La utilidad de la poesía - Ciudad CCS

4 jun. 2017 - No es la crueldad lo que aplasta al agrimensor K., sino el tiempo no ... aventura, que no tiene nada que ver, ontológicamente, con la de un Don.
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PORTAFOLIO

El sentido existencial del mundo burocratizado Por Milan Kundera AÑO 7 / NÚMERO 342 DOMINGO 04 DE JUNIO DE 2017

La utilidad de la poesía JULIO BORROMÉ

C

on mi amigo, el profesor Jorge Dávila, conversé en Trujillo sobre la posibilidad de reflexionar sobre el existencialismo. No con miras a reintegrarlo en nuestra época en el sentido de interpretación histórica, psicológica, estética, sociológica, o elección de proyecto de vida filosófica, sino para entender y diferenciar los matices conceptuales de los pensadores franceses y alemanes. E interpretar si de algo sirvieron los esfuerzos teóricos de esa generación para hacer inteligible el testimonio filosófico de una época y el modo de existencia en Francia, el resto de Europa y América. Amigo Jorge, en el presente artículo no pretendo abordar directamente un pensador existencialista como me gustaría hacerlo, ni mucho menos interpreto un fenómeno literario en particular; inicio mis reflexiones sólo después de leer Cuaderno paralelo del escritor cubano Roberto Fernández Retamar. Leo el libro en Primera Edición (1973). El poeta y sus amigos viajan desde Cuba a filmar la guerra de agresión de los Estados Unidos contra la República Democrática de Vietnam (1970). De esa experiencia nacen los poemas de Retamar. La lectura de esos poemas fue el «dispositivo» que me impulsaría a escribir mis reflexiones con la promesa de prolongar una escritura resultante de un dialogo sostenido con tu palabra. Por esta razón, extraña a los fines propuestos, doy a mi escrito el título: «Utilidad de la poesía.»

I. Hoy me pregunto si podría hablar en nombre de la poesía, hoy y sólo hoy, frente a estas tres cruces de madera, encaramadas a fuerza de piedad en loma pedregosa, lo más cercanas de la esperanza y distantes de la ventana por donde miro soledades. Hoy cuando la guerra y las invasiones a los pueblos del mundo son tan claras y directas que parecen ser un espectáculo de purificación incesante de la maldad humana. Hoy me pregunto si la poesía puede crecer en medio del proyecto consciente de destrucción del planeta. Es una realidad a la que el poder imperial y la aplicación de políticas genocidas han transfigurado en una abstracción bajo el dominio de las «técnicas de envilecimiento». Las mismas consisten en la ejecución de dispositivos de controles para atacar, reducir y adormecer a las personas hasta el grado de hacerlas inservibles, alienadas, víctimas del consumo, la desesperación y carentes de pensamiento crítico. El cine, la televisión, los libros, la ciencia, la prensa, la radio, internet, la tecnología, las redes sociales, la publicidad, la seducción y los templos del consumo, cuando están dominados por intereses económicos y por el poder político de una minoría que pretende imponer la hegemonía de la dominación, orientan sus producciones y aplicabilidades hacia la banalización de los problemas que la política armamentística produce y encubre en el juego de apariencias benefactoras. Para extender el uso que da Walter Benjamin a la crítica de la reproducción del arte, las realizaciones del ser humano han perdido el «aura» y ahora las modernas formas de cosificar las manifestaciones del arte copian la reducción al absurdo frente a la exaltación del progreso. El espíritu de abstracción y las técnicas de envilecimiento están ligados fundamentalmente a la guerra, como bien lo medita el filósofo Gabriel Marcel a propósito del avance del fascismo en Europa y de la Segunda Guerra Mundial. Aquellos representan un modo de pensar endurecido, racista, excluyente, parcelado, de cilindradas tecnológicas que no dejan espacio para la contemplación, el pensamiento y el auténtico acercamiento entre los seres humanos. El motor de la guerra justifica el empleo de mecanismos tecnológicos con el propósito de justificar las invasiones y dar cabida a un período de recolonización con distintas modalidades de ejecución pero que sirven a los mismos fines de dominación de lo humano. La guerra es espectáculo, negocio, aniquilación, error de objetivos, histeria del poder, fantasmagoría, purgatorio, mercado negro, liberación de los instintos reprimidos, estupidez danzante. La Segunda Guerra Mundial produjo una experiencia de extrañamiento, una epidemia psíquica del miedo y la soledad en medio de la Sigue›››

