DISTANCIA EN EL VIENTO Libro 01
G.E. HERRERA
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Diseño: GE Herrera Contacto:
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Junio 24, 2014
Ninguna parte de esta publicación podrá reproducirse, guardarse en algún archivo electrónico o transmitido de cualquier forma o por cualquier medio ya sea electrónico, mecánico, fotocopias, gravaciones, escaneado o por cualquier otro. El contenido de esta historia es absoluta ficción y cualquier parecido con la realidad, personas vivas o muertas, cosas, locaciones y más, es mera coincidencia. El contenido de esta obra es de carácter homosexual erótico, por lo que se recomienda su discreción al leerlo.
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A mis padres, Gloria y Rafael, Porque siempre me motivaron a seguir mis sueños. Sin ustedes, no sería lo que soy…
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AGRADECIMIENTO A mis hermanos: Christian Daniel, Gil Jeffrey y en especial a mi hermana Hilda Haydeé, quien me alentó a concretar esta ilusión.
A mis amigas: Claudia Murell, porque fuiste la primera que leyó un fic que gracias a tu entusiasmo, se convirtió en esta historia. Denise Sánchez, por tu apoyo y sinceridad. JC Küdell, Mariela Saravia, Laura Lauriki, Grisel R. Nuñez, YM García y Kenia Aragón, a todas ustedes mi especial agradecimiento por su apoyo, consejos, correcciones, guía, paciencia, y sobre todo, por su motivación y sincera amistad. ¡Mil gracias!
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PRÓLOGO “Frío y… liberador” Ese pensamiento inunda su mente al sentir la suave brisa acariciar su rostro. —Frío y liberador —susurra esta vez mientras mantiene sus ojos cerrados, describiendo ese fresco viento que juega con sus cabellos. Por un momento se siente liberado del peso que la vida ha significado. Aspira con profundidad para concentrarse en sentir esa brisa, en escucharla, en olerla, en apreciarla. —Jazmines… Abre sus ojos para perder su fatigada mirada en el paisaje que deja ver la amplia ventana del consultorio por el cual entra esa agradable brisa con olor a jazmín. Se embelesa en unas hojas que caen de un árbol con las cuales el viento juega, llevándolas de una lado a otro, arriba y abajo ¿acaso la vida no es como esas hojas? O tal vez es más que eso, es como el mismo viento; intangible, imperceptible, cambiante, amable y cruel, sumamente cruel cuando quiere serlo. Sus pensamientos son interrumpidos al escuchar ingresar al Doctor Herrera, su médico de cabecera, quien muestra un semblante serio y de real consternación. Es evidente que los resultados no son lo esperado, sin embargo, en vez de preocuparse, casi puede jurar que siente alivio… alivio de saber que pronto será liberado del tormento que ha significado respirar… ***** Aspira profundamente ese aire con olor a mar, sintiendo como sus cansados pulmones se llenan de aquel viento húmedo y a la vez melancólico, haciéndole recordar tantas anécdotas, tantos hermosos momentos que vivió hace mucho… ha pasado tiempo desde la primera vez que puso un pie sobre aquella hermosa y misteriosa playa, que le cuesta creer que por fin terminará el ocaso de su vida en ella; un pensamiento dulce, hermoso, pacífico. —Ya hemos llegado señor Albéniz, por favor tenga la bondad de alistar sus pertenencias, en un minuto arribaremos. Mi nombre es Emanuelle y soy el encargado de llevarle al Gran DISTANCIA EN EL VIENTO©
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Hotel de Niza, a la vez, si gusta, puedo llenar las formas que debe entregar al llegar a la playa —dice el camarero al acercarse al señor, quien se encuentra en la terraza pública del lujoso barco. —Me parece bien, hágame favor de llenarlas usted —Indica el caballero con voz suave. —Como usted lo ordene. ¿Nombre completo? —Iván Enrique Albéniz De Falla —¿Fecha de nacimiento? —21 de noviembre del año 1889 —¿Edad? —42 años —¿País de procedencia? —España —¿Tiempo de estadía? —3 o 4 meses, no definido —responde el caballero, sacando el pasaporte de su bolsillo, entregándoselo al joven camarero —con esto podrá completar el resto de la forma. —Sí Señor, con esto es suficiente. ***** Ha pasado un mes desde que arribó al Gran Hotel de Niza, un lujoso complejo donde la crema y nata de la alta sociedad europea suele pasar las vacaciones. Ha tenido varios días de paz, una paz extraña; una que solo la resignación de la muerte o más que eso, el deseo y la certeza de la misma, trae. —Señor Albéniz, aquí está su correo como lo ha solicitado. —Gracias Esteban. —¿Ha sido su estadía confortable? —Muy confortable, las cosas no han cambiado por acá, aún sigue siendo un lugar tranquilo y poco concurrido y el silencio es algo que realmente aprecio.
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—Nos sentimos afortunados de poder servir a una personalidad de la música como lo es usted. Sin embargo, debo advertirle que dentro de pocos días, la afluencia de personas se incrementará de forma considerable, ya que inician las vacaciones de verano. —No me diga… ¿y eso dentro de cuánto ocurrirá? —Tal vez en una semana. Esta noticia le incomoda, ya que lo único que llegó buscando de aquella playa fue el recuerdo de la serenidad y el silencio que tanta paz le ha traído y pensar que en una semana eso podía desaparecer, le inquieta. —Bueno, veremos qué nos espera… No tiene que esperar mucho, en menos de una semana empiezan a llegar barcos provenientes de todos lugares. Un despliegue de personas de la alta sociedad luciendo sus mejores atuendos y llevando inclusive a sus mascotas se ven por doquier. Pasa la mayor parte del tiempo sentado en una carpa a orillas del mar, observando a la concurrencia que en ocasiones le hace escapar de los tristes recuerdos de su vida, distrayéndose e inclusive animándose al ver a los niños jugar en la arena. Una niña de no más de cinco años juega cerca del caballero, quien la observa detenidamente al recordarse de su hija Elena. La pequeña corre por todas partes y al pasar a su lado tropieza con un madero, cayendo al suelo para luego empezar a emitir un agudo llanto. Éste llega a su auxilio, ayudándola a levantarse mientras acaricia sus cabellos para consolarla y es en ese instante que se pierde en el tiempo, trasladándose por un momento al pasado, cuando hacía lo mismo con su hija, regresando de golpe a la dura realidad. —Gracias —pronuncia la pequeña para luego correr hacia su familia. Un doloroso nudo se ha formado en su garganta, sintiendo de pronto un intenso deseo de llorar y sacar a través de sus lágrimas toda la decepción, tristeza, soledad, rabia, impotencia y frustración que ha sentido por tantos años. Vuelve a su asiento perdiéndose esta vez en el hermoso celaje rojizo del atardecer. Las lágrimas empiezan a recorrer su fatigado rostro. En verdad está cansado de todo; de pensar, de ver, de escuchar, de sentir y más que todo, de respirar… pero pronto acabará. Ese pensamiento le trae nuevamente paz. Da un hondo suspiro cerrando sus ojos para concentrarse en el sonido de las olas del mar. Sí, pronto todo acabará. Se lo repite una y otra vez. Los abre de nuevo para abstraerse en el horizonte, una hermosa visión llena de colores cálidos, colores tan contrastantes con los de su propio corazón, el cual ha estado congelado desde hace muchísimo tiempo. De pronto alguien interrumpe su vista, pasando frente a él y sacándole del trance momentáneo en el que se encuentra. Vuelve su DISTANCIA EN EL VIENTO©
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mirada para encontrar a la persona que ha llamado su atención, encontrándola entre un grupo de jóvenes que juegan futbol. Se queda observando a esa persona que sobresale del resto; un hermoso joven de cabellos dorados y tez tan blanca como el mármol. Distingue su voz hablando en un idioma poco familiar para él; polaco. Mientras le observa, éste levanta la vista, cruzándose sus miradas por primera vez. —¡Dominik! —le llaman. Se congela el tiempo. No comprende por qué pero no puede desviar sus ojos de esos destellos azul profundo. Por un momento sus miradas se pierden una con la otra, quebrándose algo en él, algo que comprenderá después y le hará vivir los momentos más intensos que cambiarán su vida para siempre…
