Las cartas de un padre y su hija

29 ago. 2014 - El cólera amenaza Europa y ella posee una constitución frágil. Freud vive pendiente de la delgadez de su hija y el fantas- ma de la anemia es ...
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4 | ADN CULTURA | Viernes 29 de agosto de 2014

Sigmund y Anna Freud

Las cartas de un padre y su hija Testimonio. Un volumen epistolar que en estos días aparecerá en español ilustra el estrecho lazo que existió entre ambos y el modo en que ese vínculo fue cambiando con la madurez de la joven, psicoanalista a su vez. También muestra a Freud como un padre amoroso y absorbente, en pleno ejercicio de su autoridad Luis Gusmán | Para la nacion

L

a voluminosa correspondencia de Freud con sus discípulos –Karl Abraham, Carl Jung, Sándor Ferenczi– se podría condensar de esta manera: en cada una de ellas se está gestando y discutiendo un problema teórico. También a partir de las cartas se podría hacer una historia del psicoanálisis como institución. Problemas teóricos, intrigas. Freud diría, involucrándose con la expresión inventada por él mismo: “El narcisismo de las pequeñas diferencias.” Otros temas aparecen en la correspondencia de Freud con escritores, en ese sentido hay que citar su intercambio epistolar con Arnold Zweig. O en un género más oblicuo, cuando se carteaba con interlocutores como el psicoanalista Oskar Pfister o con el creador del análisis existencial, Ludwig Binswanger, y con la única corresponsal mujer, fuera de su familia: Lou Andreas-Salomé. Hay un libro con cartas extraídas de distintos interlocutores y que ya han sido publicadas con un título que delimita bien su territorio: Cartas de viaje. Recientemente también ha aparecido un volumen de la correspondencia de Freud con sus hijos. La correspondencia con su hija Anna forma parte del corpus epistolar freudiano. Pero a través del intercambio de cartas entre ambos, a medida que el tiempo transcurre y Anna va a estar más concernida por el psicoanálisis, el lector podrá advertir cómo esas cartas podrían encabalgarse en dos registros: el familiar y el psicoanalítico. Cuando comienza la correspondencia, Freud tiene cuarenta y ocho años. La primera carta

de Anna que figura en la edición es de 1910. Ella tiene alrededor de 15 años. Las cartas reunidas en Correspondencia 1904-1938 (Paidós) son un testimonio que permite al lector enterarse de la relación estrecha que existía entre padre e hija. En principio, de los reclamos constantes de Anna para que su padre respondiera sus cartas, a veces con una urgencia que él se esforzaba por aplacar. A medida que ella se fue transformando en una joven independiente, entre ellos comentaban los asuntos de familia, hasta debatían los posibles lugares de vacaciones. Es como si Anna hubiera crecido de golpe o siempre hubiese sido grande. Sólo a través de las menciones a los regalos del padre nos encontramos con una niña. Por ejemplo, cuando le pide a Freud que le regale un caballo. Si no, es como si su infancia ella la hubiese “reconstruido” a partir de sus sueños o “recuerdos infantiles”. En su juventud se puede reconocer a una chica un poco asocial y reconcentrada en los libros. A Freud este detalle no se le escapaba y en varias cartas le aconseja vivir y disfrutar de ciertos placeres y actividades acordes con su edad. En el transcurso de la correspondencia, Anna se hizo psicoanalista. El 13 de julio de 1922 fue designada miembro de la Sociedad Psicoanalítica de Viena. Esto sucedió tres días después de haber leído su trabajo: “Fantasías de pegar y sueños diurnos”. Esta aceptación, nos informa Ernest Jones en su biografía de Sigmund, produjo gran satisfacción en su padre.

El libro más importante de Anna es El yo y los mecanismos de defensa, en el que elabora el concepto de defensa en relación con la adaptación a la realidad y también le otorga un lugar importante a los afectos. La mayoría de sus libros posteriores fueron más clínicoprácticos que teóricos, y sostienen un enfoque basado en la psicología del yo que la separa y diferencia de la teoría freudiana, como explica E. Pumpian-Mindlin en La historia del psicoanálisis. Anna Freud se dedicó fundamentalmente al psicoanálisis de niños. Tuvo una disputa con Melanie Klein, quien, el mismo año que Anna, había ingresado en la Sociedad Psicoanalítica de Berlín. La biografía escrita por Jones es muy ilustrativa de la oposición entre el annafreudismo y el kleinismo. Por un lado, padre e hija, Freud y Anna, y por otro, madre e hija, Melanie Klein y Melitta. Jones explica: “Una fuente más engorrosa de divergencias fueron los conceptos expuestos por M. Klein, no siem-

“Por la correspondencia, el lector se entera de que Anna es llevada a distintos establecimientos termales” El cólera amenaza Europa y Anna posee una salud frágil. Freud vive pendiente de la delgadez de su hija

pre con suficiente tacto y en contradicción con los planteos de Anna Freud. [...]Freud se dejó llevar por el cariño a su hija, de la que dependía, ya que era quien lo cuidaba”. Entonces cita una carta que Freud le escribió al respecto “… su amabilidad ha servido de reparación por la forma en que Melanie Klein y su hija se han comportado con Anna”. Como las cartas de Correspondencia abarcan los asuntos más diversos, nos detendremos en los temas centrales. El demonio negro. “El demonio negro” es el apodo que Freud le puso a Anna. El prologuista a esta edición, que tiene cierta versión idealizada de ella, supone que el apodo es una debilidad que muestra la preferencia del padre a pesar del carácter díscolo de su hija. El mismo Freud la describe como excéntrica. En otra carta, Anna le confiesa al padre cómo extraña que nadie la llame “demonio negro”, algo que “me hace mucha falta”. La salud. Por la correspondencia, el lector se entera de que Anna es llevada a distintos establecimientos termales o clínicas porque es delicada de salud. El cólera amenaza Europa y ella posee una constitución frágil. Freud vive pendiente de la delgadez de su hija y el fantasma de la anemia es una preocupación paterna. Ella en más de una carta le cuenta cada vez que logra subir de peso. Freud piensa que tendría que enviarla a Italia de donde, debido al clima y la alimentación, volvería “redondita”. Cartas personales. La hija exige cartas directas, dirigidas a ella y escritas por su padre: “Ahora bien, en las muchas cartas que recibo