Turismo
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Domingo 30 de agosto de 2009
Costa Este
En la playa de los Obama Martha’s Vineyard, una isla cercana a Boston que se revolucionó con la llegada de la familia presidencial, cultiva su perfil intelectual Por Juana Libedinsky
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Para LA NACION
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AFP
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Tragos alegóricos a Barack
los mozos. También hay muffins hechos en su honor con azúcar negra y frutas típicamente hawaianas. No sólo los turistas jóvenes, sino muchos de los empleados de las posadas y restaurantes son universitarios, varios de Europa Oriental. Desde la Guerra Fría que está en vigencia una reglamentación especial por la cual en las vacaciones de verano se les da permiso de trabajo a los alumnos de posgrado de varios países que entonces quedaban tras la Cortina de Hierro. En la posada donde me alojé, por ejemplo, todo el personal estaba terminando su doctorado en distintas ciencias duras en Bulgaria y Rumania, y el conductor del taxi utilizado con más frecuencia estaba a punto de recibirse de físico nuclear en Polonia.
ARTHA’S VINEYARD.– ¿Millonario americano con conciencia social, que gusta andar en ojotas, bermudas gastados y gorra de béisbol con la visera hacia atrás y que –naturalmente– vota por el Partido Demócrata? Martha’s Vineyard es su lugar de veraneo. La isla, bautizada en 1602 por un colono en honor a los viñedos salvajes de la zona y a su adorable hija Martha (o en honor a su menos adorable, pero rica suegra Martha, según otra versión) tiene una historia y demografía especiales. Llevada a la fama por los Kennedy, y a pocos kilómetros de Boston, es el típico lugar de veraneo de los políticos y la intelligentsia de la Costa Este. Alan Dershowitz, el célebre profesor de Derecho de la Universidad de Harvard, es visto a menudo por las playas con poco más que su celular (hay zonas con tradición nudista en la arena). Bill Clinton se lo pasa en la heladería Mad Martha tomando sundaes. Y Henry Louis Gates Jr., el máximo especialista en estudios afroamericanos, anda por las calles en un triciclo gigante, esquivando las sobreemotivas muestras de afecto de los vecinos. Pocas semanas atrás, Gates fue detenido por la policía cuando forcejaba con la puerta de entrada de su casa en Boston por haberse olvidado las llaves. El incidente fue calificado como una muestra de racismo por parte de la policía del estado de Massachusetts, pero todo terminó amigablemente con una cerveza compartida entre Gates y el agente, cortesía de Barack Obama, que los invitó a la Casa Blanca. ¿Qué pasó realmente en ese encuentro privado? Gates no habla al respecto, pero esta temporada está Obama para preguntarle. La isla, a pesar de estar acostumbrada a las celebridades, se conmocionó por la visita del presidente y su familia. Por todas partes se venden camisetas que dicen Yo veraneé con los Obama. En las boutiques, fotos de Barack y Michelle fueron pegadas sobre los maniquíes con ropa que representa su estilo. Ya hay barackuccinos en los bares, capuchinos decorados con chocolate blanco y negro, “símbolo de la sociedad postracial que el presidente promueve”, según explican
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AFP
Obama, otro estilo
Moby Rich Además, toda la isla tiene una fuerte tradición literaria, que comenzó con Nathaniel Hawthorne, que, en una posada que todavía existe, intentó seducir a una señora que se convirtió en la inspiración para su obra maestra, La letra escarlata. Las librerías locales están repletas de obras escritas en y sobre la isla desde entonces, con libros que van desde estudios antropológicos sobre los indios autóctonos hasta alguna versión aggiornada de la historia del cetáceo más famoso de esta tierra de balleneros, Moby Dick, irónicamente ahora rebautizado Moby Rich. En las antiguas playas de donde salían los rudos balleneros, hoy todos parecen estar frente al mar con la nariz sumergida, pero no en el agua, sino en un libro. Y si uno toma un ejemplar de la revista Martha’s Vineyard, el particular ambiente cultural del balneario se refuerza, ya que en vez de encontrar notas sobre fiestas y chicas en bikini encontrará entrevistas a intelectuales y artículos de
Típica calle de Edgartown, uno de los pueblitos de la isla, con mansiones de estilo griego
JUANA LIBEDINSKY
investigación histórica. Uno particularmente interesante para un visitante argentino, por ejemplo, trataba sobre los papeles recién encontrados de un barco ballenero que, en 1863, salió de este puerto a recorrer el mundo. En un momento se amotinó uno de los arponeros y, al exigirle que se descamisara para recibir azotes de castigo por su acción, confesó que era una mujer que buscaba ganar como un hombre. El pequeño drama histórico del barco de Martha’s Vineyard se desarrolló muchos kilómetros al Sur, nada menos que al pasar por las Malvinas. ¿Cómo disfrutar de Martha’s Vineyard? Se puede ir en avión aunque las plazas son casi imposibles de conseguir en temporada. Si no, son seis horas de ferry desde Nueva York, o una hora de ferry desde Cape Cod, en Massachusetts. Hay un cupo limitado para autos, por eso se alquilan bicicletas para moverse por la isla. Toda la información sobre ocio, deportes y gastronomía en los distintos puntos de la isla, más las reservas centralizadas de posadas, está en www.marthas-vineyard.com. Allí hay varios pueblitos para conocer. Los Obama están en Chilmark, el más rural y alejado. Más entretenido es Edgartown, cuyos pequeños negocios, además, funcionan todo el año. Allí están las suntuosas mansiones estilo Greek Revival, construidas en el siglo XVIII por capitanes de barcos balleneros, mezcladas con las adorables casas de madera gris en el llamado estilo Nueva Inglaterra. Las mejores playas, con buenas olas para surfear, están cerca, así como las canchas de golf y tenis, y hay posadas adorables. Me alojé en el Victorian Inn (
[email protected]), donde se filmó parte de la película Tiburón. Allí no hay radio ni televisión, pero a la vuelta de la playa los dueños esperan con limonada y galletitas caseras a la sombra en el jardín. Para comer, todos los restaurantes son buenos, caros y sofisticados, pero uno de los preferidos, ligeramente más informal, fue Lattanzi’s. Pegado a Edgartown esta Chapaquiddick, en realidad otra isla, aunque se puede cruzar con el agua por los tobillos. Los días de lluvia –o si la visita es en otoño– hay mucha actividad cultural, desde cine arte hasta presentaciones de libros por parte de los habitantes famosos de la zona. Y para quien quiera una hora intensa en bicicleta, está el pueblo de Oak Bluffs, más informal, y muy interesante por las cabañas construidas en el siglo XIX como centro de vacaciones metodista. Las cabañas intactas representan un recuerdo de la época más puritana de la isla hoy devenida el Hollywood de la Costa Este.