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1 Sabe que debe huir, es necesario para retener la poca cordura que aún queda en él, no puede quedarse un minuto más, debe proteger la ilusión de seguridad que le brinda su mundo, uno de bienestar, estabilidad y equilibrio a través de normas estrictas dictadas por la sociedad y la moral. Ve de forma impotente cómo su moralidad convencional comienza a ceder bajo el empuje de una pasión prohibida, una pasión que jamás consideró volvería a sentir, una que absurdamente ha desarrollado a lo largo de una semana… ¡no! Aún está a tiempo de retener esa bestia que quiere salir de su interior. Es en ese segundo que dispone con las pocas fuerzas que aún le quedan, empacar sus cosas y huir de una realidad que le aterra. Baja con prisa hacia la recepción donde indica que partirá la mañana siguiente, solicitando el recibo para cancelar su estadía en el hotel. Cuando la cancela, cierto alivio recorre su cuerpo, siendo sustituido al instante por intranquilidad, una que le indica de un peligro latente hasta no alejarse de aquel lugar, por lo que para evitar cualquier encuentro con el joven Dominik, objeto de su ansiedad, decide no bajar a cenar y quedarse en su dormitorio, saliendo la madrugada siguiente para no darse tiempo a encontrarse con los polacos. Esa noche no puede dormir, sumergiéndose en los recuerdos de sus logros, de su música; de su vida en general. Sin embargo, todo pasa a segundo plano cuando se imagina al rubio bañado por la luz del sol, con ese perfil perfecto, esa piel tan tersa, esa sonrisa angelical que le vuelve loco… no, no puede evitarlo, no puede quitarse de su mente esa imagen de tan perfecta belleza. Se imagina junto a él, tirados en la arena uno al lado del otro, contemplando el azul del cielo, escuchando las olas del mar, sus manos muy cerca, a punto de tocarse, de sentir su calidez… su corazón late tan rápido solo de pensar en la sensación de tocar, de rosar siquiera la piel, los cabellos, los labios de su anhelo… las llamas del deseo se encienden en su interior, abrazándolo. No puede pensar más, su racionalismo se esfuma, dando lugar a un sinfín de sensaciones placenteras; imaginándose a él mismo como un felino devorando sin piedad a su víctima; el polaco. Bañándose y saboreando su sangre, sintiéndole totalmente a su merced. Cuando termina con su presa, alza la cabeza con los ojos cerrados en un intento desesperado de sentir como su sangre atraviesa su interior y es en ese momento que llega el orgasmo. Abre poco a poco sus ojos, la razón que le había abandonado se hace de nuevo presente, haciéndole sentir de pronto vergüenza de sí mismo; es la primera vez que tiene un DISTANCIA EN EL VIENTO©
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orgasmo pensando en el joven, sobre todo en esa forma tan pasional e irracional, comenzando a derramar lágrimas al verse expuesto ante tan horrendo y desesperado deseo. Está confundido y asustado de sí mismo, viendo como su estoica disciplina y su rigor moral e intelectual se van consumiendo, convirtiéndole en un ser perturbado por una pasión tardía y absurda, atormentándose con recuerdos; recuerdos de su difunta familia, de los sermones de la iglesia, de las constantes discusiones con su amigo, de su mismo pensamiento sobre moral y ética… se libera una lucha en su interior, ya no sabe qué creer, lo único seguro es que debe huir cuanto antes de ese lugar. La madrugada siguiente se encuentra en la recepción, dispuesto a partir. Al ver la hora, decide tomar el desayuno, ya que es bastante temprano. Manda primero su equipaje a la estación, dirigiéndose al restaurante. Se encuentra a mitad de su merienda cuando, para su desgracia, ve entrar al restaurante a los polacos. La sensación de alarma le invade, sin embargo se percata que Dominik no está con ellos, intuyendo que es preciso partir cuanto antes, debe evitar a toda costa encontrarse con él, quien no tardará en bajar. Se levanta de inmediato, dejando su desayuno a medias, tomando su portafolio para dirigirse rápidamente hacia la salida cuando, como por una mala jugada del destino, ve al rubio entrar al restaurante caminando por el mismo pasillo que él atraviesa, apunto de cruzarse. El músico baja la cabeza, casi cerrando los ojos, debe cruzar el corredor, el mismo que atraviesa el objeto de su pasión ¿por qué? ¿Por qué debe encontrarse con él? Justo cuando su voluntad y su resistencia son tan débiles… La percepción del tiempo cambia por completo, sintiendo como todo ocurre en cámara lenta; escucha sus pasos acercarse en su dirección, despacio, como un sentenciado a muerte escucha los pasos de su verdugo… no tiene el valor de levantar la cara, únicamente fija su vista en la alfombra del corredor, volviéndole a escuchar paso por paso acercarse. Cuando están a punto de cruzarse, intenta por un fuerte impulso apresurarse y no darse oportunidad de verle, sin embargo, su cuerpo ya no le responde; ha tomado el control y ahora es independiente de su razón… sus piernas dejan de caminar, deteniéndose. En ese instante, contra toda su voluntad, levanta la vista para verle, quien por unas milésimas de segundos se para a la vez, casi frente a él, ofreciéndole una hermosa sonrisa angelical y una mirada penetrante. Esos bellos ojos azules atraviesan todo su ser, como una espada atraviesa al toro en la estocada final… ve de reojo como se aleja su hermoso ángel o tal vez demonio y lo acepta; acepta que está total y perdidamente enamorado del joven de cabellos rubios. Siente una dolorosa presión en el pecho y sabe que se debe a que no le verá más, pero es lo correcto por hacer, así que pese a su angustioso dolor, sale del hotel hacia el puerto, donde partirá hacia lejanas tierras para nunca volver. Ya en la estación y con el boleto en mano, ve por última vez la ciudad de la que ha estado eternamente enamorado y en la que conoció una pasión que jamás consideró volvería a
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sentir. Se despide con un suspiro, un largo y doloroso suspiro que llega a lo más hondo de su ser, sintiéndose miserable, a punto de llorar, como si renunciase al sentimiento más bello que la vida le está ofreciendo, para escoger la dolorosa muerte de su misma alma… no comprende muy bien ese sentimiento de angustia que lo acompaña desde que decidió partir de Niza, es como si su alma se aferrase a las columnas de ese lugar, mientras su razón lo aleja para siempre de allí. Está a punto de abordar el tren cuando un trabajador del hotel lo alcanza, informándole que había ocurrido una terrible equivocación y su equipaje había sido facturado hacia otra ciudad, por lo que el hotel se haría responsable de mandar el equipaje a su ciudad sin costo alguno, solo con el inconveniente que tardaría no menos de cuatro días en enviárselo. Iván no da crédito a lo que escucha, no puede creer que la vida le estuviese dando una excusa, una última oportunidad de regresar y entregarse por completo a su destino. Deja caer sus brazos al lado de su cuerpo en señal de derrota frente a su alma; lo había intentado y ahora no luchará más por aferrarse a la seguridad que le brinda su pequeño mundo dominado por la razón, ahora se entregará por completo a sus pasiones. —Lo siento pero no partiré sin mi equipaje —diciendo esto, se libera de todo el peso del mundo, sintiéndose liviano, rejuvenecido y eufórico de felicidad. Trata de ocultar su alegría, haciendo un gesto de molestia por la terrible equivocación, por lo que el trabajador tremendamente apenado se vuelve a disculpar, y le expresa que es la mejor decisión la que ha tomado y que el hotel se hará cargo de brindarle lo necesario en esos días que no tendrá su equipaje. De regreso vuelve a registrarse, pidiendo el