Debemos alzar nuestra voz 1 Prólogo Mike McCurry* Muchos ...

Mike McCurry*. Muchos recordarán el clásico cinematográfico de Paul Newman, “Cool. Hand Luke”, en el cual el carcelero golpea a Newman por la espalda y.
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Debemos alzar nuestra voz

Prólogo Mike McCurry* Muchos recordarán el clásico cinematográfico de Paul Newman, “Cool Hand Luke”, en el cual el carcelero golpea a Newman por la espalda y proclama: “Lo que aquí tenemos es el error de no haberse comunicado”. Gran parte del trabajo que he realizado, después de dejar la Casa Blanca en la década de 1990, ha sido ayudar a que las organizaciones sin fines de lucro se comuniquen mejor porque, francamente, muchos de sus esfuerzos terminan en el fracaso.

Esto se debe a muchas razones. Las organizaciones que se dedican a realizar cosas buenas, a favor de causas nobles, a menudo creen que sus méritos son obvios para todos. Ocurre también que la virtud de la humildad hace que una organización evite hacer pompa de sus logros, creyendo que el mundo verá el mérito reflejado en sus buenas obras. Además, tenemos el asunto del presupuesto. Muchas organizaciones no invierten mucho en comunicaciones, a fin de poner más recursos en programas que ayudan a la gente.

En teoría, estas son buenas razones para poner las comunicaciones en una lista inferior de prioridades. En realidad, estás no son buenas ideas, si se considera el tremendo desafío de tratar de avanzar una causa en el mercado de las ideas y de mantener dicha causa frente de un público cada día más distraído.

Mucho sabemos sobre los cambios que ocurren en el mundo desconcertante de la tecnología y las comunicaciones. La “comunicación en masa” que conocimos ya no existe. Es cierto que la televisión llega a millones de personas con sus noticias cada tarde, pero el público que

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comparte se ha achicado significativamente en los últimos 10 años. También es cierto que el periódico todavía es importante, pero su circulación sigue bajando y la población menor de 35 años prefiere leer el periódico en el internet. No hacemos una “cita” con aquellos que entregan contenido importante. Más bien, queremos que el contenido que necesitamos sea accesible en el internet las 24 horas, todo el tiempo.

De lo que no estamos seguros es en quién confiar para obtener hechos fidedignos. Hay demasiadas fuentes, muchos blogs, muchos lugares web, y tantas voces chillonas y rabiosas en los canales de televisión, diciéndonos lo que debemos pensar. La cabeza nos da vuelta a causa del bombardeo constante de mensajes que buscan vender, persuadir, incitar, provocar y provocar. No obtenemos mucho consuelo. No se nos da mucho contexto. No se nos ayuda a colocar la información en un marco que nos permita evaluar lo que es importante y elegir lo correcto.

Mi antiguo jefe del Senado federal, Daniel Patrick Moyniham, dijo una vez: “Tenemos derecho a nuestras opiniones pero no a nuestros propios hechos”. Sin embargo, pareciera que cada uno tuviese sus “propios hechos” que apoyan su “opinión” como incontrovertible. La información es apremiante y opresiva. Como dijo otro amigo, Joe Nye, “vivimos en una era con mucha información pero con escasez de entendimiento”. Demasiadas opiniones. Demasiados hechos. Nadie nos ayuda a entender. Esta es la raíz del grave error de no comunicarse.

El no comunicarse puede ser fatal para muchas causas buenas y justas. No podemos dejar que una comunicación inefectiva obstaculice el trabajo de la Iglesia Metodista Unida. Nuestra causa es demasiado importante. Nuestra meta es salvar almas. Lo que hacemos es formar discípulos de Jesucristo para transformar el mundo. Nuestra razón de ser es difundir el

Debemos alzar nuestra voz evangelio. Esto significa que debemos comunicarnos eficazmente y sin descanso, porque todo nuestro ser exclama que el mundo necesita oír la gran historia de Jesús y de su amor.

