Entre las plumas y el barro mediático

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Espectáculos

Página 2/LA NACION

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Sábado 31 de julio de 2010

La gran Gloria Guzmán Fue una de las primeras, junto con Sofía Bozán, Tita Merello, Paquita Garzón y Carmen Lamas Riure

Opinión Por Ernesto Schoo

Profesión exigente y fugaz

RODRIGO NESPOLO Y FOTOS DE ARCHIVO

Entre las plumas y el barro mediático mentablemente, el público consume eso. Sin embargo, traté también de que me reconocieran como una buena bailarina”, señala la mujer que estudió danza clásica durante diez años.

Continuación de la Pág. 1, Col. 6 para actuar en una revista. Una de las tantas por las que se hizo famoso el edificio de la calle Esmeralda. Una noche de 1950, la sala del Maipo estaba llena. Había 700 personas que venían a buscar lo que en la calle no veían: mujeres que presumían de sus curvas al descubierto. De pronto, desde el fondo del escenario, apareció ella con un vestido largo de soirée, negro, ceñido a ese cuerpo “tan parejito, tan bien formado”, como recuerda el hombre. Después vino un silencio corto que se rompió con una unánime sinfonía de “¡uh!” que denotaba asombro. Setecientos “¡uh!”, para ser exactos. El hombre, Norberto Campana, ex administrador del teatro desde 1950 hasta este año, hoy su asesor emérito, dice que jamás escuchó algo parecido. Y 60 años después, se sigue conmoviendo con esa aparición casi religiosa: la de la entonces desconocida Nélida Roca (1929-1999), el ícono de la vedette argentina, la Venus de la calle Corrientes. Desde ese momento, pasó el mundo y sus cambios, pero sobre todo atropelló la TV con su pretensión de mostrarlo todo. Antes las vedettes se hacían a fuerza de tesón, de talento y de lo que las hacía únicas: carisma y misterio. Ahora, las estrellas de las revistas se construyen a medida en los quirófanos y a los gritos en los sets. Hoy, la posibilidad de trascender, de ser como la Roca, parece una idea bastante lábil como el fango mediático en el que intentan hacer pie la mayoría de las nuevas vedettes. * * * Julio de 2010. En el Broadway, Clara Martini –19 años, marplatense, rubia platinada o lo más platinado que alcanzó el tono de la tintura– viste o desviste, según el ángulo de visión, sólo un conchero y un collar de piedras de fantasía que destapa sus pechos. “Me vestí de esta manera porque buscan vedettes”, explica. Y es así. El productor Daniel Comba, quien ahora tiene en cartel la revista Carnaval de estrellas, busca justamente eso: vedettes para el lo nuevo que montará en Carlos Paz en el verano. De ahí que la sala del teatro esté regada por alrededor de 200 chicas de entre 18 y 30 años, empobrecidas de ropa: tangas, corpiños; una suerte de catálogo de lencería erótica en vivo. Ellas parecen pensar que una vedette sólo se define por el despojo del vestuario. Comba, quien –junto al ya fallecido Jorge Guinzburg– comenzó a producir revistas en 2002, las define así: “Una vedette debe tener carisma,

* * *

Oficio complicado Adabel Guerrero (arriba, izq.) y Moria Casán (arriba, centro) aceptaron las reglas de la TV. Arriba, las aspirantes

presencia escénica, buen cuerpo y, claro, saber bailar”. * * * Verano de 1953. Ethel Rojo, de 16 años, ganó la posibilidad de hacer una audición en el viejo Canal 7, gracias a que había sido coronada reina de la primavera en Santiago del Estero, donde vivía. Las cosas no salieron bien, y no quedó. Cuando pensó que eso era todo, un hombre se le acercó a su madre y le preguntó: “¿Le interesa que su hija trabaje en el Maipo?”. La mujer contestó: “Aún no; es muy chica”. Debió esperar un año, volver a Santiago del Estero, recibirse de maestra, emprender viaje a Buenos Aires, y recién ahí subirse a un escenario. Sin embargo, no como vedette, porque en esa época, para serlo, había que foguearse sobre las tablas durante años. “Había escalafones. Uno hacía como un año de corista y, al año siguiente, te ponían como un poquito más”. Y más para ella significó convertirse en una de las grandes vedettes entre las décadas del 60 y del 70. * * * En el Broadway, ruge “Vogue”, de Madonna. Sobre el escenario, hay 20 chicas que se prueban a sí mismas y al coreógrafo, Flavio Mendoza, que son las indicadas para llevar un espaldar de plumas el próximo verano. Algunas tienen movimientos oxidados; otras hacen lo que pueden; y una o dos intentan flotar. Sí, flotar. Porque las vedettes son supermuje-

res. “No caminan, sino que flotan, pisan sin pisar el suelo. Son como gacelas”, describe Campana con la experiencia de haber visto a las mejores: Nélida Lobato, Zulma Faiad, Susana Brunetti, las hermanas Ethel y Gogó Rojo, y la lista parece infinita, envidiable. Unas cuantas butacas más allá del escenario, está Estefanía Bacca. Parece una amazona: alta, piernas torneadas, rubia, 90-60-93. Ella no es vedette, aún, pero no se rinde. Hace cinco años que vino de Reconquista, Santa Fe, para comerse el mundo. Sin embargo, a veces, el mundo se lo come a uno. Está estancada profesionalmente; ya no desea ser una bailarina destacada en la revista Fantástica, que encabeza Carmen Barbieri. En su camino hacia el strass, no podía haber nada que fuera plano. Este no es un mundo minimalista. “Era un varón. No tenía nada”, dice, y se toca el pecho. –¿Alguien te pidió que te operaras?