El viento grande, de Álvaro Reja

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LETRAS CCS / CIUDAD CCS / DOMINGO 04 DE JUNIO DE 2017

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Roger Herrera

incertidumbre y la desconfianza en el proyecto racionalista, que más tarde será cartografiado con detalles precisos, insistiendo en la promesa incumplida de felicidad del género humano que le ha cegado en su historia. Esta especie de barbarie de clima apocalíptico y morboso en que consiste la guerra, desencadena las fuerzas de la dignidad, la resistencia y la creación. Y por supuesto, el existencialismo francés surgió a propósito del estado de angustia que sobrevino a la experiencia de la guerra.

El libro infinito



La poesía vindica una ferviente esperanza en el ser humano y en sus realizaciones artísticas que están en la raíz de la experiencia, de abarcar lo que es universal y esencial en el hombre: : el amor, la convivencia, la tolerancia, el respeto, la solidaridad, la paz, la caridad, la existencia



II. En la experiencia de los escritores y cineastas cubanos, la poesía encuentra belleza, testimonio y significado en los cráteres lunares después del lanzamiento de bombas por un B 52: «no quedó nada verde» y «las gallinas picotean en el fondo», escribe Retamar. La poesía halla en las cosas destruidas la memoria y los testimonios que describen la empresa colonizadora. La poesía, de cara a la evidencia, deja una señal de la guerra y siempre más allá de su terrible lógica. La poesía vindica una ferviente esperanza en el ser humano y en sus realizaciones artísticas que están en la raíz de la experiencia, de abarcar lo que es universal y esencial en el hombre: el amor, la convivencia, la tolerancia, el respeto, la solidaridad, la paz, la caridad, la existencia. Leo un verso de Retamar: «Y la imaginación siempre hace las cosas peor, / Y sobre todo ocurre en otro reino». Así, el conflicto bélico de los años cuarenta produjo en Europa relatos y poéticas de la guerra. El lobo estepario, de Herman Hesse retrata la escisión del hombre europeo producto de la guerra. Thomas Mann denuncia el estado de deshumanización de la catástrofe en sus ensayos; Heinrich Boll tanto en sus escritos periodísticos, crónicas, como en su novela ¿Dónde estabas, Adán?, narra el absurdo, la estupidez, la soledad del paisaje y las ideas raciales del conflicto bélico. Carl G. Jung destaca el elemento mítico (el dios Wotan) en los fundamentos del fascismo alemán. Los poemas de Paul Celán, las novelas de Sandor Marai, los diarios de Elías Canetti, A. Gide, R. Musil, relatan existencialmente las consecuencias de la guerra y el totalitarismo de los imperios. Albert Camus narra en el Primer hombre, novela autobiográfica, episodios de la guerra argelina, los factores belicistas, inmigrantes y raciales franceses que atentaron contra la unidad nacional del pueblo argelino en los años cuarenta del siglo XX. Y en La peste, del mismo Camus, Juan Nuño, descifra la reproducción del fascismo utilizando la noción de cáncer, aún cuando los juicios políticos del filósofo expresan la ideología de un pensamiento reaccionario. Saul Bellow en Hombre en suspenso, describe el conflicto existencial del protagonista que decide hacer de su experiencia subjetiva un acto de libertad frente a la incertidumbre de la post-guerra. En esa suerte de escritura de la guerra, lo que se logra, en la unidad de la experiencia poética, es confiado a un testimonio. Con la reintegración de la poesía, la humanidad terminaría reclamando, desde dentro, una estética, que no nace inmediatamente del problema de la guerra sino del de la existencia en general, dado que ésta se organiza según experiencia vital, de acuerdo con una comprensión que es percibida y que en definitiva revelaría una originaria adhesión del hombre, correlativa al testimonio, a la evidencia y a la esperanza.

