Nota de tapa
Domingo 8 de abril de 2007
LA
LA NACION/Sección 2/Página 3
VISIÓN DE LOS EMPRESARIOS
El Indec, la kriptonita de Moreno Por Francisco Olivera De la Redacción de LA NACION Hay dos Guillermo Moreno. Uno hiperactivo, casi omnipresente, desafiante y feroz, anterior al escándalo por la manipulación de los números Indec. El otro es posterior a ese traspié: igualmente convencido, pero menos expuesto y menos atemorizador. Así lo ven muchos hombres de negocios argentinos. Las dos caras del secretario de Comercio Interior fueron resumidas a LA NACION semanas atrás por un empresario industrial. “Si te hacés el malo, por lo menos que te vaya bien. Pero, ¿cómo vas a prepotear si, después de tanto costo político, tenés inflación? Creo que va a salir tocado de esta crisis”. Un petrolero coincidió: “Es probable que, después del desgaste del Indec, le hayan perdido algo de respeto”. Fue un año que dejó secuelas. El clásico Te puedo hacer echar o las ame-
nazas de inspecciones con que Moreno suele amedrentar a ejecutivos de cualquier empresa, sea pública o privada, pyme o multinacional, se hicieron realidad algunas veces. Alberto Alvarez Gaiani, presidente de la cámara alimenticia Copal, no será, por pedido del secretario, vicepresidente de la Unión Industrial Argentina (UIA) tras las próximas elecciones en la entidad fabril, como estaba previsto. Varias petroleras recibieron, mientras faltaba gasoil, inspectores o multas de esa secretaría. Moreno había prometido que en la Argentina llovería ese combustible, aunque el posterior escenario se siguió pareciendo más a un día carente de humedad. A mediados del año pasado, intuyendo lo que vino después, Alvarez Gaiani le pidió al funcionario que separara de su sector, en la medición del Indec, al consumo de comidas en restaurantes, rubro de explosivo aumento en los precios. La propuesta tenía que ver con la forma de operar de
Moreno, pero también con una lógica que impregna a todo el Gobierno: lo que realmente duele es lo que está publicado. Esa lógica llevó a Moreno a entrometerse en el Indec. Y podría significarle, razonan algunos empresarios, el abandono de la posibilidad de ser algún día ministro de Economía. Dicen que sueña con eso. Tras un año de convivencia, algunos hombres de negocios han entendido sus códigos. El camino es a veces sumarse a acuerdos que no siempre se cumplen o que carecen de explicaciones públicas, porque sólo se permiten, en la Casa Rosada, durante la mayoría de esas conferencias de prensa, no más de tres preguntas. El 14 de noviembre del año pasado, Moreno se dio el gusto de sentar en uno de esos anuncios a los presidentes de las automotrices. No hubo ese día un solo papel firmado. Y, dos meses después, con sorprendente sigilosidad mediática, varias terminales aplicaron aumentos de entre el
0,5 y el 3,5%. Los textiles han optado por sobrecargar con alzas aquellos productos no incluidos en los convenios. Y, aunque los precios sugeridos oficiales establecen en el mercado de Liniers un novillo de 2,50 pesos el kg vivo, ese valor llega a 3,10 en las ventas directas entre productores y frigoríficos, por fuera del circuito. A diferencia de otros soldados presidenciales, Moreno tiene una desventaja para negociar: es un diligente ejecutor de las pretensiones de Néstor Kirchner, pero no tiene (y acaso no busca) una llegada frecuente a la Casa Rosada. Esta carencia es significativa ante empresarios intuitivos para detectar dónde están los canales directos hacia el núcleo oficial. Lo explicó el director de un poderoso grupo de buena relación con el Gobierno: “No tiene poder. No es un tipo que decida. No se le puede pedir, como a De Vido, a Ricardo Jaime, o a Zannini, que haga una gestión. No lo escuchan”. Su obediencia ciega, en un contex-
O PINIÓN
El problema no es el índice de precios sino la inflación Por Víctor A. Beker Para LA NACION Inesperadamente, en vísperas del feriado largo, se dio a conocer el índice de precios al consumidor de marzo, el cual denuncia un incremento en los precios del 0,8 por ciento. La norma es publicar el índice el quinto día hábil de cada mes, lo que en abril hubiera significado darlo a conocer el lunes 9, día para el cual el personal del Indec había convocado a una jornada de protesta por la manipulación del índice y la intervención al área de precios que sufre el organismo. Pero la ventaja de la nueva “metodología” implementada por la intervención es que el índice puede “cocinarse” a pedido en cualquier momento. Una vez decidida cuál es la variación en el nivel general de precios que se va a publicar sólo resta acondicionar los índices de los distintos rubros para obtener dicho resultado. En el caso del mes de marzo aparentemente se decidió optar por un valor más cercano a la realidad que en enero y febrero, reconociendo unos dos tercios de la verdadera inflación.
