EL ROSTRO OCULTO
18 de junio de 2012. 4:44 p.m. Maciot, Lanzarote. Tréimul recuperó la conciencia y abrió los ojos. Todo quedó en un susto... ¡o no! Al mirar a su alrededor, se quedó impresionado y confuso con el panorama que tenía ante sus ojos. Estaba en el mismo lugar donde se había desmayado. Tréimul se había salvado, pero ahora eran Crávindon, Llunoa, Yedubel y Sothlam los que estaban tirados en el suelo inmóviles, y eso no es todo. Sus ojos vieron algo más. En medio de los cuatro cuerpos caídos había una misteriosa persona alta, cuya gabardina color lila le ocultaba la parte inferior del rostro con su alto cuello, mientras que la parte superior la ocultaba un elegante sombrero blanco. Tréimul vio a esa persona agacharse para recoger unas gafas de sol del suelo y luego ponérselas. Acto seguido, este enigmático personaje dirigió su oculta mirada hacia Tréimul al percatarse de que se estaba levantando del suelo. Apuesto a que Tréimul no es el único que está confuso, ¿verdad, lector? ¿Qué ha pasado aquí? ¿Quién es esa extraña persona? Seré un narrador bondadoso y te haré retroceder varios minutos en la historia para aclarar tus dudas. ¡De nada! 18 de junio de 2012. 4:32 p.m. Maciot, Lanzarote. Llunoa: ¿Está muerto? Sothlam: Ha sufrido una parada cardiorrespiratoria por asfixia, no dispongo de ningún desfibrilador actualmente ni tampoco de tiempo suficiente para fabricar uno. Si llamamos a una ambulancia para que acuda en su ayuda no llegaría a tiempo. Fallecerá en pocos minutos... Yedubel: ¡No! ¡No puede ser! ¡Noo! ¡NOOOOOO! Yedubel se echó las manos a la cara y comenzó a llorar. Sothlam: ... a no ser que actuemos con rapidez y eficacia. Crávindon: ¡Eso es lo primero que tienes que decir, joder! ¿Qué tenemos que hacer? Sothlam mantenía la calma a pesar de la situación. Puso sus manos sobre el pecho de Tréimul y comenzó a presionarlo una y otra vez. Mientras tanto, solicitó ayuda. Sothlam: ¡Llunoa! Dirígete hacia aquí rápidamente y realízale una insuflación.
Llunoa: Tradúceme “insuflación” a mi vocabulario vulgar... Sothlam: Hazle el boca a boca, que a ti se te da notablemente bien. Llunoa: ¿Qué insinúas con eso? – Sothlam: ¡Está bien! Te lo voy a explicar mientras Tréimul se va muriendo... Llunoa: ¡Voy, voy! Crávindon recibió un puñetazo invisible en el corazón de parte de la imagen que tuvo que presenciar. Terribles y despiadados celos invadieron su pecho y atacaron su corazón al ver a Llunoa haciéndole el boca a boca a Tréimul. Su parte instintiva le pedía a gritos marcharse de allí cabreado y no volver a saber más nunca nada sobre Llunoa, pero su razón sabía que lo que presenciaba no era lo que sus celos le hacían creer, ya que se trataba de una reanimación de emergencia, no de un beso de amor. A pesar de aguantar allí por si se le necesitaba, no pudo evitar sentir el puñetazo invisible. Trató de disimularlo a los ojos del resto y mantuvo la compostura dirigiéndose hacia Yedubel para tratar de tranquilizarla mientras observaba junto a ella el proceso de resurrección. Los minutos pasaban lentamente y Tréimul seguía igual. Al no haber mejoras, Yedubel sucumbió a la desesperación. Yedubel: ¿Seguro que no hace falta que llamemos a una ambulancia? ¡Voy a por mi iPhone! Sothlam: No es necesario. Quédate, que podrías ser necesaria aquí. Crávindon: Pues voy yo a por mi móvil, tío, que nunca se sabe. Confío en que se va a recuperar, pero luego, ¿qué haríamos con él? ¿Qué atenciones necesitaría para mantenerse consciente y en buen estado? Yo no lo sé. Dime que tú sí y nos convencerás. Sothlam: Es cierto que aquí no tenemos la maquinaria y el equipamiento que hay en una ambulancia o un centro médico, pero repito, ¡no es necesario! Sé el estado en el que se encuentra Tréimul, ergo sé cómo proceder a su reanimación y pronto lo comprobareis. Llunoa: Es que no respira... Sothlam: Es algo habitual cuando careces de pulso. ¡Hazte a un lado! Llunoa se levantó y fue hacia donde se hallaban Crávindon y Yedubel. Abrazó a ambos con cara de preocupación y los tres vieron cómo Sothlam colocaba las extremidades de Tréimul de cierta manera mientras mantenía su cuerpo en posición lateral. Acto seguido, permaneció a su lado para asegurarse de que seguía respirando a la par que comprobaba su pulso. La extraña seguridad y calma con la que Sothlam lo hacía todo les desconcertaba, ya que en su rostro se percibía que estaba totalmente seguro de que no había de qué preocuparse. O eso, o le daba exactamente igual que Tréimul muriera, de ahí el desconcierto del resto.