La mejor forma de decir, es hacer José Martí

Quizás en algún antiguo códice Maya exista la sospechosa creencia de que, tras la escritura de estos textos, no estuvo un sacerdote o un cronista oficial de la época trazando los signos de su cultura, sino más bien un artista, alguien capaz de expresar la ilación semántica del dibujo, el número y la letra. Glifos, códigos, números, signos apetecen el papel y la gula de ciertos creadores, que sin más advierten en cada una de sus propuestas la impronta de lo insólito, de lo inefable; la búsqueda secreta de un lenguaje que se divorcie de los cánones establecidos o haga trizas las ordenanzas y postulados estéticos, para abordar muy «a su aire» su pertinente aleatoriedad. Hoy quisiera referir mi llana expresión, a uno de esos seres que median entre el sueño y la vigilia al estilo de Alfred Jarry, para luego apoderarse de esos irregulares territorios donde habita el lenguaje escrito y las formas visivas de la grafía. Ser que auspicia desde sus ordenamientos estéticos, la búsqueda infinita del hacer artístico desde los mecanismos de la imaginación y donde juegan papel relevante el juego y la seducción de la letra y el ícono sobre el soporte. Me refiero, a la obra síntesis del creador Carlos Yusti. Aunque parte de los ordenamientos de la plástica y la literatura, Yusti propicia desde los cauces de la patafísica y la tentativa imaginaria de Raymond Russel, la dilucidación de un otro ordenamiento de lo que deberían ser los criterios a la hora de crear un libro. Sus libros de artistas se exhiben en la Galería Universitaria Espacios Cálidos del Centro de Estudios y Creación Artística de Plaza Morelos de la UNEARTE, la muestra se inauguró el 9 de mayo del 2017. El objeto estético libro es para Yusti, un objeto sin fin. Esta pertinencia tiene íntima relación con la búsqueda y llenado del hueco en la alegoría. El llenado, es lo que produce en el artista plenitud y en el espectador no sólo el goce sino que entra en empatía y se deja seducir, por lo inacabado, por el accidente; la obra de Yusti está a contra-corriente de las formas lógicas de hacer. No en vano su relación aleatoria con los logogrifos y logolalias de Samuel Robinson y por ende su relación con Antonin Artaud, padre escatológico de las formas de escisión entre naturaleza y cultura y quién además hace voces contra «los suicidados de la sociedad». Estos seres sin par, conforman una fauna inédita y fuera de lugar que desde sus particularidades y sus extravagantes formas de vida, nos legaron un conjunto de pro-