El tiempo que dediqué a la política me enseñó mucho acerca de cómo contar una historia. Los candidatos que son buenos en esto son los que son elegidos. Los candidatos que no saben cómo construir una narración, fallan inevitablemente.

No es fácil. Muchos recordamos cómo el Presidente George H. W. Bush lamentó no haber sabido elaborar bien “el asunto de la visión”, cuando buscaba ser reelegido en contra de Bill Clinton. Recuerdo que Clinton, el presidente que recordamos como un comunicador nato, luchaba para poder comunicarse, le costó elaborar su mensaje, en 1996, cuando era candidato a la reelección. Le tomó tiempo lograr el tema “construyendo un puente hacia el siglo XXI”, pero cuando lo logró, tuvo resultados y lo usó muy bien.

Como metodistas unidos, ¿cuál es nuestro mensaje a las comunidades que queremos alcanzar en el nombre del discipulado para Jesucristo? Como un ejercicio, en Google busqué información sobre el lema de nuestra iglesia, esperando encontrar algo como “mentes abiertas, corazones abiertos, puertas abiertas”. Así fue. Otro tópico en el internet fue un largo blog sobre cómo nuestra posición sobre la homosexualidad indicaba que la iglesia no practicaba su lema. Otros tópicos subrayaron cómo las iglesias locales estaban usando ese lema para involucrase con la gente.

Quiénes somos y qué somos es la suma de cómo nos comunicamos. Todo lo que hacemos y decimos, y todo lo que, a veces, dejamos de decir comunica a quienes esperan oír qué es la Iglesia Metodista Unida.

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¿Comunicamos con eficacia nuestro mensaje? ¿Entendemos cuán importante es que nos comuniquemos efectivamente?

Las comunicaciones no son sólo un servicio añadido que se puede colocar como otro artículo bajo “finanzas y administración”, para ser contado como parte de los “gastos generales” que mantienen a la empresa funcionando. He aconsejado a los directores de las organizaciones sin fines de lucro y a los CEO de las corporaciones sobre la necesidad de tener las comunicaciones como algo central respecto a cómo los accionistas o miembros valoran la organización. ¿Conocen la organización? ¿Aceptan su visión? ¿Son capaces de ver cómo sus valores corresponden a sus propios valores? ¿Desean unirse a la organización en su misión? Estas son las grandes preguntas que van con el concepto de “marca”.

La marca es un asunto grande. Como dijimos, Google es un verbo. Uno hace un google para encontrar algo. Uno hace un xerox para copiar algo. Uno hace un Fed-Ex para enviar algo rápidamente.

Por medio de la campaña Rethink Church de Comunicaciones Metodistas Unidas, hicimos la pregunta: ¿Qué pasaría si el término “iglesia” se convierte en verbo? ¿Qué pasaría si “iglesia” se convierte en algo que uno hace, no en un lugar a donde uno va. Iglesia es lo que uno hace para encontrar aquellos que necesitan oír del evangelio. Uno podría decir: estoy haciendo iglesia en el centro comercial... invitando a la gente a que ayude con una recolección de alimentos no perecibles,... o repartiendo los alimentos a quienes los necesitan,... o invitando a alguien que no conozco a compartir un texto bíblico. ¿Cómo recreamos el vocabulario sobre la evangelización?

Estas no son preguntas fáciles de contestar. Se requiere de los profesionales que estudian las respuestas y actitudes del público. En

Debemos alzar nuestra voz política lo llamamos “encuestas”, pero si se realizan adecuadamente es algo bueno. Las comunicaciones basadas en buenas investigaciones dan resultado. Las comunicaciones basadas en buenas anécdotas y poderosos testimonios personales son efectivas. Todo buen predicador lo sabe. Pero también necesitamos investigación impulsada por buena información, a fin de pulir y definir nuestra comunicación.