mismo dormitorio con balcón hacia la playa. El administrador se disculpa, pues la habitación ya ha sido ocupada, por lo que le ofrece otra de iguales condiciones, con la única diferencia que está ubicada en el segundo nivel. Acepta gustoso, pues sabe que los polacos se hospedan en ese nivel, permitiéndole estar más cerca del objeto de su pasión. Ya acomodado en su nueva habitación, sale al balcón, donde vislumbra en la playa la silueta encantadora del joven, su corazón salta de felicidad. Alza el brazo en señal de saludo, no solo a él, quien está muy distante para distinguirle, sino a la vida misma, permitiéndose disfrutar por un instante más ese momento de triunfo. Más tarde, decide bajar a la playa, ubicándose en una de las lonas contiguas en donde están situados los polacos, llevando consigo su portafolio, donde guarda sus partituras. Después de disfrutar de la vista y lo animado del lugar, su vista encuentra al polaco, quien juega en el mar con sus compañeros y como es usual, la institutriz empieza a llamarle para que salga. Cierra sus ojos para percibir de mejor forma el sonido del nombre de su amado, deleitándose con la más armónica y hermosa sinfonía que sus sentidos han percibido: el sonido de las olas del mar como fondo, unas voces pronunciando ese hermoso nombre, todos sus sentidos enfocados en distinguir su voz; su risa juguetona, sus palabras en un idioma que no comprende y sin embargo, es el idioma más
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hermoso que sus oídos han podido percibir. Abre los ojos para verle salir del mar corriendo hacia la institutriz quien lleva una toalla para secarle. Cuando llega al lado de ella, voltea hacia donde se encuentra Iván. Se encuentran de nuevo sus miradas, deteniéndose el tiempo para el músico quien cree ver algo que le desconcierta: la expresión del joven muestra sorpresa para luego mostrar ¿felicidad? le sonríe diferente, como si… ¿está feliz de verle? No sabe qué hacer ¿será que el amor platónico que siente le hace ver cosas? lo único que puede hacer es devolverle una dulce sonrisa. Su corazón estalla de felicidad, sintiendo como todos sus sentidos son inundados por un sinfín de notas musicales, por lo que sin perder esa oportunidad de componer, se levanta para acercarse a una mesa con una silla que están justo detrás de él, sacando sus partituras y empezando a componer una de las sinfonías que en un futuro se convertiría en su obra cumbre. Esa noche, en el restaurante, con algunas mesas que le separan de los polacos, analiza a cada miembro de la familia; ve a sus tres hermanas, una de ellas dos o tres años menor que él, la que le sigue, tal vez de unos nueve o diez años y la más pequeña de unos cuatro o cinco años. Las tres están estáticas, rígidas como una columna, sin expresión alguna, todo lo contrario a su hermano, que se le ve relajado, siempre con un porte elegante, pero relajado. Es notoria la diferencia de exigencia entre él y sus hermanas, casi siempre llega tarde al desayuno, suponiendo le dejan dormir más tiempo. Sus cabellos largos, como si nadie se atreviese a cortar esos hermosos rizos dorados, la forma en que se desenvuelve en la playa, juguetón, alegre, vivaz, todo lo contrario a sus pequeñas hermanas, a quienes jamás ha visto meterse al mar, sin embargo, lo que más llama su atención es la madre, una mujer de suma belleza y elegancia, inexpresiva incluso con sus propios hijos, haciéndole comprender el comportamiento de las niñas, prácticamente se verán igual cuando crezcan… en cierto modo, siente lástima por ellas, que a tan corta edad estén limitadas por las normas de la alta sociedad, restringiendo su espíritu hasta que un día sea eliminado por completo. La institutriz cuida de todos, pero Dominik es especial para ella, se le ve muy seguido arreglándole el cabello y en el mar, es con quien más juega, siempre le persigue con la toalla para secarlo mientras éste juega a no dejarse alcanzar y cuando al fin logra hacerlo, lo abraza, dándole varios besos en la cara los que son correspondidos por el chico… se percibe un lazo muy especial entre ellos, como de una verdadera madre y su hijo. Se retira al terminar su cena, pues ha sido un día muy intenso y está exhausto. Cuando se levanta y se dirige a la salida del restaurante, se percata como el rubio le sigue de forma discreta con la mirada, esto le emociona aún más, proponiéndose esa noche estar dispuesto a todo para conquistar su corazón sin importar las consecuencias. Después de desayunar, regresa decepcionado a su dormitorio, pues no ha encontrado a la familia polaca, recordando que por ser domingo habrían ido a misa. Cierta inquietud le DISTANCIA EN EL VIENTO©
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invade ¿y si va a la catedral a buscarle? ¿Será lo correcto? No importa, después de todo se ha prometido dejarse llevar por sus sentimientos y en ese momento le gritan que necesita estar cerca de él, como la flor necesita de la luz del sol para vivir… Al llegar a la catedral se ubica en la parte posterior, ocultándose tras una columna, busca con la mirada al rubio, encontrándole en la nave central. El sacerdote está dando la bendición final cuando advierte que ha sido descubierto por el joven, quien tiene una sonrisa cómplice en sus labios, lo que le inquieta, pues es obvio que está en ese lugar por él y presiente que ya lo sabe. Al terminar la misa, sale al atrio, fijando su vista en la arquitectura del lugar, haciendo tiempo hasta que saliese la familia. Ve como la madre se despide de sus hijos, dejándoles solos con la institutriz, quienes al poco tiempo, se dirigen hacia el camino que les adentra a la ciudad. Dominik se retrasa un poco, volteándole a ver para brindarle una sonrisa que más que amigable, es de reto, prosiguiendo detrás de sus hermanas. Iván les sigue a una distancia prudente, animándole el percatarse que intencionalmente se retrasa ¿Acaso intenta darle tiempo para alcanzarle? Sin embargo, la institutriz muy alerta, no deja que se aleje mucho, por lo que le es imposible alcanzarle. Llega un punto en que el calor asfixiante ya no le permite seguir el paso de los polacos y renunciando a su persecución, regresa al hotel a descansar. Al despertar, advierte que se le ha hecho tarde para la cena y lo más seguro es que todas las mesas estén ocupadas, perdiendo la oportunidad de sentarse cerca de la familia polaca. Baja rápidamente, atravesando la sala de estar para ir al restaurante, cuando nota que hay alguien tocando el piano. Su corazón se detiene al percatarse que es nada más y nada menos que el polaco, intentando tocar una pieza clásica de Beethoven sin lograrlo, quien al reparar en su presencia, deja las teclas para voltearse y brindarle una juguetona sonrisa, prosiguiendo después con lo suyo. No sabe qué hacer, es el momento que ha esperado para acercársele, están solos, sin nadie que pueda interrumpirlos. Tiene la oportunidad perfecta para abordarle; intentar enseñarle algún acorde ¡lo que fuese! Pero al no tener el valor de hacerlo, se limita a sentarse para escucharle. Está decepcionado de sí mismo, sabe que se arrepentirá por no aprovechar esa ocasión, sin embargo, algo le viene a la mente; ¡exacto! Cuenta con la excusa perfecta para acercársele; él podría ser su maestro de música, quien mejor que el gran compositor, reconocido internacionalmente: ¡el gran Iván Albéniz De Falla! sí, su excusa para abordarle sin levantar sospechas de sus verdaderas intenciones es perfecta, no obstante, aún debe pensar cómo abordar a la madre, pues no sería creíble que de la nada quisiera enseñarle a tocar mejor el piano. Piensa en ello cuando entra la institutriz, quien frunce el ceño al verles a solas. Puede sentir cierto rechazo por parte de la señora, quien al salir, justo detrás del rubio para abandonar la sala, le ofrece una mirada amenazante. Esto le incomoda y alarma, pues parece que la dama ya le ha descubierto y eso representa una gran amenaza para cumplir su objetivo: enamorar a Dominik.