puestas estéticas donde se conjugan el código escrito y la imagen visual, de dichos ejemplos podemos destacar, las singulares logografías o logolalias logradas por Simón Rodríguez en el siglo XIX, donde letra e imagen visiva se articulan en el soporte, creando zonas de tensión, donde la palabra que hace las veces de signo gráfico, para transportar un mensaje que va de la mano con la impronta oral-escrita y del dibujo. Esto sin atropellarse y sin dar lugar a equívocos en los terrenos de la comunicación, para darle una configuración dibujística al asunto tratado. Esta experiencia no podría destilare en este escrito, si no exorcizáramos la oportunidad de aludir a un Arthur Rimbaud en el libro Una temporada en el infierno, y aludiéramos su obsesión por conjurar palabra y color al unísono con la música proyectada en su prosa poética. Más adelante los futuristas darán cuenta de «las palabras en libertad», la irrupción de los aspectos fonológicos y la ruptura con la sintaxis. Esta herencia redundará en los espectáculos dada y sus disparatadas postulaciones, sus cantos en contra de la guerra implementados a través del absurdo, manifestaciones que servirán de fuente de inspiración a las argucias y deliberaciones generadas desde el humor negro surrealista a partir del legado de sus manifiestos. pero cabe destacar, que de ellos el que abre las puertas a novedosas formas de escribir el dibujo y dibujar la palabra es Antonin Artaud. Un gran abanico de creadores, han transitado por los espacios de «la ciencia de las soluciones imaginarias, a partir de la virtualidad», es decir, la patafísica, han desandado a su vez por los espacios del arte visivo o poesía visual, a saber: Ramón Ordaz y Juan Calzadilla. Otro bien connotado y ya desparecido de esta inmunda realidad, nuestro gran gurú de la pata de palo: Dámaso Ogaz. Yusti, propone un discurso, a pesar de no ser único, es esencial, es orgánico y al realizarlo, no sólo, se plantea enfatizar en el hechizo entre espectador y obra o entre el ser y el hacer. Él nos brinda la oportunidad unívoca de encontrarnos con la secreta palabra, con nuestros códigos ocultos, donde cada vez que hace un llamado a la creación del libro sin fin a partir de lo imaginario. Nos involucra, no sólo en la praxis de su laboratorio logográfico, sino que en franca conversación peripatética con nuestro Simón Rodríguez, nos advierte: «El fin último de la Educación es la sociabilidad, para hacer menos penosa la vida». la sustancia última de estos poemas, dibujos, colores, sonidos, papeles, cartones, emociones, gritos, alegorías, secretos, estallidos y perplejidades, es hacer más sociable al libro y dar mayor sociabilidad a nuestras vidas.