Necesitamos una narración persuasiva y fascinante que llegue a un público ampliamente diverso. Comunicarse con el metodista unido promedio que asiste a la iglesia es hablarle a los Baby Boomers, esto es, a personas con más de 50 años. Pero si queremos alcanzar al joven que busca y que tiene recelos de la religión organizada, pero que sabe que Dios y Jesús quizá sean una realidad que necesita en su vida, necesitamos una perspectiva distinta.

¿Somos una iglesia sofisticada, inteligente, persuasiva y apasionada cuando se trata de contar la historia de Jesús? ¿Sabemos lo que se necesita para lograrlo?

Tengo confianza de que la Iglesia Metodista Unida llegará a ser la gran narradora del evangelio porque ese es nuestro ADN, partiendo de los predicadores que recorrían sus circuitos a caballo, hasta las campañas publicitarias de vanguardia que ha puesto aparte a nuestra iglesia de otras denominaciones protestantes en declive. Mientras que casi todas las iglesias históricas han recortado su capacidad para las comunicaciones, nosotros hemos usado recursos para alcanzar a quienes están buscando a Dios, al joven, al que duda, a los abandonados y perdidos.

En este libro, el Rdo. Larry Hollon establece por qué necesitamos que nuestra voz esté presente en esta era moderna de las comunicaciones. Este es un llamado a que tengamos comunicaciones que nos

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comprometan con la gran comisión: ir y hacer discípulos de Jesucristo y, al hacerlo, transformar el mundo y hacerlo que sea como el reinado de Dios. No hay nada más urgente ahora que nuestra denominación lucha para que su mensaje de buenas nuevas sea oído en un mundo saturado con mensajes que compiten con, a menudo, valores destructivos. La gran pregunta es si venceremos “el error de no comunicarse”, lo que incapacita a muchas organizaciones con buenas intenciones. Hollon argumenta a favor de una visión más amplia en una iglesia que sabe bien cómo comunicar su historia. Oro que todo metodista unido, así como todo miembro de las iglesias históricas, se una al coro de la voz que desea proyectarse a favor de nuestra amada iglesia.

Mike McCurry fue secretario de prensa del Presidente Bill Clinton y es un líder laico activo en la Iglesia Metodista Unida. Enseña escuela dominical, sirve en el directorio de Seminario Teológico Wesley, y está terminando una maestría. Ha sido dos veces delegado a la Conferencia General de parte de la Conferencia Anual Baltimore-Washington. Es miembro de la Comisión General de Comunicaciones y del comité ejecutivo de la Iniciativa para la Salud Mundial y su campaña Imagine No Malaria.

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Debemos alzar nuestra voz Introducción

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, la devastación de Europa y gran parte del Asia mostró el sufrimiento humano como nunca se había visto antes. Millones de personas quedaron desplazadas o sin techo. La inanición apareció como una amenaza inminente. Por todo lugar se encontraban ciudades bombardeadas y desoladas. La gente carecía de las necesidades más básicas para sobrevivir: techo, ropa, agua, medicinas.

En 1946, el Obispo Henry Knox Sherrill, recién elegido obispo de la Iglesia Episcopal, en un mensaje radial llamó a que todos los miembros de su denominación levantaran un millón de dólares, en sólo una hora, para llevar ayuda a la gente que sufría. Otras denominaciones hicieron lo mismo y se prepararon para el trabajo de auxilio. El 26 de marzo de 1949, un programa nacional de radio, “Una Gran Hora”, tuvo como invitados a los actores Ida Lupino y Gregory Peck.

El Presidente Harry Truman dio comienzo a la transmisión y llamó al pueblo americano “a construir un nuevo mundo, un mundo mucho mejor, uno en el que la dignidad eterna de todos los seres humanos sea respetada”.