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***** La mañana siguiente ya en la playa, como siempre de forma discreta, observa todo lo que hace el polaco. Desde hace algún tiempo ha notado la presencia de un joven de pelo castaño obscuro, un poco mayor que su ángel, más alto y más corpulento, a quien llaman Albert, parecen ser buenos amigos. Hay algo que le incomoda respecto a él y es que cada vez se hace más evidente que está interesado en el rubio; la forma en que juegan, casi siempre de luchas, donde el contacto físico es inevitable. Ve como el castaño separa al rubio del resto de sus amigos, llevándolo a la orilla del mar. Puede distinguir como le abraza, diciéndole cosas al oído y haciendo que éste ría. Un rayo atraviesa de pies a cabeza al músico, mientras un dolor en el estómago hace que todo su cuerpo hierva; está perdiendo los estribos. Intenta desviar la vista para controlar, sin éxito, la ola de celos que se apoderan de él. Los muchachos, sin dejar de abrazarse, regresan hacia su tienda de campaña, la cual colinda con la suya. Cuando pasan a su lado, el rubio se detiene para verle fijamente, haciendo que el castaño también lo haga, quien al percatarse de la mirada fija entre su amigo y el señor, le otorga un beso en la mejilla, susurrándole algo en el oído para luego halarle y así continuar su camino. Antes de irse, Dominik le vuelve a ver, mostrando una mueca sarcástica, como si supiese que eso le afecta de sobre manera. “No permitas que nadie se acerque a ti…”—piensa para sí Iván, viendo de forma impotente como se lo llevan lejos de él, ¿dónde diablos se encuentra la institutriz para evitarlo? Voltea para ver la dirección en la que van los dos “amigos” para seguirles, cuando repara que un grupo de compañeros de los jóvenes les alcanza, yéndose todos juntos hacia el hotel. Esto le tranquiliza, mas no desaparece el sentimiento de angustia y amenaza; la simple idea que alguien pueda ganar antes su corazón es algo que le quita la vida. Se levanta para dirigirse a la habitación con el convencimiento de declarar la guerra a todo aquel que quisiese separarlo de él; hará lo que sea necesario para conquistarle antes que otro lo haga. Después de una noche de insomnio, se levanta muy temprano para ir a la ciudad, ni siquiera toma el desayuno en el hotel, dispone comer fuera. Es extraño que pierda una oportunidad de verle, como lo es la hora del desayuno, sin embargo no le quiere ver, sí, reconoce que está molesto con él por el incidente del día anterior, en cierto modo, se siente traicionado, ¿pero traicionado de qué? No hay nada entre ellos dos, él es libre de hacer y salir con quien quiera, él no significa nada para el joven, nunca han cruzado una palabra, entonces ¿con qué derecho puede reclamar algo? ¿Reclamar a quién? está deprimido, sumamente deprimido, viendo como sus planes de conquista se vienen al suelo. Se siente inseguro, pues todo está en su contra, sobre todo el ser hombre y la evidente diferencia de edades… Necesita pasar el día solo, pensar en lo que va a hacer, tal vez el distraerse un poco le ayude a reanimarse. Pasa todo el día en la ciudad, va al banco donde cambia bastante dinero, después DISTANCIA EN EL VIENTO©
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visita algunos lugares turísticos, va de compras, donde consigue unos trajes muy elegantes. Mientras se los prueba piensa en qué expresión pondría cuando le viese… suspira hondamente, otra vez está pensando en él… ve el reflejo del espejo y es como si todos los defectos de su enfermedad se incrementaran al triple, recordando a Albert, un hombre joven y apuesto, quien podía estar muy cerca de su rubio… Al final ha sido una mala idea ir a esa tienda, pues ahora se siente mucho más deprimido que antes. Compra varios trajes y se dispone regresar al hotel para descansar, ha pensado en no cenar, sin embargo, no pierde nada en ir, así que ya en su dormitorio, se arregla, poniéndose uno de los trajes nuevos. Cuando baja hacia la sala de estar, visualiza de lejos a la familia polaca y sobre todo, al causante de su depresión. Decide sentarse en un sillón contiguo al corredor, de espaldas donde se encuentran los polacos. Toma el periódico para leer; por alguna extraña razón aun no quiere verlo, esa honda tristeza al recordarle con Albert le sigue acompañando, haciéndole sentirse en cierto modo derrotado. Son llamados los huéspedes al restaurante para servir la cena, por lo que espera un rato a que todos pasen y así sentarse en una de las mesas que estén más alejadas de los polacos. Todas las personas transitan por el corredor, cuando intuye que es la familia polaca la que está punto de pasar a su lado. Levanta la vista y en efecto, la madre es la primera de ellos en pasar, seguida de sus dos hijas mayores, atrás la institutriz con la menor y por último Dominik, quien al pasar a su lado, le voltea a ver, otorgándole una mirada molesta y a la vez melancólica. Iván trata de no prestar atención a esto y se limita a ir al restaurante, reparando para su mala suerte, que la única mesa disponible está justo a un costado de ellos. Sin más opción se sienta, casi frente a él, quien de vez en cuando le voltea a ver aún molesto. Se percata que está comiendo casi nada, pero lo que más llama su atención es percibir su melancolía. Supone que algo debió ocurrirle ese día, o tal vez simplemente está cansado. No quiere pensar más, por lo que exhausto se levanta de la mesa, saliendo del restaurante sin siquiera voltearle a ver. Esa noche, ya en su cama, recuerda sus días de juventud, lo alto y apuesto que era, siempre estuvo rodeado de personas que admiraban su trabajo y a pesar de ello, fue un hombre sencillo. Evitaba las multitudes, las fiestas y reuniones. Prefería estar solo ya fuese leyendo o componiendo música, en fin, fue un hombre que a pesar de su fortuna y fama, disfrutaba de su espacio y la tranquilidad de su mundo. Recuerda a su maestro, quien lo motivó a convertirse en músico, también pasa por su mente cuando se enamoró de la mujer que se convertiría en su esposa, la conoció de la forma más inesperada, sin embargo, a pesar del pasado de ella y de las críticas alrededor de ese matrimonio, vivieron momentos muy felices juntos y aún más con el nacimiento de su bella hija. Ese sin duda, fue el período más feliz de su vida, lo cual duró muy poco, pues esa felicidad le fue arrebatada con la muerte de su hija y posteriormente de su esposa. Pasaron ya largos años desde esos trágicos tiempos, en donde se enclaustro en su mundo, volviéndose una persona seria, desconfiada, sombría, en fin, una persona que nunca más volvió a conocer la felicidad. Se siente muy triste recordando todo eso; DISTANCIA EN EL VIENTO©
