitúan los límites. “No puedo dejar de pensar en él (o en ella)”, “ojalá pudiésemos pasar más tiempo juntos”…¿Ambas afirmaciones, acaso, no se corresponden tanto con el amor como con la obsesión? Basta con observar el caso de Juana la Loca para darse cuenta, además, que durante las primeras fases del enamoramiento la diferencia entre ambos sentimientos se hace todavía más difícil de discernir. Cuando el romance cegador emerge, la pasión se convierte en deseo y el deseo en obsesión. Pero cuando la intensidad de los sentimientos comienza a calmarse, la disimilitud entre las dos emociones se despliega a través de las acciones: tratar de saber en todo momento dónde se encuentra la otra persona, querer conocer sus secretos más íntimos, perder el control de la vida propia o dejar de lado el círculo social, son síntomas que delatan que hemos traspasado la frontera y que, más que amor por el otro, sentimos obsesión. Así lo explica el psicólogo estadounidense John D. Moore en las primeras páginas de su libro Confundir el amor con obsesión (Los Libros del Comienzo), “si estar enamorado significa sentir constante dolor, usted está confundiendo

el amor con obsesión. Si estar enamorado significa vivir en un temor continuo a ser engañado, usted está confundiendo el amor con obsesión. Y si estar enamorado significa aislarse de sus familiares y amigos porque su pareja le consume, definitivamente, usted está confundiendo el amor con obsesión”. Pero, ¿cómo controlar esta forma de amar, que aunque a primera vista se insinúa pasional, en última instancia resulta dañina y tóxica? A continuación, les presentamos una sencilla guía con algunos consejos para evitar o superar, paso a paso, este tipo de amor obsesivo que tan fácilmente puede hacernos vernos presos. Si usted cree confundir amor con obsesión, el punto de partida es “tomar conciencia del problema”, explica Silvia Congost, psicóloga especialista en autoestima y dependencia emocional y autora del libro Cuando amar demasiado es depender (Oniro). “Al amar obsesivamente, solemos sentir miedo a perder a esa persona y pensamos que sin ella no podremos continuar”, añade la psicóloga. Caer en este error, asociado al componente de idealización y de autoengaño que siempre suele rondar a este tipo de relaciones, es un signo delator del sentimiento real. La obsesión suele provenir de una versión idealizada de la persona con la que fantaseamos. Constantemente construimos castillos en el aire entorno a cómo deseamos que sean nuestras relaciones y derribarlos más tarde suele ser ago-

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La rueda de la obsesión Una de las más claras explicaciones del amor obsesivo se encuentra en el libro Confundir el amor con obsesión (Los Libros del Comienzo), del psicólogo John D. Moore. En él, la obsesión se compara con un ciclo de cuatro fases: atracción, preocupación, ob-

sesión y destrucción. Durante la primera fase (la atracción), la persona dependiente comienza a sentir adicción a la otra mucho antes de que la relación se haya formalizado. La segunda es la preocupación, vista como un punto de inflexión en la relación, ya

que por lo general se produce después de que la pareja haya decidido establecerse. Aquí comienza el miedo al abandono. La tercera fase es la obsesiva, y se caracteriza por una pérdida total del control por parte de la persona, como resultado de una ansie-

dad extrema. Como colofón, está la fase destructiva, que suele representar la ruptura. A esta se la considera la más peligrosa de las cuatro fases, debido a que la persona suele caer en una profunda depresión al sentirse rechazada. Fin del círculo.

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A cámara rápida Ir demasiado lejos muy rápido. Sentirse profundamente enamorado de una persona a los pocos minutos de conocerla. Ciencia ficción Romantizar la relación a un nivel casi fantástico. Tener la sensación de no haber sentido nunca antes un amor tan profundo o real por otras personas.

repite casi siempre el esclavo del amor obsesivo. La dependencia emocional es una parte más del cuadro; “cuando una persona necesita estar permanentemente conectada a otra para sentirse completa, quiere decir que emocionalmente es dependiente”, explica el doctor Moore. Intentar agradar constantemente a la pareja, no hacer nada que la disguste por miedo al abandono, poner los cinco sentidos en la relación; son señales que advierten que nos estamos adentrando cada vez más en la vida del otro, dejando de lado la nuestra, perdiéndonos lentamente a nosotros mismos. “Los casos de dependencia emocional actualmente están aumentando como consecuencia del mundo de conexiones y validación en el que hoy en día vivimos, y al que contribuye el desarrollo de las redes sociales (Facebook, Instagram, etcétera), – explica Moore –; cada vez necesitamos sentirnos más conectados a los demás para no sentirnos rechazados o abatidos”. Pues bien, si buscar la aprobación social ahora es una constante en internet, figúrense en las relaciones de pareja. Cortar con ello es un requisito indispensable para superar la obsesión.