Las denominaciones principales usaron el medio más masivo disponible para entregar un mensaje de compasión y para involucrar a la gente en la misión de sanar al mundo. Esta transmisión inicial llegó a convertirse en La Gran Hora de Compartir, que hasta el día de hoy es la forma más efectiva de pedir ayuda humanitaria en las iglesias históricas.

Después de haber usado la radio en forma efectiva, estas denominaciones ayudaron a crear contenido para los medios públicos, adaptándose a la televisión. Por varios años, se asociaron en la producción de programas y abogaron para

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que los medios de comunicación sirviesen a toda la comunidad, particularmente a aquellos cuyas voces habrían sido silenciadas en la conversación pública.

Sin embargo, a principios de la década de los años 1980, por diferentes razones, las iglesias históricas decidieron retirarse de los medios de comunicación. Esta retirada ocurrió al mismo tiempo que estos medios se convertían en los más poderosos formadores de opinión y actitudes de la historia humana. En medio de una revolución en la forma de pensar y conversar, muchas iglesias históricas dejaron a otros su lugar en la conversación.

Con notables excepciones, hoy estas comunidades de fe han perdido su voz dentro de la continua conversación que forma los valores éticos y morales del país. No participan en una forma estratégica en la conversación pública acerca de cómo podríamos ver un mundo híper-conectado y pluralista que está redefiniendo a la comunidad humana durante el siglo XXI.

Es trágico. En el mejor de los casos, el evangelio de Jesús se ha convertido en algo marginal en medio de una cultura saturada por los medios de comunicación. Al guardar silencio, los llamados a tener una presencia fiel dentro de las perspectivas históricas de las iglesias tradicionales hemos abrogado nuestra responsabilidad de influir en la cultura con valores morales y éticos para la promoción del bien común.

Los resultados son desastrosos. No es un simple accidente que algunos religiosos proyecten una imagen de Dios que es juzgadora, vengativa y causa de la tragedia humana. Esta retirada es paralela al declive de las iglesias históricas en los últimos 30 años, puesto que sus voces han sido silenciadas y son percibidas como irrelevantes.

Debido a su ausencia notoria, estas voces religiosas deberían retomar la conversación a través de la variedad de nuevos medios que ahora están a su

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disposición. Deben invitar a quienes buscan un mejor entendimiento espiritual, ofrecer una comunidad inclusiva a aquellos que buscan conectarse y afirmarle a la sociedad la imagen de un Dios de gracia y redención que busca el bien para toda la creación y la humanidad.

Las iglesias deben definir el discipulado como la expresión de fidelidad llevada a cabo en actos concretos de justicia, paz y sanidad. Deben volverse una presencia fiel en la amplia conversación de la cultura que está definiendo lo que significa ser una persona de fe que actúa en base a convicciones morales para el bien común y que encuentra significado personal abrazando a un Dios que nos ama y nutre dentro de una comunidad de gente fiel.

Esto requerirá que las iglesias históricas entiendan que la función de las comunicaciones no es un soporte secundario a otros ministerios, sino una función estratégica de primera línea en el mundo del siglo XXI saturado de mensajes. Las comunicaciones son una expresión de ministerio.

Al diluir su capacidad de comunicarse, las iglesias perdieron su habilidad de involucrar a la gente en una conversación sobre la fe, en un tiempo en que la cultura se movía hacia una definición secular de lo que da significado a la vida, una definición basada en ganancias materiales que no pueden llenar nuestros más profundos anhelos de amor y conexión.

Por tanto, dentro de este escenario, la comunicación es hacer teología. Cuando la iglesia pierde su capacidad de involucrarse en conversaciones sobre la fe, disminuye su capacidad de ser pertinente en una cultura cada día más secular.

Las denominaciones que buscan renovarse y revitalizarse deben colocar la función de las comunicaciones como un elemento estratégico. Las comunicaciones estratégicas e integradas capacitan a una iglesia a alcanzar a aquellos que no podría hacerlo de otra manera. Una carta que mi agencia

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(UMCom) recibió de una mujer del estado de Washington ilustra lo que digo poderosamente.