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la vida ha sido injusta con él al haberle arrebatado a su familia, ya que se considera un buen hombre quien aportó mucho a la sociedad, quien trató de vivir conforme a las normas, religioso y temeroso de Dios. ¿Acaso la vida le recompensaría algún día el dolor tan injusto que le había hecho vivir? De pronto recuerda al bello Dominik, quien representa la ilusión que había perdido hace mucho tiempo. A él se debe que todos los días se levante y arregle, entusiasmado de poder verle una vez más, sí, acepta que le ha devuelto las ganas de vivir, de componer, de sonreír. —Está bien, te disculpo por lo que hiciste, después de todo, te debo muchísimo — susurra, sintiendo su entusiasmo regresar a él y con una sonrisa en los labios se va quedando dormido. Al despertar, advierte que se le ha hecho tarde, por lo que apresurado se arregla y baja a desayunar, encontrando el restaurante vacío. Ya en la playa y con su portafolio en mano, se ubica donde es costumbre; contiguo a los polacos y como siempre, de forma discreta, busca con la mirada al rubio, encontrándole solo, a orillas del mar, manteniendo esa aura de melancolía. Ve como regresa a la carpa de su familia y en el instante que sus miradas se cruzan, se detiene. En ese preciso minuto llega el castaño, intentando abrazarle, siendo rechazado por éste. —Vaya, ahora entiendo tu tristeza, parece que te has peleado con tu “amigo”. Albert, debiste hacer algo muy estúpido para haberle hecho enojar —se dice para sí en forma burlona, sin poder ocultar que le alegra dicha situación. En el transcurso de la mañana, ve como se reanima, volviendo a jugar con el resto de sus compañeros, sin embargo, ocurre algo curioso; cada vez que el castaño intenta abrazarle, éste lo rechaza y seguido de esto le voltea a ver con la misma mirada de antes. Esto ocurre unas tres veces, lo cual le inquieta ¿acaso intenta decirle algo? Ocurre nuevamente, esta vez Albert sorprende por detrás a su amigo, rodeándole con ambos brazos, quien vuelve a rechazarle enérgicamente, viéndole molesto y gritándole algo que el músico no entiende, acto seguido, el castaño le responde de la misma forma, alejándose de él para dirigirse al hotel. Al pasar a la par de Iván, le ve de forma amenazante, retirándose. Está sorprendido, voltea a ver a al rubio, quien levanta su mirada, ofreciéndole una tierna sonrisa. Esto ya no es su imaginación ni una ilusión creada por sus sentidos, no, es real, ¿acaso está dejando en claro que no existe ningún interés en el otro chico y más importante aún, que sí lo tiene por él? Su corazón empieza a latir sin control con la sola idea. ¿Por qué cada vez que rechaza a Albert le voltea a ver? ¿Y por qué éste al irse le vio de forma rencorosa y amenazante? La emoción le domina. Saca sus partituras, continuando con la melodía que había iniciado a componer en ese viaje. En la tarde dispone ir a la ciudad en busca de una barbería; debe verse presentable para DISTANCIA EN EL VIENTO©
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conquistar en definitiva a su ángel. Cuando el barbero pregunta qué corte desea, éste le indica que desea un corte que le hiciese ver más joven, a lo que le replica que lo importante no es la edad del cuerpo sino la del alma y que él está en todo su derecho en recurrir a ciertas técnicas para que su cuerpo aparente la edad de su alma. Pregunta a qué se refiere con “ciertas técnicas” a lo que el barbero responde que debe confiar en él y que no se arrepentirá. Al salir de la barbería, siente la falsa ilusión que lo ha logrado, cuando lo que han hecho con él es aplicarle maquillaje en la cara y tinte en su cabello y bigote, antes semicanoso. En realidad es una máscara que lo hace verse más bien ridículo. Ya de regreso en el hotel, se dirige a la sala donde hay varias personas, Dominik se encuentra con sus amigos, quien voltea para percatarse que es el músico quien entra al lugar. Iván se siente seguro, en especial cuando ve la expresión de sorpresa que ha puesto éste. “Debe estar sorprendido de lo bien que me veo, seguro le ha gustado”.—piensa, sentándose en un sofá justo frente al amueblado donde se encuentra el polaco con su grupo de amigos. Toma un periódico y mientras lee, presiente que algunas personas hablan de él, pues se le quedan viendo y murmuran entre ellos, empezando a reír de forma discreta pero burlona. Esto le incomoda muchísimo, ya que no entiende a qué se deba esa actitud, cuando ve su imagen reflejada en una ventana contigua, comprende la burla de las personas; lo que ve en el reflejo es a un bufón vestido de forma elegante. Hasta entonces se percata de la máscara tan horrenda que lleva en la cara ¡está pintado más que una mujer! su rostro completamente blanco, los labios y mejillas rosadas y su bigote negro… todo está mal. Siente la vergüenza más grande de su vida ¿cómo pudo permitir que hiciesen eso con él? ¿Cómo había llegado tan bajo en su intento desesperado de verse mejor para impresionarlo? Lo peor de todo: Dominik lo ha visto. Cierra los ojos, cubriéndose el rostro con una mano, en verdad se siente miserable, no tiene el valor de verle, quiere desaparecer y quitarse esa máscara tan grotesca cuanto antes. Se levanta para retirarse, pero antes de hacerlo, ve al joven, quien esta serio, con la cabeza agachada, es notorio que se siente mal por él y la actitud burlona de las personas. El compañero que tiene a su lado voltea a verle, riéndose al instante, lo que provoca que el rubio le dé un fuerte golpe en la cabeza para hacerle callar, volteando al músico para brindarle una mirada dulce y compasiva, como si comprendiese su accionar, sin embargo, Iván se siente tan avergonzado que desvía la mirada y bajando la cabeza, se retira del lugar. Al llegar a su dormitorio, se tira sobre la cama, la cabeza está a punto de explotarle, siente unos deseos muy fuertes de llorar y sacar toda su vergüenza y arrepentimiento a través de sus lágrimas. Alguien llama a la puerta; es el mensajero quien lleva la correspondencia de hacía varios días, pues no había pasado por ella. Al darle una hojeada a las cartas, descubre
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para su agradable sorpresa, que una es de su mejor amigo Eduardo, el único quien sabe de su viaje. A pesar del hambre que siente prefiere quedarse en el dormitorio, pues no desea afrontar a las personas que se habían burlado de él, por lo que decide quedarse y leer toda su correspondencia.
