8 | ADN CULTURA | Viernes 11 de abril de 2014
Dehaene recibió el Brain Prize, el más importante para la investigación en neurociencias Patrick DelaPierre
“El cerebro no funciona como una computadora” Entrevista con Stanislas Dehaene. Es uno de los neurocientíficos más destacados en la actualidad y ha realizado extensos estudios sobre la capacidad de leer. Afirma que el modo de razonar es similar en las personas letradas y en las iletradas, pero que la lectura mejora de manera importante la memoria, y prácticamente la duplica respecto de quienes no leen Nora Bär | la nacion
¿P
or qué el Homo sapiens es la única especie que desarrolló y es capaz de transmitir una cultura compleja? Resolver este misterio cautivante condujo a uno de los más destacados neurocientíficos del momento, Stanislas Dehaene, a realizar extensos estudios sobre la capacidad de leer y, luego, a reunir en un volumen que acaba de publicarse en español (El cerebro lector, Siglo XXI) todo lo que hoy se sabe sobre las habilidades cerebrales que nos permiten transformar un conjunto de signos escritos en ideas: ciencia, arte, matemática, tecnología.
El resultado es una detallada “biografía” de ese talento que ejercitamos casi sin darnos cuenta, pero que comprende un complicado conjunto de mecanismos “exquisitamente dispuestos para el reconocimiento de las palabras escritas”. Contra lo que podría pensarse, estos grupos de neuronas están “sistemáticamente alojados en regiones cerebrales idénticas”, sean sus poseedores hablantes del chino, el hebreo, el francés, el inglés o el español. Nacido en la ciudad industrial de Roubaix en 1965, Dehaene es hijo de un pediatra francés que fue pionero en el estudio del síndrome de alcoholismo fetal. Apasionado durante la
adolescencia por la matemática y excelente alumno, fue admitido en la escuela de las élites francesas, la École Normale Supérieure de París. Allí se orientó hacia el estudio de la inteligencia artificial hasta que, a los 18 años, leyó el libro de Jean-Pierre Changeux, El hombre neuronal. Tras su encuentro con el científico cognitivo Jacques Mehler mientras realizaba su doctorado, Dehaene encararía el estudio de las más cardinales competencias humanas: la génesis del número en el cerebro, la lectura y la conciencia (sus otros dos libros que tratan estos temas, El sentido del número y La conciencia y el cerebro, serán publica-
dos próximamente también por Siglo XXI). Recientemente laureado con el Brain Prize, el más importante para la investigación en neurociencias, dotado de un millón de euros (que deberá compartir con Trevor Robbins y Giacomo Rizzolatti), Dehaene desmonta las bases cerebrales de la lectura como un maestro relojero que combina en un enfoque neurocultural las técnicas de imágenes cerebrales, la historia, la biología y la antropología. La obra, que le llevó cuatro años de trabajo, es un compendio exquisitamente ameno y ofrece una síntesis de este problema en el que confluyen las neurociencias cognitivas, la psicología y las ciencias de la educación. –Doctor Dehaene, en este libro usted afirma que la capacidad de leer no surgió por la evolución genética, sino porque el cerebro humano se recicló para la lectura. ¿Cómo piensa que ocurrió? –El ser humano tuvo una evolución muy larga. Tenemos circuitos que nos permiten reconocer las formas del mundo exterior de una manera muy eficaz. Por ejemplo, yo puedo reconocer su cara en un cuarto de segundo. Hay circuitos cerebrales muy antiguos, que eran las áreas del lenguaje, que nos permiten asociar nombres con objetos y con caras. Inventamos la lectura como una nueva forma de ingresar en esas áreas con símbolos mínimos que codifican el conjunto del lenguaje. –¿Ocurrió por azar? –No, creo que hubo una necesidad de codificar información. Hace más de 5000 años los agricultores sumerios se dieron cuenta de que necesitaban guardar trazos concretos, particularmente de sus cuentas. Parece ser que los números eran muy importantes, la gente necesitaba conservar registros de sus transacciones comerciales. El argumento que desarrollo en este libro es que este sistema evolucionó con las restricciones que le impuso el cerebro. Es decir, no fue nuestra corteza la que evolucionó para la escritura, sino que fue la escritura la que se desarrolló para poder adaptarse a nuestro cerebro. –Esa área cerebral reciclada sin la cual la lectura es imposible es lo que usted llama letterbox o “caja de letras”. ¿Qué dimensiones tiene? –Es una región pequeña, de algunos milímetros cuadrados del córtex. Lo curioso es que si usted aprende a leer en inglés, necesita aparentemente un poco más de córtex que si usted aprende a leer en italiano. ¿Por qué? Porque el sistema inglés es muy irregular, mientras que el italiano, si aprende las letras, es transparente. –Usted coincide con otros investigadores en que, al nacer, el cerebro del bebé no es una pizarra en blanco. ¿Cómo incide esto en la lectura? –Para mí, éste es uno de los hallazgos más importantes de la investigación de los últimos 15 años. El bebé humano posee desde los primeros instantes talentos superlativos. Tenemos ahora imágenes extraordinarias que muestran que prácticamente todos