8
|
| Miércoles 24 de dicieMbre de 2014
T
raidor!”, le dice Eduardo Galeano, apenas lo saluda y le muestra la tapa del Granma. El Che, sorprendido, ve su foto con un bate y le dice que lo entiende, como aceptando que un argentino no debería cambiar el fútbol por el béisbol. Guevara, que aprendió a jugar béisbol en la cárcel con Fidel Castro y en Sierra Maestra con Camilo Cienfuegos, termina de reír y le dice a Galeano: “Es la primera vez que alguien me dice traidor y sigue vivo”. Sucedió en los primeros años de la Revolución, durante una visita de jóvenes latinoamericanos a Cuba. Casi cuatro décadas después, en 1999, la Liga Profesional del béisbol de Estados Unidos (MLB) viaja a La Habana con el equipo de los Orioles de Baltimore, una gira histórica, que busca distender relaciones, alentada por Bill Clinton, entonces presidente. El dirigente Sandy Alderson escucha entusiasmado y también sorprendido. Si se restablecieran las relaciones diplomáticas, le dice su interlocutor, Cuba podría aceptar que equipos de la MLB abrieran academias en el país para ayudar a la formación de beisbolistas jóvenes. El que le habla es Fidel Castro. Desde Enrique Esteban Bellán, jugador de los Troy Haymakers en 1871, latinoamericano pionero, decenas de cubanos brillaron en el béisbol profesional de Estados Unidos, cuyos equipos se entrenaban y además jugaban exhibiciones en la isla. Elitista primero, el béisbol cubano se hizo profesional para mejorar el negocio. Sumó a las clases humildes. Jugadores negros descendientes de esclavos. Trabajadores de zonas rurales e ingenios azucareros. Silvio García, dicen historiadores, perdió la posibilidad de convertirse en el primer negro en las Grandes Ligas, antes de que el mítico Jackie Robinson rompiera la barrera racial en 1947. Branch Rickey, patrón de Los Dodgers, de Brooklyn, le preguntó cómo reaccionaría ante eventuales ataques racistas. “Al que me escupa o me pegue –cuenta la leyenda que le respondió García– lo mato.” A los cubanos les gusta recordar también al árbitro Amado Maestri, preso por huelguista en tiempos de Fulgencio Batista, que no temía trompearse luego de los partidos con jugadores que lo insultaban y que se hizo famoso en México, cuando en 1946 expulsó de la cancha al millonario patrón de equipo Jorge Pasquel, uno de cuyos segundos intentó apuñalarlo. Las Grandes Ligas juegan su último partido en la isla el 21 de marzo de 1959, apenas después de la Revolución. El 14 de enero de 1962 Fidel prohíbe el deporte profesional en Cuba. A José Martí, poeta, periodista y patriota revolucionario, hasta su muerte en 1895, en la guerra de independencia contra España, siempre le desagradó el dominio del dinero en el deporte de Estados Unidos. Lo refleja una célebre crónica de 1882 de una pelea de John Sullivan, primer campeón pesado, la “bestia bípeda”, el “magnífico bruto” recibido por el presidente de Estados Unidos y aclamado en Boston. “Los hombres se embisten como toros… se muerden y se desangran en la pelea, y van cubiertos de sangre.” Sus brazos son “laderas de montaña, sus piernas troncos de árboles, sus manos mazas, sus cabezas bosques”. Martí habla de “cráneos crujientes, labios hinchados y cuerpos estremecidos”. De apostadores banqueros, jueces, miembros de las igle-
Ezequiel Fernández Moores
La victoria humana —para La NaCIoN—
sias y jóvenes ricos. De Misisipi como un árbol grande en el que anidan “los gusanos”. De una nación “convertida en circo de gallos”. El boxeo cubano recuerda como víctimas de los excesos del boxeo profesional los casos de José Marroquín, Kid Charol (Esteban Gallar), Black Bill (Esteban Valdés) y Benny Kid Paret, muerto tras las 18 trompadas en seis segundos que Emile Griffith impactó en su rostro en 1962. El boxeador “modelo” de la Revolución, por eso, fue siempre Teófilo Stevenson, el formidable tricampeón olímpico que rechazó una oferta de un millón de dólares para hacerse profesional y combatir contra Muhamad Alí. Hasta Sports Illustrated le dedicó una portada: “Antes rojo que rico”. Hace apenas cinco meses, el 23 de agosto de 2014, el beisbolista Rusney Castillo, “desertor” desde diciembre de 2013, se convirtió en el deportista cubano mejor pagado del mundo. Firmó un contrato de siete años de 72,5 millones de dólares con Boston Red Sox. José Abreu había firmado por 68 millones con Chicago White Sox y Yasmani Tomas por 68,5 millones con Ari-
