LA ORTOREXIA: CUANDO COMER SANO NO ES TAN SANO
Desde los medios de comunicación nos bombardean, todos los días, con noticias sobre trastornos alimenticios y diferentes publicidades de TV y otras tantas que circulan a través de las redes sociales nos señalan “el camino correcto”. Según ellas, todos y todas debemos estar flacos, porque si no nunca vamos a tener un trabajo divertido, nunca vamos a conseguir la pareja que soñamos y si estás excedido de peso, se te van a matar de risa. Todos esos mensajes, muchas veces emitidos por personas que se creen famosas por realizar papelones en los medios, llegan a una gran cantidad de sujetos que se ven seducidos por la idea de pertenecer al “equipo de los ganadores”. Hace un tiempo se puso de moda tener un estilo de vida saludable y a simple vista no parece tener nada de malo, sin embargo, con el correr de los años se detectó un trastorno de la conducta basado en la obsesión por la alimentación sana. Su nombre es ortorexia. El término ortorexia fue creado en 1997 por el doctor estadounidense Steven Bratman, especialista en alimentación luego de descubrir que sus pacientes presentaban una obsesión patológica por la salud y la comida sin conservantes como única forma de alimentarse. Las personas que sufren este desorden alimenticio empiezan con hábitos de vida saludables pero a medida que pasa el tiempo empiezan a ser más estrictos e insistentes con la selección de la comida. Dejan de comer carnes, grasas, alimentos cultivados con pesticidas, herbicidas, lácteos, huevos y cualquier sustancia que no sea natural. Isabel Zamarrón, encargada del Departamento de Nutrición del Hospital Ramón y Cajal, en Madrid, afirma que el problema radica en que “el ortoréxico no sustituye los alimentos que rechaza por otros que puedan aportarle los mismos complementos nutricionales y esto se traduce en anemia, carencias vitamínicas o falta de energía”. Los ortoréxicos pasan horas pensando que van a ingerir, viven mirando canales especializados en comida sana, nutrición y fitness, tanto de TV como de las diversas redes sociales. Además, se desplazan a lugares que se encuentran a una considerable distancia con el objetivo de conseguir el alimento que vieron, por ejemplo, en un perfil de Instagram. Este estilo de alimentación al principio parece ser la forma adecuada para verse bien pero es un engaño peligroso. Iara Bravo, estudiante de medicina próxima a recibirse, destaca que muchas personas “creen que es sano comer de cierta manera sin saber que están ingiriendo y desconociendo que vitaminas o nutrientes les hace falta”. Este desconocimiento hace que cualquier dieta que visualizan se convierta en la vía para lograr la “perfección física” y formen un régimen estricto que no pueden permitir romper de ninguna
manera porque si eso ocurre se sienten culpables o corrompidos y suelen redoblar la apuesta con una dieta mucho más dura y perjudicial. Es decir, no se permiten un desliz alimenticio. El Dr. Steven Bratman afirma que este comportamiento es similar al de las personas que sufren anorexia o bulimia con la diferencia de que “los anoréxicos y bulímicos se preocupan por la cantidad de comida que consumen, mientras que los ortoréxicos se obsesionan con la calidad de la misma”. Quienes sufren de ortorexia se sienten orgullosos de su manera de comer, de su autocontrol y menosprecian a los que no siguen sus reglas dietéticas, motivo por el cual, muchas veces se aíslan socialmente. Por ejemplo, dejan de ir a comer a restaurantes porque no pueden controlar los alimentos, los desespera la idea de que otra persona manipule su comida y para evitar ese mal trago –y bocado- prefieren comer en su casa y seleccionar sus alimentos con los criterios que desean. “Los trastornos de la conducta alimentaria suelen ser progresivos. Cada vez se vuelven más exigentes y la variedad de alimentos de sus menús se va reduciendo hasta tal punto que, en ocasiones extremas, puede llegarse a la desnutrición”, subrayó la nutricionista española, Juana María González, en una entrevista. A pesar de que este conflicto pueda ocasionar la muerte y que el 28 % de la población de los países occidentales muestra indicios de sufrir ortorexia, la OMS –Organización Mundial de la Salud- no la reconoce como una enfermedad, lo cierto es que es una situación preocupante. En Argentina, más precisamente en la Ciudad de La Plata, la ortorexia creció un 40 % en los últimos años y entre las más afectadas son las mujeres de entre 15 y 23 años. El nutricionista argentino Norberto Russo, a raíz de los datos alarmantes, señaló que “la obsesión por comer sano se asocia a una mayor circulación de la información, sobre todo a través de internet, que las personas utilizan mal, con serias repercusiones para su organismo”. Ante esta situación, seguramente, más de uno se preguntará cómo puede ser que los alimentos sanos sean malos pero la respuesta es sencilla y cuenta con el apoyo de la mayoría de los nutricionistas: la sociedad tiende a irse a los extremos y como bien sabemos, no es bueno. Por eso, cuando se detecta que un paciente está sufriendo ortorexia lo primero que recomiendan es volver a ingerir los alimentos que la persona había dejado de comer y de esa manera recuperar los nutrientes necesarios para conseguir el querido equilibrio. El equilibrio es el punto ideal, no hace falta dejar de comer carnes, huevos, grasas para estar bien y tampoco es beneficioso comer únicamente los alimentos recién mencionados. Los medios de comunicación tenemos que ser más responsables. Es importante que en la educación de los niños se enseñe, a través de consejos, que hay que respetar a los demás tal como son y respetarnos a nosotros mismos, no actuar sin pensar. Hay que tomarse un tiempo para reflexionar si realmente necesitamos hacer dieta y en todo caso hacer una consulta con un especialista. Debemos dejar a un lado los estereotipos, lleva tiempo, pero hay que empezar.