Sothlam se levantó dejando el cuerpo de Tréimul en el suelo. Al no decir palabra, los demás se temieron lo peor y hablaron para poner fin a sus agonías. Yedubel: No... No me digas que... Sothlam: ¡Pues sí! Llunoa: ¡¿Qué?! No puede ser... Crávindon: ¡No, tío! No me jodas... Sothlam: ¿Por qué ponéis esas caras? ¿Acaso os afecta negativamente el hecho de que haya recuperado el pulso y se vaya a recuperar? Llunoa: Pero, ¿cómo que recuperar? ¿No nos habías dicho que...? Crávindon: ¡Este tío es tonto! Sothlam: Discrepo. Siempre he sido calificado como un genio debido a mis grandes aptitudes para... Crávindon: ¡Eres tonto con las personas, tío! Se te dan fatal. Sothlam: Discrepo. Acabo de salvarle la vida a Tréimul. Crávindon: ¡ME REFIERO A QUE NO SE TE DA BIEN ENTENDER A LA GENTE! Sothlam: Pero si le he dicho a Yedubel que sí, que sí se iba a recuperar... ¿Cuál es el problema? – Llunoa: El problema es que tienes que dejar que las personas terminen de hablar. Crávindon: Ella te iba a decir “no me digas que está muerto” y tú vas y le respondes que sí. ¡TORPE! Llunoa: Ahora entiendo por qué me dijiste que estaba muy buena nada más conocerme... Crávindon: ¡¿QUÉ?! Llunoa: Es un alivio descubrir que no eres un salido, sino que, simplemente, eres torpe con las personas y no sabes cómo tratarlas. Sothlam: Mi intención al decírtelo fue que comprobaras que también sé emplear vuestro vocabulario y, como esa frase la he escuchado tantas veces de la boca de los de mi género en dirección hacia los oídos de las de tu género, fue la primera que mi cerebro me ordenó pronunciar. Llunoa: Pues ya que estamos hablando del tema, si esa fue tu intención, ¿por qué me guiñaste un ojo justo después de decírmelo? Crávindon: ¡¿QUÉÉÉ?!