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2 No está muy seguro de la hora que es cuando termina de leer la última carta, en definitiva se ha tardado bastante pues todo está en silencio. Saca el reloj para percatarse que pasan de las once de la noche, por lo que dispone cambiarse y meterse a la cama a descansar, esperando que el siguiente día sea mejor. Empieza a quitarse el saco, cuando escucha un ruidillo; suena como si algo chocase contra un vidrio. Se queda en silencio para lograr descubrir de dónde proviene dicho sonido. Cuando suena por tercera vez, descubre que el sonido proviene de la ventana que da hacia el balcón, por lo que intrigado abre la cortina para ver mejor. La luz de la luna alumbra la playa y cuando baja la mirada, su corazón da un salto al percatarse que se trata de Dominik; es él quien tira pequeñas piedras a la ventana y al notar que el músico sale, señala con sus dedos la playa, volteándole a ver mientras retrocede en sentido al mar y después de unos pasos gira, caminando hacia las carpas. ¿Acaso quiere que le siga a la playa? Eso es obvio, si no ¿Por qué lo ha ido a buscar? Todo el cuerpo le tiembla de la enorme emoción. ¡Ese sería su primer encuentro! No, es demasiado bueno para ser cierto, su incredulidad hace que salga al balcón para asegurarse que lo que ha visto no es una ilusión creada por su mente, pero no, la silueta del joven se ve en la playa… la emoción lo atropella, no sabe qué hacer, sintiéndose torpe, casi cae al suelo al tropezar con unos zapatos, está completamente desubicado en su propio cuarto, dando vueltas sin sentido. Piensa que si tarda un segundo más podría irse, por lo que tomando su saco, se apresura hacia la playa. Ya en el lugar le busca, encontrándole recostado en la esquina de una de las carpas. Se acerca despacio sin dejar de temblar y al ser descubierto, el rubio se acerca a él de forma despreocupada, entregándole algo que lleva en las manos. Éste abre sus manos para recibirlo, dándose cuenta que es una manzana. La impresión y la conmoción de este acto le deja sin palabras; le ha llevado algo de comer, pues se percató que no había bajado a cenar… es un gesto muy dulce y el que provenga del ser más importante para él, es un sentimiento que no puede describir con palabras. Pasan los minutos y él aún se mantiene inmóvil, con la manzana aun intacta en su mano. —chodź, należyjeść… vamos, debes comerla, para eso la he traído —expresa en su idioma, quien al darse cuenta que no ha entendido una sola palabra de lo que ha dicho, le DISTANCIA EN EL VIENTO©
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indica con mímicas que debe comer. Iván no sale de su sorpresa y estupor, es la primera vez que tiene al rubio tan cerca, que escucha su voz dirigirse a él… es como estar en un sueño del cual no quiere despertar, pero cuando le ve hacer la mímica, comprende que es una descortesía no tocar la fruta, por lo que empieza a comerla, la que es la más dulce y deliciosa que jamás haya probado. Dominik se sienta en la arena, esperando a que termine de comer. Éste al verle hace lo mismo, ubicándose a su lado. Pasan largos minutos y ninguno de los dos pronuncia una sola palabra. El músico no puede evitar contemplar su belleza, es una visión perfecta la que sus ojos perciben; la luz de la luna sobre su rostro, delineando tenuemente la perfección de su perfil, quien al sentir su mirada sobre él, suelta unas risillas nerviosas, volteándole a ver de vez en cuando mientras juega con la arena. El calor del lugar es muy fuerte, provocando que el caballero transpire, quien al sentir el sudor sobre su rostro, saca el pañuelo que lleva en su saco para secarse. El joven al ver esto empieza a reír. Iván no comprende esa reacción hasta que ve el pañuelo, el cual está manchado de rosa, negro y blanco… ¡el maquillaje! Había olvidado quitarse la horrenda máscara que lleva en su rostro. Imagina lo patético y ridículo que debe verse, sintiéndose de nuevo miserable al encontrarse en ese estado frente a él. Intenta cubrir su rostro con una mano y con la otra toma el pañuelo para quitarse de forma rápida el maquillaje. Dominik deja de reír, sintiéndose mal al ver como cubre su rostro, expresando tristeza y vergüenza. Sigue removiendo el maquillaje cuando siente una cálida mano tomar la suya, es el joven quien le quita de manera sutil el pañuelo; hincándose frente a él y con el pañuelo en la mano, empieza a remover el maquillaje de forma delicada, brindándole una mirada dulce y conmovida. Iván está en trance, sintiéndose completamente en otra dimensión, muy lejos de todos sus problemas, de su enfermedad, de sus decepciones… lo único que existe ese momento es el ángel que tiene frente a él, nada más. —¡Mucho mejor! —dice en su idioma al terminar de quitarle todo el maquillaje, entregándole el pañuelo. El músico aún en su trance y conmovido por lo que acababa de pasar, acaricia con dulzura su rostro, acercándole al suyo para poder otorgarle un tierno beso en la frente, en el cual transmite todo el amor que siente por él, quien al sentir el beso, cierra sus ojos, permitiéndose sentir esos sentimientos. Después de unos segundos, aleja sus labios suavemente de su frente. —Gracias. Es la única palabra que sale de sus labios mientras le ve de forma tierna.
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—Debo irme —expresa el rubio, levantándose y haciendo que él también lo haga—. ¡Nos vemos mañana! —diciendo esto se aleja de la playa, no sin antes voltearle a ver, brindándole una mirada dulce y despidiéndose finalmente con la mano. Después de ver desaparecer a su ángel, se acuesta en la arena, permitiéndose llorar, pero esta vez es diferente; sus lágrimas son de felicidad. Abre sus brazos, como dejando salir la energía de amor que lo envuelve para compartirla con el universo, viendo el firmamento y escuchando la melodía de las olas del mar. En ese momento perdona todo; a la vida por el dolor que le ha hecho vivir; a su esposa e hija por haberlo dejado solo en el mundo, a las personas que le han hecho daño, pero sobre todo, se perdona a él mismo por haber desperdiciado tantos años valiosos de su vida, dejándose vencer por el rencor y el dolor, teniendo ahora un tiempo tan corto, casi fugaz para poderla disfrutar… comprende que en ese instante está viviendo lo que llaman “felicidad”, algo que hace muchísimos años no había vuelto a sentir… no piensa más, solo se deja llevar por ese sentimiento que le hace flotar y lo lleva más allá del mar, más allá del planeta, más allá del mismo universo… ***** Abre sus ojos a un nuevo día, a una nueva vida… sintiéndose aún en otra dimensión, una llena de luz, de tranquilidad, de paz y felicidad. Todo se mira diferente, las cosas tienen un color más intenso, como si hubiesen tomado vida al igual que él y esto se debe a ese sentimiento tan complicado y a la vez tan simple: el amor, y Dominik es el responsable de ello. Con una sonrisa en los labios vuelve a cerrar sus ojos, imaginando el rostro de su amado ángel, tan bello, tan