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CIENCIA / SALUD
I
Domingo 1º de noviembre de 2009
ENRIQUECER LA DIETA s ATRACTIVA EXPERIENCIA EN EL MUSEO DE LOS NIÑOS
Aprender a comer sano desde la infancia Involucrar a los chicos en la selección y preparación de los alimentos ayuda a que incorporen conceptos básicos de nutrición saludable Claves
SEBASTIAN A. RIOS LA NACION –¿Saben qué come Homero Simpson? –preguntó desde el escenario del auditorio del Museo de los Niños la doctora Paola Harwicz. –Rosquillas, hamburguesas y cerveza –respondió a coro una treintena de chicos menores de 10 años. –¿Y cómo está Homero? –¡Gooordo! –¿Y Sportacus? ¿Sportacus qué come? –preguntó Harwicz, en obvia (para los chicos) referencia al protagonista del programa Lazy Town. –Frutas... verduras... –¿Y Sportacus tiene panza? –Noooo, tiene músculos... Así, con esta sencilla comparación entre dos personajes opuestos del imaginario infantil, dio inicio el taller “Cocinando con los chicos”, organizado por la Fundación Cardiológica Argentina, con el apoyo del Abasto Shopping, en el que un equipo de cardiólogos, nutricionistas y chefs transmitieron a los chicos (y a sus padres) sencillas pautas de alimentación saludable. “Hoy, los padres están preocupados por la mala alimentación y por los efectos que ésta pueda tener sobre la salud de sus hijos, y a la vez están desorientados por el bombardeo de la publicidad sobre alimentos. Nuestra idea es transmitirles que es posible una alimentación saludable, y que los chicos pueden aprender a alimentarse en forma sana”, dijo a LA NACION el doctor Guillermo Fábregues, vicepresidente de la Fundación Cardiológica Argentina. Y es que motivos de preocupación relacionados con la alimentación infantil es lo que sobra: un estudio realizado en escuelas porteñas y bonaerenses por investigadores del Centro de Estudios en Nutrición Infantil (Cesni) halló que el 26,3% de los chicos de 11 y 12 años tenía sobrepeso y otro 7,4%, obesidad. “En la Argentina, sólo el 17% de los chicos de entre 10 y 19 años come la cantidad de frutas que debería, y con respecto a las verduras es aún peor: sólo el 2% cumple con los requerimientos”, comentó la doctora Harwicz, médica especialista en cardiología y nutrición clínica, y coordinadora del taller “Cocinando
➔ Son los padres quienes deben decidir qué, dónde y cuándo comen los chicos.
➔ Son los chicos los que deben decidir cuánto comen. No hay que forzarlos a comer cuando dicen estar satisfechos, porque si no pierden el registro de saciedad.
➔ Momento de encuentro, eso
es lo que debiera representar el sentarse a la mesa. Evitar distracciones como las que propone la televisión es una buena estrategia para que los chicos no coman de más, pero tampoco de menos.
➔ Sin premios. “Si no comés la
comida, no hay postre” o “si te portás bien, te compro un helado” son recursos útiles a corto plazo, pero que no colaboran con una alimentación sana.
➔ Educar con el ejemplo. En eso
FOTOS DE SEBASTIAN LOPEZ
la doctora Paola Harwicz es terminante: “Si los padres no comen pescado, tampoco lo comerán sus hijos; si no comen ensalada, tratar de que los chicos lo hagan no tiene sentido”.
Contentas tras haber amasado ñoquis de colores, participantes del taller “Cocinando con los chicos” muestran sus manos enharinadas con los chicos”. ¿Cómo empezar a revertir estos malos hábitos? “La única forma de que los chicos sean protagonistas de un cambio en su manera de comer es invitándolos a participar en la cocina”, respondió Harwicz. Y eso es lo que propone el taller que coordinó (y que volverá a repetirse durante el verano). “No se trata sólo de que los chicos aprendan a cocinar, sino de que incorporen conceptos de alimentación saludable.”
Con las manos en la masa Tras una breve charla sobre conceptos básicos de alimentación, con un lenguaje accesible y a través de ejemplos como el de Homero y Sportacus, los pequeños participantes del taller abandonaron el auditorio del Museo de los Niños y se instalaron en una sala contigua, una suerte de cocina a escala, para amasar ñoquis de papa, pero
Una pequeña cocinera en acción
también de remolacha y de acelga. “Lo que tratamos de enseñarles es la importancia de la variedad en la alimentación, que haya muchos colores en el plato; que el desayuno es fundamental para empezar el día con energía, y transmitir conceptos sencillos como el de «cinco al día», que es que por día hay que comer cinco porciones de frutas y verduras.” Pero que los chicos incorporen nuevos alimentos, y en especial verduras, suele ser todo un desafío para los padres. “Lara come bien, pero es muy selectiva a la hora de sentarse a la mesa –contó Edgardo Braslavsky, mientras su hija de 7 años amasaba ñoquis verdes y violetas–. De a poquito tratamos de ir incorporando alguna verdura, pero cuesta.” “Los seres humanos nacemos con una preferencia por lo dulce y una aversión hacia lo amargo, por eso el incorporar un nuevo sabor no se da de una sola vez –contó Harwicz–.
Cuando ofrecemos un alimento nuevo a un chico, debemos intentar varias veces: dárselo a probar un día; si no le gusta dejar pasar un tiempo y volver a ofrecerlo. Los estudios muestran que hay que ofrecerlo entre 12 y 15 veces para que el chico lo incorpore.” Ser creativo en la forma de ofrecer un nuevo alimento es fundamental para no cansarlo y cansarse en el intento. Y para eso no hay fórmulas, aunque jugar a decorar el plato con los alimentos es un recurso más que válido. Ayer, en el taller, los chicos jugaron a armar caras con frutas cortadas en diversas formas. Al cabo de la actividad, cuando la chef Jessica Bergman y la licenciada Gretel López Segura preguntaron si alguien había comida una fruta “nueva”, varios levantaron la mano. Hubo quienes habían probado por primera vez en su vida un kiwi o un durazno. También hubo otro que descubrió que el ananá es mucho más
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rico que el caramelo de ananá. Otra buena estrategia es involucrar a los pequeños en la aventura de lo nuevo. “Si el chico va con su mamá o su papá a comprar la comida, y participa de la elección de, por ejemplo, una lechuga, después se encarga de lavarla y ayuda a prepararla, el chico se siente protagonista. Y esa participación favorece la incorporación de nuevos alimentos”, aseguró Harwicz. “Me gustó la propuesta de mostrar a los chicos otra forma de comer –dijo Alejandra Valverde, mamá de Gianlucca, de 7 años–. Yo también saqué en limpio varias cosas, como que en exceso los juguitos y las bebidas dietéticas son tan nocivos como las gaseosas.” Gianlucca, por su parte, resumió en unas pocas palabras parte de lo aprendido en el taller: “No hay que comer tanta chatarra, y sí mucha fruta, para estar fuerte y sano”.