Escribió que creció en la IMU de Everett, Washington, que participaba en el grupo de jóvenes y que, como adolescente, pasó 8 veranos en viajes misioneros a México. “Durante mi último año de escuela secundaria (high school), me hice parte de un grupo de amigos que asistía a una iglesia pentecostal. Asistí a esa iglesia por varios años y allí conocí a mi esposo”, escribe. “Con el tiempo, todo el bullicio de esa iglesia me confundió. Mi esposo y yo decidimos retirarnos y nos sorprendimos de las muchas amistades que perdimos. Quedé herida y decidí no participar en ninguna religión o iglesia que fuese tan hiriente con aquellos que tienen una opinión diferente. Dejé de creer en un poder divino o existente. Esto me llevó a la ansiedad y el miedo.

Hace unos meses, en la cima de mi miedo y ansiedad, estaba escuchando Pandora.com en mi auto. Escuché un comercial sobre Rethink Church. Me di cuenta que era un mensaje para mí, un mensaje que Dios quería que oyese. No estaba segura de qué iglesia estaba detrás del mensaje pero supuse que era una mega-iglesia del área de Seattle, la que visité pero en la cual no me sentí bien. Me dije: ‘Dios sabe cómo me siento acerca de la iglesia. No tengo interés de asistir a una iglesia con mucho bombo en un sofisticado edificio con una congregación del tamaño de toda la población de mi educación secundaria (unas 4,000 personas). ¡No, gracias!

Cuando descargué la página de Rethink Church, quedé sin palabras. No podía creer que se trataba de una campaña de la IMU. ¡Me animó tanto! Dios me conoce a mí y a mi corazón. Con dudas, oré acerca de cuál IMU quería que visitara. Me tomó un tiempo. ¡Tuve que poner de lado mi orgullo de ser una chica que no iba a la iglesia! ¿Qué pensaría mi familia de mí?

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Finalmente, como un mes más tarde, sentí en mi corazón paz con la posibilidad de regresar a la iglesia. Decidí visitar la IMU Bothell, que queda cerca”.

La Iglesia Metodista Unida es una de las denominaciones que no ha reducido significativamente su alcance a través de los medios de comunicación. Por medio de mantener su presencia en los medios públicos, la iglesia ha elevado su visibilidad y es hoy la iglesia más conocida de las denominaciones históricas.

El trabajo de Rethink Church ha hecho que 14,000 congregaciones produzcan planes específicos para involucrarse con sus comunidades locales en todo el mundo, llevando a cabo dichos planes en forma exitosa. Tan sólo en 2011, el programa Rethink Church Impact Community hizo que más de 420 congregaciones activaran a casi 25,000 personas para cambiar sus comunidades, sirviendo a más de 443,500 personas. Un esfuerzo relacionado, Change the World 2011, inspiró más de 2,000 eventos en 15 países, involucrando a unos 100,000 voluntarios e impactando 500,000 vidas.

Una y otra vez, el ministerio de la comunicación ha cambiado vidas en la iglesia local, como ocurrió en el Segundo, un vecindario de El Paso, Texas, en 2011. En un código postal con uno de los indicadores de pobreza más altos en el país, el Segundo es un revoltijo de necesidades humanas, así como de riqueza cultural.

Trabajando con personal de Rethink Church, líderes locales crearon una estrategia para involucrar a la iglesia en la comunidad, usando mensajes de promoción nacionales adaptados a su realidad local.

Planificaron un evento comunitario que incluyó una clínica de salud, actividades para los niños, oportunidades de servicio y distribución de comida. La promoción se puso al aire en una emisora radial en español, juntos con pósters en español que ayudó a movilizar a la comunidad.

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Los organizadores quedaron complacidos que empezaron a llegar voluntarios no relacionados con la iglesia. Cuando llegó el día del evento, más del 80 por ciento de los voluntarios eran gente del vecindario sin conexión con las congregaciones que auspiciaron el evento. Llegaron más de 400 personas al evento, sobrepasando todas las expectativas.