puro; esos ojos azules que a pesar de ser jóvenes son profundos y en los cuales se puede perder para nunca más encontrar la salida, y lo sabe, él ya está perdido en la profundidad de su mirada. Abre nuevamente los ojos para ver la lámpara que adorna el techo del dormitorio; tiene unas formas curvas que le parecen graciosas, su mirada sigue recorriendo el resto del dormitorio hasta parar en la fotografía de su difunta esposa, levantándose para dirigirse hacia el retrato, el cual toma entre sus manos. —¿Está bien mi amor si me enamoro de alguien más? Me prometí jamás hacerlo, pues estaba seguro que nunca volvería a amar a alguien como te amé a ti. ¿Lo recuerdas? Esa noche me dijiste que querías que viviese la vida que tú ya no podrías vivir, que te dejara ir sin remordimientos, sin tristezas… sin embargo, lo único que hice fue culpar al mundo y encerrarme en el rencor y la amargura. Perdóname, falle a la promesa que te hice aquel día… no obstante, ahora he encontrado a alguien que me hace sentir bien ¿puedes imaginarlo siquiera? ¿A mi edad volverme a enamorar? Te sorprenderías de la persona que es; un joven de aproximadamente diecisiete años al que apenas conozco y con quien las primeras palabras que crucé fueron esta madrugada… es vanidoso y caprichoso, pero también es tierno y dulce, estoy
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seguro que te agradaría si le conocieses ¿te ríes verdad? Ahora puedo cumplir con esa promesa, al fin puedo dejarte ir. Puedes descansar en paz y ten por seguro que te amé con todo lo que mi alma pudo dar y en eso no tengo ningún arrepentimiento, así que amor, gracias por todo el tiempo que pasamos juntos, porque el recuerdo de nuestro amor me ayudó a seguir viviendo. Siempre estarás en mi mente y en mi corazón, pero a partir de ahora, te libero para darle lugar a alguien especial, a quien daré lo mejor de mí, a quien amaré sin ningún remordimiento, así que puedes quedarte tranquila y sé que algún dulce día nos volveremos a encontrar —y diciendo esto, le da un beso a la fotografía, depositándola en su lugar. Da un vistazo a la playa por la ventana, animándole aún más lo concurrido que se encuentra, percatándose que es tarde y a causa del desvelo ha dormido más de la cuenta, pero no le importa, vuelve a tenderse en la cama con los ojos cerrados, recordando el momento tan irreal que había vivido esa madrugada, tocando con suavidad su rostro, intentando con esto, sentir las suaves manos del joven… no quiere salir de ese trance, es demasiado agradable, demasiado cómodo. Se permite dormir más, soñando con lo que había sido y lo que podría ser. Ya en la tarde, dispone caminar por la orilla de la playa, es refrescante escuchar las olas del mar, sobre todo ver como el azul del cielo se une con el azul del océano, recordándole la mirada de cierta persona… a lo lejos divisa la figura de su ángel, quien juega con sus compañeros de luchas como es usual. El músico se detiene a una distancia prudente para observar detenidamente, todo es normal, no obstante, en esa ocasión se percata de algo; éste se dirige a la carpa de su familia con algo en las manos. Al llegar se hinca frente a sus dos hermanas mayores, intentando mostrarles lo que lleva, sin embargo, éstas se muestran indiferentes, o peor aún, la mayor le ve de una forma singular, como si le molestase su presencia ¿será acaso que siente celos de la libertad de éste? Después de esto, se levanta un poco desanimado, para dirigirse donde se encuentran sus amigos, cuando es alcanzado por la menor, quien le hace hincarse para mostrarle lo que lleva, acto seguido, deja a un lado el objeto y carga a la pequeña para jugar con ella, dando vueltas y cayendo ambos en la arena para hacerse cosquillas. Cuando la madre se percata que ambos juegan, se levanta de su silla, llamando de forma molesta a la pequeña, quien enseguida deja a su hermano para ir al lado de sus hermanas. “Vaya, parece ser que es una familia muy conservadora, probablemente no consideran correcto que jueguen de esa forma, aunque sean hermanos”—piensa. No presta mayor importancia al asunto, regresando al hotel, no sin antes pasar frente a él de forma intencional, quien al verle, le ofrece una sonrisa ladina, sin embargo, en la mirada de ambos existe cierta complicidad, como si supiesen que lo que hacen es algo prohibido. Ya recostado en su cama, siendo muy tarde, intenta distraer su mente del reloj que DISTANCIA EN EL VIENTO©
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tiene frente a él, no soporta un minuto más la larga espera de volver a encontrarse con el objeto de su veneración… los minutos parecen horas y eso le desespera de sobre manera, inclusive llega a considerar la posibilidad de que el rubio no apareciese esa noche, lo que le produce un hondo pesar. Saca las partituras de la melodía que está componiendo, pensando que es buena idea llevarlas consigo, pues debe aprovechar los momentos de inspiración que ha tenido y sabe que la fuente de la misma es Dominik y qué mejor oportunidad si no es cuando estuviese tan cerca de él. Está guardando las partituras en su portafolio cuando escucha el choque de un objeto con el vidrio. Su corazón da un salto con el simple sonido, sabe que es él. Sale rápidamente al balcón donde en efecto, le encuentra en traje de baño señalando de nuevo la playa; asiente con la cabeza, tomando su saco y sus partituras y sin tiempo que perder, se precipita hacia el lugar. Le encuentra recostado en la misma esquina de una de las carpas viendo hacia el mar, quien al percatarse de su presencia, se acerca de forma desprevenida. Iván apenas puede respirar de la emoción. —¡Hola! ¡Nos volvemos a ver!—le dice al pararse frente a él. Éste se queda callado, pues no ha entendido una sola palabra de lo que le ha dicho, haciéndole esbozar una leve sonrisa al darse cuenta que ni siquiera un simple saludo puede entender su compañero, por lo que hace el ademán de saludo con la mano. —¡Oh! Buenas noches —responde un poco apenado, replicando el saludo con la mano. Pasan algunos minutos sin decirse nada, viéndose ambos con timidez. Iván le sonríe mientras intenta encontrar su mirada, la que encuentra fija en la arena con la que juegan sus pies, subiéndola ocasionalmente de forma tímida. “¡Si sigo así se decepcionara de mí!”—piensa alarmado. No sabe si son los nervios o el calor del ambiente que le hacen transpirar y al sentir el sudor sobre su rostro, saca un pañuelo para secarse. —Hace bastante calor como para que esté con ese traje, si quiere refrescarse un poco debería al menos desabrocharse el saco y el chaleco—le dice al ver lo que hace, señalándole el saco mientras hace la mímica de desabrocharse los botones. No ha entendido muy bien lo que le ha querido decir, creyendo incluso que tiene alguna mancha en su traje o que algún botón está mal abrochado, por lo que revisa su saco sin encontrar nada fuera de su lugar. Al ver la reacción del músico y notar que no ha comprendido lo que quiere decir, da un hondo suspiro, acercándose hacia él.
