LA CUÑADA DE JAIME PIZARRO Ignacio ... - Relatos Populares

Pasaron los años y vino el título en la quiebra, con el “Kaiser” Pizarro como entrenador. Esa campaña fui a todos los partidos, claro, las entradas costaban 1/8.
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LA CUÑADA DE JAIME PIZARRO Ignacio Morgan

El año 92, tenía apenas 7 años y para los que me conocen les sorprenderán saber que era un cabro chico muy problemático. Pasaba más tiempo castigado o en la inspectoría que en las plazas o las canchas de fútbol. Para que decir mis papas, que tenían que ir al colegio día por medio para dar explicaciones por mi conducta. Pese a la edad, mi vida tenía dos prioridades: Colo-Colo y hacer maldades. El problema es que me empecé a portar muy mal en el colegio (cagadas que se manda un niño normal, pero demasiado seguidas) y empezaron los castigos: primero me marginaron de la selección de fútbol por un mes, luego castigo los fines de semana y finalmente, cuando no había solución, me mandaron a trabajar con una coordinadora para los alumnos más problemáticos. Era una especie de psicóloga, psicopedagoga, algo así. El tema no era menor, después de eso había dos opciones: drogas tipo Ritalín, o la expulsión del colegio. No rebelaré el nombre de esta mujer porque podría perjudicarla y perder su empleo (ya entenderán la razón), pero a diferencia de todos los individuos que quisieron cambiarme con represión, ella de inmediato identificó mi pasión por la pelota, y que con ella podría mejorar mi conducta. El diálogo fue tan impactante que lo recuerdo hasta el día de hoy: - Así que te gusta Colo-Colo, ¿cuál es tu jugador preferido? - Raúl Ormeño y Jaime Pizarro -respondí- ¿En serio? Porque Jaime es mi cuñado... Esa frase me golpeó de lleno. Quedé perplejo por algunos segundos. Imagínense la emoción que puede sentir un niño de 8 años de tener al frente a una mujer que conoce a su ídolo. Cuando recobré un poco la conciencia, la mujer prosiguió: - Jaime conoce tu problema y quiere ayudarte... - Si Pizarro lo pide, le juro que nunca más me porto mal, se lo ju... - No, no es la idea. Hablé con él e hicimos un trato: tú te portas bien, y él te va a dar un premio...

Posiblemente me desmayé cuando dijo eso. Tras el impacto (a esta altura yo ya caminaba por las paredes), cerramos el trato con un apretón de manos. Era simple: yo no la cagaba por una semana y recibiría regalos mandados por el mismísimo Jaime Pizarro. Imaginarán que por esa primera semana me quedé sentado todos los recreos para mantenerme alejado de la tentación. Es más, me cambié de puesto y me senté en la primera fila, cosa que fuera imposible portarme mal. Y lo conseguí. Finalizada una semana sin tener ninguna anotación ni llamado de atención, me llegó el primer regalo: un lápiz pasta negro de Colo-Colo. Quizás para los tiempos actuales les parezca una cagada, pero recuerden, esto pasó hace 23 años y el lápiz lo mandaba un campeón de la Libertadores, era un sueño. La exigencia subió y ahora para recibir el premio tenía que pasar dos semanas sin meterme en problemas. Pasaron dos semanas en blanco y recibí una foto firmada por el “Kaiser”. Imposible olvidarla: Pizarro parado en la cancha del Monumental, abrochándose los zapatos y con la Garra Blanca de fondo. Abajo venía escrita una dedicatoria: "Para Ignacio, con afecto". Mi buena conducta siguió y los regalos también, un banderín autografiado, un pin dorado, más fotos, una pelota. Hasta que pasó un año sin que me mandara ningún cagazo y recibí el bien más preciado que tuve en mi vida: la camiseta de Pizarro, marca Pony, con el 6 atrás. Hasta el día de hoy se me pone la piel de gallina al recordar el momento en que abrí esa bolsa y tuve la polera en mis manos. Piensen que en esos tiempos apenas se vendían camisetas de fútbol en el comercio, era muy difícil tener una. Ese mismo día me liberaron y no tuve que volver a trabajar con la coordinadora nunca más. Y claro, no había más regalos, pero me sentía bien. A partir de ese momento, nunca más volví a la inspectoría. No tuve ninguna falta grave hasta como a los 16 o 17 años. La coordinadora y Jaime Pizarro lograron cambiar mi conducta y convirtieron a un potencial delincuente en un cabro que disfrutaba la vida, las pichangas, los amigos, siempre lejos de los problemas. Pasaron los años y vino el título en la quiebra, con el “Kaiser” Pizarro como entrenador. Esa campaña fui a todos los partidos, claro, las entradas costaban 1/8 de los valores actuales. Viví y disfruté ese torneo de clausura como ningún otro.

Cuando el destino de Colo-Colo era descender, logramos salir adelante de la mano de un grupo de cadetes y del gran Marcelo Espina y conseguimos un título que nadie esperaba. Días después del título de 2002, me acerqué a la oficina de la coordinadora. Quería pedirle algún contacto con Jaime Pizarro para agradecerle personalmente por el título que nos había dado, pero la respuesta de la mujer fue un ladrillazo: - No tengo idea quién es Jaime Pizarro. Quedé perplejo, como cuando tenía como 6 años y me dijeron que el Viejo Pascuero no existía. - ¿Pero todos los regalos, la camiseta, los autógrafos? -pregunté ingenuamente- Fui yo. Es una estrategia que probé contigo y me ha dado muy buenos resultados - Imposible. - En serio. He sido la prima de Zamorano, cuñada de Marcelo Salas, amiga de Sebastián Rozental... Créeme, nunca me ha fallado. Sin decir una palabra, salí de esa oficina. Mientras caminaba masticaba la frustración y desilusión de saber que todo lo que creí en un minuto fue una mentira. Pero me dio lo mismo. Los resultados estaban a la vista y finalmente fue la admiración por mi ídolo de ese entonces lo que me llevó a cambiar mi actitud y ser una mejor persona. Jaime Pizarro cambió mi vida, y él, nunca lo supo. Y pese a eso, le estaré eternamente agradecido.

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