En busca de respeto

llama "Liga de Naciones" o "secuencia caleidoscópica de anexos raciales". ...... bundo del bate de béisbol en la frente del muchacho, que alcancé a oír mien-.
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ARTÍCULO 32: “Es permitido utilizar obras literarias o artísticas o parte de ellas, a título de ilustración en obras destinadas a la enseñanza, por medio de publicaciones, emisiones o radiodifusiones o grabaciones sonoras o visuales, dentro de los límites justificados por el fin propuesto o comunicar con propósito de enseñanza la obra radiodifundida para fines escolares educativos, universitarios y de formación personal sin fines de lucro, con la obligación de mencionar el nombre del autor y el título de las así utilizadas”. Artículo 22 de la Decisión 351 de la Comisión del Acuerdo Cartagena. ARTÍCULO 22: Sin prejuicio de lo dispuesto en el Capítulo V y en el Artículo anterior, será lícito realizar, sin la autorización del autor y sin el pago de remuneración alguna, los siguientes actos: b) Reproducir por medio reprográficos para la enseñanza o para la realización de exámenes en instituciones educativas, en la medida justificada por el fin que se persiga, artículos lícitamente publicados en periódicos o colecciones periódicas, o breves extractos de obras lícitamente publicadas, a condición que tal utilización se haga conforme a los usos honrados y que la misma no sea objeto de venta o transacción a título oneroso, ni tenga directa o indirectamente fines de lucro;...”.

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Traducción de Fernando Montero Castrillo

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siglo veintiuno editores

Guatemala 4824 (C1425BUP), Buenos Aires, Argentina siglo veintiuno editores, s.a. de c.v. Cerro del Agua 248, Delegación Coyoacán (04310), D.F., México siglo veintiuno de españa editores, s.a. BIS (28006) Madrid, España

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Pllm Emzltano.

Bourgois, Philippe En busca de respeto: vendiendo crack. en Harlem., - li! ed. - Buenos

Aires: Siglo Veintiuno Editores Argentina, 2010. 424 p. ; 16x23 cm. - (Sociología y política) Traducido por: Fernando Montero Castrillo ISBN 97t\-987-629-129-3 1. Adicciones. 2. Consumo de Drogas. I. Montero Castlillo, Fernando, trad. n. Título CDD 362.29

Título original: In Se"rch oI Re"!H'cl. Selli"'g Cmc¡' i;,1:;¿ Barrio (Cambridge UniversilY Press, 2003, segunda edición) La pn,slml" "dú;ión ha sido arnpliada )' a';¡ulLliwda

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2003 Philippe Bourgois © 20 lO, Siglo Vel11tiuno Editores Argentina S. A.

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Diseiio de cubierta: Peter Tjebbes

Impreso en Artes Gráflcas Delsur I I Alte. Solier 24;Jo, Avellaneda, en el mes de julio de 2{) I () Hecho el depósito que marca la le)' I 1.723 Impreso en Argentina / / Made in Argentina

2. Una historia de las calles de El Barrio fEas! Harlem} es un hervidero de actos delictivos: hay nidos de uso de narcóticos, robos, asaltos, estafas y toda forma concebible de violar la ley. El país está inundado de criminales criados en este vecindario. Ningún taxista se atreve a cruzar la calle 113 al este de la Segunda .lvenida luego del atardecer: únicamente con un auto blindado se sentina seguro.