Historias como estas demuestran que la comunicación estratégica implementada cuidadosamente, respondiendo al contexto local, provee de la plataforma para que las denominaciones no sólo energicen a las iglesias locales, sino que las capaciten para alcanzar a sus comunidades para que inviten a la gente a ir a sus iglesias. Cuando esto se lleva a cabo, se crea una presencia fiel que beneficia al bien común.

Si se tienen en cuenta estos resultados, los líderes denominacionales mostrarían sabiduría si reconsideran las funciones de los medios de comunicación. Las denominaciones históricas deberían empoderar a su personal de comunicaciones reconociendo su ministerio y poniéndolo en un nivel estratégico.

Es igualmente necesario que los comunicadores vean su trabajo como mucho más que una función de soporte y que consideren cómo las comunicaciones pueden ayudar a renovar la iglesia por medio de alcanzar a quienes no están familiarizados con la fe.

Los comunicadores deben mantenerse a la vanguardia de la cultura, a fin de entender cómo la tecnología está afectando nuestra calidad de vida y nuestro entendimiento de lo que es comunidad. Usando este conocimiento, pueden ayudar a la iglesia local a usar la tecnología para construir comunidad y alcanzar a la gente a lo largo campo de comunicaciones en el cual ahora vivimos.

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Los comunicadores deben ayudar a los líderes de su denominación a desarrollar la pericia necesaria para abordar los problemas morales y éticos que se dan en la discusión pública, especialmente en materias de fe, a fin de proveer una perspectiva más amplia de la contribución espiritual que las iglesias tienen que ofrecer.

Las denominaciones tienen tremendas riquezas que deben ser reclamadas. Proveen redes globales importantes, una gama inmensa de habilidades y experiencias conseguidas de su involucramiento en contextos locales en todo el mundo, y redes de alcance y magnitud que pueden producir un cambio significativo. Proveen de un entendimiento de Dios que es muy distinto del que se escucha en la conversación pública hoy, y uno que está en fuerte contraste con las voces de los tele-evangelistas que atribuyen las catástrofes y los desastres naturales al juicio de Dios.

Las denominaciones históricas hablan al bien común, como se hizo patente en el uso de los medios para iniciar la Gran Hora de Compartir. Pero no se quedan en las palabras, sino que actúan construyendo hospitales, escuelas y universidades.

Comunicarnos estratégicamente, en el contexto de medios de comunicación globales en que vivimos, es un acto de teología. Este mundo quebrantado y doliente necesita oír propuestas teológicas sanas sobre la sanidad, la esperanza y la redención. La gente quebrantada por una cultura que devalúa lo sagrado y que lo reemplaza con paliativos materiales, necesita oír que Dios los ama. Necesitan saber que la gente de las comunidades de fe los está alcanzando e invitando a buscar la verdad, el perdón y la aceptación en una comunidad que se preocupa.

Esto es lo que significa comunicar la fe en el siglo XXI. Es por esto que debemos comunicar estratégica, cuidadosa y compasivamente. Por tanto, ¡debemos alzar nuestra voz!

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Sinopsis Rdo. Larry Hollon

El letrero estuvo colgando por meses, a sólo unas cuadras de los escombros del Centro de Comercio Mundial. En los momentos de conmoción y devastación que siguieron al 9/11, fue un faro en medio de la oscuridad. “Un profundo sentimiento de tristeza permeaba al vecindario”, escribió Marilyn Kennedy, visitando desde Connecticut el Ground Zero, en el New York Times. “Pero junto con la tristeza, había esperanza. Frente a la calle Maiden Lane, No.1, vimos un cartel varios pisos arriba del edificio. Decía ‘el miedo no es la única fuerza que opera en el mundo hoy’. Las palabras estaban impresas sobre una gran imagen de manos en posición de oración. Era un poderoso y tranquilo mensaje...”