Las causas El episodio del Indec desvió la atención respecto a la verdadera cuestión de fondo: las causas del actual proceso inflacionario y cómo combatirlo. Sin embargo, en vez de discutir qué hacer para bajar los precios, la controversia se centró en los burdos artilugios metodológicos utilizados para bajar el índice. Si bien existen diversas teorías acer-
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ca de las causas de la inflación, la etiología del caso argentino actual no parece dejar lugar a muchas dudas. Por un lado, tenemos un crecimiento en los precios de nuestros principales productos de exportación, que se refleja en sus precios internos. Pero esto se limita a un número reducido de productos: básicamente, trigo, maíz, soja y carne vacuna. Si bien su peso en la canasta de consumo es importante –salvo la soja–, ello no puede explicar el aumento generalizado en el conjunto de precios de la economía argentina. Es cierto también que todo proceso de crecimiento económico suele ir acompañado por cierta dosis de inflación, en la medida que los aumentos en la demanda no son instantáneamente correspondidos por incrementos en la oferta de bienes y servicios; es lo que se conoce como inflación estructural. Esta puede explicar algunos puntos de crecimiento en los precios pero en absoluto un incremento anual de dos dígitos como el que están sufriendo los bolsillos de los argentinos. La economía argentina viene creciendo a una tasa de entre 8 y 9% anual. Para acompañar dicho proceso de crecimiento la oferta monetaria debería incrementarse en igual proporción, dado que el volumen de las transacciones crece pari passu con el PBI; también podría crecer al 10%, al 11%, inclusive al 12%, para acompañar la inflación de origen externo y estructural. Pero lo que indudablemente no puede ocurrir sin afectar el nivel general de precios es que crezca al 19%, como lo hizo en 2006 el agregado M2 –elegido
como meta en el programa monetario del Banco Central– ni al 22%, como lo hizo el circulante, ni al 46% como lo hizo la base monetaria. El desbalance entre el aumento en la masa monetaria y el registrado en la oferta global se traduce necesariamente en aumento de precios. Pero aquél es sólo el reflejo de un desequilibrio mucho más profundo.
El desequilibrio de fondo La sustentabilidad a largo plazo del actual modelo económico depende críticamente de que el superávit fiscal tenga un valor cercano al del superávit de sector externo. De este modo, el Tesoro podría adquirir las divisas excedentes en el mercado de cambios con recursos genuinos. Eso no ocurre en la actualidad. Por esa razón, el Banco Central debe intervenir comprando las divisas sobrantes con emisión monetaria. Y si bien la autoridad monetaria se esfuerza por morigerar dicha emisión –principalmente a través de la colocación de Lebac y Nobac–, el crecimiento de la oferta monetaria muy por encima del crecimiento del PBI se refleja en inflación –la verdadera, la que sentimos en nuestros bolsillos, no la que le hacen dibujar al Indec. Es decir, se suple la insuficiencia del superávit fiscal con un recurso no fiscal: el impuesto inflacionario. Pero en la actual coyuntura, el impuesto inflacionario tiene las patas muy cortas.
Mordiéndose la cola Cerca de la mitad de la deuda pública se ajusta por el CER. Cada punto de inflación incrementa la deuda pú-
blica en unos 1700 millones de pesos, prácticamente el monto del superávit fiscal mensual. El desequilibrio entre ambos superávit genera inflación y ésta origina un incremento en la deuda pública cercano al superávit fiscal. Este es el nudo gordiano de la economía argentina actual. De aquí la urgencia oficial en bajar el índice de precios al consumidor a cualquier costo. Pero la cuestión no es bajar el índice, de lo que se trata es de bajar la inflación logrando el equilibrio entre ambos superávit de modo de alinear la emisión monetaria con el aumento del PBI. A tal fin, debe incrementarse el excedente fiscal o bajarse el externo o una mezcla de ambos. El tamaño del superávit externo debería converger con el del excedente fiscal, de modo que dejara de ser necesaria la continua intervención del Banco Central en el mercado de cambios. No es cierto que la alternativa actual sea estabilidad de precios o crecimiento. La existencia de una fuerte deuda pública indexada por CER hace que no se pueda mantener por mucho tiempo más el crecimiento sin estabilidad de precios. La política económica puede ser ortodoxa o heterodoxa, pero lo que no puede ser es inconsistente. La cuestión no es aplanar el índice de precios sino aplanar los precios. Imitando a Bill Clinton debería advertirse: no es el índice, ¡es la inflación! El autor fue director Nacional de Estadisticas Económicas del Indec. Es economista, profesor titular de la UBA y de la Universidad de Belgrano
to oficial de extremo cuidado ante lo que se publica en los diarios, explica las respuestas que Moreno da a los requerimientos periodísticos. Usted sabe que yo no hablo con la prensa. Es una cuestión de decisión política, suele contestar con amabilidad.
Poder real y poder formal Moreno depende formalmente de la ministra de Economía, Felisa Miceli. Pero responde en realidad al ministro Julio De Vido, a quien asesora en cuestiones económicas. El contraste es perfectamente advertible cada vez que Moreno y Miceli han dados conferencias de prensa juntos: él, el subordinado en el organigrama, es quien decide quién contesta. El año pasado, mientras se anunciaban medidas para el sector alimenticio, el secretario le cedió, con caballeresco movimiento de cabeza y mano derecha, la palabra a la ministra ante una pregunta. Siempre pensó como piensa. Esto consigue exasperar a empresarios
acostumbrados a negociar con modos menos ortodoxos. Economista egresado de la UADE, Moreno exhibía los mismos ímpetus en sus años universitarios. Aunque pueden no coincidir, quienes lo conocen desde aquella época le tienen cierto respeto intelectual. “Tiene sus ideales, sus convicciones. Es un luchador –contó a LA NACION alguien que compartió los estudios con él–. No es una mala persona. Tal vez ahora sea un poco más prepotente; antes se defendía con alguna teoría. Tampoco era cuestión de pelearse con el profesor.” Esa manera de ser le ha deparado buenas relaciones con determinados dirigentes. Por ejemplo con Rosario Sica, presidenta de Federaciones de Empresarios de Combustibles, que siempre lo elogia pese a los ásperos modos, y a que Moreno le ha propinado, el último invierno, con elegante ironía, el peor de los insultos en la era K: que Sica usa un tapado adquirido en los 90.