Exposiciones N En el Célebres Café, Parera 46 (4815-8157) se acaba de inaugurar una exposición de fotos inéditas de Nélida Lobato. Entretanto, en el Maipo (Esmeralda 443), hay una exposición de Nélida Roca y una muestra fotográfica de Tita Merello.

–Un poco Carmen [Barbieri]. Escucho todo lo que me dice porque me parece una genia. Me dijo: “Pensaste alguna vez en ponerte lolas? Porque te puede llegar a quedar muy bien. Creo que te está haciendo falta”. Fue muy sutil la sugerencia. Lo pensé e invertí. Y, la verdad, no me arrepiento. * * * Todavía no existían ShowMatch ni los videos “prohibidos”. Aún la picardía no se había transformado en obscenidad. En esos tiempos, entre 1950 y 1970, Ethel Rojo intentaba mantener el misterio necesario para que las vedettes siguieran siendo esas spermujeres inalcanzables. Según cuenta, la vida privada de las chicas de las revistas permanecía oculta o prudentemente secreta. “El periodismo no entraba en nuestras vidas”, indica. Poco se sabía; otro tanto se sugería. Esa era la fórmula. Hoy, la TV la alteró. Adabel Guerrero, vedette de Carnaval de estrellas, lo sabe. Supo que para llegar –y lo hizo– había que entrar en el fango mediático; generar escándalos: una pelea, una historia de amor, una operación; todo vale. “Es un mal necesario”, cuenta. Primero, Guerrero dejó sin llave su vida sentimental. Después, pasó por la fábrica de chicas escandalosas: ShowMatch y sus segmentos “Bailando por un sueño” y “Patinando por un sueño”. Ahí se peleó con el jurado y con sus colegas, como lo indica el protocolo de toda nueva guerrera televisiva. “Fue una estrategia. La-

Su ámbito: la revista La vedette –palabra que alude a la figura que se destaca en un espectáculo– se define en función del teatro de revistas. Aquí, algunos hitos que explican la dinámica del género: 1875. Se estrena la primera revista en Buenos Aires: El sombrero de Don Adolfo, escrita por el español, Casimiro Prieto Valdés. 1908. Inauguración del teatro Scala; luego llamado Esmeralda, en 1915; y finalmente, Maipo, desde 1922, la Catedral de la revista porteña. 1922. Llega a la Argentina la compañía francesa “Ba-Ta-Clán” con sus plumas y strass para estrenar tres obras. Así, la revista deja su línea argumental y pasa a ser una sucesión

de sketches, monólogos y números musicales con mucho brillo. Es el nacimiento de lo que conoce como revista porteña. 1955. Las vedettes dejan de usar la obligatoria –impuesta por disposición municipal– malla color carne e influenciadas por la llegada del espectáculo, Folies Bergère, en 1954, se animan a los primeros desnudos. Hasta mediados de los años 80, la revista vivió su apogeo (Susana Giménez, Moria Casán, Adriana Aguirre, Cecilia Narova, sólo algunas). Con la llegada de la democracia, hubo algunos intentos para revivirla. Hoy, hay dos revistas: Carnaval de estrellas (Broadway) y Fantástica (Liceo).