¿Obsesivo, yo? He aquí algunos tics que ayudan a reconocernos como amantes obsesivos

Patrón irracional Ser incapaz de aplicar la racionalidad y la lógica a las relaciones de pareja. Celos Padecer paranoia continua respecto a que el otro pueda ser infiel.

tador. “Es muy probable que la persona afectada no vea el problema porque su vida gire entorno al otro, por lo que todo es más difícil de asumir”, argumenta Congost. Abrir los ojos y tomar conciencia de que quizás estamos invirtiendo más energía de la necesaria en esa persona, para nosotros especial, es un paso previo para afrontar la obsesión. Y, como hacerlo no suele resultar nada fácil, la psicóloga recomienda que sean “nuestros familiares y amigos – por lo general más objetivos respecto a lo que nos sucede– los que nos ayuden a quitarnos la venda; regalándonos, por ejemplo, un libro en el que nos podamos sentir completamente reflejados con la situación del protagonista o una referencia a un blog cuya lectura nos genere la sensación de que se está hablando de nosotros mismos”. Afrontar la dependencia emocional “No puedo renunciar al otro”, “si lo pierdo, muero”. Son frases que

“¿A qué tengo miedo?” Esta es un buena pregunta para autoformularse. Paradójicamente, la obsesión suele relacionarse con el miedo a la soledad, pero a lo que realmente tememos es al abandono. “No sentimos miedo a estar solos, sino a que nadie quiera estar con nosotros”, explica la doctora Congost. Empujados por este temor, solemos aferrarnos al primero que llama a nuestra puerta, sin más dilación. “Es la persona perfecta”, “con él ya no estaré solo”, “voy a aguantar lo que haga falta con tal de que no me deje”. Pero la soledad en algunos momentos vitales puede ser beneficiosa, ya que nos incita a la reflexión y a la introspección y nos permite preguntarnos acerca de que es lo que verdaderamente queremos. Y sólo de este modo, conociendo nuestros propios deseos, podremos tomar consciencia de qué es lo que realmente buscamos en una relación, evitando caer en obsesiones que no nos llevan a ninguna parte. Muchas veces, además, es la propia persona obsesiva quien tras tanto proyectar y llamar al abandono, consigue que se haga realidad. “Lo que temen que suceda, ser abandonado o rechazado, se produce como consecuencia de comportamientos obsesivos y controladores”, asegura Moore. Recuperar la autoestima Un denominador común en las relaciones obsesivas es la falta de confianza, tanto en uno mismo como en la pareja. “La baja autoestima es la que nos conecta con el miedo a la soledad y al abandono –explica Silvia Congost –; es la pescadilla que se muerde la cola: como creo que no valgo demasiado me aferro a otra persona, asustado de que nadie nunca me vaya a valorar”. Hay que recobrar su autoestima, hay que sentirse valioso e importante, y así uno deja de mostrarse conformista con una relación que le roba toda su energía vital para otorgársela a alguien que quizás no lo merece. “Hay que distinguir entre elegir y necesitar, y sólo confiando en nosotros mismos somos capaces de elegir”, añade la psicóloga.

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El temido síndrome de abstinencia “Una vez que se toma consciencia de todo lo anterior, el siguiente paso es darse cuenta de que la responsabilidad de salir de ahí es sólo tuya”, subraya la doctora Congost. “Es como el alcohólico que tiene que rehabilitarse para poder salir del alcoholismo, hay que asumir que hay que llevar a cabo una serie de acciones para superar el síndrome de abstinencia”, concluye. Y es que el amor comparte ciertas similitudes con la adicción, ya que “las vías del cerebro que se activan con las adicciones –denominadas dopaminérgicas– también se involucran en otro tipo de emociones como el enamoramiento”, explica el neurólogo David A. Pérez, director de la Fundación del Cerebro. Pero ojo, el que se activen vías similares e incluso áreas corticales parecidas, “no quiere decir que el amor sea una adicción y viceversa”, añade Pérez. Para superar el síndrome de abstinencia, lo fundamental es cortar por lo sano con la otra persona. Esto quiere decir también eliminarlo de Facebook, Instagram, Foursquare, Tumblr, Linkedin o Flickr. “Las redes sociales han tenido un impacto profundo en el amor obsesivo – afirma el doctor Moore –; basta con teclear un par de claves en un dispositivo móvil para poder recuperar instantáneamente la información y las imágenes del otro”. Para el amante obsesivo, el mundo 2.0 es un festín de posibilidades persecutorias a la hora de rastrear que es lo que hace o deja de hacer la otra persona en cada momento. “Estoy solo, ¿y qué?” La construcción del amor romántico se ha convertido en una industria millonaria. “El romance y el amor se han fusionado en un bonito paquete que puede ser comprado a precio fijo. Encienda su televisor, vaya a internet o visite cualquier tienda por departamentos y encontrará la promesa de amor a la venta –explica el psicólogo estadounidense–; lo vemos constantemente en los anuncios de perfumes, ropa o cosméticos; y el mensaje es claro: para tener éxito en la vida, hay que estar en pareja”. Lo interesante es que en la mayoría del marketing no existen los lemas o imágenes que aboguen por el amor propio. “Sin amor propio no se puede amar al otro, no podemos dar lo que no tenemos”, añade Moore. “Es cierto que la sociedad nos presiona para estar emparejados –argumenta también la doctora Congost–; pero antes de sufrir por no encontrar a nuestra media naranja y acabar volcados en relaciones obsesivas, lo que deberíamos hacer es tratar de mirar a nuestro alrededor y darnos cuenta de la cantidad de gente que está exactamente igual que nosotros, es decir, sola”. Una vez se sale del encierro de una relación obsesiva, de naturaleza tóxica, este último punto es fundamental. Sólo así, tejiendo un nuevo círculo social, relacionándonos con personas que se encuentren en la misma situación que nosotros, podremos retomar las riendas de nuestra propia vida. s