La pancarta, puesta allí por la Iglesia Metodista Unida, era una forma de compartir las buenas nuevas con una ciudad sufriente y un mundo asustado. En base a 1 Juan 4:18, que afirma que el amor echa fuera el temor, la pancarta era la invitación de la iglesia a la gente de todas las religiones a unirse en oración reflexiva para la sanidad y para edificar comunidad, para inclusión y reconciliación. Era comunicación en la forma más básica, proveía un mensaje de esperanza en un mundo quebrantado.

Hoy necesitamos la voz de las iglesias históricas más que nunca. Sin embargo, la mayoría de estas denominaciones se han retirado de las oportunidades que nos da la era de la nueva comunicación.

En este libro, deseo demostrar que: 

Las denominaciones históricas deben ser una voz influyente y un testigo en la sociedad actual, llamando a la gente a ideales más altos y expresando la

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redentora promesa de vida, paz y realización que Dios ha dado a un mundo que lucha. 

Las comunicaciones han estado al centro del crecimiento del cristianismo a través de la historia, y hoy tenemos una oportunidad sin precedente para involucrar al público global en formas nuevas y pertinentes.



Como gente de fe, debemos considerar nuestro llamamiento individual de comunicar a nombre de la iglesia y la oportunidad que tenemos para recrear nuestra cultura.

En la era de más conexión de la historia humana, ahora que las herramientas de comunicación han llegado a ser omnipresentes e instantáneas, la mayoría de las denominaciones históricas han dejado de hacer énfasis en las comunicaciones o simplemente se han desconectado por completo.

Los resultados han sido desastrosos. No es mera coincidencia que el declive de la iglesia, en los últimos treinta años, coincide con nuestro aislamiento de la cultura y retirada de los medios de comunicación, la entidad más influyente en la formación de actitudes y la cultura.

Este libro contiende que la voz de las denominaciones históricas debe estar presente en la cultura más amplia, ofreciendo alternativas creativas a lo peor de lo que la sociedad ofrece, así como valores influyentes hacia el bien común.

La Iglesia Metodista Unida ha sido líder en esta empresa, proyectando la voz de la iglesia hacia la cultura y mostrando cómo las comunicaciones son un ministerio que puede producir cambio.

A través de las comunicaciones, la iglesia produjo respuestas después del huracán Katrina y el terremoto de Haití. Generó apoyo para las Cuatro Áreas de Interés e inspiró un trabajo salvador de parte de las iglesias locales a través de Imagine No Malaria y Nothing But Nets. Ha hecho que el público en general

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adquiera conciencia de nuestra iglesia a través de campañas y narraciones por los medios de comunicación.

Estos logros y muchos otros ocurrieron a pesar de la falta de entendimiento en sectores de la iglesia respecto al papel que juegan las comunicaciones como un ministerio por derecho propio. En un tiempo en que los metodistas unidos buscan formas de alcanzar a la gente para Cristo y crear congregaciones con vitalidad, las comunicaciones estratégicas son más importantes que nunca.

Exhorto a la Iglesia Metodista Unida y a las denominaciones históricas a abrazar un entendimiento más amplio de las comunicaciones. No puedo subrayar lo suficiente la importancia de este ministerio de alcanzar a la gente para Cristo en una cultura digital y un mundo “en línea”.

Por medio de las comunicaciones, podemos invitar a la gente a una comunidad solidaria, ofrecer el entendimiento de una vida vivida en relación con un Dios amoroso y afirmar valores que descansan en las enseñanzas de Jesús. A través de nuestra conexión, podemos hacerlo local y mundialmente, logrando más de lo que ningún individuo o congregación podría hacer por sí solo.

Este potencial nos dice por qué es tan importante que las iglesias históricas eleven las comunicaciones al nivel de ministerio y reclamen su voz en el mundo otra vez.