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Lo que el
Ébola
nos enseñó
A la Misa Blanca celebrada el 19 de octubre en la Catedral de Guadalupe, asistieron alrededor de 150 profesionales de la salud. ESPECIAL PARA RC/RON HEFLIN
El miedo y la incertidumbre no evitaron que la Iglesia actuara como lo hiciera Cristo.
Por Violeta Rocha
ESPECIAL PARA REVISTA CATÓLICA
DALLAS--Fueron 21 días que hoy parecen haberse desvanecido en la memoria de toda una ciudad. En casi todos y sin descanso, el diácono Jesse Olivarez encomendó en sus oraciones a cuatro personas de las nunca había oido hablar.
REVISTA CATÓLICA • NOVIEMBRE 2014
“No salían ni a ver el sol”, recordó sobre Louise Troh, su hijo y dos sobrinos. “Estaban visiblemente asustados; tenían sobre ellos esa espada que no sabían en qué momento iba a caer, o si iba a caer o no”, agregó Olivarez, que lleva siete años al frente del Centro diocesano de Formación y Retiros en Oak Cliff.
Troh y los jóvenes eran considerados ‘peligrosos’ por el riesgo de contagio del virus Ébola que había cobrado la vida de Eric T. Duncan, prometido de la mujer. No obstante, el pasado 20 de octubre el obispo Kevin J. Farrell hizo publico que había ofrecido refugio en ese centro a Troh y los tres jóvenes.
FOTO RC
RC/JENNA TETER
Sharon Rodríguez enciende una veladora que sostiene Evelyn García, durante una vigilia por la salud de las enfermeras Nina Pham y Amber Vinson, el 16 de octubre en la Catedral de Guadalupe.
El obispo Kevin J. Farrell hizo publico el 20 de octubre que la prometida de Eric T. Duncan, su hijo y dos sobrinos, fueron acogidos en el Centro de Formación y Retiros para sobrellevar su cuarentena.
BRAZOS ABIERTOS
“Ayudamos a las personas porque somos católicos, no porque ellas sean católicas”.
El Centro de Retiros es una propiedad de 13 acres que cuenta con siete casas destinadas para estancias temporales, relacionadas con retiros espirituales, jornadas de preparación matrimonial y talleres diocesanos, entre otros. Al ofrecerse para albergar a Troh y los jóvenes, el centro debió cancelar múltiples eventos. El diácono Olivarez sintió que era una dura prueba. “Solo cancelamos y no podiamos dar muchos detalles”, explicó. Monseñor Farrell dijo que ese era un “ejemplo de lo que significa cuidar a nuestros hermanos y hermanas, sin importar de dónde vienen, de qué raza o religión sean”. Muchos le preguntaron por qué ayudar a Troh y su familia, si no eran católicos. “Ayudamos a las personas porque somos católicos, no porque ellas sean católicas”, respondió el pastor de la Diócesis de Dallas. Las palabras del obispo hicieron eco en Olivarez, quizá el católico hispano que sirvió más de cerca a la familia de Troh durante sus 21 días de cuarentena. “Vean el ejemplo del obispo, él nos enseña cómo debemos comportarnos, él entró, oró con ellos, pasó tiempo con ellos, y ése es el ejemplo que debemos de seguir. Debemos estar orgullosos de ser católicos”, dijo Olivarez.
Monseñor Kevin J. Farrell
ESPECIAL PARA RC/VIOLETA ROCHA
El diácono Jesse Olivarez, director del Centro de Formación y Retiros de la Diócesis de Dallas, asistió a Louis Troh, su hijo y dos sobrinos, durante los 21 días de cuarentena que pasaron en ese lugar. El diácono sirvió sin reparo a la familia de raíces liberianas, en momentos en que muchos hubieran preferido poner distancia. “Durante esos días nadie entró al centro y nosotros nos autoaislamos, no porque pudiéramos estar contagiados, sino para que no se alarmara la gente”, contó. “Me daba pena y sentía que los estábamos tratando como a los leprosos de los tiempos de nuestro Señor Jesucristo”, reflexionó. Contrario a lo que muchos hubieran hecho, el diácono Olivarez siempre se preocupó por estar cerca de ellos. “Jesús siempre ayudó a todos, nos enseñó a aceptar al prójimo con los brazos abiertos”. En más de una ocasión Olivarez llevó la comida a la mesa cuando otros se mostraban
reacios a hacerlo, e incluso ingresó a la casa para instalar una máquina lavadora. “Manteníamos nuestras oraciones, no solo por la familia, sino por toda la ciudad, pidiendo para que se calmara el pánico”, recordó. Queriendo ayudar a preservar la calma entre la comunidad, Olivarez optó por no acudir a la parroquia donde sirve, pues con frecuencia debe repartir la Comunión y pensaba que los fieles podrían expresar preocupación. “A veces nuestra gente se asusta más de lo que es razonable”, comentó. El reciente anuncio del obispo coincidió con el fin de la cuarentena para Troh y su familia. Para entonces también las enfermeras Nina Pham y Amber Vinson, habían sido declaradas libres del virus que contrajeron cuidando a Duncan. Varios servicios de oración por la salud de las enfermeras y las familias afectadas en África por el virus, se organizaron en parroquias diocesanas. La Catedral de Guadalupe celebró una vigilia el 5 de octubre en la que se encendieron veladoras. El 19 de octubre unos 150
profesionales médicos asistieron a la Misa Blanca anual en la Catedral. El obispo auxiliar J. Douglas Deshotel agradeció y elogió su trabajo, diciendoles que como Cristo, ellos son también sanadores. A pesar de que hoy lo que destacan son buenas noticias, el diácono Olivarez no deja de rezar por Troh, su hijo y sobrinos. “Aun están aquí porque prácticamente perdieron todo”, dijo. “Ahora están buscando un lugar donde puedan volver a empezar”, agregó. “Aunque están libres de Ebola aun tienen que pasar el duelo por la pérdida de su ser querido; sigue siendo difícil y necesitamos seguir orando por ellos”, concluyó. Caridades Católicas de Dallas recibe donaciones (ver recuadro) para ayudar a Troh y su familia a reubicarse.
DONATIVOS
Para hacer una donación en beneficio de Louise Troh y su familia visite: https://ccdallas. thankyou4caring.org/pages/ lt-response-donation-page o llame al 214-520-6590.
REVISTA CATÓLICA • NOVIEMBRE 2014