DOMINGO 04 DE JUNIO DE 2017 / CIUDAD CCS / LETRAS CCS

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Portafolio Milan Kundera

El sentido existencial del mundo burocratizado a propósito de Franz Kafka [Milan Kundera se detiene a pensar en una poética de la novela con el objeto de examinar lo humano que hay en ella. A esto se dedica en su libro El telón. Ensayo en siete partes, en el que reúne sus interpretaciones sobre el sentido esencial de las obras de grandes autores. El castillo, de Franz Kafka, es revisitado por Kundera en este intento de abrazar la naturaleza humana desde la novela. A propósito de conmemorarse este mes de junio la muerte de Kafka, reproducimos acá el texto que el escritor checo dedica al autor de La metamorfosis] Hace mucho tiempo que la rebelión de Risach, su ruptura con la vida de funcionario, es ya imposible. La burocracia ha pasado a ser omnipresente y en ninguna parte se le puede ya eludir; en ninguna parte encontraremos una «casa de las rosas» para vivir en ella en íntimo contacto con las «cosas tal como son en sí mismas». Hemos pasado al mundo de Stiffer al mundo de Kafka. Antaño, cuando mis padres salían de vacaciones, compraban los billetes en la estación diez minutos antes de la salida del tren; se alojaban en un hotel rural, donde, el último día, pagaban la factura al contado. Todavía vivían en el mundo de Stiffer. Mis vacaciones transcurren en un mundo muy distinto: compro los billetes con dos meses de antelación haciendo la cola en la agencia de viajes; allí, una burócrata se ocupa de mí y llama a Air France, donde otros burócratas, con quienes nunca estableceré contacto, me abjudican una plaza en un avión y registran mi nombre con un número en una lista de pasajeros; reservo por anticipado una habitación llamando por teléfono a un recepcionista que inscribe mi petición en un ordenador e informa de ella a su propia pequeña administración; el día de mi partida, los burócratas de un sindicato, después de muchos debates con los burócratas de Air France, declaran una huelga. Tras innumerables llamadas telefónicas, que corren de mi cuenta, sin excusarse (nadie se excusaba ante K.; la administración está más allá de la cortesía), Air France me devuelve el dinero y compro un billete de tren; durante mis vacaciones, lo pago todo con tarjeta de crédito y cada una de mis cenas queda registrada en el banco en París; de ese modo quedo expuesto a otros burócratas, por ejemplo los del fisco, o, en caso de ser sospechoso de algún crimen, de la policía. Para mis cortas vacaciones, se pone en movimiento toda una brigada de burócratas de mi propia vida (rellenando cuestionarios, enviando reclamaciones, ordenando documentos en mis propios archivos). La diferencia entre la vida de mis padres y la mía es llamativa; la burocracia se ha infiltrado en todo el tejido de la vida. «Nunca antes K. había visto en ninguna parte la administración y la vida hasta tal punto imbricadas, tan imbricadas estaban que a veces se tenía la sensación de que la administración y la vida habían tomado el lugar la una de la otra» (El castillo). De golpe, todos los conceptos de la existencia cambiaron de sentido: El concepto de libertad: ninguna institución prohíbe al agrimensor K. hacer lo que él quiera; pero, con toda su libertad, ¿qué puede hacer realmente? ¿Qué puede un ciudadano, con todos sus derechos, cambiar en su entorno más cercano, en el aparcamiento que le han cosntruido debajo de su casa, ante el altavoz ululante que le instalan bajo sus ventanas? Su libertad es tan ilimitada como impotente. El concepto de vida privada: nadie tiene la intención de impedir que K. se acueste con Frieda, aunque ésta sea amante del omnipotente Klamm; no obstante, a todas partes lo siguen los ojos del castillo, y sus coitos son perfectamente observados y anotados; los dos ayudantes que le han asignado están ahí para eso. Cuando K. se queja de que son inoportunos, Frieda protesta: «Querido, ¿qué tienes contra tus ayudantes? No tenemos nada que ocultarles». Nadie cuestionará nuestor derecho a la vida privada, pero ésta ya no es lo que era: ningún secreto la protege; dondequiera que estemos, nuetsro rastro permanece en los ordenadores; «no tenemos nada que ocultar», dice Frieda; ya ni siquiera exigimos el secreto; la vida privada ya no exige ser privada. El concepto de tiempo: cuando un hombre se opone a otro, dos tiempos iguales se oponen: dos tiempos limitados de vida perecedera. Ahora bien, hoy ya no nos enfrentamos unos a otros, sino a administraciones cuya existencia nada sabe de la juventud, la vejez, el cansancio, la muerte, y que transcurre fuera del tiempo humano; el hombre y la administración viven dos tiempos distintos. Leo en un periódico la historia trivial de un pequeño industrial francés en quiebra porque su deudor no le ha pagado sus deudas. Se siente inocente, quiere defenderse apelando a la justicia, pero enseguida renuncia: su caso no podría fallarse antes de cuatro años; el procedimiento es largo, su vida es corta. Lo cual me remite al negociante Block de El proceso, de Kafka: la instrucción de su caso languidece desde hace cinco años y medio sin ningún juicio: entretanto, ha tenido que abandonar sus negocios porque «en cuanto quieres hacer algo por tu proceso, ya no puedes ocu-