En 1995, las plumas, el strass y el brillo dejaron de estar reservadas exclusivamente a las mujeres, gracias a una pequeña transgresión que se llamó Cris Miró. Cuentan los que la vieron sobre el escenario del Maipo, convocada por Lino Patalano; que su sola presencia cautivaba. Debía ser por su andar, por su metro ochenta y cinco, o porque era el primer transformista que había alcanzado la categoría de vedette en el país. Con la fama a cuestas, tuvo que afrontar el rechazo de algunos y convivir con la idea de que su persona iba a ser controvertida en una Argentina que aún tropezaba con el concepto de gay friendly. Cuando murió, a los 31 años, el 1º de junio de 1999, Florencia de la V siguió sus pasos. Desde ese momento, el término “vedette” se expandió como siguió haciendo hasta el día de hoy. * * * Para llegar desde la entrada de la sala del Broadway hasta la tercer fila de butacas, donde está Flavio Mendoza, hay que pasar unos cuantos obstáculos: chicas que elongan desparramadas sobre el piso, zapatos de tacos altos tirados en el pasillo, y un paredón de glúteos formado por cinco mujeres, de espaldas, pegadas una al lado de la otra. Una vez superados los escollos, el coreógrafo explica: “No hay tanta gente preparada. Es difícil encontrar lo que uno busca: que tenga una estética determinada y una buena técnica. Hay muchas que pareciera que vieron luz y entraron. Quizá por ese discurso mediático de que cualquiera puede hacerlo”. Ese día, hubo alrededor de 200 candidatas. Sólo quedaron 15. De ese número, algunas serán bailarinas y, si lo decide Comba, una será la vedette. Terminada la audición, las eliminadas se van. “Otra vez será”, consuela una a la otra. ¿Sabrán esperar, o irán en busca de una cámara de TV para buscar lo que no pudieron conseguir? “Los tiempos han cambiado. ¿Cuántas de las nuevas vedettes lograrán mantenerse vigentes con los años? Ahora, todo es tan efímero”, concluye Rojo. Lo sabe: hoy no es nada fácil convertirse en leyenda. Fuentes: Historia de la comedia musical en la Argentina. Desde sus comienzos hasta 1979, de Pablo Gorlero, y En busca de la revista perdida, de Raquel Prestigiacomo.

He contado varias veces esta historia, pero acaso valga la pena reiterarla. En 1966 o 67 (no conservé el ejemplar), Primera Plana publicó una vasta entrevista que le hice a Iris Marga, con abundantes fotos y anécdotas. Tiempo después, me invitó a comer en su departamento de la Avenida del Libertador, donde me tenía reservada una sorpresa. Salió un momento del living y volvió, formando el característico “trencito” de las vedettes de revista, con Gloria Guzmán y Paquita Garzón, entonando un refrán que cantaban en el Maipo allá por 1928. “Falta Carmen Lamas –me informó Iris–. No pudo venir porque hoy se recibía de médico uno de sus nietos. También faltó Tita Merello, por razones de salud.” Fue uno de los grandes momentos en mi vida de cronista de espectáculos. Porque empecé a ir al Maipo alrededor de los veinte años, cuando ya el “trencito” casi no se practicaba. Alcancé, sin embargo, a ver a Alicia Bignoli, Aída Ollivier, Marcos Caplán, Castrito y Dringue Farías, Juan Carlos Thorry y, por supuesto, la colosal Sofía Bozán, que ni cantaba ni bailaba bien, pero era una personalidad dotada de un encanto único, amalgama –tal vez irrepetible– de lo auténticamente popular, bien porteño, con la elegancia innata propia de lo que es popular de veras. En el Maipo vino después la época de la bellísima Alicia Márquez y la colosal Nélida Roca, cuando el papel de las vedettes era casi exclusivamente estatuario: mujeres de anatomía privilegiada, cuyo papel se limitaba a lo ornamental, a la “pose”. Hasta que llegó Nélida Lobato y rehabilitó a la bailarina acróbata, en tanto Alfredo Allaria (una suerte de vedette masculina) creaba cuadros de insolente belleza y coreografías audaces. Fue tal vez la última gran época del Maipo como teatro de revistas. No quiero desmerecer a nadie, y reconozco la existencia actual de figuras interesantes. Pero la nostalgia es un privilegio de la vejez, y yo soy viejo: lejos de las ridículas querellas inventadas hoy por la televisión, aquellas mujeres espléndidas, aunque veneradas como iconos sexuales, se reservaban el misterio de la sugestión. Lentejuelas, plumas y escaleras doradas sirven de marco a una tarea extenuante, que exige sacrificios a menudo cruentos: hay que sonreír siempre, aunque no se tengan ganas y los músculos estén al borde del estallido. Género frívolo, lo llaman. Un género que reclama el mismo entrenamiento y la misma disciplina de bailarines y cantantes, y, en los mejores casos, también el talento actoral. En las canastas de flores que los admiradores enviaban al camarín de sus favoritas, se deslizaban a menudo un collar de perlas, una pulsera de brillantes. Sí, es verdad; y después venía la usura del tiempo.

¿Quiénes son las vedettes del momento? N Ethel

Rojo. Mónica Farro, Marixa Balli y Claudia Fernández.

N Pablo

Gorlero. Emilia Attías, Valeria Archimó, Marixa Balli y Claudia Fernández.

N Daniel

Comba. Valeria Archimó, Adabel Guerrero y Jésica Cirio.

N Adabel

Guerrero. Valeria Archimó, Vanina y Silvina Escudero, Laura Fidalgo y María Eugenia Rittó.

N Flavio Mendoza. Adabel Guerrero, Valeria Archimó, Laura Fidalgo y Luciana Salazar.

Vedettes eran las de antes Ethel Rojo (izq.), Zulma Faiad (centro) y Nélida Roca (der.) fueron tres de las mejores primeras figuras de la revista porteña Audioslide. Se busca vedette especiales.lanacion.com.ar/multimedia/