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Las manos del joven toman los botones de su saco, empezando a desabotonarlo… Iván olvida cómo respirar, sintiendo su corazón acelerarse y sus piernas debilitarse, temiendo que no sean capaces de soportar su propio peso. Dominik sigue enfocado en los botones del saco y al terminar de desabotonarlos, prosigue con los del chaleco; no sin antes subir la mirada hacia su compañero, quien está sudando más que antes, notando su respiración entrecortada, que le hace esbozar una sonrisa maliciosa, pues sabe bien el estado en que le tiene y eso le produce cierta satisfacción. No conforme con eso, al terminar de desabotonar el chaleco, continúa con la corbata, quitándosela de inmediato, seguida de una sonrisa aún más maliciosa que la anterior al verle de nuevo con intensidad, empezando a desabotonar su camisa. Iván siente como su cuerpo empieza a temblar, dando grandes tragos para liberar la presión en su garganta. Éste le sigue viendo de forma penetrante, sin poder negar que le encanta su rostro avergonzado, sobre todo su mirada suplicante, como la de una presa suplicando piedad por su vida. Esta vez no quita la mirada sobre él, quien para ese instante se apoya en la lona a su espalda para evitar caer, sintiendo sus piernas a punto de colapsar. Las manos del joven siguen recorriendo lentamente la línea de la camisa, buscando el siguiente botón, rozando con intensión su piel. —Ahora te sentirás más fresco— esboza en tono un tanto burlón al terminar de desabrochar el último botón de la camisa. El músico aún no sale del trance al que ha sido sometido, ésta vez por su demonio; sintiéndose completamente vulnerable. Dominik retrocede unos cuantos pasos sin quitar la vista sobre los ojos de su compañero, esperando su reacción. Apenas ha logrado salir del trance en el que se encuentra, cuando ve su pecho al descubierto y al sentirse más fresco, comprende su accionar, sin embargo, no está muy seguro si sus intenciones han sido únicamente hacerle sentir fresco, pues ha percibido con claridad su juego seductor, provocándole una sonrisa insinuante al ver a la persona que tiene al frente, quien al sentir su intensa mirada, desvía la suya, sonrojándose. —Vamos a bañarnos al mar—le dice, señalando el océano. Comprende lo que le pide, más esta vez no puede complacerle, pues no soporta el tacto del mar, hace muchos años que no se mete y la razón es porque le trae uno de los recuerdos más tristes de su vida; la ocasión en que perdió a su hija. —Ve tú, yo me quedaré aquí—responde, haciendo la señal de que se adelante mientras se quita el saco y chaleco, quedándose con la camisa abierta. Éste no se conforma con la negativa, por lo que le toma de la mano, arrastrándolo hasta
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la orilla del mar, quien al sentir el agua en sus tobillos, para abruptamente, negando con la cabeza, tratando de hacerle entender que no quiere ir. Suelta su mano, conformándose a ir solo, sin embargo, antes de adentrarse al mar, le ve de reojo y con una sonrisa picarezca, se mete por completo al océano. La luz de la luna alumbra muy poco, por lo que comienza a inquietarse al no distinguirle entre el mar. Se pasea de un punto a otro, intentando encontrar su silueta. Al encontrarla, ve como saca la cabeza del agua, empezando a patalear, como si se estuviese ahogando. Al ver esto siente un golpe en el corazón ¡no permitirá perder a otro ser querido! Y sin dejar pasar un segundo más, se precipita hacia el mar, nadando hasta donde se encuentra el joven, quien al percatarse de su presencia, deja de patalear, poniéndose estable. Comprende que ha sido una broma cuando le escucha reír; sintiéndose molesto, sin embargo, al ver su rostro con su sonrisa y mirada juguetona, simplemente no puede seguir molesto… Es increíble cómo se lleva lejos todo el dolor de su alma y su cuerpo. Pasan un tiempo en el mar jugando, hasta que Iván decide salirse, ya que su cuerpo empieza a dolerle; es la primera vez en años que nada. Dominik le sigue, recostándose a su lado sobre la arena… pasan largos minutos en silencio, ambos completamente mojados, viendo el firmamento y otorgándose tímidas miradas. El silencio que hay entre ellos es cómodo, como si no necesitasen decir nada. Iván dirige su mano hacia la del rubio, intentando tocarla y al no tener el valor para hacerlo, se siente frustrado ¿qué es ese sentimiento que de pronto le invade? Una sensación de angustia y tristeza al sentir tanto miedo ¿pero de qué? ¿Por qué tiene tantas dudas? Voltea a verle, encontrando su mirada fija en el firmamento; se le ve feliz, sin ninguna preocupación. Los ojos del músico se abren aún más para no perderse ni un solo detalle de su hermosa silueta bañada por la tenue luz de la luna: su cabello mojado, bañando con pequeñas gotas de agua su sutil rostro, sus ojos con unas pestañas amplias y largas, su perfecta nariz afilada seguida de esos labios de color escarlata, que a pesar de ser finos son carnosos, delineando su sonrisa característica, la cual representa su perdición. Es un cuadro perfecto la que sus ojos perciben, sintiendo a la vez ese aire de inocencia y pureza emanada de él… su razón vuelve, torturándole los remordimientos por lo que piensa hacer. Ha aceptado que está completamente enamorado de él, no obstante aún sigue atormentándole la idea que lo que intenta es una aberración según sus creencias, a pesar que ya están en un nuevo siglo y que ya es mil novecientos treinta y uno, es algo no aceptado por la sociedad, la cual le aislaría de todo al verse envuelto en ese tipo de escándalos. A él poco le importa lo que le suceda, pero Dominik, quien apenas empieza a vivir, no puede arruinarle su vida, no es correcto condenarlo al rechazo de la sociedad… no, no puede hacerle eso. Su corazón se comprime, ocasionándole un agudo dolor, sintiéndose miserable al saber que no se permitirá tener al objeto de su pasión, al responsable de devolverle la vida… es demasiado cruel ese momento, viéndose como un niño hambriento, casi al borde la muerte,
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frente a un manjar de la más deliciosa comida, sabiendo que solo podría observarla, más nunca tenerla… Deja de verle para cubrir su rostro con el brazo. El rubio voltea, percatándose que a pesar de la mueca forzada de su compañero por sonreír, oculta bajo su brazo pequeñas gotas de agua que se desliza en su rostro, las cuales claramente no emanan de su cabello mojado. Esto le inquieta, sintiéndose de pronto desolado al darse cuenta que su músico llora ¿acaso habrá hecho algo que le recuerde una triste situación? Intenta hacer todo lo posible para disimular su enorme tristeza y frustración, sin embargo, las lágrimas siguen cayendo sin que pueda evitarlo. ¿Cómo un sentimiento tan noble puede ser algo malo? ¿Por qué Dios podría castigarle por el simple hecho de entregar su corazón a una persona de su mismo género? ¿Cómo es que la Sociedad puede convertir un sentimiento tan profundo, tan puro y tan hermoso en un sentimiento de culpa, dolor y miseria? No se le hace justo, es demasiado cruel que ese sentimiento de ansiedad, alegría y euforia que antes le envolvía, ahora se convierta en un torbellino de angustia, dolor y duda. Siente de repente un peso sobre su abdomen; es Dominik quien se ha sentado sobre él. Con delicadeza, toma el brazo que cubre su rostro, alejándolo para poder descubrir completamente su rostro. —Sea lo que te atormente, mañana te sentirás mejor—susurra, dando un beso a cada uno de sus ojos. Al percibir esa ternura proveniente de su ángel, siente aún más pesado su corazón, abrazándole con fuerza, siendo el mismo correspondido. —Perdóname… tengo miedo de alejarme de ti así como de tenerte a mi lado, no sé qué hacer… —dice aquejumbrado, más para sí que para él. Entierra su rostro en el cuello del joven, quien acaricia con suavidad sus cabellos, como dándole consuelo a algo que entiende debe ser muy duro si le tiene llorando de esa forma. Por alguna razón, aún no siente consuelo con su abrazo, todo lo contrario, se siente cada vez más miserable al verse abrazando a su amado y reconociendo que se inclina a renunciar a él. Permanecen en la misma posición durante un tiempo, hasta que el joven toma con delicadeza su rostro, separándole de su pecho para poder verle fijamente. —Sé de un hechizo que hará que dejes de llorar. Su respiración se detiene, dando su corazón un estallido y palpitando fuera de control. Todos sus sentidos se enfocan en lo que está ocurriendo, abriendo sus ojos más de lo normal. No puede creer lo que sucede; sus labios tocan los labios de su amado… ¡Dominik le está besando! su mirada azul penetrante aún se encuentra sobre los ojos sorprendidos de su compañero, la cual va alejando, hasta llegar a una distancia prudente.
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—Ves, te dije que dejarías de llorar—dice sonriendo. Iván aún no sale de su estupor, sintiéndose inmóvil, apenas puede controlar su respiración… sin embargo, como bien lo ha dicho, ya no llora. —Debo irme—suspira, dándole un último beso antes de levantarse. El músico le ve aún sorprendido, haciéndole sonrojar para luego despedirse con una sonrisa tímida, haciendo el ademán con las manos. Ve cómo se aleja, sin poder evitar sentirse impresionado y emocionado al descubrir la clase de chico de quien se ha enamorado, alguien quien sin entender su idioma, sabe perfectamente lo que necesita… es increíble como aleja toda duda y temor en él, devolviéndole su ánimo, sintiéndose de pronto eufórico de alegría al saber que su amor está siendo correspondido. Es en ese momento que se promete proteger y defender ante cualquiera, ese sentimiento tan hermoso que nace entre ambos. Esa madrugada termina su obra musical la cual nombra “Media Noche Bajo la Luz de la Luna”.
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