parte de nada más». No es la crueldad lo que aplasta al agrimensor K., sino el tiempo no humano del castillo; el hombre pide audiencia, el castillo las aplaza; el litigio se prolonga, la vida se acaba. Y está la aventura: antaño, esta palabra expresaba la exaltación de la vida concebida como libertad; una valiente decisión individual desataba una sorprendente cadena de acciones, todas libres y deliberadas. Pero ese concepto de aventura no corresponde al que vive K. Éste llega a la aldea porque, por una serie de malentendidos entre dos oficinas del castillo, se le envió por error una citación. Es un error administrativo, y no su voluntad, la que desató su aventura, que no tiene nada que ver, ontológicamente, con la de un Don Quijote o un Rastignac. Por culpa de la inmensidad del aparato administrativo, los errores se hacen estadísticamente inevitables; la utilización de ordenadores los hace aún más indetectables y aún más irreparables. En nuestras vidas, donde todo está planificado, determinado, el único imprevisto posible es un error de la máquina administrativa, con sus consecuencias inesperadas. El error burocrático pasa a ser la única poesía (poesía negra) de nuestra época. El concepto de aventura está emparentado con el de lucha: K. emplea con frecuencia esta palabra cuando habla de su pelea con el castillo. Pero ¿en qué consiste su lucha? En algunos encuentros vanos con burócratas y en una larga espera. Ninguna lucha cuerpo a cuerpo; nuestros adversarios no tienen cuerpo: seguros, seguridad social, cámara de comercio, jusicia, fisco, policía, gobierno civil, ayuntamiento. Luchamos pasando horas y horas en oficinas, salas de espera, archivos. Al final de la lucha ¿qué nos espera? ¿Una victoria? A veces. Pero ¿qué es una victoria? Según el testimonio de Max Brod, Kafka imaginaba el siguiente final para El castillo: después de todas sus preocupaciones, K. muere de agotamiento; yace en su lecho de muerte cuando (cito a Brod) «llega la decisión del castillo según la cual no tiene realmente derecho de ciudadanía en la aldea, pero que aun así se le autoriza a vivir y trabajar allí en atención a ciertas circunstancias accesorias».

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LETRAS CCS / CIUDAD CCS / DOMINGO 04 DE JUNIO DE 2017

ars poética | Idea Vilariño | Uruguay

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6.

12.

Ni con delicadeza ni con cuidado. Acaso tiene delicadeza vivir romperse el alma.

Noche de soledad de oscuridad de noche. Nada de más de menos. Sólo lo justo eso lo perfecto la noche.

Por ahora en lo oscuro como un perro despierto. Por ahora. Después igual sin mí seguirá hacia su fin la larga historia.

7.

14.

Cómo olvidarse cómo desalojar el crudo recuerdo de la muerte esa desgarradora memoria esa herida. Si es el precio increíble el altísimo orgullo.

Sólo esperar que caigan que se gasten que pasen los días los minutos los segundos que quedan.

2. Uno siempre está solo pero a veces está más solo

4. Quiénes somos qué pasa qué extraña historia es esta por la que soportamos si es a nuestra costa por qué nos soportamos por qué hacemos el juego

9.

5. Alzar los ojos al misterio abismal de las estrellas que será a no dudarlo algo tan sucio tan mezquino y tan sucio como esto.

sin nombre ya“sin mí

Tuve que ir sin dudas sin reproches sin asco y entregada sin nombre ya sin mí ya sin nada poner de buena gana la cabeza en el tajo.

ya sin nada„

Idea Vilariño

Director Freddy Ñáñez Coordinadora Karibay Velásquez. Letras CCS es el suplemento literario del diario Ciudad CCS y se distribuye de forma gratuita | correo-e: [email protected] | Twitter: @LetrasCcs

58. Inútil decir más. Nombrar alcanza

* Idea Vilariño

Montevideo, 1920 - 2009 Poeta, crítica literaria, traductora, compositora y educadora. Junto a Onetti, Mario Benedetti, Ángel Rama, Ida Vitale, Carlos Martínez Moreno y Armonía Somers, formaría parte de la generación del 45, cuya influencia fue decisiva para el desarrollo de la literatura de su país y de la región. Traductora de las obras William Shakespeare, y William Henry Hudson, entre otros. Escribió varios libros de ensayos, pero se la reconoce sobre todo por sus libros de poemas como Noctuno, Pobre mundo, Canciones, Poemas de amor y No (a este último pertenece la selección que publicamos hoy). En 2004 fue reconocida con el premio Konex Mercosur a las letras. Ciudad CCS es un periódico gratuito editado por la Fundación para la Comunicación Popular CCS de la Alcaldía de Caracas | Plaza Bolívar, Edificio Gradillas 1, Piso 1, Caracas | Teléfono 0212-8607149 correo-e: [email protected] | Depósito legal: pp200901dc1363