zona Diamondbacks. Sus contratos, más los de sus compatriotas Yasiel Puig, Yoenis Céspedes, Aroldis Chapman y Jorge Soler, suman un total de 280 millones de dólares. Veinticinco jugadores nacidos en Cuba jugaron en 2014 al menos un partido en las Grandes Ligas, la mayor cifra desde los 30 de 1967. En Cuba denuncian estrategias especiales para alentar más fugas. Salir de la isla, se sabe, no es fácil. Puig escapó en 2012 a bordo de una motora pagada por el grupo criminal de Los Zetas, que lo liberó luego bajo amenaza de cortarle una mano si no recibía el dinero pactado, antes de firmar con Los Angeles Dodgers por 42 millones de dólares. El bote que trasportaba en 1997 a Orlando Hernández encalló en Bahamas y “El Duque”, cuatro veces campeón en la MLB, sobrevivió comiendo algas de mar y peces. “Traidores”, llamó en 2007 Fidel Castro a los “desertores”, y pidió que no se les permitiera volver jamás ni “exhibir los lujos obtenidos con la infamia”. Un año después, el documental Fuera de Liga, de Ian Padrón, producido por el Instituto de Arte e Industria Cinematográfica de Cuba
(Icaic), muestra a Hernández tras largos años de prohibición: “Yo –responde El Duque– no soy un traidor.” Más sorpresa causó luego Antonio Castro, vicepresidente cubano de la Federación Internacional de Béisbol. “Los peloteros cubanos –dijo por TV el hijo de Fidel Castro– tienen que jugar como profesionales y, si es preciso, en las Grandes Ligas.” En 2013, tras medio siglo de prohibición, peloteros cubanos son autorizados a jugar en Ligas profesionales a cambio de cumplir obligaciones con equipos y selección de Cuba. La medida busca frenar deserciones, generar ingresos en dólares para el empobrecido béisbol cubano y, ante todo, mejorar un nivel otrora brillante, pero desde hace años en fuerte declive. Igual que le sucede al fútbol sudamericano, cada vez más lejos del poderío económico de Europa. No sólo eso. El béisbol cubano, censor de escándalos que sólo creía posibles en el profesionalismo, sufre en los últimos tiempos graves casos de indisciplina. Batazos entre jugadores, golpes e insultos a árbitros, dentro y fuera del campo, árbitros cambiados en pleno partido, retiro masivo de algún equipo, jugadores expulsados u hospitalizados hasta con 40 puntos de sutura, árbitros que agreden a periodistas, más policías en los estadios, multas, repeticiones polémicas de la TV, partidos suspendidos hasta 27 minutos, sanciones inéditas, desbordes impensados de entrenadores que eran considerados ejemplo y duros editoriales de condena en diarios, radios y TV. Un aficionado ironiza en uno de los tantos foros que el béisbol olvidó “al hombre nuevo” del socialismo. Y a la máxima de las escuelas que decía: “Seremos como el Che”. Los cinco agentes cubanos liberados en el histórico intercambio de prisioneros de los últimos días no olvidaron igualmente su pasión por el béisbol en sus largos años de cárcel en Estados Unidos. Visten gorros del popular equipo de los Industriales en un emotivo homenaje de retorno, mientras cantan con Silvio Rodríguez “El Necio”, su himno de resistencia en los momentos más duros. “Yo no sé lo que es el destino/ caminando fui lo que fui/ Allá Dios, que será divino/ yo me muero como viví.” Según parece, el paso enorme de Raúl Castro y Barack Obama no sería seguido por un Congreso de color republicano, contrario a levantar un bloqueo económico de medio siglo que volvió a ser condenado en 2014 por 188 países en las Naciones Unidas, con tres abstenciones y las dos únicas oposiciones de Estados Unidos e Israel. Es un lobby liderado por los mismos sectores que dos años atrás impulsaron sanciones y obligaron a pedir disculpas y a rectificarse al venezolano Ozzie Guillén, ex manager de Miami Marlins, porque dijo a la revista Time que admiraba a Fidel Castro, pecado mortal en Little Habana. Acaso sirvan a todos las palabras que escribía Martí sobre el boxeador Sullivan: “Enfrentar esta bestia y sentar sobre ella un ángel –decía Martí– es la victoria humana”.ß Firmas la nacion. Todos los textos del autor, en la nueva aplicación disponible para Android e iOS
ILUSTRACIÓN: @domenechs