Un sacerdote católico, década de 1930 1

Las vidas de los narcotraficantes que protagonizan este libro serían incomprensibles sin una detallada consideración de su trasfondo histórico. Los puertorriqueños de segunda y tercera generación que viven en Nueva York deben situarse en el contexto colonial de sus abuelos y bisabuelos. Casi desde el momento en que Cristóbal Colón pisó la isla en 1493 y que Ponce de León la conquistó en 1508, la ubicación estratégica de Puerto Rico en el centro del mar Caribe, en el corazón de una de las rutas comerciales transatlánticas más importantes, suscitó ambiciosas pretensiones entre las potencias mundiales. A lo largo de quinientos años, la administración política y económica de la isla se ha mantenido sujeta a consideraciones de tipo militar que tienen poca concordancia con las necesidades de sus habitantes. Pese a que los conquistadores españoles importaron esclavos africanos y establecieron plantaciones azucareras, en términos económicos Puerto Rico nunca ha sido una colonia próspera. Siempre representó, sobre todo, un eje de control militar, lo que explica la tenacidad con la que España se mantuvo aferrada al territorio ha!'¡ta finales del siglo XIX, en contraste con el resto de las Américas, que obtuvieron su independencia en la década de 1820. En los siglos XX y XXI, sujeto a nuevas relacione~ coloniales, Puerto Rico ha sido incapaz de establecer una forma viable de organización política y económica, lo que dio lugar a una de las migraciones masivas más vertiginosas de los últimos cien años. Cuando Estados Unidos invadió Puerto Rico en 1898, continuó la práctica española de anteponer los intereses militares a la lógica económica. En la actualidad, la isla se encuentra st~eta al gobierno de los Estados Unidos, pero sus residentes no gozan del derecho al sufragio en las elecciones presidenciales y carecen de representantes con voz y voto en el Congreso estadounidense. La condición colonial del territorio, que desde 1952 mantiene el ambivalente estatus de "Estado Libre Asociado", se denuncia con frecuencia en las Naciones Unidas. Irónicamente, Puerto Rico continúa representando una carga finan-

UNA HISTORIA DE LAS CALLES DE EL BARRIO

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ciera para su jefe político. Al igual que la corona española durante el siglo XIX, el gobierno federal de los Estados Unidos debe invertir enormes sumas de dinero para mantener el control político y militar de! territorio y para subsidiar su economía insolvente. A partir de la década de 1970, más de un tercio del ingreso personal en Puerto Rico procede de las arcas federales, ya sea en forma de cupones alimenticios o subvenciones de! régimen de seguro social. En 1992, más de! 50 por ciento de la población puertorriqueña satisfacía los requisitos necesarios para recibir subsidios alimenticios. 2 En una de sus jornadas nocturnas en e! Salón de Juegos, César subrayó con lucidez las bases políticas de la relación entre la isla y los Estados Unidos:

César. A Estados Unidos sólo le importa Puerto Rico porque está cerca de Cuba: menos distancia pa destruir el comunismo. ¡No tenernos nada más que ofrecer! No hay recursos naturales: ni petróleo, ni oro; ni siquiera el agua es buena. No tenemos nada. ¿Qué tiene Puerto Rico? ¿Ron? Los Estados Unidos ya tienen a Kentllcky, a Tennessee: todos los estados del sur hacen ron pitorro.

DE JÍBARO PUERTORRIQ.UEÑO A VENDEDOR DE CRACK

En las primeras décadas del siglo XX, Estados Unidos transformó la economía puertorriqueña, tornándola aún menos propicia para la cultura y las necesidades locale~ que el sistema mercantil español. Cientos de miles de agricultores se vieron obligados a abandonar sus parcelas en la altura de la isla y a migrar en busca de trabajo en las enormes plantaciones azucareras que proliferaron de la noche a la mañana en los fértiles llanos costeros. A partir de la Segunda Guerra Mundial, dichos campesinos desarraigados y sus descendientes han sido conocidos como 'Jíbaros". Según e! mito, los jíbaros, descendientes de indios taínos, cimarrones y polizones moros y europeos, rechazaron las leyes y convenciones sociales de! sistema español a lo largo de los siglos XVIII y XIX, se negaron a trabajar como cortadores de caña en las plantaciones coloniales y se establecieron en los montes escarpados de la isla, lejos de! alcance de! estado urbanocéntrico. 3 Originalmente, la palabra "jíbaro" quería decir "salvaje". Hoy en día, e! término evoca la imagen estereotipada de un agricultor fieramente independiente, que viste sombrero de paja y esgrime su machete, "se ñangota" en e! "batey" de su casa y recibe visitas luego de una ardua jornada laboral. Pese a la connotación despectiva del término, el jíbaro ha surgido como un símbolo de la dignidad y la integridad de Puerto Rico, foIjadas frente a la experiencia de dominación, influencia extranjera dispersión.