Llunoa: Te lo juro... Ahí me dejó muerta. Sothlam: Pues ha llegado la hora de que resucites porque el motivo que me conllevó a guiñar un único ojo en ese entonces fue tan simple como que una mota de polvo se me introdujo en dicho ojo y lo guiñé víctima del típico movimiento involuntario que se adueña de uno en situaciones como esa. Llunoa: Si fueras cualquier otro no me lo creería, pero de ti sí me lo creo. Yedubel era la única que seguía atenta a Tréimul mientras las lágrimas brotaban de sus ojos, sin enterarse, por tanto, de la conversación que mantenía el resto, aunque tampoco se estaba perdiendo mucho. Al estar mirándolo, el marco de su visión le permitió percatarse de la presencia de una persona que estaba más alejada, bajando por un camino de tierra que iba desde la cima de la cordillera de montañas hasta el pie, pasando cerca de la nueva casa de Llunoa. Parecía una persona muy sospechosa, ya que llevaba gabardina de cuello alto, un sombrero que ayudaba a ocultar parte de su rostro y gafas de sol. Al darle la sensación de que se dirigía hacia ellos, pues atravesó la carretera asfaltada y se acercaba cada vez más, Yedubel interrumpió la conversación que el resto mantenía comunicándoles la presencia de aquel extraño. Yedubel: ¡Oigan! ¡Miren allí! Alguien muy raro se está acercando a nosotros... Llunoa: A lo mejor sólo está de paso. ¡Tranquila, mujer! Crávindon: No sabría qué decirte... A primera vista, ya me parece alguien muy sospechoso... Sothlam: Posee demasiada ropa encima para el clima playero que nos rodea. Y, para colmo, el matón del grupo no está en su momento idóneo para defendernos ante un posible robo y/o asesinato. Yedubel: ¡AAAAH! –pegó un chillido y salió corriendo víctima del terror que le infundieron las palabras de Sothlam. No llegó muy lejos. Llunoa fue tras ella y la llevó de vuelta a donde estaba el resto. Llunoa: Tú te quedas aquí con nosotros, que éste –señalando a Sothlam– es un paranoico. Mira, te lo voy a demostrar... ¡Heey! ¡Holaaa! El misterioso individuo ya estaba muy cerca de ellos y, con dos ovarios, Llunoa, muy convencida de que no se trataba de alguien peligroso, lo saludó enérgicamente. Ya te podrás imaginar, lector, la cara con la que la miraron los demás tras ese inocente saludo. Aquella persona no le devolvió el saludo. Seguía acercándose en silencio hasta que se detuvo ante ellos. Yedubel se escondió temblando detrás de Llunoa. Crávindon dio varios pasos hasta ponerse frente al enigmático desconocido y le habló de buen rollo. Crávindon: ¿No tienes calor?
Seguía sin responder y sin mostrar su rostro. La tensión que había en el ambiente era preocupante y, para colmo, ahí estaba Llunoa para añadir aún más. Llunoa: Es de mala educación no devolver un saludo, ¿sabes? ¡AAAY! Ese quejido fue producto del pellizcón que Yedubel le dio a Llunoa en la espalda para que se mantuviera callada. Sothlam comenzó a dar vueltas con la mano en el mentón alrededor del individuo cual detective para analizarlo. Sothlam: Quizá sea sordomudo. ¿?: Oigan lo que oigan esta noche en el pueblo, no investiguen. La teoría de Sothlam se vino abajo inmediatamente. Todos quedaron perplejos y confusos con las palabras de aquella misteriosa chica que ocultaba su rostro. Todos creían que se trataba de un hombre, pero la dulce voz femenina con la que pronunció esa desconcertante frase reveló a todos, menos a Tréimul que seguía inconsciente, su sexo. Crávindon: ¿Cómo que no investiguemos? ¿Qué quieres decir con eso? La chica, tras decir su frase, siguió caminando por el camino de tierra disponiéndose a dejar atrás a nuestros protagonistas. Crávindon no sabía cómo tomarse sus palabras y, por precaución, decidió no dejarla marchar sin al menos una explicación, por lo que fue tras ella, le puso la mano en el hombro y la giró hacia él bruscamente, haciendo que sus gafas de sol cayeran al suelo. Al darle la vuelta, consiguió quitarle el sombrero para descubrir su rostro con un rápido movimiento. No sabía lo que había hecho... El rostro de aquella chica quedó al descubierto. Los ojos de Crávindon, Llunoa, Yedubel y Sothlam quedaron clavados en dicho rostro. Se trataba de una lisa y limpia cara de piel mulata con unos ojos de color verde tan claros y tan hermosos que resultaría difícil dejar de mirarlos, cubiertos por unas alargadas pestañas y unas finas cejas muy bien perfiladas, una nariz delgada y normal de tamaño, en proporción con su rostro en forma de diamante, unos labios oscuros y finos y unas orejas completamente normales en cuanto a tamaño y apertura. Por encima de ellas, quedó al descubierto un liso pelo tan negro como la sombra más oscura a la vez que extremadamente brillante y pulcro, recogido con coletas gracias a las cuales lo mantenía oculto en su sombrero. En conclusión, todos estos matices daban lugar a un rostro de una hermosura tan espectacular que producía terror a todo el que tuviera la suerte o la desgracia, según como se mire, de verlo. La misteriosa y elegante dama que ocultaba su rostro tenía una belleza sobrenatural, una belleza imposible de imaginar para alguien que no la haya visto, una belleza indescriptible que les produjo a todos el mismo sentimiento, un escalofriante sentimiento de puro terror que no pudieron controlar. Era tal la hermosura que ninguno de sus cerebros pudo soportar el impacto visual. Como consecuencia, sufrieron un shock y cayeron inconscientes al suelo mientras la chica se daba prisa en volver a colocarse, en primer lugar, el sombrero y, luego, las gafas de sol, momento en el que Tréimul recuperó la conciencia y se percató de la confusa situación actual. Como sabemos, Tréimul era enormemente desconfiado y el panorama con el que se encontró al despertar no le causó muy buena impresión que narremos, por lo que le habló
a la chica misteriosa de mala manera mientras ella miraba hacia él tras ponerse las gafas de sol con su rostro ya completamente oculto de nuevo. Tréimul: ¿Quién cojones eres tú y qué has montado aquí? ¿?: Oigas lo que oigas esta noche en el pueblo, no investigues. Tréimul: ¿Qué dices? ... ¡Oye! ¡Ven aquí, tú! A mí no me amenaces, ¿me oyes? Me da igual que seas una piba... ¡Ah! ¡Mierda! Estoy echo polvo. ¡VIEJOOOO! Tréimul intentó ir tras la chica, que huyó corriendo de allí, pero cayó al suelo víctima de su estado de agotamiento y solicitó ayuda a su padre gritando una y otra vez hasta que acudió en su ayuda junto a su madre. Los gritos de auxilio de Tréimul alertaron también a los padres de Llunoa y Sothlam, que vieron el panorama que rodeaba a Tréimul al asomarse desde sus casas y fueron corriendo al lugar. Ni desde la casa de Crávindon ni desde la de Yedubel se podía ver dicho panorama, por lo que los padres de ambos no acudieron al lugar hasta que fueron conscientes de la situación al ser avisados por los padres que sí habían acudido. De esta forma, todos los nuevos habitantes del pueblo de Maciot estaban reunidos en un mismo lugar por primera vez. Los padres, tras comprobar que sus hijos respiraban y tenían pulso, pidieron explicaciones a Tréimul sobre el estado de sus hijos y éste pensó que lo justo sería contarles todo lo sucedido, excepto el motivo por el cual se quedaron inconscientes Crávindon, Llunoa, Yedubel y Sothlam debido a que ni él lo sabía exactamente. Lo que sí hizo fue desvelar la existencia de una chica muy sospechosa que estaba allí cuando él estaba inconsciente y que, según él, sólo pudo haber sido ella la causante del estado de sus hijos. También los alertó de su peligrosa presencia diciendo que se había ocultado en el pueblo y que pensaba hacer algo cuando llegara la noche. Finalmente, Sothlam, Llunoa, Yedubel y Crávindon, en ese orden, fueron recuperando la conciencia, dándoles así tranquilidad a los padres. Cuando éstos les preguntaron a sus respectivos hijos sobre el motivo por el cual estaban inconscientes en el suelo, éstos respondieron con la verdad haciendo mención a la terrorífica belleza de aquella chica, pero nadie, incluido Tréimul, les creyó. Pensaron que se trataba de una excusa absurda con la que pretendían ocultar la verdadera razón, pues aún notaban el miedo en sus ojos. Al estar enterados de todo lo demás gracias a Tréimul, les cayeron varias broncas y charlas típicas de padres cuando se enteran de las movidas por las que pasan sus hijos. Luego, cada uno se marchó a su casa en compañía de sus creadores a recuperarse, a asimilar lo ocurrido, a pensar cada uno en sus cosas y, por supuesto, a ducharse. Como sabían que tenían cosas pendientes de las que hablar relacionadas con el juego, antes de marcharse quedaron en verse en el mismo lugar a las siete en punto de la tarde. Todos le dieron a Sothlam la cantidad de dinero que habían acordado darle para el ruedón mientras los padres terminaban de despedirse. Y así fue cómo todos se conocieron. Y mientras tanto, aquella misteriosa chica de gran elegancia, con dulce voz y belleza sobrenatural, seguía caminando a solas por los caminos de tierra del pueblo, dirigiendo sus pasos hacia la casa abandonada.