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Existe un paralelo interesante entre las sociedades jíbaras que habrían rehuido el trabajo asalariado de las plantaciones coloniales y rechazado las formas culturales elitistas de los españoles, motivadaspor un sentido indomable de dignidad, y la corriente contestataria-de-la'cultura callejera que se opone a la ~~~gi;;:ación}' exploiadón por parte de la sociedad estadounidense. Sin embar.g.o, e! concepto de 'Jíbaro" no debe retficarse y convertirse en una catego;ía cultural demasiado simplista, como si se tratara de una especie de reliquia del pasado rural. Debe notarse, más bien, que al jíbaro se lo reinventa y redefine conforme cambian los contextos económicos y políticos. 4 En la actualidad, la categoría tiende a incluir tanto a los obreros de las plantaciones azucareras como a los residentes de segunda generación en los Estados Unidos. A menudo, Primo se refería a sí mismo y a sus amigos como jíbaros, si bien explotó de la risa cuando le evoqué la imagen de! campesino que se "ñangota" en su "batey" mientras discute los sucesos cotidianos. Ignoraba el sentido de la palabra batey, pero me aseguró: La única vez que yo me l1angotié fue cuando estuve en la cárcel. Un chorro de puertorriqueños nos agachábamos así, l1angoteando, y hablábamos pendejadas por horas. Quizá Primo no esté al tanto de que sus abuelos y bisabuelos con toda probabilidad fueron pequeños agricultores obligados a convertirse en trabajadores temporales en un cañaveral durante la primera mitad del siglo XX, período en e! que las multinacionales estadounidenses tomaron e! control de la economía rural puertorriquel1a. Sin embargo, Primo tiene muy presente la emigración masiva que ocurrió como consecuencia de estas transformaciones. Las cifras no dejan de ser chocantes: un promedio anual de 40 000 personas abandonaron Puerto Rico en los quince años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Más de 75 000 personas emigraron sólo en 1953, año en que la madre de Primo, a la edad de diecisiete años, abandonó su choza cercana a una plantación en el pueblo costero de Arroyo para buscar trabajo como costurera en una fábrica textil de Nueva York. Otros 586 000 puertorriquel1os siguieron sus pasos en la década de! sesenta en busca de trabajos y viviendas en e! gueto neoyorquino. 5 Pocos países del mundo han exportado semejante porcentaje de sus habitantes en un período tan breve a un anfitrión tan económicamente distinto y cultural mente hostil. Ni siquiera los dos millones de irlandeses emigrados (y el millón de muertos) en la década de 1840, época en que la hambruna de la papa azotó a Irlanda, superan en términos proporcionales al millón y medio de puertorriqueños -más de una tercera parte de los habitantes de la isla- extirpados de los arrabales, cañaverales y pueblos de montaña que habitaban para acabar confinados en los tenements y luego en los inmensos

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complejos habitacionales de la ciudad de Nueva York. 6 Según el censo de 1980, el 36 por ciento de todos los puertorriqueños entre los veinticinco y cuarenta y cuatro años de edad nacidos en la isla vivían en los Estados Unidos.' En los años cuarenta y cincuenta, la mayor parte de estos inmigrantes encontró trabajo en la industria liviana, especialmente en el sector textil, justo en el momento en el que esta fuente de empleo comenzaba a desaparecer de la cIUdad como parte del proceso de reestructuración de la economía mundial.8 Nueva York se convertía en el centro administrativo de las corporaciones multinacionales; éstas empezaban a cerrar sus plantas productivas para transferirlas a países donde el costo laboral era menor, y las plazas industriales eran reemplazadas paulatinamente por las del sector de servicios. En las dos décadas posteriores a 1967, año del nacimiento de Primo en el hospital municipal de East Harle~, el número de puestos industriales disminuyó en un 50 por ciento y medIO mIllón de trabajadores perdieron sus empleosY En otras palabras, los puertorriqueños nacidos en Nueva York son l(¡-s-d escendientes de una población desarraigada, repetidamente reubicada.-al ritmo implacable de la historia económic